Nuevas creadoras LGTBI: Ternura, rabia, feminismo y crítica social

A la izquierda, Flor M. Yustas; a la derecha, Belén Soto.

Seguimos recomendando lecturas, coincidiendo con la Feria del Libro de Madrid. Hoy hablamos con Belén Soto (Córdoba, 1992) y Flor M. Yustas (Madrid, 1989), dos jóvenes escritoras y activistas LGTBIQA+ que acaban de publicar libro. Un poemario en el caso de Belén: ‘¿pasarás a despedirte?’ (Blatt y Ríos), mientras que Flor publica su primera novela: ‘Carlota, cariño’ (Egales).

Belén Soto es programadora y ha formado parte de diversos colectivos artísticos y proyectos de militancia y escritura cultural. Como parte del colectivo DU-DA, ha publicado Morir guay I (2020) y Morir guay II (2023) y, junto a Laura Macaya, Conflicto no es lo mismo que abuso (2024).

Flor es graduada en Trabajo Social y especialista Gestalt. Ha participado en colectivos transfeministas, impartiendo talleres sobre violencia de género e intragénero y migración Junto a la ilustradora Lidia Toga, es autora de la novela gráfica Como comida. Un festín de bollerapps (Continta me tienes, 2023).

Antes de nada, me gustaría agradeceros a las dos que os hayáis prestado a hacer esta entrevista  de manera conjunta. Me apetecía mucho hablar de nuevas creadoras y da la casualidad de que las dos habéis sacado libro prácticamente a la vez: Ambas coincidís en que sois jóvenes, LGTBI y que vuestras obras pertenecen al campo de la autoficción.

Flor: Lo primero de todo, ¡gracias por llamarnos jóvenes! A finales de mayo cumplo 35 años y ninguna administración pública ni banco ni institución cultural me considera joven a partir de aquí. Adiós a las pocas becas y ayudas a las que podía optar. Yo me considero joven ahora y creo que me lo seguiré considerando cuando tenga 73. Y de eso va mi libro también, de que en el fondo una nunca deja de ser un poco niña. Y está bien. Me gusta que en mi vida haya ratitos de madurez y momentos para jugar en el barro o tirarse del pelo con una amiga. Creo además que en eso Belén y yo coincidimos; usamos un tono que en ocasiones puede parecer naíf pero que lleva detrás años de experiencia y reflexión, y muuuchas horas de introspección y autoanálisis, tanto desde lo personal como en colectivo, y por tanto, desde lo político también.

¿Qué ventajas y qué desventajas conlleva usar las experiencias personales como fuente de inspiración a la hora de crear?

Belén: Hay una ventaja principal que es la de contar con un archivo tremendo de materiales a partir de los que comenzar a trabajar, con los que jugar, que están dispuestos a ser manipulados, transformados, ser puestos al servicio de la narrativa, y que además activan mucha elaboración crítica y sensible para una misma. Lo que me está costando más es aceptar que la recepción posterior no siempre comparte esta idea del yo literario despegado del yo humano que soy o que hemos sido las personas en las que se inspiran las historias. Me inquieta que se lea como una exhibición autobiográfica porque, si así se considera, estaría diciendo muchas mentiras.

Flor: Se está denostando mucho la autoficción, criticándonos por ser ombliguistas y hablar todo el rato de nuestras experiencias personales cuando absolutamente toda creación parte de lo personal. No haces nada a partir de lo que no sabes; básicamente porque tu cerebro es incapaz de pensar en lo que no existe. Si escribes ciencia ficción sobre extraterrestres que viven en Júpiter, puede ocurrir que de pequeño te marcase ver E.T. en el salón de tu casa con tus padres un sábado por la tarde y que luego te hagas mayor y quieras explorarlo. La autoficción pretende no maquillar la realidad y pone el foco en la cotidianidad para realizar un retrato casi costumbrista de nuestra generación. Me gusta pensar que tiene mucho que ver con el concepto de conocimiento situado de Donna Haraway: exploramos una realidad y tratamos de entenderla, señalando ese objeto de estudio y dónde nos encontramos respecto a él.

La ventaja de pretender que lo que escribes no parte de una experiencia personal, como llevan haciendo los escritores macho desde tiempos inmemoriales, es que autores como Lewis Carroll puedan desarrollar sus perversiones con tranquilidad, obteniendo reconocimiento mundial, dinero y prestigio, sin que nadie los juzgue por transformar en fantasía una situación de abuso, como la que mantuvo con la pequeña Alicia Liddell.

