Niños de la guerra exiliados a la URSS y que tardaron 20 años en volver
Miles de niños salieron de las zonas bombardeadas por Franco en 1937 hacia Reino Unido, Francia y Rusia. La mayoría volvieron al poco de finalizar la Guerra Civil española, excepto los que se quedaron en la Unión Soviética, que tardaron años en regresar. Esta es la desgarradora historia de una de aquellas niñas recogida ahora en un libro por su hijo, Vladimir Merino.
“Todo comenzó con esa maldita guerra. ¡Maldita, sí! Reafirma la abuela”. Quien así habla es Josefina, Carmen Barrera en la realidad, la protagonista de un libro que ha escrito su hijo, Vladimir Merino Barrera, y que narra el desgarro y el infortunio de aquellos niños enviados a Rusia para escapar de los horrores de los bombardeos del bando de Franco en la Guerra Civil española. Josefina habla desde sus 90 años a su nieta, embarazada de su primer hijo, y con ese eslabón se trenza una historia emocionante de 19 años de exilio forzoso.
Recordar duele y Josefina va desgranando los horrores de la huida de Rentería a Bilbao ante el avance de las tropas de Franco. Guernica ha sido arrasado por la Legión Cóndor y la aviación italiana y se disponen a hacer lo mismo con la capital vizcaína. La Cruz Roja comienza a a organizar una evacuación especial para los menores de 14 años. Del puerto de Santurce saldrá un barco con 4.500 niños, desde Bilbao, otro con 2.895 niños a bordo. El 13 de junio de 1937, en el buque Habana, Josefina parte rumbo a Rusia junto a otros miles de niños serios, tristes y con la ropa raída.
“Hace cinco años», comenta Vladimir Merino, «me acerqué a Salamanca para buscar en los archivos de los papeles de la Guerra Civil, me presenté y dije ‘yo soy hijo de uno de los niños de la guerra’. Me prepararon varias carpetas y hurgando entre ellas encontré alguna fotografía en la que aparecía mi madre y las fichas del Gobierno Vasco que hacen referencia a la autorización para poder salir de Bilbao huyendo de los bombardeos”.
A partir de ahí, Valdimir decide narrar la historia de su madre. Fiel a los hechos, pero cambia los nombres de los personajes. Él será Aleksander, su madre, Josefina. “Lo hice pensando en que a mi madre a lo mejor no le gustaba que le reconocieran. No es estrictamente una biografía y al estar novelada aparecen cosas que no sé si exactamente sucedieron así; por ejemplo, el acto de amor entre mis padres”.
Cuando el Habana llega en junio de 1937 al primer puerto, Burdeos, de los 4.500 niños, algunos, pocos, se quedan en Francia, 3.000 continuarán viaje hacia el Reino Unido y 1.495 deberán cambiar de barco para llegar a Leningrado. Siete días después, ya a las puertas de la ciudad rusa, se enteran de que Bilbao ha caído en manos de los militares de Franco. Quizás, para compensar el dolor, el recibimiento en Leningrado fue grandioso: “El camarada Stalin y el pueblo soviético os dan la bienvenida”. Flores, comida, sonrisas, todo aquel espectáculo lo recuerda Josefina con claridad.
“A la gente que vivió esa vida, no sólo a mi madre, le cuesta mucho hablar de lo que ocurrió», dice Vladimir Merino. «A través del embarazo de su nieta arranca a hablar y le gusta. Cuando mi madre leyó el libro, lloró mucho y me empezó a contar cosas que nunca me había contado. Los sentimientos que narro los he captado de ella, de sus silencios, de sus pocas palabras, y las anécdotas son todas reales, algunas me las contó a última hora cuando estaba a punto de salir el libro y las incluí. Por ejemplo, cuando llegan a San Petersburgo en aquel barco que era un desastre, los niños están plagados de piojos, los meten en unas duchas y mi madre no sabía lo que era aquello, en su casa de Rentería no existía; ella se asustó y gracias a una compañera venció aquel temor”.
