“No podemos abandonarnos a la desconfianza en el género humano”

La psicóloga Carolina Belenguer Hurtado, especializada en ecoansiedad.

Hoy traemos a nuestra entrevista circular a una mujer con un perfil que aún resulta chocante, pero que está llamado a ocupar un lugar cada vez más importante en nuestro entramado personal y social. Hablamos con Carolina Belenguer Hurtado, psicóloga especializada en ecoansiedad, emociones relacionada con el clima, igualdad de género, participación social y diversidad cultural. Muy interesante todo lo que nos cuenta de cómo el ambiente de incertidumbre global en que vivimos afecta a nuestra salud física y mental.

Estás especializada en el área de emociones climáticas, ecoansiedad y en las repercusiones de las crisis eco-sociales sobre la salud mental. ¿Puedes explicarnos brevemente cómo puede afectar esa ecoansiedad a nivel de los individuos y a nivel de la sociedad en general?

Las emociones nos avisan de las cosas que son importantes para nosotras. Son las alarmas o las señales que nos indican lo que puede suponer una amenaza para nuestra supervivencia o lo que nos mantiene a salvo. La ecoansiedad, entendida como esa preocupación que nos acompaña en las decisiones del día a día, nos permite replantearnos cómo funciona el mundo, hacer un análisis crítico de por qué hacemos lo que hacemos, qué podríamos hacer para cambiarlo… Creo que es normal y apropiado tener un cierto nivel de preocupación por las consecuencias de las emergencias de las crisis ecosociales y refleja una percepción realista de las amenazas a las que nos enfrentamos. 

Pero las emociones no ocurren en el vacío, somos seres sociales, estamos rodeadas de otras personas a las que influimos y nos influyen, y así surge la realidad social en la que nos insertamos. El modelo de salud mental que impera hoy te hace creer que gozamos de buena salud si encajamos en el modelo de desarrollo capitalista, aunque sea una ficción imposible. La autonomía y la individualidad que proclaman son promesas vacías, de un sistema que es profundamente disfuncional. La ecoansiedad evidencia que un sistema económico y político basado en la extracción de los recursos y en la explotación de las personas genera daños, enfermedades, traumas, sufrimiento, etc.

Desde mi punto de vista, y mientras la ecoansiedad no llegue a niveles patológicos, debe servir para hacernos conscientes de las transformaciones profundas que es necesario abordar. Hablar sobre ella libera los fantasmas, el estrés, las incertidumbres, legitima las emociones y sobre todo fortalece la acción colectiva dirigida a colocar las actividades que sostienen la vida en primer término.

Has trabajado para diferentes organizaciones públicas, privadas y ONG gestionando proyectos de educación, inserción profesional y social, acompañando en la mejora de las condiciones de salud, en la promoción de la igualdad de género y la transformación de la economía local, el progreso en la justicia social, el aumento de la participación y la integración de la diversidad cultural. ¿En qué aspectos ves que cojean más nuestras ‘civilizadas sociedades’ para ser realmente sociedades de bienestar o de ‘buenvivir’?

Diría que la desigualdad es una de las cuestiones prioritarias en las que se debe incidir de manera muy contundente. Naciones Unidas, en la Agenda 2030, plantea que alcanzar la igualdad entre mujeres y hombres es una condición necesaria para lograr un desarrollo sostenible. Para conseguir una sociedad en la que las necesidades se vean satisfechas dentro de los límites planetarios se ha de considerar la inclusión de todos los animales humanos y no humanos y entidades que compartimos este espacio vital como sujetos de derechos.  Trabajar en organizaciones de base permite poner en marcha proyectos innovadores. Por ejemplo, ahora en la intersección de la psicología del cambio climático y el género, estamos desde Mujer y Sociedad aunando esfuerzos con otras organizaciones, con universidades y con más agentes sociales para realizar programas que diluyan los factores de riesgo asociados al género en el contexto de la emergencia climática. Hay que decir que las mujeres, niñas, migrantes, etc. no son vulnerables por naturaleza, sino que las relaciones de poder, las diferencias en el acceso a los recursos, los estereotipos o las normas sociales condicionan en gran medida las posibilidades de desarrollo. Por otra parte, los gobiernos deben mejorar las estructuras políticas que permiten a la ciudadanía adaptarse y mitigar los efectos de la emergencia climática.

Trabajas en la facilitación para adoptar respuestas que favorezcan la conexión con la naturaleza. ¿Cómo nos puede afectar el déficit de naturaleza?

