Así es la película del hombre que acariciaba a las orcas
‘El faro de las orcas’, cuarto largometraje dirigido por Gerardo Olivares y que está protagonizado por Maribel Verdú, Joaquín Furriel y Joaquín Rapalini, se estrena hoy en cines. Está basado en una historia real que el productor de la película, José María Morales, contó a Olivares durante el rodaje de su opera prima, ‘La gran final’ (2006). Cuenta la historia de Beto Bubas, un guarda-faunas argentino que José María conoció años antes en la Patagonia. Beto había logrado entablar una relación muy especial con orcas salvajes y hacía algo único: «Se metía en el mar tocando su armónica y las orcas se le acercaban para que él pudiera acariciarlas”.
Gerardo Olivares (Córdoba, 1964) nos atiende tras la premier mundial de la película en Fuerteventura (Canarias), uno de los lugares donde se rodó junto con la Patagonia y Madrid. “Cuando me preguntan por El faro de las orcas pienso primero en el personaje de Lola (Maribel Verdú). ¿Cuántas mujeres no empiezan a verse mayores en los cuarenta? La que no está separada o divorciada después de 15 años de matrimonio ha entrado en una especie de velocidad de crucero en la que es muy raro que la vida les sorprenda. Y Lola se salta esa regla. Y la vida le sorprende. Es el primer mensaje de la película, especialmente dirigido a las mujeres: no te conformes, salte de esa zona de confort, ¡arriesga!”.
Por su condición de viajero, Olivares es un caso excepcional en el cine español. “Antes que cineasta soy viajero, eso va aquí”, dirá señalándose una vena del antebrazo izquierdo al final de la conversación. Sus dos primeras películas son joyas del cine de autor. La primera, la comedia La gran final (2006), con tres comunidades en lugares apartados del planeta movilizándose, cada una a su manera, para poder ver una final de fútbol. La segunda, un drama sobre inmigrantes subsaharianos, 14 kilómetros (2007), con la que se convirtió en el primer español en ganar la Espiga de Oro en el Festival de cine de Valladolid. Gracias al planteamiento más comercial de la tercera, Entrelobos (2010), sobre un niño que vivió solo en las montañas de Sierra Morena desde 1953 hasta 1965, conquistó al público, hizo más de 500.000 espectadores y se vendió a todo el mundo.
El faro de las orcas, con 5,3 millones de euros de presupuesto, sigue el camino de Entrelobos. “Mis dos primeras películas funcionaron muy bien en festivales, pero no llegaron a un público masivo. Y la industria, a no ser que seas un nombre de referencia mundial en el cine de autor, te pide que intentes fórmulas para llegar a más espectadores. También pasa que uno tiende a ser más ambicioso técnicamente”, continúa Olivares. “Por eso este ha sido el rodaje más duro de mi vida, tres localizaciones en lugares muy distanciados, con técnicas de animación 3D, una orca salvaje real y robots. Ha habido mucha presión. Estoy muy orgulloso de cómo he sacado el trabajo”.
La excepcionalidad de Gerardo Olivares viene no solo determinada por su altura física (ronda los dos metros), sino, de forma especial, por la altura de un cine de horizontes lejanos comprometido con el papel del ser humano en el planeta y la conservación de la naturaleza. Por eso, si el cordobés opina sobre ello conviene afinar bien los oídos: “Si analizas la evolución del hombre desde que es Homo sapiens hasta hoy, de esos 200.000 años hemos estado viviendo en la naturaleza hasta el comienzo de las civilizaciones hace 5.000 años. Es decir, hemos estado 195.000 años viviendo en la naturaleza, siendo un animal más, sin destrozar, solamente agarrado a lo que necesitaba. Por eso pienso que el concepto de vivir en la gran ciudad es muy nuevo para el hombre y explica que, de hecho, todavía no está preparado para ello. Genéticamente seguimos perteneciendo a la naturaleza, y la necesitamos. El faro de las orcas también reivindica eso”.