De Leningrado partieron hacia Kiev, en Ucrania. Todos juntos se hacen una foto que envían por carta a sus familiares. Nunca llegaron. Aparecieron años después en los Archivos de Salamanca. “La foto de los niños en la residencia de Kiev la encontré en Salamanca. Había cantidad de cartas que no llegaban a su destino. Y dentro de ellas había fotos. Los monitores recomendaban a los niños que enviaran esos recuerdos a sus familiares. Ellos ponían una cruz en su imagen para que los padres les distinguieran del grupo. Hasta llegar a Kiev tenían abundante comida, buenos alojamientos, después ya empiezan a pasar privaciones”.
En septiembre de 1939, Alemania invade Polonia. Los niños en la casa de Kiev piden noticias, saben que la guerra ha acabado en España y quieren volver, pero en vez de viajar a su país lo hacen a Moscú. Allí comparten dormitorio con Amaya, hija de Dolores Ibarruri, la Pasionaria, y ven a menudo a la dirigente del PCE. El 22 de junio de 1941, Alemania invade la Unión Soviética y los niños españoles son evacuados a través del río Volga para llegar a Stalingrado pero ante el avance de los alemanes cambian de destino cada poco. Desde Sarátov viajan a los Urales, un trayecto en tren penoso y con múltiples paradas para dejar paso a los trenes de soldados que van a defender Moscú. Comienzan las privaciones, el frío y el hambre.
Y llega también la muerte. En esos días, Andrés, uno de los hermanos de Josefina con el que viajaba, muere por deshidratación. “Cuando mi madre leyó el libro me corrigió sobre cómo se enteró de su fallecimiento y me contó cómo sucedió exactamente. Cuando llegan a la ciudad de Ufa, en la puerta de los Urales, su hermano come unas manzanas verdes que le provocan vómitos y diarrea; dice que después de un mes sin verle, están los 200 niños reunidos en un salón y el monitor coge el micrófono y dice: tengo que darles una mala noticia, vuestro compañero Alejandro Barrera [Andres en el libro], ha fallecido. Mi madre se quedó sobrecogida”.
Los niños vuelven a Moscú cuando los nazis son derrotados. Josefina continúa con sus estudios. Todos siguen preguntando por el regreso a España. En la Universidad de Moscú, Josefina conoce a un joven estudiante albanés, Aleksander Aroni. Se enamoran. Josefina consigue el título de ingeniería industrial y se le comunica el lugar de trabajo, una fábrica de condensadores en Skolkovo, pequeña localidad al oeste de Moscú. Josefina por primera vez en su vida tiene un pequeño apartamento y vive sola. Está embarazada y en marzo de 1951 nace su hijo Vladimir. “Cuando mis padres se separan en Moscú tienen la ilusión de reencontrarse e irnos a vivir a Albania. Van pasando los años y cuando se abre la posibilidad de volver a España piensa que el reencuentro será más fácil. Al final, tras siete u ocho años separados, la relación se rompió”.
Vladimir no conoció a su padre y nunca supo si estaba vivo o muerto cuando la relación se cortó. “Tuve intención una vez, poco antes de morirse Franco, a través del partido en el que yo militaba entonces, el Movimiento Comunista, de viajar a Albania y con esa intención me presenté en la embajada de Albania en París. No me dejaron ni pasar de la entrada”.
“La parte más dura de toda la historia son los años en que mi madre no pudo volver. 32.000 niños salieron de España. De ellos 5.000 eran del País Vasco. Los que fueron a Francia y Bélgica, acabada la guerra civil, vuelven. A Bilbao regresan en cuanto la ciudad es tomada por el ejército de Franco. Acabada la guerra comienzan las conversaciones entre la Cruz Roja y los dos gobiernos para repatriar a los niños, pero nueve meses después estalla la II Guerra Mundial y la cosa se complica. Pasa el tiempo y el gobierno de Franco no tiene mucho interés en traer de vuelta a unos niños ya mayores que pueden ser comunistas y el gobierno de la URSS tampoco, porque piensa que necesitan más tiempo para convertirlos en buenos comunistas. Niños que a los dos años de marcharse habrían podido volver con sus padres sufren las consecuencias de esto. Stalin se muere en 1953 y en 1954 vuelve el primer barco a España, el Semíramis, con combatientes de la División Azul y unos pocos niños, pero el grueso no regresa hasta dos años después. Yo vuelvo con mi madre en enero de 1956. Más de diez años después de terminada la II Guerra Mundial. Muchos niños ya eran adultos y la sensación de desarraigo era tremenda. Mi madre tenía 30 años, yo cinco. ¿Recuerdos? No muchos. Yo hablaba ruso, pero lo he perdido completamente. En 1957, en la España de Franco, hablar en ruso era impensable, por hablar en euskera ibas a la cárcel; en esas circunstancias lo único que podías hacer era adaptarte al medio y el ruso quedó olvidado, porque ni siquiera mi madre se atrevía a hablarme en esa lengua”.