Ambos trabajos destacan por la presencia de la ternura, pero también por la rabia ante situaciones injustas. Como mujeres, y más concretamente como mujeres pertenecientes al colectivo, ¿a qué tipo de situaciones os enfrentáis en vuestro día a día y cuál ha sido vuestro refugio?

Belén: Pues mira, hace tiempo que no me encuentro nombrada por lo que generalmente se entiende por mujer. Pero, habiendo vivido el rechazo que viví en su día y a pesar de algunos pasados frustrantes y desagradables con hombres, me sorprendo continuamente al verme ahora tan tranquila en cuanto a mis disidencias. Sea por haberme dejado guiar por la ternura o por algún otro tipo de decisiones, sea por tener un cuerpo larguirucho que a veces tiene lecturas poco femeninas, me encuentro ahora viviendo en una burbuja bastante privilegiada en este sentido, no tengo sensación de peligro o desprecio que me preocupe demasiado. Una se acaba haciendo más realista, más fuerte y más segura, pero tiene mucho que ver con las personas de las que te rodeas, los lugares en los que andas y los tiempos en los que estamos. Eso sí, me preocupa muchísimo y a veces sí me invade el miedo cuando observo los imaginarios autoritarios, las ideologías crueles que está desplegando la ultraderecha y que están favoreciendo muchas estrategias fallidas del feminismo main-stream actual. Esta burbuja es muy frágil y en cualquier momento se viene abajo.

Flor: Cuando éramos niñas y adolescentes, teníamos muy poquitos referentes en la cultura popular. Recuerdo comprar algún libro de bolleras en Berkana a escondidas (y llevarlo en el metro envuelto en papel de periódico para que nadie lo viera) y beberme todos los capítulos de las ricas de The L Word como si fuera mi única vía de nutrición. Siendo de Madrid, teniendo unos padres de izquierdas y gastando poca pluma bollera, mis privilegios dentro del colectivo han sido muchos porque mi passing era alto. En mi entorno no era políticamente correcto rechazarme de manera explícita. Aun así, mi abuelo, por ejemplo, no sabe que soy bibollera ni que he escrito dos libros. No se lo voy a decir, porque le daría un subidón de azúcar que lo podría matar (literal). Esto me da rabia, porque he tenido pareja durante ocho años y jamás ha podido acompañarme a un evento familiar (podría haber venido y que dijésemos que éramos amigas y reprimir cualquier muestra de amor, pero eso me hubiera hecho sentir peor). La homofobia que atraviesa a mi abuelo me atraviesa a mí y atraviesa nuestra relación (pudriéndola también), lo cual me llena de ira. Entre otras muchas situaciones cotidianas de LGTBIQ-fobia, claro. El refugio ha sido encontrar referentes y que cada vez haya más voces y narrativas queer.

La periodista Nerea Pérez de las Heras afirma: “Hay una grandísima propaganda alrededor de la pareja y la familia, pero muy poca sobre lo importantes que son las redes de amigas”. En vuestros textos están muy presentes. ¿Cuánto le debéis a vuestra red de amigas? ¿Os han salvado de alguna manera?

Flor: Mis amigas me salvan todos y cada uno de los días de mi vida. Y como persona LGTBIQ+ ya ni te cuento lo necesarias que han sido y que son. Ojalá algún día podamos inscribirnos como comunidad afectiva en el registro civil y nos den horas en el trabajo para acompañarnos a pruebas médicas o durante una intervención quirúrgica.

Belén: Jo, si no hubiera sido por les amigues, a saber lo sola que me sentiría o la persona tan horripilante que podría ser yo ahora mismo… Es muy importante tener una buena red afectiva que no sólo ayude en cuestiones de interdependencia, sino que acompañe para aprender a interpretar el mundo y tomar decisiones. Lo digo porque me gusta mucho el concepto de lealtad que plantea Sarah Schulman, que viene a decir algo así como que para decirnos que sí como a las tontas no están las amigas, que ese tipo de amigas van a desaparecer en cuanto nos suceda o digamos algo que se les haga un poco difícil. Que las amigas deben estar para hacernos sentir queridas y acompañadas incluso en el relevante papel de decirnos ‘ten cuidado con esto’ o ‘te estás equivocando muchísimo’, y en lo que viene después de esas conversaciones. El individualismo en el que vivimos hace muchas veces las amistades sólo operativas cuando se ajustan al placer, a lo libidinal en el sentido más superficial. En el libro hablo de por qué creo que ‘estar con’ debería tener muchas más implicaciones.

