Picasso: chamán y medium en el Thyssen
El Museo Nacional Thyssen-Bornemisza cierra con broche de oro sus proyectos vinculados a la Celebración Picasso 1973/2023, presentando ‘Picasso, lo sagrado y lo profano’, una exposición que ocupa las salas 53 a 55 de la planta primera del museo y que nos invita a adentrarnos en la audacia y originalidad con la que Pablo Picasso abordó tanto el mundo clásico como los temas de la tradición judeocristiana en su obra.
“Picasso se presenta como un chamán del arte, con poderes sobrenaturales, una figura de inmensa libertad creativa y una fuerza creadora que no podía ser contenida”, expresa Paloma Alarcó, la comisaria de Picasso, lo sagrado y lo profano, una muestra que se podrá ver hasta el 14 de enero de 2024 y que nos revela la capacidad del genio español para integrar elementos y reflexionar sobre la esencia sagrada de la pintura, explorando lo divino y lo humano en su sentido más amplio y profundo, y dialogar con otros maestros. Como explica Alarcó, «Picasso sigue siendo un misterio y todavía da mucho que hablar”.
Si algo queda reflejado en esta exposición es que, para Picasso, el arte era un medio con el que enfrentar sus propios miedos, y hacer de lo personal un reflejo de los miedos y problemas universales. “Picasso actúa como un mediador entre diferentes pueblos, civilizaciones, y también entre el arte y el espectador”, comenta Alarcó quien, para inmiscuirse en la psique del pintor español, decidió que la mejor manera era la de enfrentar cuadros de Picasso con otros artistas de la pintura clásica. “Queríamos ver qué nos contaban, cómo dialogaba Picasso con Goya o con El Greco, por ejemplo, y guiarnos por esa idea de que en el arte no existe ni pasado ni futuro, sólo presente. Él fue el mejor en enseñar que el pasado es modernidad”.
Así, la exposición nos sumerge en la prodigiosa mente del maestro del cubismo y su extraordinaria capacidad para reinterpretar temas y géneros de la tradición artística española y europea. Un total de 40 obras componen la muestra, de las cuales 22 son creaciones de Picasso. Además de las ocho piezas procedentes de las colecciones Thyssen, la exposición se enriquece con préstamos del Musée National Picasso-Paris y otras valiosas colaboraciones de coleccionistas e instituciones. Pero esto no es todo, ya que la exposición también cuenta con la obra de otros grandes maestros de la pintura, como El Greco, Rubens, Zurbarán, Van der Hamen y Delacroix, una escultura de Pedro de Mena y grabados de Goya.
Fascinación por los maestros
La exposición se divide en tres tramas temáticas, cada una de las cuales nos adentra en un aspecto diferente del mundo creativo de Picasso. La primera de ellas, Iconofagia, nos lleva a explorar la mente obsesiva y creativa de Picasso. Aquí se examina su apropiación de cuadros del pasado a través de la contemplación de obras durante sus frecuentes visitas al Museo del Prado, “donde quedaba fascinado por las grandes obras”, revela Alarcó. Picasso quiso recopilar pinturas clásicas para metamorfosearlas, apropiarse de ciertos aspectos formales, pero, sobre todo, descubrir el poder mágico oculto detrás de cada trazo y ofrecer nuevos significados.
Un claro ejemplo de ello lo vemos en las resonancias que tiene sobre El Greco, pintor al que mostró un gran interés durante el tiempo de formación del artista malagueño en París, lo que produjo un resurgimiento del interés por la obra de El Greco, que previamente había caído en el olvido. Desde su obra La comida frugal, en 1904, se pueden notar influencias tanto en la forma como en el simbolismo que remiten a la estética del Greco. En los años posteriores, se ha hablado cada vez más acerca de cómo el estilo abigarrado y las figuras verticales de El Greco se relacionan con los orígenes y el desarrollo del cubismo.
Al igual que una pintura cubista desafía nuestra percepción habitual del mundo y nos obliga a reconfigurar mentalmente la imagen, las pinturas de El Greco también presentan una ambigüedad espacial y una forma particular de comprimir las composiciones. La estilización de la figura en Hombre con clarinete (Picasso, 1911-1912) y su concepción del espacio no están muy alejadas de la manera en que El Greco distorsiona la perspectiva hasta el punto de casi desvirtuarla, como se ve en su obra Cristo abrazando la cruz (El Greco, 1587-1596).
Obsesiones personales
La segunda trama, Laberinto Personal, se adentra en la narración de las obsesiones personales del artista. “Picasso tenía una fascinación por los mitos y epopeyas clásicas, y esta sección destaca cómo los reinterpretó a través de su mirada única. Desde los amores tumultuosos hasta las luchas personales, Picasso utilizó su arte para expresar sus emociones y experiencias de una manera que solo él podía”, explica la comisaria.
Así, la obra de Picasso es una crónica de su vida, reflejando sus experiencias, obsesiones y conflictos morales. En la década de 1920, durante su matrimonio con Olga Khokhlova, Picasso se inspiró en la tradición artística, fusionando clasicismo y cubismo en su trabajo. Un ejemplo de esto es Arlequín con espejo (1923), que combina elementos clásicos con toques cubistas. A partir del nacimiento de su hijo Paulo en 1921, su obra se llenó de escenas familiares, y Picasso exploró la figura de la Virgen María como un ideal maternal occidental, representándola en varias etapas de su carrera, desde mujeres trabajadoras hasta grandes Madonnas en sus últimos años.
Asimismo, en las décadas de 1920 y 1930, el genio atravesó un período de profundos cambios en su vida tanto artística como personal. Durante este tiempo, experimentó una sensación de desapego con su vida burguesa al lado de su esposa Olga, al mismo tiempo que mantenía una relación extramatrimonial con Marie-Thérèse Walter. Como respuesta a esta compleja etapa de su vida, Picasso se adentró en la mitología como fuente de inspiración, dando forma a un nuevo estilo que fusionaba elementos surrealistas con las líneas clásicas de la antigua Grecia y Roma, como vemos en Minotauro acariciando a una mujer dormida (1933).
Ritos, horror y muerte
La tercera y última trama, Ritos Sagrados y Profanos, nos sumerge en el acercamiento de Picasso a los ritos paganos y la herencia de lo sacramental a través de diferentes alegorías y cosmologías cristianas. Esta sección de la exposición revela cómo los mitos y ritos, tanto paganos como cristianos, se fusionan en muchas de las creaciones de Picasso. Los temas universales de la vida, la muerte, el sexo, la violencia y el dolor se abordan a través de su visión única, ofreciendo una perspectiva profunda de su compleja relación con la espiritualidad y la cultura.
Así, a través de contrastar pinturas de Picasso con otras de diferentes artistas, la exposición explora cómo las raíces católicas de la infancia de Picasso influyeron en su obra en la edad adulta, fusionándose con mitos y ritos antiguos y clásicos. Picasso era consciente del poder simbólico de la imaginería religiosa española, que buscaba inspirar devoción y la búsqueda de la salvación eterna. De esta forma, se compara el cuadro La Crucifixión (Maestro de la Virgo, hacia 1487) con Corrida de toros (1934) de Picasso, dos obras que simbolizan el horror y la violencia humana, y que dialogan también a nivel estético (la lanza de los romanos con el estoque del torero).
Otro ejemplo de ello es la influencia de Goya, retratista de la maldad humana y del enfrentamiento patrio, motivos que influyeron a Picasso durante la Guerra Civil española, que lo llevó a representar el mayor de los sufrimientos en uno de sus cuadros más laureados, Guernica (1937).
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