Al año de llegar a España, en 1957, Josefina recibe una notificación de la Dirección General de Seguridad y tiene que ir a Madrid donde la interrogan.
En el interrogatorio, dice Vladimir que le ha contado ahora su madre, había dos policías españoles y un joven americano que preguntaba mucho por temas industriales, por el tipo de fábricas en Moscú, en Skolkovo, inquiría por temas de tipo estratégico. “Mi madre tenía mucho miedo de que la devolvieran a Moscú”.
Habla Vladimir de los terrores de la madre. “Lo ha tenido durante muchos años. Ha pasado miedo hasta que llegó la democracia. Esa cosas de “habla bajito” eran lo habitual en casa. A mi madre le gusta mucho hablar de política, pero ahora. Cuando se enteró de que yo militaba en actividades clandestinas, en el Movimiento Comunista, se preocupó tanto que me tiró todos los libros”.
Esa madre Coraje, como la llama Vladimir, tuvo la suerte de que ,aunque en España nunca le reconocieron su título, encontró trabajó en una fábrica de condensadores eléctricos, Bianchi, en Pasajes. “El jefe de de personal, Manuel Escudero, procurador de las Cortes franquistas pero bastante liberal, padre del socialista Manu Escudero, se fijó en mi madre y la ascendió al puesto para el que estaba cualificada. Con su primer sueldo les compró a sus padres una radio para que pudieran escuchar la emisora Pirenaica”.
Vladimir Merino volvió a Moscú cuando aún estaba en el poder Gorbachov. Un corto viaje que no ha repetido. Cuando su madre leyó Todo comenzó con esa maldita guerra, lloró. Su hija, también, y a él aún se le humedecen los ojos cuando habla de lo que vivió Carmen, madre Coraje.
‘Todo comenzó con esa maldita guerra’ está publicado por Ediciones Atlantis. Puede pedirse a aquí o en atlantis@edicionesatlantis.com
Comentarios
Por Angel, el 06 junio 2016
Soy uno de esos niños de los niños que regresaron en le 57 – yo tenia 1 año.
Lo que mas me ha impresionado en mi busca personal de datos- ha sido encontrar en el Archivo de Salamanca las cartas que cada semana enviaban los niños de 7 a 14 años , a sus padres y que nunca se entregaron. Se te caen las lagrimas cuando ves la desesperanza a la falta de respuesta que había a sus cartas a sus familias. Malditas guerras!
Por Marga, el 06 junio 2016
La actidud de abandono de la España democrática de sus exiliados de la Guerra Civil es dificil de entender desde fuera.
Por George, el 06 junio 2016
«Vladimir Merino volvió a Moscú cuando aún vivía Gorbachov».
Pues yo creo que Gorbachov está bien vivo todavía.
Por JLuzan, el 06 junio 2016
Tiene toda la razón.
Por Vladimir Merino, el 15 junio 2016
Ja, ja… George tiene razón. Volví cuando Gorbachov aún era presidente.
Gracias por la corrección.
Por Vladimir Merino, el 16 junio 2016
CORREGIDO
Por Ana, el 20 abril 2017
Estoy organizando un acto para conmemorar el Aniversario de la Revolución de Octubre y la URSS. ¿Podrías ponerte en contacto conmigo o dejarme un email donde poderte contactar?
Por Vladimir Merino, el 21 abril 2017
CONTACTADOS.