Nuestra tradición cultural se origina en dualidades que se organizan de manera jerárquica. Es decir, tenemos lo objetivo frente a lo subjetivo, la razón frente a la emoción, la cultura frente a la naturaleza, etc…, donde la primera palabra es considerada de valor superior a la segunda: lo objetivo es la razón y es la cultura, mientras que lo subjetivo es lo emocional y está pegado a la naturaleza. Es claro que la humanidad ha crecido de espaldas a la naturaleza, considerando las emociones y lo subjetivo como algo prescindible y carente de valor. Durante milenios se ha pensado que la naturaleza podía ser medida, manipulada y controlada por la ciencia. Se ha creído que ocupábamos un lugar superior y distante respecto a ella. Sin embargo, pertenecemos al mismo mundo, compartimos este planeta con escarabajos, piedras, mares o flores. Pepe Mujica decía que no somos más importantes que los gusanos. Desde el punto de vista de los ecosistemas todas las partes somos interdependientes; si la biodiversidad decrece, las condiciones en las que viviremos serán más precarias. Por eso, es esencial saberse y situarse como parte de la naturaleza, reconocer que dependemos del oxígeno que producen las plantas, de las corrientes marinas para tener las condiciones óptimas de humedad y calor, de la selva amazónica para regular las lluvias…

Establecer vínculos con la naturaleza y con la comunidad son los antídotos más efectivos para superar esta angustia existencial. Desenredar las herencias culturales ayuda a procesar estas emociones de pérdida, frustración, enfado o miedo.

¿Qué pensar de los negacionistas o escépticos climáticos?

El primer paso consiste en diferenciar los diversos tipos de negacionismo existentes, con el fin de determinar si pueden ser abordados mediante estrategias distintas. No es lo mismo la persona que elige negar la realidad a pesar de tener la información, que aquellas que prefieren no enfrentarse o las que activan mecanismos de defensa ante una verdad muy incómoda. No es lo mismo la persona que sabe y practica el retardismo, que la que cree en las conspiraciones. Es un tema que toca de lleno a la psicología, el tema de las creencias, los valores, las actitudes y toda la gama de emociones que nos despierta. Como seres sociales, nos importa mucho lo que otras personas opinen y mucho más lo que opinen quienes conforman los grupos a los que aspiramos a pertenecer. Estos grupos determinan las lealtades ideológicas activando entre otras cosas las emociones de orgullo o vergüenza. 

Personalmente, creo que a todas las personas nos afecta y nos importa la tierra y la Tierra que dejaremos a nuestros descendientes, pero también creo que todavía existen muchas barreras, económicas, psicológicas o sociales, que nos impiden actuar como pretendemos. Es urgente fomentar espacios de diálogo, de escucha honesta y reflexiva, que provoquen consensos y que disminuyan la polarización. 

Tampoco es bueno caer en actitudes apocalípticas, ¿no? ¿Cómo mantener el optimismo en la encrucijada en la que nos encontramos?, ¿cómo construir el cambio?

Creo que hay una senda entre un optimismo ingenuo y una visión apocalíptica del futuro. Mantener la esperanza es vivir en un mundo lleno de posibilidades, en el que el valor de la vida se afirma con cada acción que elegimos. La sensibilización y la concienciación de la emergencia son los ladrillos que construyen la sostenibilidad. Tenemos derecho a un medio ambiente limpio y el deber de exigir políticas climáticas más ambiciosas. Por otro lado, debemos recordarnos que no podemos abandonarnos a la desconfianza en el género humano. El compromiso con movimientos sociales críticos siempre es de recorrido y mirada a largo plazo; los éxitos suelen ser escasos en comparación con las decepciones y adversidades. Pero por suerte somos muchas las personas que nos involucramos, ofreciéndonos apoyo y afecto.

Carolina, ¿quién despertó tu conciencia ambiental?. Ahora resides en Múnich, ¿cómo se ven las cosas desde ahí?, ¿se ven distintas que desde un sitio del sur de Europa como es España?

Es un proceso que surge de pequeños momentos, de conversaciones, de las emociones, de intuiciones y de los datos. Y un día me di cuenta de que la mayoría de mis decisiones estaban mediadas por la situación climática. Eso me hizo profundizar en cómo las emociones y los pensamientos orientan las respuestas al cambio climático. Respecto a cómo veo las cosas desde el exterior de España, recuerdo que al llegar a California me sorprendió muy negativamente el nivel de consumismo. Sin embargo, también hay un movimiento ecologista y de protección de la bahía muy consolidado. Pensé que en Alemania sería distinto, y lo es, aunque aquí también queda mucho por hacer. En Múnich existe mucha más concienciación de las crisis ecológicas, se recicla más, se usa mucho el transporte público y la bicicleta y también está más extendida la cultura del intercambio y el uso compartido. Pero existe mucha presión de la industria del automóvil y muchas resistencias de la ciudadanía a implementar cambios. Estas brechas se reproducen dentro de un mismo país, pero también entre los diferentes países y suponen abismos que hay que reducir. El partido verde está perdiendo votos y los movimientos sociales de lucha contra el cambio climático tienen las mismas dificultades que tenemos en nuestro país, socios y socias limitados/as y escasos/as.

Un lugar al que te gusta regresar, porque te inspira, aporta serenidad, te recarga de energía…

¡Qué difícil!, el mundo está lleno de lugares y gentes increíbles. Nací en el Mediterráneo y ahora, a falta de mar, recurro a la orilla de un lago para dejarme ir, soñar y abastecerme de ánimo. 

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