Pedro Almodóvar, todo un ‘León de Honor’ del cine español
El cineasta Pedro Almodóvar recibirá el León de Oro de Honor en la 76 edición del festival internacional de cine de Venecia -que comienza pasado mañana-, certamen en el que debutó internacionalmente en 1983. Un galardón que, según la organización del festival, se le otorga no solo por ser «el director más influyente desde Luis Buñuel«, sino por haber realizado «los retratos más controvertidos y provocativos de la España posfranquista«. Este texto reivindica su condición de genio del séptimo arte.
¿Es la película más contenida de Pedro Almodóvar, aquella en la que arranca todos los pétalos de su cine anterior para quedarse con el pistilo al aire? ¿O es la más expansiva, la que escena a escena reúne huellas de todos sus anteriores 21 largometrajes como director? De los toppings memorables de su cine, en Dolor y gloria (2019) se mantienen el magnífico envoltorio musical (Alberto Iglesias), la sofisticada dirección de arte (Antxon Gómez, Juan Gatti), el gran casting (Yolanda Serrano, Eva Leira) y la soberbia interpretación de sus actores (Raúl Arévalo, Antonio Banderas, Pedro Casablanc, Penélope Cruz, Asier Etxeandía, Asier Flores, Kiti Mánver, Nora Navas, Cecilia Roth, Susi Sánchez, Leonardo Sbaraglia, Julieta Serrano, César Vicente). Del trabajo de Antonio Banderas como alter ego Pedro Almodóvar en el papel protagonista, premio a la mejor interpretación masculina en el pasado festival de Cannes, todo lo que se diga sobra, hay que verlo. Si lo haces en casa (está disponible en Netflix), enchúfate unos auriculares para poder apreciar como merece el envoltorio sonoro del filme.
Como su personaje Salvador Mallo en la película, en Dolor y gloria el más internacional de los cineastas españoles se hace un TAC del que se obtienen imágenes radiográficas en tres dimensiones del interior de su cine. ¿Por qué se escanea en este momento? Porque en 2020 cumplirá 40 años como director de largometrajes y el aniversario es una señal de tráfico que indica la cercanía del fin, carretera cortada. El manchego cumplirá 70 años el próximo 25 de septiembre. Que el festival de Venecia haya decidido darle ahora un premio especial por toda su carrera es especialmente oportuno, porque su carrera bien podría terminar con Dolor y gloria.
Universalidad y transgresión
La universalidad y la esencia transgresora son dos elementos esenciales en el cine de Pedro Almodóvar. Las formulaciones que siguen no son mías, sino de autores como Víctor Fuentes, Cristina Martínez-Carazo, Txetxu Aguado y Gonzalo Navajas. Están presentes en el volumen Letras Peninsulares v22.1 (Mary S. Vázquez, Editor – Davidson College, USA – 2009). Este texto las compila y desarrolla.
En lo universal, Pedro Almodóvar ha logrado una proyección internacional que va mucho más allá de los méritos de una eficaz distribución, un elenco de actores que en no pocos casos se ha hecho de prestigio internacional con él (Penélope Cruz y Antonio Banderas como principales referentes) y una amplia recepción. La verdad es que su cine refleja sentimientos que escapan a todo límite geográfico dotando a lo creado por el de Calzada de Calatrava (Ciudad Real) de un aura universal.
Sus personajes encarnan deseos y pasiones que llegan a un público muy amplio que se reconoce en ellos gracias a su autenticidad. O a pesar de su extrañeza. Pocos cineastas poseen esta habilidad suya para arrastrar al espectador a un universo emocional tan ajeno a su entorno. A este mérito se le une la proyección universal de España como país por medio de la obra cinematográfica que los hermanos Almodóvar exportan (su hermano Agustín es productor de sus películas). Especialmente en sus primeros filmes, Pedro Almodóvar construye una identidad española donde la dislocación e incluso la perversión de la España tradicional es su rasgo más emblemático. Trabajando desde el propio país, pocos artistas españoles han dado a conocer más y mejor España en el ámbito internacional. Miguel de Cervantes Saavedra, Diego Rodríguez de Silva y Velázquez, Francisco de Goya y Lucientes, Benito Pérez Galdós. En esa liga juega el manchego. Recordando que tanto Pablo Ruiz Picasso como Luis Buñuel Portolés realizaron la mayor parte de su obra residiendo fuera de España.
La transgresión es fundamental para entender la trascendencia de su cine. En Almodóvar destacan su oposición a la norma, su capacidad de provocación y para normalizar conductas insólitas, su esencia hiperbólica y su habilidad para dotar de un nuevo significado a los marcadores de su cultura. Para arremeter contra las instituciones en las que se apoya el orden social (la familia, la iglesia y los sistemas educativo, político y judicial), el cineasta asocia la maldad a los comportamientos aceptados socialmente y la bondad a los que no.
Por lo expresado en el párrafo anterior, todos los que están en alguna posición de poder cuestionan a Pedro Almodóvar, en mayor o menor medida, lo reconozcan o no, en algunos casos rechazándolo frontalmente. Incluyo en la nómina a muchos críticos de cine españoles. También sus propios compañeros de la academia española del cine lo han maltratado en unas cuantas ocasiones. Almodóvar los vapulea de tal forma con su lección de talento, osadía e imperfección que los más inseguros reaccionan pidiendo socorro si hace falta al Séptimo de Caballería.
