Oscar Monzón: “Si haces tu trabajo para gustar a la gente, estás jodido”
Resultado de cinco años de trabajo, “Karma” es el libro ganador del premio First PhotoBook Paris Photo-Aperture Foundation 2013, una de las citas más importantes de la fotografía internacional. Oscar Monzón es el autor de este volumen que Martin Parr ha elegido como uno de los fotolibros del año.
Karma: fuerza espiritual. Si hay algo que no le falta a las imágenes de Oscar Monzón es fuerza. La que emana de invadir con un flash la intimidad que se da en el interior de los coches, esas máquinas que sacan nuestros instintos más primarios, que nos envuelven con sus diseños agresivos.
¿Cómo nace “Karma”?
Mi primera intención no era hacer un libro, sino una serie mucho más corta donde se hablara de la relación entre la fotografía y la intimidad. Yo he trabajado en prensa y cuando trabajas en la calle, tienes que estar explicando todo el tiempo a todo el mundo por qué haces tu trabajo. Es algo que a mí me molesta y tiendo a enfrentarme. Cuando venía la policía a pedir la documentación yo contestaba “no me da la gana”. Considero que estoy haciendo algo que no es dañino para nadie y no entiendo por qué se me trata como a un terrorista. Puedo hacer dos cosas, agachar la cabeza y dejar de hacer fotos o intentar aprovechar esa tensión para hacer un proyecto que hable de eso.
Al principio, casi todas las fotos eran resultado del enfrentamiento con la gente dentro de sus coches, de pegar un flashazo y sacar la reacción ante una cámara y que así el espectador se pueda plantear “qué hijoputa el fotógrafo” o “por qué la gente se enfada tanto por una simple cámara de fotos ”. Yo quiero que la cámara sea evidente, quiero que sea un ataque frontal y que la gente tenga derecho a reaccionar.
Pues pareces una persona muy tranquila.
Jaja, sí. Bueno, en cuanto a mis opiniones tal vez sí soy un poco radical, pero sí, soy tranquilo.
Y luego ¿cómo evoluciona el proyecto?
Bueno, con el tiempo reflexionas. Te das cuenta de que no es normal tirarte cinco años trabajando sobre el interior de un coche, que tiene que haber algo más. Me di cuenta de que el coche siempre había estado en mis fotos, como una especie de ser vivo en la ciudad. Hacía fotos de paisaje donde el coche estaba habitando.
Al final, la idea de la intimidad con la que nacía el trabajo ha pasado a estar al servicio de la idea de la máquina como producto de ciertas cosas que tiene dentro el ser humano, cosas que vienen de instintos muy primarios de depredador…
Creo que se abusa del uso del coche por los valores que asocia la publicidad y por el hecho de que te permite crear tu espacio en el espacio público. Salir de currar y aguantar a la gente a tu lado en el metro es incómodo, nos da miedo el otro. Mientras que ir en tu coche, con tu música, con tu rollo, es como estar en casa. Te puedes permitir meterte en una especie de trance, que es como va la gente. Y cuando metes el flash en ese estado, la reacción es mucho más bestia.
Has comentado que hubo reacciones negativas cuando empezaste a mostrar este trabajo.
Bueno, ha habido gente que me insultaba por internet. Hay sitios donde se ha subido el trabajo y la gente ha comenzado a volverse loca. Pero a mí eso me gusta. Uno no puede pretender hacer un proyecto con una opinión más o menos radical y gustarle a todo el mundo. Si haces tu trabajo para gustar a la gente, estás jodido. Y que te digan qué bien, y estar en no sé qué lista, y ganar no sé qué premio y que no sé qué fotógrafo te escriba… Si haces tu trabajo por eso, y hay mucha gente haciéndolo por eso, estás en un error. Eso es efímero y no tiene valor. A mí me gusta la gente que me escribe y me dice que me encanta tu libro o que me dice que soy un hijo de puta y no tengo escrúpulos. No me gusta que me insulten, pero entiendo que el trabajo tendrá un mensaje cuando hace a la gente reaccionar así. Es un trabajo incómodo y me gusta incomodar.
En un visionado de porfolio, una serie de visionadores, a los que pagas porque vean tus fotos, me metieron bastante caña. Una señora directamente me dijo “yo no voy a abrir este trabajo, porque me parece una vergüenza y no sé como te presentas aquí con esto”. Calificó el trabajo de machista, de antihumanista. En el momento me sentó mal, me fui a casa jodido. El segundo día pasó lo mismo, pero ya pensé que aquí pasaba algo y que mi mensaje estaba funcionando para que se sintieran agredidos. Esas reacciones me motivaron.
¿Y cómo se convierten tus fotos en un libro?
Hice primero una maqueta. Pero no encontraba la forma, el concepto, el título… Cuando conocí a Eloi Gimeno en un taller de Martin Parr, empezamos a hablar de las imágenes. Él, además de diseñar, entiende la fotografía y tiene un sentido muy musical a la hora de secuenciar. Y fuimos encauzándolo. También me ayudó mucho Antonio Xoubanova.
