Ventajas y desventajas de pertenecer a la especie ‘Homo imperfectus’
‘El guardián en el centeno’. ‘El bosque animado’. ‘Juan sin Miedo’. ‘El señor de las mosca’s… La literatura, la ciencia y la medicina se dan la mano, más bien se abrazan, a través de las páginas del libro ‘Homo imperfectus’, de la paleontóloga, médica y ex librera María Martinón-Torres, que nos confiesa “haber vaciado la cabeza” para tratar de explicarnos por qué una especie tan exitosa como el ‘Homo sapiens’ enferma una y otra vez, hasta la muerte.
Si algo nos demuestra, casi sin proponérselo, el Homo imperfectus (Ed. Destino) es la capacidad de la creación literaria para reflejar la lucha del ser humano a través de infinidad de personajes. La científica María Martinón-Torres ha encontrado los paralelismos entre sus historias y esos fallos biológicos que nos causan tanto dolor y sufrimiento, pero que no han impedido que seamos ya 7.700 millones de ejemplares en la Tierra. Hablándonos de tú a tú, desde nuestro mundo cotidiano y desde el conocimiento adquirido sobre nuestro pasado, en su primer libro de divulgación, la autora ha logrado resumirnos los orígenes de nuestra fragilidad y nuestros miedos, las ventajas de la adolescencia y el porqué de la desmemoria, la razón por la que llegamos a viejos y las obsesiones compulsivas… Una explicación de lo que nos hace “ser como somos”. Sapiens, sí, pero con defectos de fabricación.
“Siempre me sorprendió que cuando hablamos de evolución y de las teorías de Darwin, nos centramos en los rasgos adaptativos que nos han proporcionado el éxito reproductivo, pero que hay un gran silencio sobre la otra parte de la realidad, la convivencia con las enfermedades y los achaques, que también son parte de la naturaleza. ¿Acaso existen porque la evolución no funciona? Pues no, hay causas, así que me propuse sacar de debajo de la alfombra nuestras miserias y darles una explicación. Las enfermedades no son adaptativas, pero bajo la luz de la evolución se puede explicar por qué las tenemos”, nos cuenta Martinón-Torres.
Ciertamente, tan importante como saber qué nos pasa si nos sentimos mal, es conocer el porqué, comprender que, como nos desgrana en ese libro, “son precios a pagar por otras características que suponen una ventaja para la especie”. Descubrimos que ser celíacos aumenta la protección frente a infecciones, que el miedo es un mecanismo de protección para prevenir un riesgo y que las alergias disparan nuestro detector de humos de patógenos, porque siempre será mejor sufrir falsas alarmas que un incendio.
Encontramos entre sus páginas por qué somos imperfectus, aunque nuestro límite biológico es tan alto, 120 años de vida –no tanto como un galápago, eso sí–, pero que, en general, hoy no nos preocupamos tanto por sobrevivir –como ordena la naturaleza–, como por gastar recursos en vivir bien durante muchos años. “Eso es algo muy humano, porque la naturaleza no busca el bienestar. Le da igual”, nos asegura la paleoantropóloga, y también médica de formación.
Enfermamos porque, como nos revela, vivimos atrapados entre una biología evolucionada a lo largo de más de dos millones de años para un mundo y una forma de vida que ya no existen: “Vivimos en esa paradoja. Somos como un niño con un superpoder, que es la capacidad extraordinaria de cambio, pero con una evolución cultural que es mucho más rápida que la biológica, hasta el punto de que ahora nuestra forma de vida nada tiene que ver con la que había cuando surgieron nuestra anatomía, la fisiología, nuestro sistema de reparación del ADN… Las amenazas han cambiado a ritmo trepidante en este mundo sedentario, industrializado y urbano, y la selección natural es una canción mucho más lenta”.
En este panorama, resulta que la mayoría de las enfermedades que sufrimos se deben a que no hemos desarrollado las defensas necesarias para enfrentarnos a nuevos enemigos, como son las cardiopatías, la obesidad, la artrosis, la diabetes, los cánceres… Somos unos inadaptados.
La duda es si seguimos evolucionando biológicamente para eliminar esos desajustes en el nuevo entorno anti-natural que hemos creado. Martinón-Torres nos aclara que también “hemos cambiado la fuerza de la evolución biológica, que se ralentiza con la cultura y, así, la fortaleza física, que era la preponderante en la naturaleza, ya no sirve; no sobrevive mejor el más fuerte, sino quien tiene más recursos económicos, médicos o más personas que le cuidan”. Y sí, nuestra biología sigue mutando, pero sólo en miles de años veremos los cambios. “Nuestras adaptaciones las verán en el futuro, no las discernimos con nuestro ojo humano”.
Ahora bien, una cosa es que sigamos evolucionando, en sordina, y otra que acabemos con nuestros males sin recurrir a la medicina. “No tenemos enfermedades que tengan un impacto negativo en el éxito de la especie, así que no actúa la selección natural. En general, afectan al periodo post-reproductivo y la selección natural se rige por el éxito reproductivo, que es igual para humanos o virus. Eso sí, con los avances científicos podemos paliar sus efectos”. “Además”, añade la investigadora, que dirige el puntero Centro Nacional de Investigación en Evolución Humana, “a fin de cuentas, estar enfermo es sobrevivir a una amenaza, domesticar los peligros. En la naturaleza, la enfermedad no es compatible con la vida. Otra cosa sería una enfermedad que afectara a los niños: veríamos que los que no la resistieran se extinguirían”.
