‘Papeles’ contra la estabulación de los humanos en ciudades-granja

vida en el campo. Foto: Pixaby.

vida en el campo. Foto: Pixaby.

vida en el campo. Foto: Pixaby.

Nos gusta volver al campo en esta excursión semanal que es la ‘Ventana Verde’, y hoy lo hacemos para recoger las reflexiones radicales -radicales, porque van a las raíces, que es lo mejor que se puede hacer- de la revista ‘PAPELES de relaciones ecosociales y cambio global’ con un número especial, el de este invierno, en torno a los problemas y desafíos del mundo rural. Incluye desde la crítica al acoso sin tregua del neoliberalismo a las vidas distintas en el campo a un recorrido por iniciativas de agroecología que demuestran la modernidad y futuro de los pueblos.

Frecuento en mi vida personal la vuelta al campo, y frecuento en mi vida profesional la vuelta a la revista trimestral que publican Fuhem Ecosocial e Icaria Editorial PAPELES de relaciones ecosociales y cambio global, que dirige Santiago Álvarez Cantalapiedra y que lleva ya 30 años de interesante trayectoria sin venderse al mejor postor. De esas revistas que abres para leer y no para mirar fotos o titulares, porque no dan más de sí y son un catálogo de anuncios para consumir revestidos del estético barniz de las memeces-tendencias.

Su último número me ha tocado especialmente por lo que hurga en las heridas que han dejado moribundo al mundo rural. El planteamiento general podría partir de este párrafo de uno de los excelentes artículos incluidos en la revista, Educar en el paisaje, en la cultura rural y en el conocimiento ecológico tradicional, firmado por Joaquín Romano Velasco, profesor de Economía Aplicada en la Universidad de Valladolid: «El análisis del modelo de educación implantado, si valoramos sus contradicciones sociales, multiculturales y ecológicas, puede ayudarnos a revelar hasta qué punto está planificada y organizada la extensión del dominio de una forma de vida que reconocemos como urbana, muy ligada al poder de los mercados y el capitalismo, y contrapuesta a los ritmos de la naturaleza y las culturas rurales. (…) La exclusión de los conocimientos ecológicos tradicionales y la ruptura con el aprendizaje social desde la experiencia y la memoria colectiva revelan la orientación estratégica de la educación para despejar el cambio de toda resistencia a la transformación social hacia el pensamiento unidimensional».

Los análisis son varios y profundos, con amplia bibliografía, para alertar de que el abandono del campo y sus modos de vida en favor de las ciudades -grandes al ser posible-, no es algo casual o natural, sino algo buscado desde los grandes centros de poder económico-político-financiero. Si criticamos la estabulación/explotación de la ganadería, si muchos defendemos la agricultura y ganadería extensivas frente a la industrial-intensiva, si atacamos la reducción de la diversidad genética de las plantaciones, el reduccionismo de los monocultivos y la comercialización del patrimonio natural a través de patentes y transgénicos registrados por empresas multinacionales, debemos caer en la cuenta de que es urgente reclamar una existencia extensiva, más libre y diversa -no intensiva, estabulada, productivista y monocorde- para el género humano.

