NO, no soy Grace
Si ayer, en el primer relato de esta serie de agosto, tocábamos el tema de la violencia de género, en este, firmado por Ángela López, la protagonista se rebela contra la ordenada vida de su padre, un cazador que desea un hogar tranquilo y seguro con una preciosa hija a la que proteger.
Por ÁNGELA LÓPEZ
Una venda alrededor del pecho. Una vuelta, dos vueltas, bien apretada hasta que sólo queden unos pequeños montículos. Elijo la camiseta negra. Ancha, de manga larga. Nunca tengo calor, explico. Look rapero, pantalones caídos, de chándal. Puedo ser uno de esos chicos con cadera alta y piernas redondeadas. Un chico con formas. También los hay. Con tobillos finos y manos pequeñas. Con hombros estrechos.
Gorra, flequillo largo. Tapar las cejas poco pobladas, las pestañas largas. Piercings que rompen los labios carnosos, que endurecen la piel lisa y sin barba. Un tatuaje que cubre el cuello frágil. Sin nuez. Quizá algún día….
(Mamá, me han contado que…)
(…)
Movimientos ensayados ante el espejo. Brazos separados del cuerpo al andar. Pasos grandes, contundentes. Empujones de camaradería, choque de cuerpos. Peleas de cachorros en el césped. En clase me siento con las piernas abiertas y me recuesto en la silla. ¿Son todos los chicos tan desafiantes?
La voz… Intento hacer mía una voz grave. Nunca grito. Siempre tapar, disimular. Pero la voz es lo más difícil. Boca sellada. Sentimientos embotellados. Asumo un papel del que soy prisionero: el introvertido, el raro.
No soy Grace.
Mi padre mataba pájaros desde el tejado de su casa. Cuando cumplió doce años le regalaron un rifle de perdigones. Era el regalo que siempre había querido. Se pasaba las horas muertas apuntando a las ramas de los árboles y disparaba cada vez que veía algo moverse. Tenía buena puntería. Era fibroso y fuerte.
Durante una época se dedicó a perseguir con su rifle a chicos raros y redondeados. Se daba empujones con sus amigos cada vez que asustaban a uno. Creció y se cansó de los pájaros.
Nunca cruzaba las piernas. Cuando iba a la iglesia se sentaba con los hombres y muy pronto empezó a fumar con ellos, apoyado en sus piernas fuertes como columnas. La medalla sobre el pecho peludo.
Luego la escopeta de cartuchos: un hogar seguro. Una mujer voluminosa, con el delantal apretado, impecable; una preciosa hija a la que proteger.
Papá… NO soy Grace.
RELATOS ANTERIORES
‘Relatos de Agosto’ en torno al cuerpo femenino. ‘La Piñata Niña’
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