Conseguir el dinero para publicar no me costó mucho. Conocía a la gente de Dalpine, me gusta su filosofía y les enseñé la maqueta. Pensé que en algún momento les podía interesar editar libros. Y por otro lado, me puse en contacto con la editorial francesa RVB Books. Les mandé un PDF y me contestaron a los cinco minutos, lo que no es en absoluto habitual. Yo no quería autoeditar. Me parece una solución, pero te exige hacer todo el trabajo. Y prefería la coedición para tener un control, no firmar un contrato y listo.
Todo ha salido muy bien. Nunca imaginé esto. Hemos vendido las mil copias y tenemos que reeditar corriendo. Pero el libro empezó a funcionar desde el principio, antes del premio.
La estética que has elegido en “Karma” para contar nuestra relación con el coche es muy radical.
Tú abres el libro y el contenido es muy duro. Esto no es la realidad, conducir no es así de chungo. Al editar he buscado imágenes con un mensaje negativo, a posta. Lo digo abiertamente. ¿Por qué? Porque la publicidad de coches hace todo lo contrario, como algo idílico a través del cual conseguir una serie de cosas que también es falso. Es un mensaje publicitario invertido, es un contra mensaje.
Tu estilo no se corresponde con el fotógrafo trasparente, que no interviene, que tan de moda está. ¿Diferenciarte es una decisión estética o es por tu carácter?
Durante muchos años he comprado muchos libros de fotografía, gastándome mucho dinero en esto… Pero hace cinco años, paré. Había una saturación de libros y libros y todo era igual. Todo se parecía a otra cosa y a otra cosa… Me terminé aburriendo. Creo que mucha gente no está haciendo libros por necesidad, sino porque hay una moda, quiere figurar… Es difícil encontrar algo diferente. Si al final me he diferenciado es por doce años de trabajo, sin atreverme a cerrar nada, ni a hacer un libro hasta no estar seguro de lo que hacía.
¿Cuáles han sido tus referentes estéticos?
Conscientes, ninguno. Pero al ver el libro, creo que William Klein es quizá lo que mejor está representado, en la manera de maquetar, en la agresividad con la que fotografía… Es el primero a hacer foto de calle en la cual a él se le ve en el lugar. La gente mira a la cámara, se tapan, le apuntan con una pistola… Se empieza a ver el baile del fotógrafo en el sitio, cómo él cambia la realidad. Hay cierta relación con esa visión apocalíptica que da de Nueva York; con humor pero de manera negativa, diferente al cliché de la época.
Curiosamente, él vio mi trabajo en un exposición en La Tabacalera en un viaje que hizo a Madrid. Era muy mayor y se tomó la molestia de ver la exposición entera con material de un montón de colectivos. Estuvo mirando cada foto con mucha calma, y cuando llegó a las nuestras, preguntó por una de las mías en la que aparece una “peineta” y me dijo “nice finger”. Es un tío muy cachondo.
¿Tienes otras influencias no fotográficas?
Igual te suena un poco extraño, pero la influencia estética más clara es el ambiente particular que hay en un club de tecno, a ciertas horas, en cierto momento de la noche, en cierto sonido, la gente en cierto estado mental… los materiales artificiales, los colores que suelen ser muy primarios, luces estroboscópicas, gente alienada…
La experiencia más fuerte que he tenido en mi vida ha sido en ese tipo de sitios. Percibir un algo a través de ese ambiente, del patrón que tiene el tecno, con un lenguaje que va más allá de lo humano.
De hecho ahora produzco música. Ahora mismo es lo que me interesa. Incluso cuando me preguntan sobre mi próximo proyecto fotográfico contesto que no voy a hacer más libros. He hecho algo, después de 12 años, con lo que estoy contento plenamente y me parece que es suficiente. No tengo la necesidad de seguir rodando la pelota. Esto no te da de comer. Pero el lenguaje audiovisual, los vídeos, te permite crear una experiencia muy potente para un grupo de gente. Tiene una duración limitada en el tiempo y no existe físicamente, pero el soporte es el interior de la gente. Puedes crearle a alguien una sensación que le dure toda la vida. Provocar una catarsis.
¿Dónde podemos ver estos trabajos?
Tengo un audiovisual basado en las fotos de “Karma” y con mi música. Pero estoy trabajando con un estudio para crear una aplicación para tabletas con todo el material. Aunque como soporte no me gusta mucho, te da muchas posibilidades interactivas.
También me gustaría hacer algún tipo de actuación con todo eso.
¿Subvenciones, ayudas, asesoramiento en tus nuevos proyectos?
Mira, yo no hago otra cosa que trabajar. Lo de vivir es algo que prácticamente no hago. Si no es la foto, es la música o el vídeo, y cuando no puedo más me acuesto. No tengo apoyo de nadie pero no me considero especial por esto. Es algo que haces por una necesidad vital, es algo que sobre todo te va a traer problemas. Tienes que sacrificar un montón de cosas: dinero, tiempo, relaciones personales… Yo he sacrificado un montón de amigos. Pero es algo que no puedo evitar. No sé vivir de otra manera.
