Pablo Hernando: “La estética de los pisos de alquiler compartidos me fascina”

El cineasta Pablo Hernando.

El cineasta Pablo Hernando.

El cineasta Pablo Hernando.

El cineasta Pablo Hernando.

Puede parecer inusual que un Festival Internacional de Cine como el de Gijón dedique una retrospectiva a un cineasta que apenas llega a la treintena. Pero no lo es tanto de conocer la obra de Pablo Hernando (‘Cabás’, ‘Berserker’, ‘Esa sensación’), autor de un puñado de cortometrajes y de películas autofinanciadas y sin apenas distribución que en su deconstrucción de los géneros describen los temores de nuestra generación y nos descubren a una de las voces propias del otro cine español.

Por ANTONIO MIGUEL ARENAS

¿Por qué el cine?

No lo sé. El primer recuerdo que tengo de querer hacer películas es también el primer recuerdo que tengo de lo que originalmente quería ser de pequeño, que era paleontólogo. Cuando vi Parque Jurásico me flipó y claro, me fliparon los bichos. Cuando la echaron en la tele vi el Making of y descubrí toda la parte industrial y artesana que había detrás, todavía con maquetas y tal. Supongo que no lo entendía del todo, pero me fascinó ver que había una aventura paralela detrás de la película. En la primera comunión me regalaron una cámara y desde entonces he estado grabando cosas, ya fueran más o menos estúpidas o más o menos elaboradas. Diría que el cine es algo que ha aparecido de forma bastante natural. No sé por qué fue el cine y no la literatura, pero contar historias es algo que tienes o no, el medio no importa.

Una de las primeras proyecciones de ‘Cabás’ fue en el festival de cine de Low Cost de Barcelona. ¿Cómo te llevas con esa etiqueta?

Lo bueno de la etiqueta low cost, como todas las etiquetas, es que da visibilidad. Ahora bien, el nombre no me gusta por sus connotaciones, no sé por qué el cine debe estar tan vinculado al dinero. Pero no solo desde un punto de vista de los profesionales, que hablan mucho de dinero, sino también como espectadores, que tomamos los datos de la taquilla como una obsesión. Luego también tiene un componente feo, ya que de algún modo reivindica esa precariedad, que yo creo que no hay que reivindicar. Pero, bueno, a mí me ha ayudado mucho esa etiqueta, así que tampoco la voy a denostar.

Por la dirección de tus películas siempre he pensado que serían prácticamente iguales con mucho presupuesto o sin ninguno.

Bueno, se oirían mejor (risas). Pero sí, no rodaría muy distinto, serían prácticamente las mismas aunque tuviera un millón de euros. También lo cierto es que en las películas que he hecho sabía que la puesta en escena que necesitaba me la podía permitir. Cabás era visualmente más elaborada, pedía más que Berserker, pero eran películas que sabía que podía hacer, podía conseguir una steadycam muy barata y lo que necesitara.

No sé si es un halago, pero creo que eres el director que mayor partido saca a los pisos de alquiler madrileños y a los descampados.

Hay algo en la estética de los pisos de alquiler compartidos que me fascina. Y los descampados también. Y el extrarradio de Madrid, donde habita el mal (risas). Al final intentas adaptar tus ideas a tus circunstancias, no al revés, o entonces serías miserable. Haces cine de lo que tienes a mano, bebes de lo que más te inspira y te llama la atención.

En ‘Buensalvaje 8’, Andrea Morán desvelaba el IMDB de un foco que pasó de las manos de Carlos Vermut a las tuyas, las de Canódromo Abandonado y muchos otros.  

El ejemplo del foco es muy bonito porque es muy significativo de cómo funciona todo. Carlos Vermut se compró un foco para iluminar Diamond Flash. Luego lo usó en Don Pepe Popi, creo. Y de ahí pasó a todos los que hemos venido haciendo cine a su alrededor. Yo lo usé en Cabás y Berserker, Manuel Bartual en Todos tus secretos, creo que se usó en algunas partes del rodaje de La tumba de Bruce Lee. Lo usamos todos en Esa sensación, también lo hemos usado en videoclips. En el que hice para Aaron, el que hizo Julián Genisson para Joe Crepúsculo. La ficha de IMDB de ese foco es más larga que la obra de cualquiera de nosotros, con esa historia te haces una idea de cómo es nuestra forma de hacer cine. Tenemos que colaborar entre nosotros y echar mano de lo que tenemos cerca. Nos prestamos grabadoras de sonido, pértigas… Ahora Carlos ya está en otra liga y ha vendido todo su equipo (risas). Desde hace tiempo el foco es de Bartual y luego se lo comprará el siguiente que venga.

