Una ocasión única en la vida para ver la explosión de una ‘nova’

Los astrónomos aseguran que en los próximos meses se podrá divisar la explosión de una ‘nova’ ubicada a 3.000 años luz. Se trata de la ‘T Coronae Borealis’ o ‘T CrB’.

En 2024 se anunciaba una noticia cósmica de primer orden. Los astrónomos aseguraban que, en los siguientes meses, se podría divisar desde nuestro domicilio la explosión de una ‘nova’ ubicada a 3.000 años luz. Se trata de la ‘T Coronae Borealis’, también nombrada como ‘T CrB’, que es conocida por su recurrencia explosiva. Sin embargo, y aunque nos encontramos ante un proceso físico conocido desde hace siglos, no es tan habitual que se produzca. Y menos que se contemple a simple vista. De hecho, la próxima vez que la podremos ver será dentro de 80 años. Casi dentro de un siglo. El acontecimiento no ha tenido lugar todavía. Pero resulta inminente, si atendemos a la opinión mayoritaria de la comunidad científica.

Y será visible desde muchos puntos de nuestro planeta. No en vano, el sistema estelar, que habitualmente brilla con una magnitud +10 –lo que le convierte en muy tenue para poder ser reconocido T CrB por el ojo humano–, pasará a tener magnitud +2 durante el tiempo en el que se prolongue la deflagración. Esto significará que contará con un brillo similar al de la Estrella Polar, Polaris. O, incluso, presentará una potencia muy parecida a la de Marte…

Así, “va a ser uno de los astros más brillantes del firmamento”, confirmaba Bradley Schaefer, profesor de física y astronomía de la Universidad Estatal de Luisiana. “Se convertirá en un evento único en la vida, que formará muchos nuevos astrónomos, al ofrecer a los jóvenes un evento cósmico que contemplarán por sí mismos, y que les permitirá plantearse preguntas y recopilar sus propios datos”, confirmó la doctora Rebekah Hounsell, investigadora asistente en el Centro de Vuelo Espacial Goddard en Greenbelt, Maryland, Estados Unidos. “Esto impulsará a la nueva generación de científicos”, subrayan desde la Administración Nacional de Aeronáutica y el Espacio de Estados Unidos (NASA, por sus siglas en inglés).

Pero ¿en qué consisten las novas? Son procesos que normalmente se producen en sistemas estelares dobles. Es decir, compuestos por al menos dos astros. “Cuando la estrella gigante y la enana se acercan lo suficiente, la gravedad de la segunda captura material del cuerpo rojo, provocando una reacción de física nuclear, que da lugar a una explosión de brillo”, relatan los especialistas. De hecho, la T Coronae Borealis, también nombrada como Corona Boreal o la Corona del Norte, se constituye como un sistema binario situado en la constelación de Corona Borealis. Este enclave se halla compuesto por “una enana blanca –los restos de una estrella muerta con el tamaño de la Tierra y una masa comparable a la de nuestro Sol– y una gigante roja, que está siendo despojada lentamente de su hidrógeno por la implacable atracción gravitatoria de su hambrienta vecina”, relatan desde la NASA.

En otras palabras, la enana blanca “es el núcleo denso que queda de un astro que se ha desprendido de sus capas externas”, mientras que su compañera, la gigante roja, se conforma como un cuerpo que se encuentra “en una etapa posterior de su vida, que se ha expandido y se ha enfriado, pero que todavía quema helio en su núcleo y cuenta con una vasta y ondulante atmósfera”, señalan los astrónomos.

Y es en este contexto en el que se produce el fenómeno que da lugar a la nova. “Mientras orbitan entre sí, la intensa atracción gravitacional de la enana blanca extrae material, principalmente hidrógeno, de la expansiva atmósfera de su contraria. Este gas robado forma un disco de acreción en espiral a medida que se acerca el otro astro –la enana blanca– y finalmente cae sobre su superficie”, explican los científicos.

“El hidrógeno de la gigante roja se acumula en la superficie de la enana blanca, ocasionando una acumulación de presión y calor. Con el tiempo, esto desencadena una explosión termonuclear lo suficientemente grande como para destruir ese material acumulado”, explican desde la NASA. Así, “en pocos segundos, la temperatura aumenta de 100 a 200 grados centígrados”, asegura el director del Planetario de Pamplona, Javier Armentia. Un proceso que genera que el sistema “brille dramáticamente”, generándose una nova. En la T CrB, este evento se produce en promedio cada 80 años. Y es lo que se esperaba por la comunidad científica a lo largo de 2024 o durante la primera parte de 2025.

Algunos signos de la llegada de la ‘nova’

“Existen algunas novas recurrentes con ciclos muy cortos, pero, por lo general, no solemos ver la repetición de uno de estos estallidos en el período de vida de un ser humano, y rara vez ocurre uno tan relativamente cerca de nuestro propio sistema”, añade Rebekah Hounsell. La T CrB se alza, por consiguiente, como “una rareza astronómica que consta de dos estrellas atrapadas en un tango gravitacional”. El baile, como ya se ha mencionado, lo protagonizarían una enana blanca y una gigante roja.