Tienes un posicionamiento como muy de “artista”, pero no tienes “pose” artística.
Ni siquiera he decidido ser artista. Llamar arte a mis fotos, yo no me atrevo. Artista no es una palabra que me defina.
Perteneces a un colectivo, BlankPaper, que además es escuela de fotografía y allí eres profesor ¿Qué opinas de la formación fotográfica en España?
Uff, eso se me escapa. No es que no me quiera mojar, pero… Cuando yo empecé a estudiar fotografía no había nada. La escuela de arte u otros sitios donde tenías que pagar un dineral y la formación estaba enfocada directamente al mercado: moda, reportaje, prensa…
Por eso nació BlankPaper, no para un rendimiento, sino para formarse y aprender el lenguaje visual, pero sabiendo que no van a vivir de eso, que no van a pillar un duro. Pero no me siento capaz de opinar de forma general.
¿Y cómo ves el mundo de los colectivos?
Yo sin el colectivo no hubiera avanzado todos estos años. Hacer un proyecto como el mío en solitario… pero si te juntas con un grupo de gente, que están haciendo locuras, sin sentido en el mundo real, como tú… Es un estímulo, una guía, una forma de compartir. Pero no ha servido de más. Nadie nos ha hecho mucho caso. Incluso se reían cuando íbamos a los sitios.
Y vais a París y dais la campanada
No me lo esperaba para nada. Tenía confianza en mi trabajo y no veía que era un libro que fuese peor que el resto. Pero nunca imaginé que se fueran a atrever a premiarlo. Me sorprendió bastante. El momento fue muy feliz. Estábamos todo el colectivo, que además celebrábamos los diez años… Yo estaba tranquilo, pero en el momento en el que me lo dieron me emocioné bastante. Pero estas cosas hay que verlas con distancia.
En cambio en España no ha tenido ningún eco. Y tras el premio, tienes que seguir pagando tu luz, tu gas…
Por ese motivo uno no puede pensar “voy a hacer un libro y lo voy a petar”. Tienes que tener claro que uno no hace un trabajo para ganar un premio. Fuera de la burbuja de la fotografía, no existes. Si tu motivación es triunfar, es imposible. Es un mercado muy reducido. Aquí en España no hemos existido nunca. Pero no me preocupa.
¿Y fuera qué está sucediendo?
Me escriben todos los días, para publicar en blogs, entrevistas… Son pasitos que se dan y poco más. Me gustaría hacer un recorrido en salas o galerías.
¿Qué sucede en España para que se hable en el extranjero sobre el boom de la fotografía española y aquí no pase nada?
Me resulta imposible dar una visión general. Aquí hay mucha gente haciendo libros y ha coincidido que unos cuantos, algunos de ellos muy buenos, han tenido un buen recorrido. Pero dentro del mundillo; fuera de él, no han existido. Aquí no hay un circuito.
Pero mira, uno de mis grandes ídolos es Josef Koudelka, que ha sido un mendigo toda su puta vida. Un tío que se ha dedicado a andar por Europa, vagando, durmiendo en la calle. Si esos son tus referentes, no pidas luego convertirte en el rey del mambo y hacerte rico. Vamos, que tampoco me quejo de la situación.
¿Y de tu generación qué gente te gusta?
Me puedo poner a hablar de compañeros del colectivo, pero puede parecer algo… Pero es que conecto con ellos en filosofía y son trabajos que me encantan, los libros que han salido y los que están por salir.
¿Otra gente? Stephen Gills que es un tío que trabaja rápido, original y fresco.
Y luego hay un libro que miro todos los días de Taiyo Onorato y Nico Krebs «The great unreal». Me parece un ejercicio de humor e inteligencia, de autoreferencia fotográfica al paisaje americano y la nueva fotografía.
También Viviane Sassen con su “Flanboyan”, aunque luego se repite un poco…
¿Cuál es el primer consejo que le das a los chavales que van a la escuela?
Más vale hacer tu propia fotografía que hacer buena fotografía. Que hagan fotos por necesidad y de manera sincera. No para hacer una exposición, una maqueta o subirla a Facebook y conseguir un me gusta. No es una crítica, pero hacer fotos para gustar a los demás es un peligro.
¿Pero existen las buenas fotos?
No, existen fotografías bien aplicadas dentro de un contexto en las que tú das un mensaje. Hay buenos libros con “malas fotos” y al revés.
¿Tu madre es tu mayor fan o todavía no lo has conseguido?
Ella me dice: “no sé por qué haces fotos tan feas pero si a ti te gustan…” Ahora con esto del premio dice: “entonces la gente fuera te entiende, ¿no?”. A lo mejor ahora ve el libro con otra cara, pero siempre ha sido “¿por qué haces estas fotos? Búscate un trabajo”, jaja. Supongo que es lo normal.
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