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En vuestros libros aparecen hombres a los que no les vendría mal una buena lección de feminismo. ¿Podemos decir que ya somos una sociedad feminista o todavía queda mucho por hacer en esta materia?

Flor: Si entendemos «sociedad feminista» como una que aboga por la igualdad de derechos, como un deseo político, un mirar hacia una transformación, yo creo que en general sí somos una sociedad feminista. Habrá quien sea más o menos torpe en el discurso y en las prácticas, pero en general creo que la dirección del camino es hacia ahí. El problema está cuando en ese camino nos encontramos con compis que se hacen llamar feministas pero no respetan los derechos humanos de las personas trans, no binarias, queer, generodisidentes… Si pienso en todas esas voces TERF y en la contramanifestación del 8M, entonces sí me abrumo y me cabreo, porque evidentemente queda muchísimo por hacer. Luego están los señoros y la ultraderecha de VOX, que, en fin, para qué hablar. Por suerte, son una minoría, aunque hagan mucho ruido y hayan sabido aprovecharse del momento político y social de descontento y sacar buena tajada electoral de ello.

Belén: Yo cada vez tengo menos claro qué es el feminismo, o al menos qué se entiende por feminismo cuando se habla inespecíficamente de feminismo. Creo que es un término, un tema, un conjunto de paradigmas que cada vez tienen más peso y eso es muy bueno, pero me preocupa la tendencia TERF, la tendencia punitivista, la alianza crecientemente complaciente con las instituciones del Estado, la tendencia abolicionista del trabajo sexual que esconde una ignorancia o un privilegio grandísimo de clase y de blanquitud… Me preocupa lo que antes he denominado el ‘feminismo mainstream’, que no sabría decirte lo que significa para mí, pero sí sé decirte que cada vez me siento menos representada por el feminismo del que se habla en los medios más populares y eso me preocupa. Yo me considero feminista, pero me siento muy disidente y muy con el grupo de lxs excluidxs, con el de aquellxs a quienes en nombre del feminismo se está fallando. Así que estemos donde estemos, queda muchísimo por hacer.

También tenéis un sentido crítico muy afilado y muchas ganas de gritar ante las injusticias. ¿Qué hay que arreglar de manera urgente en esta sociedad? ¿En qué necesitamos mejorar?

Belén: Qué difícil, cuántas cosas… Podemos empezar por una: necesitamos re-aprender lo que es prestar atención. De eso habla bastante ¿pasarás a despedirte? Y también de resistirse a perder la agencia y la creatividad en torno a lo que es libre, común, gratuito: de eso van los fragmentos de cosas bonitas gratis, de recordar que, frente a la creciente explotación comercial del espacio público o de nuestras emociones, tenemos muchas cosas que recordar y que hacer.

Flor: Urgente es que condenemos el genocidio que está perpetrando el estado de Israel en Palestina, que dejemos de permitir que el Mediterráneo y la ruta de Canarias sean un campo de exterminio sacando provecho de un medio natural y criminalizando a quienes no les queda otra opción que arriesgarlo todo. Urgente es abolir FRONTEX y las políticas racistas europeas que matan gente todos los días. Y mientras –porque, como dirían los artistas Marta y Publio, «no hay partes renunciables en las revoluciones»– deberíamos enfrentar con urgencia las políticas y actitudes capacitistas y LGTBIfóbicas que practicamos; las dinámicas de explotación, abuso y maltrato animal; y combatir la crisis climática dejando de ser un virus para el planeta. Trabajo por delante hay.

Las relaciones romántico-afectivas también están muy presentes en vuestra obra. ¿Qué tipo de relación amorosa tiene más opciones de éxito? ¿Pareja abierta, poliamorosa, monógama férrea…? ¿Hay alguna clave secreta para el éxito o somos una sociedad condenada al desamor?

