París Photo : La fotografía inesperada
‘Paris Photo’, la principal cita fotográfica de Europa en otoño, tuvo este año su edición más triste y efímera por los atentados del 13 de noviembre. Aun así, el festival conoció momentos mágicos y especialmente emocionantes que demuestran que unos Kalashnikov no pueden callar la vitalidad cultural de París. Es momento de repasarlos.
El 13 de noviembre, París enmudeció de nuevo ante el ruido de los Kalashnikov. Un macabro déjà-vu que, con el recuerdo del atentado contra el semanario Charlie Hebdo aún reciente, dio por concluidas las principales manifestaciones artísticas de una ciudad que continúa llorando a sus muertos.
Noviembre suele aparecer en el calendario de cualquier amante de la fotografía junto a un billete con destino a la cuidad europea que mejor ha acogido este arte: París. En este sentido, el Festival Photo Saint-Germain, organizado por la periodista Virginie Huet y la comisaria independiente y cofundadora de TEMPLE, Aurélia Marcadier, fue el primero en reunir a algunos de los grandes actores del mundo de la fotografía en la conferencia La page imprimée: la photographie vue par les éditeurs, en la que editores independientes y especialistas en fotolibros como Pierre Bessard (Éditions Bessard), Clément Kauter (Plac’art Photo) y Marcel Feil (Foam Magazine) debatieron principalmente sobre el papel del editor ante el auge de la autoedición. Centrado en la exclusiva rive gauche, el festival trató de reivindicar una edición más el potencial artístico del barrio de Saint-Germain-des-Prés frente a otros enclaves culturales como LE BAL, ubicado en el norte de París.
No obstante, el grueso de las exposiciones de Paris Photo sigue concentrándose en el Grand Palais. En su interior, Daido Moriyama y Nobuyoshi Araki desafiaron el tradicional minimalismo japonés con dos propuestas tan megalómanas como interesantes. El primero, representado por la galería Jean Kenta Gauthier, mostró el set definitivo de Farewell Photography (1972) con las 80 fotografías de los negativos que sobrevivieron a la quema, mientras que Araki (Taka Ishii Gallery) se decantó por una imponente instalación formada por 2.016 polaroids.
Por otra parte, la Galerie du Jour, capitaneada desde hace más de tres décadas por la incombustible Agnès b., volvió a colgar algunas de las instantáneas más vanguardistas de la feria gracias a apuestas tan certeras como Chris Shaw, Sheila Rock y Kenneth Anger. En esta línea, la australiana Tolarno Galleries -que el año pasado consagró la totalidad de su stand a Bill Henson- destinó esta vez parte de su espacio a la obra de Tim Johnson, cuyo voyeurismo y espontaneidad parecieron rivalizar con la serie From Window de Masahisa Fukase, exhibida durante la última edición de los Rencontres de Arlés.
Por desgracia, la magnitud de los trágicos atentados del pasado 13 de noviembre obligó a los 30.000 visitantes previstos para el fin de semana a conformarse con una visita virtual de Paris Photo tras la decisión de la organización de clausurar definitivamente la edición más efímera (y triste) de la feria.
Una decisión que, al igual que en Offprint, también afectó a editores como André Frère, que este año confesaba recoger los frutos del trabajo de anteriores ediciones con la presentación del último libro de Antoine d’Agata (AiTHŌ) y el proyecto Cosmos de la joven Bérangère Fromont.
Con el estado de excepción impuesto por François Hollande y los principales establecimientos culturales cerrados por orden del Ministerio de Cultura y Comunicación, los escenarios de la masacre pronto se convirtieron en improvisados platós de televisión, ocupando toda la atención mediática.
Sin embargo, algunas citas tan ineludibles como Polycopies se mantuvieron hasta el final reuniendo un año más a una treintena de editoriales entre las que repitieron las españolas Dalpine y Ca l’Isidret, sin olvidar el debut de Terranova. Polycopies contó además con la presencia de fotógrafos tan polifacéticos como el ex-skater californiano Ed Templeton, que no dudó en firmar los ejemplares de Aventures in the Nearby Far Away (Éditions Bessard), un libro en forma de acordeón que, desplegado, alcanza casi ocho metros y medio de largo.
Quién se iba a imaginar que, el día después de la tragedia, el reencuentro con todos los que se acercaron de nuevo al Concorde Atlantique sobrepasaría con creces el mero interés por los fotolibros para convertirse en un gesto casi terapéutico.
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