Es habitual que se te compare con Carlos Vermut, ¿cómo te ha influido?

La comparación es muy halagadora, mola que te comparen con Carlos. Yo hice Cabás porque estuve en el rodaje de Diamond Flash. Aunque llevaba tiempo dándole vueltas a la idea de hacer un largo y había hecho ya el corto Agustín del futuro, me decidí cuando vi hacer una película Carlos con menos experiencia que yo. Carlos es un pionero en ese sentido. Y otro de los pioneros es Cavestany, que con Dispongo de Barcos nos descubrió que se puede hacer cine con incluso menos que Carlos. Ambos me hicieron ver que hay otra forma de rodar.

En cierto modo, tu cine parte de esa deformación de los elementos más elementales del cine, sobre todo por tu trabajo con los géneros y el cine negro en ‘Berserker’.

Sí, pero tampoco es algo que me planteo. En Berserker la idea de la investigación que se abandona sí que parte de una idea sobre el género, pensé en muchos arquetipos. Por ejemplo el personaje de la femme fatale, que deberán ser el de Ingrid García Jonsson, no viste ni se comporta como una femme fatale, va en chándal y tiene cero química con el protagonista. O el gato negro y detallitos así. Pero es algo que sale sin pensarlo premeditadamente, por lo que fluye más. De hecho, el guion que estoy haciendo es un poco eso también pero con otro género (risas). Intento dar una explicación a por qué es así un arquetipo de un género, en este caso del polar francés. Solo que no es una vuelta de tuerca cómica o sarcástica, sino que pretendo explicarlo mediante otro género y mitología.

Profundizando en ‘Berserker’, el flashback del apartamento me recordó a la escena de la trastienda de la cafetería en ‘Mulholland Drive’.

Has citado Mulholland Drive y las escenas de los flashbacks están basadas en imágenes que me evocan canciones. Esa en concreto, la escena de Lorena y de Dani, procede de una canción de David Lynch, “Pinky’s Dream”, que habla de una chica que le pregunta a Pinky por qué conduce tan deprisa. Yo me imaginaba a Bill Pullman en Carretera perdida conduciendo como un loco y el plano este mítico del asfalto. Tal y como lo planificamos en un principio era así, recreando esa escena, con un coche corriendo a toda hostia por una carretera nacional, pero eso sin dinero para la localización era un peligro, nos podíamos matar. Así que hubo que reescribirla para poderla hacer. Y lo que salió, aunque es una escena más pequeña y tranquila, intenta compensar la falta de acción con que fuera evocadora.

¿Cómo surgió la idea de ‘Esa sensación’?

Cavestany necesitaba dinero y tuvo la peor idea posible para forrarse, que era hacer Esa Sensación (risas). No, él estaba viendo que ese año no iba a hacer nada y le entró el ansia de estrenar algo. Llevaba tiempo barajando la idea de hacer algo con Julián y conmigo y nos propuso eso. Yo les mandé un mail con el enlace de un documental que me había gustado, que se llamaba Casada con la Torre Eiffel. Se lo mandé y me dijo que justo estaba pensando en hacer conmigo una peli. Luego fue todo muy rápido, que se agradece. No es que la producción de Berserker fuera muy larga, pasó un año y medio entre que la escribí y se estrenó, pero Esa sensación la escribimos en mayo, la rodamos en junio y en noviembre la preestrenamos. Todo el proceso fue de solo seis meses y luego ha estado en muchos festivales, ha sido muy bonito.

¿Cuál fue el proceso para dar forma a las tres historias de ‘Esa sensación’?

