Philippe Decouflé, el prestidigitador de la danza francesa

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Lo atractivo de Panorama, espectáculo que se estrena este viernes en los madrileños Teatros del Canal, es que permite recorrer en dos horas los treinta años de trayectoria de Philippe Decouflé, prestidigitador de la danza francesa.

La extravagancia ha sido su aliada. El truco, su credo. La magia, su fuente de inspiración. De ilusión están hechos sus espectáculos. En treinta años de creación el coreógrafo prestidigitador francés Philippe Decouflé (París, 1961) ha sido más enfant que terrible y su espectáculo Panorama, que llega a los Teatros del Canal de Madrid este viernes 17 por cortesía del Festival de Otoño a Primavera, es la constatación de tres décadas de travesuras. La obra, creada hace dos años para su compañía DCA, es un resumen delirante de los mejores momentos de una carrera coherente que se inició en el prestigioso Certamen de Bagnolet, hoy extinto, que por aquellos años era la gran plataforma de lanzamiento de los talentos jóvenes europeos de la danza.

Y es que joven era entonces este cincuentón de espíritu infantil que sorprendió a todos con Vague Café (1983), una coreografía extravagante que flirteaba con el circo, apostaba por una danza de acrobacias imposibles y se definía por la vía de un estilo visual cercano al vídeo-clip. Absurda, sí, pero totalmente innovadora en el contexto de una nueva danza que no era tan propensa a mezclarse con el circo, esta pequeña coreografía fue la antesala a trabajos mayores y numerosas ovaciones de un público más bien amplio y no tanto de danza, que conectaba rápidamente con sus locuras escénicas, donde se materializan personajes absurdos, que pueden ser seres anfibios o hombres corrientes cuya sombra es autónoma y desobediente. Lo singular de Panorama, entonces, es que permite recorrer treinta años de una vida artística en un par de horas, dando acceso al universo onírico de uno de los más queridos coreógrafos del país de al lado.

Al sector duro de la crítica más sesuda, Decouflé con frecuencia le parece banal y frívolo, y estima poco serio que aparte de las creaciones de su compañía se meta de cabeza en proyectos de dudosa apariencia cultural como ese espectáculo para las strippers del célebre Crazy Horse de París o Coeurs Croisés, en el que atendió el llamado de un equipo de cabareteros de los suburbios parisinos, propuestas ambas que fueron vistas en Madrid y brutalmente apaleadas por cierta crítica local intransigente. Hay que admitir, no obstante, que sus aportaciones no tienen la envergadura ni la trascendencia de las de Pina Bausch o Martha Graham pero no se puede reseñar el fenómeno del nuevo circo y sus coqueteos con la danza sin pasar por Decouflé. Mérito tiene también que sea capaz de complacer a grandes audiencias que usualmente terminan aplaudiendo sus propuestas entre asombradas y emocionadas. Pero es que asombrosas y emocionantes llegan a ser algunas de sus creaciones, cuyos extractos más suculentos conforman Panorama, donde aparecen lanzados sobre el escenario como dados de casino esos retazos de Codex (1986), Triton (1990), Shazam! (1998), Solo (2003) o Le sombrero (2006), obras mayores de su catálogo que recogen los principios de ese ideario suyo que se balancea entre lo surrealista, lo escénicamente subversivo y una danza innovadora que por igual valora la gracia que la acrobacia.

La formación de Phillipe Decouflé delata los orígenes de su estética. No quería ser bailarín. Lo que quería era ser payaso y a ello se dedicó a fondo, estudiando en la prestigiosa Escuela de Circo de París y tomando clases de mimo con el mismísimo Marcel Marceau. De su aventura estadounidense destaca, cómo no, su paso por la compañía de Alwyn Nikolais, pionero de la modern dance norteamericana muy interesado por los efectos visuales basados en la luz y el uso de aquellos trajes que con frecuencia anulaban la verdadera fisonomía de sus bailarines. Su gusto por la tecnología del espectáculo, su interés por las posibilidades que otorgan los recursos audiovisuales (su solo Solo, es ejemplar en este sentido) y el lenguaje del vídeo y el cine más un omnipresente sentido del humor, terminan dando forma a un universo propio que encajó rápidamente dentro del movimiento de la nueva danza francesa de los ochenta, donde Decouflé irrumpió tan de repente como una las apariciones de Shazam, el mago que tanto le fascina y que da título a una de sus más delirantes, originales y descabelladas propuestas.

DCA. Panorama. Del 17 al 19 de enero. Festival de Otoño a Primavera de Madrid. Teatros del Canal.

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