Belén: (Risas). No tengo ni idea. Yo creo que lo mejor es tener la relación que sea más honesta contigo, con tus sentimientos, con tus necesidades, con tus expectativas y con las de las personas implicadas. ¿pasarás a despedirte? muestra los claroscuros de distintas opciones, aceptando que ninguna es una receta adecuada per se y que todo, incluidas nosotras, estamos de paso; por tanto: ¿qué hacemos? ¡Yo no quiero condenarme al desamor!

Flor: Cambiaría la palabra éxito por bienestar y te diría que la clave es que escuchemos a la otra persona y respetemos sus necesidades, sin dejar por ello de tener en cuenta nuestros propios límites y necesidades. Parece fácil, pero no lo es. El formato de relación creo que es lo de menos. Para mí el amor es que trates con respeto a tu mejor amiga, a tu madre, a tu amante de una noche en una fiesta kink y a la señora con la que te cruzas comprando el pan.

La familia puede ser un refugio pero, a su vez, foco de conflicto. ¿Qué opináis al respecto y de qué manera aparece reflejada en vuestros libros?

Flor: La familia es un campo de minas porque viene determinada por normas sociales y estructuras de poder y dominación que no hemos elegido quienes formamos parte del árbol familiar. En Carlota, cariño hablo mucho de la relación con los padres, porque creo que todas las personas tenemos que atravesar esa rabieta por no haber sido cuidadas conforme a nuestras expectativas amorosas. Mi novela va sobre entenderles, hacer las paces y así poder disfrutar más de lo que tienes y lo que está por llegar. Los padres de Carlota la cagaron, sí, pero ya está; no tengo nada claro que Carlota, si un día decide criar, vaya a saber hacerlo mucho mejor. Es un signo de madurez colectiva el que l*s hij*s le canten las cuarenta a l*s *adres porque significa que avanzamos como sociedad.

Belén: La familia es en muchos casos el foco principal de la violencia que sufren las personas y que las convierten en personas traumatizadas que después ejercerán violencia contra otras personas. A veces el trabajo que puedes hacer respecto a los conflictos familiares puede ser una puerta de sabiduría que te dote de herramientas para atender muchos otros conflictos de la vida. En mi libro está presente esta toma de agencia que dice: “Basta, voy a hacer las cosas de otra manera y ahora voy a ser yo la que transgreda vuestro imaginario y dinámicas”. Pero también está presente el duelo, el dejar de mirar en la dirección de la herencia (del daño de les mayores a les menores) y darse cuenta de que haya pasado lo que haya pasado, les mayores envejecen y se hacen dependientes y entonces tienes que tomar posición.

El humor que destilan vuestros textos es clave y da una dosis de optimismo más que necesaria en los tiempos que corren. ¿Por qué es importante el humor en la literatura?

Flor: El humor nos permite acercarnos a situaciones que nos asustan o enfadan. Eso sí, a veces hay que tener cuidado para no abusar. Mis terapeutas y formadoras siempre me han dicho que tengo que distinguir entre el humor que me ayuda a acercarme a cierta situación y el humor que me desconecta de lo que está ocurriendo, ya que a veces lo uso de coraza y me acaba por aislar.

Belén: Creo que es una vía mediante la que darse menos importancia para darse más importancia. El humor pone fácil hacer ciertas críticas porque en la ridiculez, la ternura o el absurdo que puede plantear nos muestra a todes un poco más cerca y le quita gravedad a los errores y a las dificultades. Tiene el poder de rebajar la crispación para luego poder cuestionarnos y adentrarnos en contaminaciones para las que solemos tener más barreras.

Las dos estáis muy relacionadas con diversos ámbitos del mundo cultural desde hace años. ¿Dedicarse a la cultura tiene más ventajas o desventajas? ¿Por qué es importante publicar un poemario o una novela en los tiempos que corren? ¿Merece la pena la creación literaria?

Belén: Quizás dedicarse a la cultura te pone en contacto con muchas referencias, pero también levanta muchas suspicacias. Yo deambulo entre el desasosiego porque ya existen demasiados productos culturales y es insostenible el modelo de cultura entendido como industria y sus excedentes; y el amor y agradecimiento hacia la generosidad de aquellas personas que toman la iniciativa y nos comparten sus obras bellísimas, inteligentes y valientes. Cuando pensaba en publicar intentaba situarme en lo segundo, recordar que esto lo hago con mucho cariño y que ni siquiera el mercado de la literatura es un lugar donde enriquecerse, pero sí un lugar donde merece la pena introducir trabajos que rompen los usos convencionales y más categorizables del lenguaje y de los géneros.