En principio Julián iba a hacer una historia que giraba en torno a alguien que no sabía si estaba pasándoselo bien, inspirándose en una anécdota real durante los ensayos de Tres en coma, la obra de teatro que los de Canódromo Abandonado hicieron con Cavestany. Un día que estaban un poco jodidos, Juan les dijo para animarles que tenían que hacer la obra para pasárselo bien, a lo que Julián respondió: “¿Pero nos lo estamos pasando bien?” Le entró una duda, no sabía reconocer si estaba disfrutando. A Juan le llamó mucho la atención la frase y se la propuso como punto de partida a Julián. Pero como su parte iba a ser la de los momentos incómodos, y esa era una pregunta que podía asociarse, pasó dentro. Hay muchas ideas de Julián que están en la parte de Juan.

Lo que más me interesa de tu fragmento en ‘Esa sensación’ es que no hay una distancia irónica ni humillante hacia la protagonista, sino empatía absoluta. Me recordó a ‘Her’, de Spike Jonze por la manera de plasmar las distintas etapas del amor a través de un romance insólito, tomas muy en serio sus sentimientos.

Una de las cosas que me flipó del documental es que habla de trece mujeres con una parafília que les ha surgido a través de una experiencia traumática. Es un documental en el que convive mucha tristeza con imágenes muy hermosas, pero al mismo tiempo ridículas, como la de una mujer abrazada a una atracción de feria, que me fascinaron. No voy a renegar del humor, es obvio que la película juega con que lo que ella está haciendo es grotesco, pero la única forma de no reírme del personaje era no verlo desde fuera, sino estar con ella. Por eso en las escenas en las que ella intima con los objetos la cámara está muy cerca, como orbitando alrededor de su cuerpo. Salvo el momento del puente, en el que aparece el tío con el que quedó y vemos lo que pasa desde esa distancia ajena, es el único en el que la empiezas a juzgar. Y yo no quería juzgarla, quería abrazarla. Su sinceridad, la pasión, lo bonito y lo triste que es a la vez. No es porque sea una metáfora de las relaciones humanas ni nada así, pero el sexo entre humanos es igual de grotesco. Si lo piensas, también es algo ridículo, estás metiendo una parte de tu cuerpo en otro cuerpo, parece de Cronenberg (risas). Las personas no follan como se folla en las películas porno, si alguien nos estuviera viendo desde esa distancia también resultaría igual de vergonzoso que ver a una mujer frotándose con una plaza. He intentado tomármelo como si fuera una persona que tiene una vida normal, solo que el resto de la gente no lo ve así.

Tuvo que ser muy importante que Lorena Iglesias entendiera tan bien el personaje. La suya no solo es una interpretación arriesgada, sino que se expone físicamente. ¿Cómo fue el trabajo con ella?

Fue muy intuitivo porque ya nos conocemos y somos colegas. Lorena es perfecta para el personaje, tenía todo lo que hacía falta. Tiene una mirada triste, físicamente es muy punki y le daba igual todo: la higiene, que la policía estuviese mirándonos, niños pasando a pocos metros… Y creo que hace un trabajo excepcional.

Aunque tu cine está lejos de buscar un carácter generacional, no deja de estar protagonizado por una juventud anestesiada por la realidad, que afronta su malestar desde sus pisos de alquiler en el centro de Madrid. Reflejas la angustia que reside en su interior pero también la de una época.

Me doy cuenta de que en la mayoría de cosas que hago el conflicto de los protagonistas es un conflicto interior, el enemigo lo llevan dentro, son ellos mismos. Todos sus problemas al final derivan de que tienen algo en el cableado de su cerebro que les impide realizarse o ser felices. Cuando cobran consciencia de esa tara aparecen los problemas, así que seguro que se cuelan cosas. Si estás rodeado de precariedad y gente que está puteada, supongo que es inevitable que el gotelé se filtre. Yo tampoco quiero saber lo que quiero decir, en el momento en el que eres consciente te lo tienes que intentar sacudir porque no creo que sea sano para crear. Estoy intentando huir de eso, pero no sé si se puede.

Para acabar, volvamos a tu corto ‘Agustín del futuro’. Imagina que vengo del año 2020 y te advierto que la única forma de salvar la humanidad es haciendo una película. ¿Cuál sería?

La que acabo de terminar de escribir. Ahora mismo me comería un brazo por hacer esa película. Si así se hiciera realidad, me lo corto. No sé, estoy obsesionado con esa idea y estoy intentando convencer a la gente. Lo que no creo es que la película fuera a evitar ninguna Guerra Mundial, pero sí, haría eso.

Antonio Miguel Arenas es editor y crítico cinematográfico en la revista Magnolia.

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