Gracias Ana
Por Laura, el 23 abril 2017
Vladimir regreso a moscú cuando
«Aún estaba en el poder Gorbachov»
Por Vladimir Merino, el 29 abril 2017
Así es, correcto
Por Emilia, el 07 junio 2016
Conmovedora historia que nos relata, de forma ágil y sencilla, unos hechos desconocidos para muchos ya que, durante años, poco se habló de ellos.
Por rafiña, el 28 abril 2017
buenas noches. Me interesaría saber la cantidad estimada de niños andaluces que salieron hacua Rusia, en que barco fueron y el puerto de andalucía desde donde salieron. Un saludo a todos
Por Vladimir Merino, el 29 abril 2017
De las cuatro expediciones que salieron con niños hacia la URSS, la primera fue la valenciana, el 21 de marzo de 1937; lo hizo con 72 niños en el buque “Cabo de Palos”
Cincuenta procedían de Madrid; los 22 restantes, de Novelda, Oliva, Almoradi, y unos pocos (no dispongo de nº exacto, pero lógicamente muy pocos) de Málaga, llegados al puerto de Valencia tras la toma de la ciudad en febrero del 37.
Si deseas más información… te indico mi correo: vladimirmerino@gmail.com
Por koldo urizarbarrena, el 25 julio 2017
soy uno de los muchos vascos que tiene falia que vivio aquellos años de represion y exilio. por parte de padre mexico y por parte de mi ama familia en la urss. cuenta una tia de mi madre que los rusos les trataron como a sus propios hijos. incluso lesdaban clases de euskera en moscu, ( corrijaseme si no es cierto) no puedo mas que amar y admirar a la union sovietica de entonces y respetar a la actual rusia.
Por Vladimir Merino, el 26 diciembre 2017
Hola Koldo, que los niños exiliados fueron tratados con exquisitez, naturalmente sin olvidar las dificultades del momento, ES CIERTO. El esfuerzo de las autoridades por mantener en los niños las raíces de su cultura, especialmente el idioma, ES CIERTO. No tengo constancia en este sentido, que además del castellano ayudaran con el euskera. Lo veo muy complicado.
Posiblemente entre el personal adulto que acompañaba a los niños, más de uno dominara el idioma y es previsible que se esforzara en evitar que quienes lo conocían, pudieran perderlo. Pero desde la perspectiva oficial… Supongo que sería muy complicado.
Un abrazo y gracias por tu comentario.
Por dominique, el 26 diciembre 2017
Quisiera si es posible que Valodia se pusiese en contacto en mi correo, yo también estuve por la CCCP cerca de 4 años, nacido en 1934, trabaje en el instituto de Fisica de Protvino en la década del 70 cerca de 4 años.
Saludos.
Por Vladimir Merino, el 26 diciembre 2017
Hola Dominique, gracias por tu interés, ya, también acabo de recibir en mi correo una notificación tuya. En breve nos pondremos en contacto. Un abrazo.
Por Trinidad- Ines Perez, el 12 junio 2018
YO SOY «NÑOS DE LA GUERRA» TENGO 87 AÑOS, Y VIVO EN ARGENTINA EN LA CIUDAD DE MENDOZA, TEMBIÈN MI HERMANO MARTÌN PEREZ, YA FALLECIDO ERA DE LA CASA DE NIÑOS EN ODESA, YO SOY DE LA CASA DE NIÑOS DE JARKOV UCRANIA,.-TODO LO QUE HE LEIDO LO HE PASADO YO, ASÌ QUE SE IMAGINAN COMO ME SIENTO , LO UNICO QUE HAGO ES LLORAR Y LLORAR.-
MI NOMBRE AHORA ES TRINIDAD, EN RUSIA ERA INÈS.-GRACIAS POR ESTOS RECUERDOS QUE NUNCA JAMÀS SE TIENEN QUE OLVIDAD.-
Por VLADIMIR MERINO, el 13 junio 2018
Hola Trinidad, gracias por tus comentarios. Entiendo que te emocione recordar tan peculiares años de juventud. Años nada fáciles y que seguro, para siempre quedaron gravados en la memoria. Mi madre, inspiradora principal de la novela, también lloró (seguro que le resultó gratificante) al ver reflejada esa parte de su vida en las páginas del libro.