Una de las razones por las que, pese a ser H. imperfectus, hemos sobrevivido hasta ahora es la llamada eusociabilidad, la complejidad social que María Martinón-Torres considera fundamental, aunque reconoce que “el ser humano siempre tiene un pulso entre la individualidad y la sociabilidad”. “Las abejas o las hormigas son solo sociales, tienen sociedades complejas en las que cada uno tiene un rol exclusivo, pero eso responde a automatismos que no tenemos los humanos, porque somos diversos. Por ello, nuestra especie navega siempre entre la individualidad, que puede llevar al egoísmo, y el altruismo, que nos permite salir adelante cooperando”.
Pero también hemos de atender a la violencia, que agrede y mata, y que no es nueva entre los primates. La diferencia, nos dice, es que los humanos “hemos aprendido a matar a distancia, eliminando la empatía hacia el otro al que matas porque no le ves”. La parte buena es que gracias a la cultura podemos modelar ese instinto. De hecho, según Martinón-Torres, “a lo largo de la evolución nos hemos autodomesticado como especie, con cambios en las crestas neuronales de nuestro cerebro que son similares a los que provocamos al domesticar animales salvajes y que nos hacen más dóciles, juguetones e infantiles“. En otras palabras, “nos hemos modificado el cerebro para ser más pacíficos y tolerantes hacia los demás, lo que nos ayuda a soportarnos y favorece la convivencia”. Como toda regla, tiene sus excepciones, y ahí están personajes que provocan masacres sin despeinarse.
Cabe preguntarse que si estamos preparados para prevenir riesgos gracias a nuestra inteligencia de sapiens, si somos sociales y modelamos instintos, ¿cómo es que no vemos el peligro para la supervivencia que supone acabar con la biosfera en sólo 100 años? La respuesta nos la da con una de cal y otra de arena: “Poner sobre la mesa un problema que supera nuestra existencia, que es sobre todo la supervivencia de generaciones que no existen aún, ya es un logro para una especie. Ninguna otra lo hace. La cuestión es que se trata de problemas a escala global que requieren decisiones globales y que no nos coordinamos”.
Mal asunto para conseguirlo es, en su opinión, que la especie humana se aleje de la naturaleza que nos vio evolucionar, que se convierta en un entretenimiento de fin de semana. “Estamos perdiendo el contacto con el medioambiente natural e incluso el contacto personal entre humanos, que es lo más natural, para recurrir a la tecnología. Pero esa tecnología no puede sustituir a la humanidad. La maduración del sistema nervioso humano está en el retorno que llega de otro humano y la distancia tecnológica elimina la empatía, nos hace olvidar qué siente el otro, no vemos cómo afecta a los demás lo que hacemos o decimos”.
Y no sólo nos alejamos de lo natural, también de quienes fueron fundamentales para nuestra supervivencia: los mayores, especialmente las abuelas. Les dedica muchas páginas en su libro, porque ellas cuidaron de las frágiles criaturas humanas, hasta el punto de que la selección natural apostó por ellas. “La evolución ha favorecido nuestra longevidad, pero no para tener más hijos, porque tenemos la menopausia, sino para facilitar el cuidado cuando somos dependientes, lo que ocurre durante muchos años en nuestra especie. Al alargar la vida, acumulamos conocimiento y experiencias y tiempo para los cuidados. Los australopitecus no tenían abuelos, pero con la menopausia se ha favorecido que las mujeres siguieran en actividad sin reproducirse, una gran ventaja evolutiva”.
Una duda queda en el aire. Dado que la biología es lenta para acabar con nuestras imperfecciones, ¿se vislumbra un futuro de tecno-humanos diseñados sin fallos? “Espero que seamos siendo imperfectos y diversos porque esa es la fortaleza de la especie. A lo largo de la evolución, esa diversidad ha sido la gran caja de herramientas para enfrentarnos a nuevos peligros, mientras que la homogeneidad nos hace pobres. No olvidemos que un rasgo que en un momento es una desventaja, en otro es lo contrario. Hay genes que generan un trastorno y tienen un efecto positivo en otro ámbito. Y, además, ¿qué es lo perfecto? ¿Quién lo decide?”.
María Martinón-Torres presenta ‘Homo imperfectus’ mañana, 6 de julio, en Auditorio Espacio Fundación Telefónica (calle Fuencarral, 3, Madrid) , a las 19.00 h.
Comentarios
Por Omar Riveros, el 06 julio 2022
De pronto el autor de este artículo es el hijo del homo sapiens erectus, y también los que se identifican con este argumento,
Pero en lo particular yo soy hijo de Dios creado con un propósito.
Por Luis satis, el 10 julio 2022
Pues enhorabuena por tu curiosidad, único motivo supongo que te hace leer este tipo de artículos.
Creo que eso dice mucho (y bueno) de ti.
Bienvenido, pues, tu comentario.
Por José Ramón Las Heras, el 08 julio 2022
Siempre me gusta tu tono literario en los artículos, pero en este se demuestra cercanía y complicidad, y me ha gustado especialmente la amabilidad de las descripciones.
Por Numa Antonio Hurtado Sepúlveda, el 08 julio 2022
Muy interesante encontrar otra postura comparativa acerca de lo que hemos sido, lo que somos , lo que seremos.y lo que pudiéramos ser, de hacer lo correcto.