‘Nosotros vamos a seguir confitados’
Recta final de nuestra serie de agosto, ‘Relatos de un Extraño Verano’, en colaboración con el Taller de Escritura Creativa de Clara Obligado. Hoy, como en muchos otros textos que hemos publicado, asistimos a la evasión de esta dramática situación a través de la sensualidad.
Por CARMEN DORADO
Cuando el mundo se detuvo, hacía tiempo que nosotros estábamos aislados. Mi insomnio y sus ronquidos se habían vuelto incompatibles, y dormíamos en habitaciones separadas.
Comenzamos a trabajar desde casa, él en su despacho, yo en mi estudio. Solo compartíamos las zonas comunes a la hora del desayuno, el almuerzo, la cena; aprovechábamos entonces para comentar las noticias o preguntarnos qué tal iba todo. Después, cada uno a lo suyo.
Una noche, en el duermevela, sentí un soplo de aire en los pies, luego una caricia en los muslos. Encendí la luz y allí no había nadie. Aunque sin las gafas mi enfoque era precario, no las busqué, porque en el otro cuarto mi marido seguía con sus ronquidos.
Dos noches más tarde volví a sentir el mismo soplo, idénticas caricias. Esta vez no encendí la luz y me dejé hacer.
Mermelada de frambuesa.
Rociada con esencia de jazmín, cada noche me acostaba desnuda, esperando la batalla. Unos labios junto a los míos, una boca en el ombligo y la lengua que recorría mi cuerpo.
Si le hablaba de ello en el desayuno, él se hacía el tonto.
Confitura de naranja.
Nos volvimos menos taciturnos y, en las horas en que nos veíamos, comentábamos entre risas nuestras primeras veces: en el coche, en la cama de sus padres, la playa y la arena o el campo y las hormigas.
Sirope de chocolate, jarabe de dátiles, cardamomo en almíbar.
Hoy, en el telediario, hemos escuchado cómo las autoridades anunciaban el fin de la cuarentena; nosotros hemos decidido seguir en nuestra vida confitada.
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