Paolo Gasparini: una intensa mirada al corazón de América Latina
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Cuando Paolo Gasparini se desplazó a la zona de México en la que se estaba realizando una misa homenaje a 40 campesinos asesinados por unos paramilitares, quiso inmortalizar el ritual. La gente le miraba raro, hasta que una mujer se le acercó para preguntarle por el motivo de tanta fotografía. “Usted sepa que aquí convivimos con los muertos. Haga usted buen uso de las fotografías”, le contestó ella a la respuesta del artista. Esa es la mayor lección de vida que aprendió Gasparini, fotógrafo italiano afincado en Venezuela tras huir evitando el servicio militar obligatorio. Ahora, la Fundación Mapfre en Madrid ofrece una extensa retrospectiva de su intensa obra, enmarcada en la sección oficial de la 25 edición de PHotoEspaña.
Campo de imágenes es el acertado título que da la bienvenida a las salas en las que el espectador puede contemplar decenas de imágenes acompañadas de otro de los soportes esenciales para entender la realidad del continente latinoamericano, el fotolibro. “El fotógrafo fotografía con las ideas, es ideología, y debería guiarse más con el corazón que con la cabeza”, dijo el artista durante la presentación de la muestra.
De esta forma, el creador italiano acerca a los madrileños todo un recorrido por su prolífica obra. Se sabe como uno de los mejores fotógrafos que ha retratado las tensiones y contradicciones culturales en su tierra sudamericana. Tal y como expresó María Wilss, comisaria de la exposición, “las fotografías de Gasparini reflexionan sobre los efectos de décadas de migraciones políticas en los siglos XX y XXI (…). Generaciones y generaciones marcadas por exilios voluntarios y forzados no pueden sino hacernos pensar sobre la ambivalencia de la identidad”.
Así, seis décadas de intenso trabajo se dividen en 16 secciones en la sede de la Fundación Mapfre de Madrid. Andata e ritorno (1953-2016) es la primera de ellas. Ahí podemos ver cómo Gasparini no se contenta con una sola instantánea, sino que busca la continuidad del relato, muchas veces volviendo décadas después al mismo lugar en el que ya estuvo. De hecho, el fotolibro homónimo aborda la realidad de Gorizia y Caracas, el primer y tercer mundo, una constante en la obra del artista.
Rostros de Venezuela y Bobare (1955-1960) es la siguiente sección en la que el italiano de nacimiento y venezolano de corazón documenta el modo de vida de los campesinos en el medio rural y la comunidad indígena wayú en el Estado Lara. Poco después, con Bobare inaugura el tema del ensayo fotográfico que visibiliza la pobreza. “La exposición facilita una serie de itinerarios propios con una gran identidad propia latinoamericana”, agrega Wills, pues la muestra cuestiona el concepto de primer mundo y subdesarrollo.
El gran componente político y de denuncia social que siempre acompañó a Gasparini está más presente que nunca en el trabajo que desarrolló en La Habana, donde comparte el entusiasmo revolucionario, trabaja en el Consejo Nacional de Cultura y, por encargo de la Unesco, documenta el ambicioso proyecto de la campaña de alfabetización. Decide retornar a Cuba en repetidas ocasiones, pero ya nada es lo mismo, según expresa el artista. “Hoy ha tomado un rumbo que no es el que habíamos pensado”, apuntilla.
Las imágenes dentro de las imágenes que Gasparini nos acerca sobresalen en Estudio Caracas y Karakarakas, democracia y poder. Los montajes son para él el mejor sistema para producir ideas y crear narraciones que motiven la acción y golpeen las conciencias. Retromundo es el título del fotolibro que publicó en 1986 con composiciones realizadas entre 1974 y 1985. La dialéctica que vertebra esta obra, ahora expuesta en Madrid, se centra en la confrontación entre los eslóganes y anuncios publicitarios del primer mundo y las escenas callejeras, de miseria y pobreza, del tercer mundo. Las primeras, en Europa y América del Norte; las segundas, de países latinoamericanos.
La vida de los mineros y campesinos andinos cuenta con su espacio en la exhibición. Una mirada digna a los trabajadores infunde el relato de Gasparini. También tuvo la posibilidad de fotografiar las grandes edificaciones precolombinas, coloniales y contemporáneas del continente, desde México hasta la Pampa argentina, desde Brasilia hasta Machu Picchu. Lejos de una victimización, su mirada acerca los efectos injustos de la poscolonización en series como Brasilia, dos en uno (1972-1973 y 2013) y São Paulo, la muerte del aura (1997-2015). Grandes series temporales que relatan un cambio; la metamorfosis social obligada por el paso del tiempo.
Su mirada hacia México camina entre 1971 y 2015. Buen conocedor de la revolución zapatista, sus estancias en el país han inmortalizado el inicio de la rebelión, pero también la historia que se extiende hasta el líder del grupo armado indigenista, el subcomandante Marcos. Cristos crucificados, grafitis y carteles pegados en las paredes con el retrato de alguna víctima se conjugan con escenas de vendedores ambulantes, parias y ceremonias cristianas. Por último, un mural de 12 metros cierra la exposición. Las 63 fotografías que lo componen, realizadas entre 1963 y 2017, conforman toda una panorámica del trabajo de Gasparini.
La exposición se puede visitar en la Fundación Mapfre en Madrid (Paseo de Recoletos, 23) hasta el 28 de agosto.
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