‘Personajes desesperados’, cómo se rompe el sueño americano tan ‘cool’
La editorial Sexto Piso recupera la mordaz novela de Paula Fox (Nueva York, 1923 / 2017) ‘Personajes desesperados’, escrita en los años setenta y ambientada en el Brooklyn de los sesenta. Una sátira de guante blanco a partir de Sophie y Otto, una pareja acomodada que lleva una vida muy ‘cool’, y en la que el mordisco de un gato callejero destroza mucho más que el deslumbrante sueño americano, deja en carne viva el alma humana y los sentimientos de culpa.
La vida va desgastando nuestra paleta de colores hasta situar nuestro cuerpo sobre una sombra que se alimenta en exclusiva de colores neutros. Los días pasan desapercibidos de esa manera desazonadora en que pasa una declaración de amor por delante del cuerpo de un hombre completamente dormido. Todo parece muerto a nuestro paso, incluso nosotros mismos, pero de pronto una casualidad nos despierta y nos sumerge en una pesadilla ilógica que nos obliga a volver a respirar. Y así, con una casualidad imposible de asimilar, comienza la andadura de Sophie, la arrolladora protagonista de Personajes desesperados. Una sátira de guante blanco en la que Paula Fox (Nueva York, 1923) deja en carne viva mucho más que el divino y deslumbrante sueño americano.
Nada se deja al azar en esta novela hermética como la tráquea de un ahorcado. Todo está milimétricamente pensado, el inesperado mordisco que un gato de hechuras mefistofélicas da a la protagonista, el suero de la verdad que parece inocularle a través de sus afilados colmillos que la obligará a revisitar sus pecados para tratar de expiarlos en un intento de supervivencia. El miedo alimenta a los fantasmas y esta magnífica novela es una prueba de ello. Sophie y Otto alimentan un matrimonio muerto, una vida opaca de reyertas que actúan como vampiros y que parecen mentira, porque no queda su huella registrada ni en los espejos de la casa ni en las fotos familiares. Entre ellos se agolpan los secretos, esa enfermedad que deja casi siempre paralíticas a las parejas de clase acomodada. Sophie se acuesta con su marido, pero piensa en otro y en las heridas que van dejando esos pensamientos:
“Se cayeron del sofá. Sus huesos ya no eran tan jóvenes y le dolió. O dejo de fumar o dejo de follar” –dijo él. “A ella le aguardaba el gris regreso”.
Sophie le sonríe a su marido, y después abandona el lecho nupcial en mitad de la noche para tratar de salvar una amistad insalvable, tóxica. Sophie es un improvisado ángel exterminador, una mujer herida por un episodio que nunca ha contemplado en su vida, la incertidumbre. Ella no sabe si en la boca de ese gato que mordió la mano que una noche le dio de comer habita el veneno que podría convertirla también en un animal:
“Las enfermedades hacen su trabajo a escondidas, sus estragos a menudo no se ven”.
Fox crea un triángulo de furia y verdad en el que con un humor implacable desmantela a la perfecta sociedad americana, le saca el alma para extenderla bajo el ardiente sol de todos los países del mundo. Charlie, Otto, Sophie y el resto de sus amigos mueven su memoria y su alma de una manera despiadada, son como descontroladas bolas de derribo que parecen haber encontrado un inagotable campo magnético hacia su objetivo. La conciencia de clase ha irrumpido en sus vidas y con ella un miedo casi atávico a perder el privilegio, a ser condenados socialmente por las tropelías que a algunos de ellos solo les parecen actos reflejos porque todos poseen el vicio de no olvidar:
“Se necesita energía para vivir con otra persona”.
“El amor físico es carne cruda”.
“¡Todas la chicas que podrían haber sido suyas! En estos tiempos de culto a la polla”.
“Es la era de la chiquilladas, querida”.
Fox hace un listado sincero sobre la dependencia, la toxicidad del patriarcado, el desafecto emocional, los abusos en el lecho marital y la subversión ética frente a la letal inmersión moral que asola el mundo.
Sus frases tienen una poderosa utilidad narrativa. Introduce frases bellísimas para contrarrestar la cara amarillenta y a veces perversa de la rutina, un mal endémico que creemos que nos consume, pero que en realidad nos salva porque lo excepcional es en demasiadas ocasiones una trampa que acaba convirtiéndonos en locos.
Personajes desesperados es un exquisito sumario de fracturas interiores. Es certificar que cuando los lazos se desvanecen solo quedan sombras, espectros que te tocan la memoria sin obtener resultado alguno. Su riquísimo campo estético capta la atención de quien lee de la misma manera en que un charlatán capta la voluntad de un creyente en crisis:
“El sabor moría, abiertas las bocas por el negativo sopor de la espera”.
“Con qué rapidez se hacía pedazos la cáscara de la vida adulta, su importancia, ante el embate de lo que, de repente, era real, imperioso, absurdo”.
“Él me miró con verdadero odio. Dijo que la cita era el ejemplo ideal del narcisismo de la clase media. Y cuando yo le dije que Thoreau no la había escrito con esa intención, él gritó que la intención no significaba nada, que la verdad residía en para qué se usaba cada cosa”.
No dejen de leer esta novela mordaz y relampagueante, porque su protagonista les cogerá de la mano para ofrecerles un baño de agua ambivalente que a ratos les despabilará y a ratos se convertirá en una caricia que, si llegara desde otras manos distintas de las de su protagonista, resultaría intolerable.
‘Personajes desesperados’. Paula Fox. Traducción de Rosa Pérez Pérez. Sexto Piso. 205 páginas.
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