Ella también perteneció a una casa de niños de Ucrania. Es muy posible que coincidierais.
Un fuerte abrazo.
Por Maria del Carme Navarro Pérez, el 09 octubre 2018
No sé si coneixeu la novel·la: Y además el frío, de Romualdo Pérez Sánchez. Cuenta los testimonios de algunos de esos niños.
Creo que es imprescindible que perviva la memoria de estas personas. Vladimir enhorabuena por tu trabajo
Por VLADIMIR MERINO BARRERA, el 09 octubre 2018
Gracias, María del Carmen, no conocía el libro pero procuraré hacerme con él. Tienes razón en lo imprescindible que resulta no echar en el olvido las vidas de estas personas. Con más razón si cabe, en los tiempos actuales, donde parecen florecer de nuevo los mismos «ardores» de tiempos pasados.
Por Lucas, el 30 diciembre 2018
Mi abuelo vino exiliado de Rusia era de Oslo creo, vinieron en barco supuestamente algunos salían a EEUU pero ellos llegaron a uno que venía para argentina, es una pena que de mi abuelo sangre y una generación tan cercana a mi no sepa casi nada de raíces e historia. nunca se pudo encontrar parientes cercanos con el mismo apellido siquiera en Rusia calculo que habrá venido en el 1930 tenía 7 años el.
Por MOTSERRAR, el 26 enero 2022
Ahora, que soy adulta comprendo como mi bisabuela siempre, estaba vestida de negro, mi bisabuelo envió a mi tío, sin que ella quisiera, es una historia que siempre ha estado presente en nuestras vidas, mi tío no volvió de Rusia, y nunca nadie nos dio una explicación, todas las pesquisas que tanto mi prima Laura como yo hemos intentado hacer siempre topamos con una parez, mi tío Salió de Bilbao, para no regresar a casa.
Por dominique, el 25 agosto 2022
En 1970 el CEA francés me envió a la URSS como técnico nuclear a Protvino, unos 100 km. de Moscú con pasaporte español, pagado en divisas, en francos franceses y 20 rublos dia de desplazamiento, que si no los tocabas al final te los daban en F, F, te descontaban los 60 diplomáticos mes, total un paston, compre un Renault 16 que lo recibí en Moscú sin pagar el IVA a finales de 1971, me dieron la matricula M-98-534 con fondo blanco y números negros, los autóctonas la matricula negra y números blancos tenia un visado de salida y entrada de la URSS renovándolo todos los trimestres, todavía guardo mi visado de retorno ya que cuando salí a finales del 1973 no volví, ya que fui expulsado y me repatriaron los franceses en una camilla a un hospital de Paris, como caí en las garra de la KGB. estando trabajando en el instituto de física de Protvino con unos 60 colegas mas franceses, me viene a ver la interprete que allí teníamos franco rusa y me dice en francés que tengo que ir a la administración rápidamente, ya que llevo 4 meses sin pagar ni la vivienda mas gastos ni el garaje con calefacción, 14 rublos mes, que para mi no era nada, como tenia resguardos de haber pagado en correos estando al dia, voy a casa a coger los recibos y en coche rápidamente voy a la administración, en la puerta al miliciano le digo en mi ruso que estoy convocado, me hace pasar a la sala de espera como de costumbre para tramitar nuestro papeleo, al fondo de la sala había una persona tecleando una maquina de escribir, como estaba un poco nervioso me dirija a ella y le digo en mi ruso lo que me pasa, me contesta en ruso que no me comprendo, le digo en francés, vous parlez francais, a lo que me contesta que solo habla español y ruso, era Gerardo Garcia niño de la guerra de Aragón nacido en 1931, yo en el 34 y nos hicimos grandes amigos, mi problema con la administración, parece ser que era un error se informo y que había venido de Moscú para hacer una traducción siendo una casualidad el encontrarse con un paisano, es así como la KGB me tendió una trampa y como algunos supongo, colaboraron con el KGB ya que de ello dependía su vivienda, su trabajo, sus vacaciones en fin toda su vida como estoy un poco cansado a mis 88 años, la historia continua, otro día mas.