Postmodernidad y celebración
Almodóvar es, también, el más importante icono español de la postmodernidad, que es el mayor momento de ruptura con otros modos de pensar y crear convencionales que se habían quedado obsoletos de la historia reciente. La postmodernidad borra las fronteras entre alta y baja cultura, fusiona lo elitista con lo popular. Si es clave subrayar que esta voluntad de ruptura implicó un distanciamiento de toda postura ética y compromiso, más importante aún es entender que lo anterior no significa que no haya ni ética ni compromiso, nada de eso, sino que estos se expresan solamente de forma personal, individual: el compromiso con los demás se entiende desde el que antes ha sido atendido con uno mismo. En la postmodernidad, la ética pierde su valor como conjunto de significantes que el tiempo ha desgastado, pero lo adquiere en su significado más genuino. Porque la espectacularidad, originalidad y el descaro no siempre encubren vacíos. Porque a veces son el lugar de residencia de otra forma de ser profundamente crítica.
En Almodóvar, las pasiones y el deseo componen la gasolina de su discurso fílmico, más en concreto, el deseo insatisfecho. El deseo -ese es el nombre de su empresa productora-, desenmascara la artificiosidad de las convenciones sociales más aparentemente estables y permanentes, poniendo de relieve su naturaleza reversible y provisional. Esto explica que su obra pueda leerse como una poderosa crítica del orden moral, social y político. En los temas de su cine, la casualidad, asociada a lo insólito e imprevisible, junto con el erotismo y la muerte, permiten a Almodóvar jugar con los dos sentimientos que activan buena parte de sus historias: la obsesión y la violencia.
Registro común en él es, también, hacer una síntesis del melodrama de terror y el romántico como instrumento para arremeter contra los valores del mismo sistema cinematográfico donde habita, como si no tuviera reparos en darse de ostias contra sí mismo. El rechazo del sentimentalismo y su habilidad para jugar con los sentimientos sin caer en la sensiblería es otra línea básica en su estética.
En lo sexual, Almodóvar es el cineasta español que más pone. El sexo en Almodóvar está abiertamente opuesto a los falsos argumentos de la moral anclada en la sexualidad heterosexual, que critica poniendo de manifiesto la futilidad de la negación del deseo y la posibilidad -genuina y auténtica- de otras vías de conducta sexual.
El cine de Pedro Almodóvar tiene, además, una consecuencia adicional de significación excepcional para la cultura española: es pura celebración, porque el madrileño de adopción tritura el determinismo y fatalismo de nuestra historia, marcada por el pesimismo irrevocable y la autoflagelación, especialmente en las izquierdas, el lugar ideológico donde siempre se ha reivindicado.
Fue en la Movida madrileña donde el huevo de su cine eclosionó. Y la Movida (movimiento nacido de la suma de individualismos militantes) es fruto del desencanto ante la incapacidad realmente transformadora, liberadora y emancipadora de la incipiente democracia española. ¡Ay, visto con la perspectiva de hoy, quizás aquellos que entonces no se apuntaban a ondear banderas, sino que usaban el mal gusto, la banalidad, el atrevimiento y el exceso como señas identitarias eran los visionarios, convencidos ya entonces de que mucho de lo que se cocía en la Transición era un fraude, por ejemplo, en asuntos tan ominosos como la Ley de Amnistía de 1977!
Fusión y confusión
Finalmente, obligar al espectador a tomar conciencia de su papel de observador en la creación cinematográfica y de la artificialidad del cine es otro eje de su discurso fílmico. Es lo que significa la secuencia final de Dolor y gloria. Con ella, Almodóvar quiere que el público acepte, asuma, que lo que ha visto es un simulacro, que vida y arte se funden y confunden. Desafiando de este modo al espectador, logra convertirlo en cómplice.
Técnica clave en él es la autorreferencialidad en oposición a la (aparente) neutralidad del cine clásico. Podría decirse que el resort donde toman el sol sus espectadores se encuentra a mitad de camino de los de Buster Keaton y John Ford. Precisamente el festival de cine de Venecia también homenajeó a Buster Keaton con motivo de sus 40 años de carrera. Fue en 1965 y allí recibió la ovación más larga de su carrera. Diez minutos el público en pie. Cinco años antes, el cómico nacido en Kansas había recibido el Óscar de Honor de la Academia de Hollywood. ¿Ovacionarán a Almodóvar de pie durante diez minutos cuando le entreguen su premio en el festival más viejo del mundo? ¿Le dará la Academia de las Artes y las Ciencias Cinematográficas de España el Goya de Honor en 2020? Voto que sí.
Si no hubiera más películas de Pedro Almodóvar Caballero, Dolor y Gloria sería un final redondísimo para sus 40 años de carrera, a la que podría calificarse, en todo el perímetro del incendio, de una única obra de arte completa y total. Pero mejor no, esta posibilidad no haría justicia al director español que mejor ha sabido hacer de la imperfección virtud.
Habrá más cine de Almodóvar. Y me atrevo a pensar que será a partir de ahora más y más introspectivo, trascendente y profundo, sin descartar que por la mucha ansiedad que lo anterior genera aparezcan películas que sean insolentes escupitajos en la cara. Eso fue la primera, rodada en 1978 y estrenada en 1980, que 40 años después sigue siendo imperecedera como Dolor y gloria, aquella como película de culto y esta como obra que redondea de forma magistral un legado cinematográfico que ya es monumental.
Comentarios
Por Asombrosio, el 26 agosto 2019
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