“La parodia de las pastillas del futuro se ha hecho realidad”
Pilar Sampietro tiene una de esas voces cálidas y educadas para la radio, cada vez más difíciles de encontrar en los medios audiovisuales. Como nos ocurre en ‘El Asombrario’, también para esta periodista radiofónica la cultura y el medioambiente van de la mano y, desde hace años, le presta esa voz militante al programa ‘Vida Verda’, en Ràdio 4, que presenta y dirige, así como a su versión en castellano, ‘Vida Verde’, en RNE. Dirige también el programa ‘Mediterráneo’, en Radio 3, colabora con varios medios y es autora de varios libros, el último, ‘La ciudad comestible’ (Morsa, 2018), donde explora experiencias y propuestas para hacer más verdes las ciudades. Llega hoy a nuestra ‘Entrevista Circular’
¿En qué medida puede la comunicación ambiental cambiar la sociedad?
Es fundamental. Sin el derecho a estar informada, una sociedad está dormida y no puede formarse un criterio propio que la impulse a obrar en consecuencia. Ahora más que nunca es necesario informar sin tapujos de los momentos tan cruciales y especiales que estamos viviendo. Nos ha tocado formar parte de una generación de seres humanos con responsabilidad directa sobre el futuro del planeta; lo que pase dentro de un tiempo, aunque nosotras ya no lo veamos, será efecto de lo que decidamos hacer ahora. Yo, como periodista, me siento en la obligación de comunicar lo que me transmiten científicas, investigadoras y también personas que llevan mucho tiempo trabajando en temas ambientales y sociales.
Llevas muchos años al frente de un programa de medioambiente en la radio. ¿Qué crees que ha cambiado desde los inicios?
Se ha acelerado la evidencia de los efectos que nuestra presión humana ejerce sobre la vida en la Tierra. Lo que cuando empecé con las emisiones era tan solo una propuesta de vida más saludable, más acorde con los ciclos naturales, ahora se convierte en una urgencia, en una emergencia para encontrar fórmulas que nos ayuden a mantener los ecosistemas, la biodiversidad, la salud y la fertilidad del suelo que nos da alimentos, el aire que respiramos… Me alegra que por fin las científicas hablen abiertamente sobre sus experiencias e investigaciones; al principio estaban muy metidos en su cáscara académica, en sus revistas especializadas, en sus informes publicados años después de corroborar una hipótesis, eso hacía muy lento todo el proceso de comunicación y era muy difícil llegar a ellos. Ahora todo es mucho más fácil y han asumido la parte de acción y comunicación que les corresponde; es una oportunidad muy buena para aprovechar todo su conocimiento en las nuevas formas de gestión social y ambiental que están naciendo.
¿Qué es para ti la economía circular?
Desde que conocí la teoría de Christian Felber sobre la “economía del bien común”, se me abrió una ventana enorme hacia otra fórmula de consumo que nada tenía que ver con los conceptos de economía que nos estaban ofreciendo. Recuerdo que era muy difícil hacer entender a mis compañeros periodistas, especializados en economía, que no todo se basaba en las respuestas de la Bolsa, en los mercados internacionales, en la subida o bajada de productos en el PIB, fijaos que ahora todavía nos regimos por ello. Pero ese otro tipo de visión económica, incluye la dignidad social, nos ayuda a superar la etapa del capitalismo en la que nos han hecho vivir y anima a encontrar otras fórmulas de post-crecimiento que no significan un retroceso, sino todo lo contrario, una vuelta al buen vivir, a lo que de verdad nos importa: sanidad justa, derecho a una vivienda digna, alimentos de verdad y un salario que nos ayude a mantener todo esto. Llamadle como queráis, si esa definición os vale y anima a la humanidad a reinventarse a nivel económico, bienvenida sea la fórmula. Pero hay elementos clave que deben estar siempre presentes y deben regir todos los aspectos de esta economía: la justicia ambiental requiere justicia social.
¿Cuál crees que es ahora mismo el principal reto ambiental?, ¿el que más te preocupa?