Señala Joaquín Romano que desde esa presión del tipo de cultura urbana se ha normalizado el discurso de que el abandono del campo es algo voluntario y natural dentro de un supuesto Estado del Bienestar, sin atender a razones de que todo el puzzle de los intereses capitalistas se ha ido configurando para obligar a ese abandono voluntario de los pueblos. Se han hecho muchos esfuerzos por asociar lo rural con lo atrasado, lo duro y lo ingrato. «Lo cual vendría a justificar lo inevitable, por deseable, de que lo rural se haga parte de lo urbano, decidiendo sus habitantes libremente abandonar formas de vida sencillas, fuertemente comprometidas con la colectividad y el entorno, para concentrarse en grandes urbes que les posibilitan seguir los frenéticos ritmos del consumismo y productivismo, dos caras de la misma moneda». «El formal sistema educativo urbano (…) se impone como un sistema de masas universal -el único posible-, negando otras opciones y estableciendo una ruptura abierta con el conocimiento de los procesos naturales o la diversidad cultural. Entre sus resultados destaca el logro de que lo rural aparezca asociado a lo inculto, lo antiguo y desfasado, alentando el mito de la ignorancia y la miseria». La cuestión es: «¿Por qué no se deja a estas comunidades rurales un margen de libertad para establecer su propio modelo educativo? Es decir, facilitar el empoderamiento de las comunidades rurales en su propia educación». Y termina Joaquín Romano: «El paisaje rural arraigado culturalmente a través de los tiempos no puede haberse apagado por unas décadas de industrialización, capitalismo y educación disciplinar. Con toda seguridad quedan brasas de esa cultura original, y lo que necesitamos es poner el sistema educativo al servicio de la comunidad, a modo de fuelle disponible para soplar y reavivar una sociedad cultural y ecológicamente sustentable».

Se insiste mucho en que el planeta ya registra, desde 2013, más población urbana que rural. Pero para darle la vuelta a los argumentos nada tan sencillo como darle la vuelta a la sentencia: La población en áreas rurales es aún casi igual a la que habita en urbes.

La revista PAPELES es un tesoro de reflexiones para abrir mentes. Desde la experiencia de la radio comunitaria Valdivielso (un municipio de 400 habitantes al norte de Burgos cercano al valle donde nací y adonde regreso a menudo, Valdebezana, en Las Merindades), que crea colectividad, que acompaña, que une generaciones, que evita la pérdida de tradiciones, que pone en valor su patrimonio natural y cultural. Hasta un profundo artículo sobre cómo la industrialización de la agricultura ha ido aún más allá, creando polos de intensificación agrícola al servicio de lo urbano mal entendido y del modelo económico liberal globalizado, sin atender a ninguna razón de sostenibilidad: Medio rural y globalización. Plataformas agroexportadoras de frutas y hortalizas: los campos de Almería.

Foto: Pixaby.

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Pero en esa dialéctica entre las fuerzas liberales de una estructura férrea, avasalladora e imperante, aunque caduca para muchos, y las nuevas experiencias y proyectos por construir otros modelos de economía y sociedad, en esa tensión es en la que se centra de una manera positiva el artículo Lo agrario… ¿pertenece al pasado o al futuro?, firmado por Daniel López García, investigador en Agroecología y miembro de Ecologistas en Acción. Y digo en positivo, porque frente a toda esa trama de acorralamiento del campo para ponerlo al servicio de la estabulación humana, el autor repasa «las principales líneas de acción que, desde una perspectiva agroecológica, se están desarrollando para tratar de abrir espacio a la sostenibilidad social y ecológica en nuestro medio rural». Experiencias innovadoras y de futuro, sobre todo en Euskadi, Cataluña y Andalucía. Allá va un somero recuento de la mano de López García que nos hace pensar que otros pueblos, otro campo, otra vida, otro pensamiento son posibles:

Entre lo más exitoso últimamente, los grupos de consumo de alimentos ecológicos, «infinidad de iniciativas y redes que articulan el campo y la ciudad; nuevas estructuras de productores que comercializan en circuito corto y local», y que permiten ofrecer alimentos de calidad a la sociedad, a cambio de trabajos dignamente remunerados. Tejido que se refuerza con las diversas plataformas por la soberanía alimentaria, impulsadas desde ONG como Ecologistas en Acción a sindicatos agrarios como el vasco Nekasarea o la Iniciativa Agricultura de Responsabilidad Compartida del sindicato COAG, ARCo.