Flor: En mi caso, me dedico principalmente a la intervención social. Me encantaría dedicarme más a la cultura, pero es muy difícil vivir de ello y tengo la absurda manía de comer todos los días y pagar un alquiler. Escribir y publicar es remar contra marea y, sinceramente, en mi caso (por lo menos hasta ahora) me ha salido a pagar. Merece la pena a nivel personal y por la cantidad de gente bonita que conoces por el camino. Y porque me hace feliz. Entonces… sí, merece la pena, claro; aunque estaría guay que la creación literaria no me quitase tantas horas de sueño ni tiempo de calidad con mis amigas y mi familia, la verdad.

La preocupación por la precariedad ocupa un lugar importante en vuestros textos. ¿Tiene que ver con el hecho de que os dediquéis al mundo cultural o lo precario está en todas partes? ¿Cómo podemos luchar contra ella?

Belén: El ámbito cultural es muy precario pero ni es el único ni es el peor. Contra la precariedad de la cultura se lucha señalando más lo cutres que son la mayor parte de ofertas de trabajo y encargos que se plantean (sobre todo diciéndoselo a las personas que las plantean), diferenciando el activismo o el voluntariado del trabajo, poniendo límites y diciendo no, organizándose colectivamente para exigir mejores condiciones y unas políticas públicas que no estipulen el valor de la cultura nada más que en términos económicos… Contra la precarización absoluta de la vida, Santiago López Petit dice: “Sólo seremos capaces de adentrarnos en la fuerza de dolor si aprehendemos el malestar social como propio, y el propio mal-estar como un malestar social”. Para mí todo pasa por prestar atención a les otres y por resistir, incluso cuando no quede esperanza, porque de otra forma no se consiente vivir.

Flor: La precariedad atraviesa nuestra sociedad y está teniendo un impacto terrible sobre la salud mental; y eso es MUY urgente también. Yo estudié una carrera, hice un máster, tengo diez años de experiencia en mi ámbito laboral, cobro un sueldo medio y, aun así, hago todos los meses malabares para pagar el alquiler. Para mí, luchar contra la precariedad es que exista una renta básica universal (y admitamos ya que el Ingreso Mínimo Vital no está funcionando como debería), que se regularice la situación de las personas extranjeras y que se ataje la crisis de vivienda regulando el precio de los alquileres y la hiper-turistificación. En Carlota, cariño, la protagonista está alienada en un curro en el que está haciendo el trabajo de tres personas, echando muchísimas horas extra que no le pagan y aguantando a un jefe machista que la torea como quiere. Se siente atrapada y siente que su jornada laboral le está robando la juventud y las ganas. Y que te roben «las ganas», «el deseo» y/o «la ilusión» es atentar directamente contra tu salud mental.

Para terminar, me gustaría pediros dos recomendaciones literarias que consideréis imprescindibles o que os hayan marcado de alguna manera: algo clásico y algo contemporáneo.

Belén: Uno de los libros que más me han gustado en los últimos años es Mi paese salvaje (La Uña Rota, 2021), de Ángela Segovia; es un libro que te columpia el espíritu. Y a mí me encantan autores como Galdós y Unamuno y su oscuridad castiza y escatológica; por ejemplo, una de mis lecturas favoritas del siglo pasado es San Manuel bueno, mártir.

Flor: Sobre escribir desde la experiencia personal (sin esconder la cabeza cual avestruz), recomendaría Nada se opone a la noche (Anagrama, 2012), de Delphine de Vigan, y La escritura como un cuchillo (Cabaret Voltaire, 2023), de Annie Ernaux. Sobre precariedad y alienación laboral, Televisión (Caballo de Troya, 2017), de María Cabrera. Sobre machismo e interseccionalidad, La ciudad (Lumen, 2022), de Lara Moreno. Y sobre cómo abordar problemáticas sociales desde el humor, Lugar seguro (Seix Barral, 2022), de Isaac Rosa. Y recomendaría por encima de todo el libro de Belén porque va sobre amigas y amores y abrazos que atraviesan las páginas desde quien escribe a quien te lee.

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