Dicho fenómeno no se debe confundir con las archiconocidas supernovas, que se caracterizan como “una explosión titánica final que destruye algunas estrellas moribundas”, confirman los investigadores. Aquí nos encontramos ante algo diferente. “En un evento de nova, la estrella enana permanece intacta, lanzando al espacio el material acumulado en un destello cegador. Este ciclo se repite con el tiempo, y es un proceso que puede durar decenas o cientos de miles de años”, indican desde la NASA.

Pero, ¿por qué se asegura que la T CrB va a protagonizar un nuevo episodio como el relatado? Existen varios indicios que lo anuncian. En primer lugar, porque se está llegando al final del ciclo de ocho décadas en el que se suele repetir el fenómeno. Desde 1946, última vez en que sucedió el acontecimiento cósmico, han pasado 78 años, por lo que el desenlace esperado no se puede encontrar muy lejos. Además, otra señal es que, antes del suceso, se oscurece el sistema binario durante un año y la T Coronae Borealis comenzó a perder luz en marzo de 2023.

De todos modos, y por lo general, “los eventos de una nova son tan lejanos que es difícil identificar claramente dónde se concentra la energía de la erupción”, relata la doctora Elizabeth Hays, jefa del Laboratorio de Física de Astropartículas del centro Goddard, perteneciente a la NASA. “El de la T CrB, no obstante, ocurrirá muy cerca y con multitud de observadores, lo que nos permitirá estudiar las diversas longitudes de onda y, con suerte, nos proporcionará datos para comenzar a revelar la estructura y los procesos específicos relacionados. Estamos deseosos de tener una imagen completa de lo que está ocurriendo”.

El origen de todo

Y aunque pueda parecer lo contrario, el descubrimiento de la T Coronae Borealis es casi milenario. Su descripción primigenia tuvo lugar durante la Edad Media. “El primer registro de un avistamiento de la nova ocurrió hace más de 800 años, en otoño de 1217, cuando un hombre llamado Burchard, abad de Ursberg, Alemania, dejó por escrito su observación de ‘una tenue estrella que durante un tiempo brilló con una gran luz”, rememoran los especialistas.

Este documento histórico indicaba que «en la temporada de otoño del mismo año –1217–, a la hora de la tarde de la puesta del sol, se vio una señal maravillosa en cierta estrella del oeste. Como nosotros mismos hemos observado, antes era pequeña y después volvió a ser pequeña, pero luego brilló con mayor luz, y se vio elevarse de él hacia lo alto del firmamento cierto rayo muy claro, como un rayo grande y alto. Y esto se vio a lo largo de muchos días. Durante eso, la estrella fue fallando gradualmente y volvió a su pequeñez”. Por tanto, nos encontramos ante la descripción medieval de la actual nova.

Años más tarde, en 1866, “los astrónomos se sorprendieron cuando una estrella que anteriormente requería telescopios para verla, en un breve lapso de tiempo pasó a ser la segunda más brillante de la constelación Coronae Borealis durante una semana”, explican los historiadores de la ciencia. Un detalle que, como se ha visto, ya aparecía detallado en un manuscrito medieval del siglo XIII que apuntaba a la que podría ser la misma estrella.

Sin embargo, hasta mediados del siglo XX, “la enana blanca robó suficiente material de su compañera como para que el sistema en su conjunto se iluminara mil veces, hasta alcanzar la tercera magnitud”. Por tanto, el mencionado fenómeno fue visto desde la Tierra por última vez en 1946. Es decir, de forma relativamente reciente, atendiendo a su frecuencia explosiva. Es lo que se conoce en astronomía como una nova recurrente.

“Su comportamiento durante la última década es parecido a su actuación realizada en un período de tiempo similar, previo a la erupción de 1946”, explican desde la NASA. “Si este patrón continúa, la aparición de la nova podría ocurrir en septiembre de 2024”, cuando debería haber sido perceptible a simple vista durante una semana, y algún tiempo más con binoculares. Sin embargo, todavía estamos esperando…

De hecho, “las novas recurrentes son impredecibles y contradictorias”, ha asegurado el doctor Koji Mukai, investigador de astrofísica en el centro Goddard, de la NASA. “Cuando se piensa que no puede haber una razón por la que continúen un cierto patrón establecido, lo siguen; y tan pronto como se comienza a confiar en que repetirán el mismo patrón, se desvían de él por completo. Ya veremos cómo se comporta T CrB”.

En cualquier caso, no hay que perder la esperanza. El fenómeno va a tener lugar en algún momento de los próximos meses. Muchos habitantes de nuestro planeta tendremos la oportunidad de observar una explosión a 3.000 años luz de nuestra ubicación. ¡Casi nada! Sólo habrá que dirigir nuestras miradas hacia la constelación Corona Boreal, donde tendrá lugar la nova protagonizada por el sistema estelar binario T Coronae Borealis. Y habrá que estar atentos, porque será un fenómeno que no se repetirá hasta dentro de ocho décadas.

Además, y gracias a estos procesos, se puede avanzar tanto en el conocimiento del Cosmos como de los materiales a partir de los cuales se formó el Sistema Solar. “Estamos bastante seguros de que el litio del mismo proviene de explosiones de nova que ocurrieron antes de su formación”, asegura Summer Starfield, astrónomo de la Universidad de Arizona. Sin duda, lo que ocurra en la T CrB será una oportunidad para conocer un poquito más a fondo al Universo y que todavía no se ha producido. ¡No lo podemos dejar perder!

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