José María Morales (Wanda Films) se une a la conversación. Es el productor de las cuatro película de Olivares: “Me gusta relacionar el autismo del niño, Tristán (Joaquín Rapalini), con el autismo de la sociedad respecto a estos temas tan importantes que nos rodean. Nos jugamos el futuro y esta película, que aparentemente es muy sencilla, habla de unos valores con los que tenemos que volver a conectar”. Para un visitante asiduo de Canarias como Morales y con más de 60 películas en su haber, haber rodado por primera vez en las islas fue un placer especial. El productor conoció en La Gomera a su mujer, y lo celebra cada año pasando una semana en el Parador de San Sebastián, de los más bonitos de Canarias. Su hija, Wanda Morales, ha diseñado el vestuario de la película. El productor se emocionó cuando dirigió sus palabras al público majorero. «El faro de las orcas es diferente porque llevo 15 años con la historia en la cabeza, desde que el propio Beto Bubas me la contó cuando localizaba con Luis Puenzo La puta y la ballena (2004) en la Península Valdés. Esta película habla de la relación del ser humano con la naturaleza desde el respeto, el conocimiento y la admiración. Creo que el ser humano ha perdido su lugar en el mundo y en la relación con los demás animales. Es fundamental que nos ayudemos entre todos a encontrarlo”.
El mejor momento del rodaje para Gerardo Olivares fueron las dos semanas en el faro de Punta Delgada de la Península Valdés. “La Patagonia es de esos nombres míticos. Mantiene una cercanía con la naturaleza difícil de conseguir en otros sitios. En concreto, la Península Valdés es un lugar donde viven infinidad de especies en estado salvaje, puedes sentirte en mitad de la naturaleza y comprobar cómo los animales ni te ven como amenaza ni tú a ellos. Durante el rodaje, la población más cercana la teníamos a 100 kilómetros, éramos 60 personas aisladas viviendo en un hotelito donde solo teníamos wi-fi con capacidad muy limitada una hora por la noche. Los fines de semana nos íbamos a la playa a bañarnos con los leones marinos, viendo las orcas pasar. Maribel Verdú lo considera uno de los rodajes más especiales de su carrera, con Belle Epoque (Fernando Trueba, 1992) y La buena estrella (Ricardo Franco, 1997)”.
Intervengo para decir que de la película me gustan sobre todo las secuencias que se desarrollan con los protagonistas en la barca en el mar esperando las orcas. Especialmente logrado me parece el momento en que los personajes de Bebo (Joaquín Furriel) y Tristán golpean al unísono la superficie del mar. De su película, Olivares elige la secuencia en la que niño y guarda-fauna ordenan unos lápices en la cabaña: “Ahí se establece la conexión entre Tristán y Beto. También me gusta mucho la de la esquila en el pueblo, por lo que aporta de realidad a la película, la rodamos tal y como es con las personas reales”.
La mayor preocupación de José María Morales respecto del cine español es “que no conecte con el público». «El cine es industria y cultura. Hay que despolitizarlo y reconectarlo con la sociedad. Y promoverlo desde la educación, que es el pilar principal que sostiene a un país. Si me preguntas sobre la nueva ley, digo que tiene cosas positivas, como que prevea ayudas que se entregan antes de rodarse la película, pero también hay que elevar su presupuesto al nivel de los países de nuestro entorno. En el cine, subvención es inversión”.
Gerardo Olivares habla de su futuro y adelanta que en su siguiente película, que ya escribe, procurará casar el espíritu libre de corsés de sus dos primeros filmes con la voluntad de llegar a un público amplio que ha guiado los dos siguientes. “Mi nuevo guión arranca con una frase de Unamuno: “Viajamos no para alcanzar el destino, sino para huir de donde se parte”. La quinta película de Gerardo Olivares será una road movie por el Sáhara con cuatro amigos que en los años 70 atravesaron el desierto hasta Mali con un Peugeot 504 y, 30 años más tarde, se vuelven a juntar para hacer otra vez ese mismo viaje. “Lo rodaré todo en escenarios naturales, juntando actores conocidos con otros que nos vayamos encontrando en el camino”.
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