Otra línea de trabajo que está tomando fuerza es facilitar el acceso a la tierra, «ya que es uno de los principales cuellos de botella para la revitalización del sector agrario». En la última década han surgido numerosos proyectos de bancos de tierra, algunos impulsados desde la Administración. «A nivel municipal, destaca la Red Terrae, que agrupa a cerca de 30 municipios en distintas comunidades autónomas, y que se basa en la cesión de tierras de titularidad pública en programas integrales que incluyen formación y apoyo para la comercialización».

Más: numerosas organizaciones sociales están dedicando importantes esfuerzos a fomentar el relevo generacional en el sector agrario con jóvenes urbanos. «Una de las líneas de trabajo más asentadas es la de escuelas de pastores. Sindicatos como COAG y EHNE- Bizkaia impulsan programas y encuentros para apoyar la incorporación de jóvenes a la actividad agraria en el medio rural. Ahí está el punto de encuentro digital La RE-vuelta al campo. «De más tiempo atrás viene el proyecto Abraza la Tierra, impulsado por grupos de desarrollo rural de 13 de las comarcas más despobladas del interior peninsular para apoyar la llegada de nuevos pobladores».

Más iniciativas: En el plano de recuperación del conocimiento tradicional, la Red de Semillas Resembrando e Intercambiando agrupa a decenas de redes locales que trabajan por la recuperación, visibilización, puesta en valor y diseminación de las variedades tradicionales.

Cuando escucho los informativos en televisión cada vez me tenso más, no sólo por la superficialidad o manipulación de algunos contenidos, sino por lo que considero erróneo planteamiento, en general, de lo que los periodistas debemos contar; vamos, que llega un punto en que no estoy de acuerdo con nada. Sin embargo, cuando leo PAPELES, involuntariamente voy asintiendo con la cabeza cada párrafo que me lleva a leer más y más, porque realmente son maneras auténticas de abordar la realidad y la actualidad.

Eso es lo que me sucede con el artículo de Daniel López García, y no freno el impulso de reproducir algunos párrafos para que no se pierda ningún matiz de lo que escribe, como éste: «La dificultad para impulsar procesos de sostenibilidad en el ámbito local tiene que ver con elementos estructurales de nuestras sociedades, desde las políticas económicas a las de educación e infraestructuras. Sin embargo, también estamos hablando de una batalla cultural de profundo calado, en la que los poderes hegemónicos destinan ingentes esfuerzos a generar consenso en torno a una sociedad de consumo, urbanizada, salarizada y adherida a los intereses del capitalismo global; y a la vez a producir activamente la invisibilidad y la marginalidad de todo tipo de propuestas alternativas». Algo que esta Ventana Verde busca y persigue desde su nacimiento hace más de tres años. «De ahí la importancia de detallar símbolos afines a las propuestas de sostenibilidad. Un ejemplo: la revista Soberanía Alimentaria, Biodiversidad y Culturas, que trabaja desde 2010 por difundir debates y realidades rurales y agrarios, «con una atención muy cuidada de la estética, y del desarrollo de lenguajes propios y atractivos, y la revalorización de la vida rural y agraria como un elemento de modernidad alternativa».

Foto: Pixaby.

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Por último, destacar algunos nodos de gran peso en el desarrollo y profundización de todo este entramado de iniciativas, como la Plataforma Rural, que tiene como lema: «Por un mundo rural vivo», o ciertos espacios académicos, como el Grupo de Dinamización Local Agroecológica, vinculado a la Universidad Autónoma de Barcelona, «una propuesta práctica de ámbito local para construir un sistema agroalimentario sostenible mediante la promoción de la soberanía alimentaria, la cohesión territorial y social, la sostenibilidad social de las comunidades locales y la conservación de los ecosistemas», según su declaración de principios en Ecología Política.

Todo, en fin, para conseguir que lo rural sea mucho más que el patio de atrás.

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Comentarios

  • Alex Mene

    Por Alex Mene, el 03 marzo 2016

    Una revista necesaria para aclarar algunos aspectos de la relación que tenemos con el campo. Un artículo muy bueno e interesante.

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