Me preocupa todo, ese es el problema. Os hablaría de la urgencia energética que debe pasar sí o sí por una gestión local, anclada en el territorio para autoabastecerse de energía y sin macroinstalaciones. Os hablaría de nuestra movilidad, del fiasco del diésel, de la no-solución de cambiar coches de gasolina por coches eléctricos, de lo mal que gestionamos nuestra red de transporte público. Os hablaría del agua, de la sequía en la vivimos, de cómo la malgastamos, de por qué no hemos avanzado lo suficiente en los sistemas de su aprovechamiento en todos los sentidos. Pero os hablaré del suelo, de la tierra, de su desgaste, es algo que ahora me mantiene despierta y a la expectativa. El modelo agroindustrial está acabando con la poca tierra fértil que nos queda y la urgencia es pensar en que si no le devolvemos la calidad y el CO2 que le hemos extraído, ¿qué vamos a comer? Esa parodia de las pastillas del futuro que alimentarían a la humanidad ha terminado en lo que conocemos como comida procesada y sus efectos en nuestro organismo ya comenzamos a conocerlos. Para mí, ahora, en este momento es totalmente necesario devolver a la tierra esa fertilidad y pasa por compostar absolutamente todos los restos vegetales y alimentarios que desechamos para convertirlos de nuevo en vida, en abono que fertilice el suelo que nos dará de comer. Así que mi urgencia es poner en valor el trabajo de campesinas y campesinos, de ganaderas y ganaderos de extensivo y darles la ayuda que necesitan para que nos saquen de esta.
¿Qué prácticas ambientales pones en marcha en tu día a día?
Tengo momentos y contradicciones constantes, pero me siento consecuente con lo que conozco, con lo que informo, con lo que digo. Nos lo ponen todo muy difícil, es verdad y me enfado constantemente con las decisiones que se toman en mi entorno cercano, pero resisto. Aprendo a cultivar un trocito de tierra que estaba muy degradada, vivo en una casita pequeña, pero justa y cómoda, intento consumir acorde sólo con las necesidades diarias y ayudo lo que puedo y me implico en las acciones de mi alrededor. Intento no dañar demasiado a los otros seres cercanos y disfruto desde la ventana viendo a los pájaros que ahora en invierno, por fin, se acercan al lugar donde les ofrezco agua y algo de comida. Cuando vivía en la ciudad usaba la bici como medio de transporte, eso es lo que echo más en falta, pero camino y me da otra visión del territorio en el que ahora habito. Y aprendo cada día, no dejo de asombrarme.
¿Quién te ha inspirado/inculcado los valores ambientales?
Nací en la generación antinuclear, en el momento en que se publicó el primer informe sobre efecto de la revolución industrial en el planeta. Leer artículos en la Revista Ajoblanco me formó como lo que soy, también una etapa de la Revista Integral fue crucial para mí. Pero un día llegó a mis manos el libro Simplicidad Radical, de Jim Merkel, y ahí comenzó todo. Me comprometí con mi huella ecológica, entendí que todo lo que pensaba, lo que leía, lo que escuchaba al respecto tenía que ver con el modelo de consumo y que había salidas reales y eficaces. Y en eso estamos, no siempre es fácil.
Una película o libro que recomendarías.
Hay tantos libros buenos, importantes, inspiradores… y muchos son de autoras de nuestra zona, indispensables. Prefiero nombrarlas a ellas, elegid el título, su lectura y acercarse a lo que cuentan ya es un viaje en sí mismo: María Sánchez, Pilar Codony, Gustavo Duch, Gabi Martínez y todas las autoras en el entorno de Liternatura que no hace más que crecer. Las editoriales Errata Naturae y La Fertilidad de la Tierra y su compromiso. Y en películas, claro, he visto Alcarrás de Carla Simón varias veces, pero también está O que arde, de Oliver Laxe; muy necesarias, con tan poco dicen tanto, esa es la magia del cine y de comprobar que en nuestra geografía tenemos a grandísimas creadoras.
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