Olafur Eliasson vuelve a la Tate Modern con su compromiso con la naturaleza
La nueva exposición de la Tate Modern de Londres dedicada al artista danés Olafur Eliasson recoge más de 40 obras de arte realizadas desde 1990. Eliasson, nacido en 1967 en Copenhague, ha pasado gran parte de su carrera investigando la forma en la que percibimos y nos afecta el mundo que nos rodea y ha concluido que los materiales que mejor le sirven para ese propósito son, en su gran mayoría, elementos que encontramos en la naturaleza. Así, en esta exposición absolutamente recomendable, podemos ver instalaciones, esculturas, fotografía y pinturas realizadas con musgo, niebla, agua, olas, arcoíris, luz en un despliegue que muestra su fuerte compromiso con la naturaleza y la alerta sobre el cambio climático.
No es la primera vez que Olafur sorprende en la Tate Modern. Él fue el responsable de una de las instalaciones más visitadas en la gigantesca sala de turbinas del museo londinense en 2003. Allí construyó una especie de atardecer artificial que logró atraer a más de dos millones de visitantes. Se tituló The Weather Project y consistía en un enorme sol construido con lámparas amarillas y un espejo gigante desplegado en el techo de la sala de tal forma que los visitantes al tumbarse se reflejaban en el cielo. Todo ello en un ambiente casi tropical generado por una serie de humidificadores que lanzaban una fina niebla conseguida mediante una mezcla de azúcar y agua.
La nueva exposición, titulada Olafur Eliasson in real life, se sitúa en las salas de la ampliación del museo en el nuevo edificio anexo de los arquitectos Herzog & de Meuron. Y como marca inconfundible de su creador, las cosas comienzan sin previo aviso. Al entrar en los ascensores que llevan al espectador al segundo piso donde está la muestra, notamos algo muy extraño. La intensa luz de monofrecuencia amarilla que ilumina los elevadores y el vestíbulo de la exposición logra que dejemos de ver en color. El mundo que nos rodea en esas zonas se ha convertido literalmente en blanco y negro. Una obra que, jugando una vez más con el espectador, el artista ha titulado Habitación de un solo color. Un solo color que elimina todos los demás. Una especie de paradoja.
En gran parte de esta exposición, Eliasson exige al visitante casi una actitud inmersiva. El artista espera que cuando te enfrentes a sus obras, te vuelvas más consciente de tus propios sentidos. Pero no solo eso. Quiere que cada persona que visite su Real Life aporte sus propias asociaciones mentales y utilice sus recuerdos y evocaciones para completar la obra de arte. Es algo que está presente desde sus primeros trabajos hasta la actualidad.
Y en varias de las propuestas de esta exposición se hace casi inevitable. Como por ejemplo en la obra de 1993 titulada Beauty. Se trata de una habitación negra en la que un riel colocado cerca del techo expulsa una cortina de finas gotas de agua que es iluminada por un foco de luz blanca, de tal forma que desde determinadas posiciones se ve un arcoíris. Al movernos, desaparece o se intensifica. Simple: agua y luz. Una instalación que hace las delicias de los muchos niños que visitan la exposición. Hay que ver lo que le gusta mojarse a un niño.
Una de las obras más evocadoras se titula Your blind passenger, de 2010. El espectador queda literalmente cegado al entrar en esta instalación absolutamente inmersiva. Le recibe una intensa luz blanca reflejada en una espesa niebla que impide la visión a más de un metro y 20 centímetros. A través de los 39 metros de largo de ese corredor estrecho, se ven obligados a confiar en otros sentidos diferentes a la vista para orientarse. A medida que avanzan por el pasillo, la luz irá cambiando de tonalidades. Dicho así, puede pensarse que fuera una instalación claustrofóbica; sin embargo, la sensación que se tiene al atravesar esa espesa niebla es de una plenitud y una serenidad extrañas. Pasajero ciego (blind passenger) es la expresión danesa para referirse a un polizón. Máquinas de olas, de lluvia, de sombras, de colores, cascadas artificiales –como las que ya se hicieron famosas bajo los puentes de Brooklyn y de Manhattan en el East River–, un gigantesco muro de musgo y hasta una esfera que cambia la percepción de las cosas conforman la primera parte de la exposición.
La gran preocupación del artista por el cambio climático también está muy presente en esta exposición. Las obras sobre glaciales, por un lado, y sobre Islandia, por otro, expresan el compromiso de Olafur Eliasson con la denuncia de los devastadores efectos del calentamiento global. El año pasado realizó frente a la Tate Modern una acción denominada Ice Watch: una instalación de grandes trozos de hielo que había recogido frente a las costas de Groenlandia dispuestas en un círculo en la explanada frente al museo. De esta manera el artista quiso ofrecer una experiencia directa y tangible de la realidad del hielo del Ártico derritiéndose. El calentamiento global ha causado que la capa de hielo de Groenlandia pierda millones de toneladas de hielo glacial cada año. Esta instalación está documentada gráficamente en la exposición.
Desde su infancia,Olafur Eliasson visitó regularmente Islandia. Con los años ha creado series de fotografías que documentan el país y que le han servido para dar testimonio de primera mano de cómo el calentamiento global está causando que sus glaciares se derritan a una velocidad inquietante. Eliasson incluye en la exposición una serie de fotografías tomadas en 1999 que se completará este otoño con otras tomadas este año y que muestran los cambios drásticos que está experimentando el paisaje islandés.
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