Pilar Eyre, ¿te da pena la princesa Leonor?
Hablamos con Pilar Eyre (Barcelona, 1951) de su nueva novela, ‘De amor y de guerra’, ambientada en la Guerra Civil y la postguera, y de su especialidad periodística, la Casa Real. Y nos da unos cuantos titulares: “Letizia no es simpática, por el motivo que sea, pero yo prefiero que no sea tan simpática como Juan Carlos y, en cambio, sí sea más honrada que él”. ¿Te da pena la princesa Leonor? “Ya no podrá hacer lo que hacen muchas chicas de su edad, como emborracharse, fumarse un porro, tener novios, acostarse con un chico… Vamos a asistir a un blindaje total y absoluto de la vida de Leonor”.
La última novela de la escritora y periodista Pilar Eyre ‘De amor y de guerra’ (Planeta), arranca en febrero de 1939, cuando la guerra civil española da sus últimos coletazos. Está protagonizada por un apuesto joven, Román, que ve mutilada su capacidad de amar después de que un bombardeo italiano siegue la vida de sus padres, y tiene que abandonar su tierra y a su mujer para exiliarse en Francia, donde inicia una relación plagada de secretos con una muchacha comunista. Además de estar muy bien documentada, la historia huye de la simpleza maniquea e inspira en los lectores empatía hacia sus sufridos protagonistas.
“Suelo convivir un año y medio con cada uno de mis libros, y no podría convivir durante tanto tiempo con un personaje al que detesto. Yo amo profundamente a todos los personajes de mis libros. Quiero que todos sean seres humanos con sus cosas buenas y malas, aunque al final tienen que resolverse en positivo y la gente les tiene que coger cariño. Cuando me dicen que vivo sola, porque soy viuda y convivo solo con mi perro, siempre respondo: Qué va, yo vivo con los personajes de mi novela’”, asegura a nuestra revista la barcelonesa, que lleva a la espalda 23 libros, está especializada en información sobre la Casa Real y hace justo un año abrió su propio canal de YouTube –Al aire de Pilar Eyre–, que ya cuenta con más de 100.000 suscriptores.
Aunque solo lleva un par de meses en la calle, ‘De amor y de guerra’ está funcionando bien. ¿Se acostumbra una al éxito?
Cuando estás metida en una promoción tienes tanto trabajo, haces tantas entrevistas y tienes que viajar tanto que llega un momento en que ya no sabes ni qué está pasando con tu libro. Eso de acostumbrarse al éxito, como todo, es relativo. Quizás el día que me den el Premio Nobel te pueda contar cómo es eso de acostumbrarse al éxito. De momento, todo esto es fruto de mucho trabajo y esfuerzo a lo largo de muchos años. Creo que la suerte no existe.
Entiendo entonces que crees en la meritocracia.
Bueno… Hasta ahora siempre decía que todo es cosa del esfuerzo y del trabajo, pero es verdad que siempre tiene que haber una pequeña dosis de suerte. Algunos dicen que esto no es así, y que la suerte es fruto de una serie de cosas que tú llevas tiempo provocando sin darte cuenta. Pero es verdad que el azar sí interviene un poco. Esto es como esa película de Woody Allen, Match point, donde nunca sabías a qué lado de la red iba a caer la pelota.
Hay quien opina que ya hay demasiados libros sobre la Guerra Civil y sus consecuencias.
Creo que no tendríamos que hacer otra cosa que no fuese escribir libros sobre la Guerra Civil, porque es el acontecimiento más importante que nos ha sucedido a los españoles desde hace varias generaciones. Ahora que me estoy entrevistando con gente joven, todos acaban contándome una historia de la Guerra Civil que ha sucedido en su familia: sus padres, sus abuelos, sus bisabuelos… La huella de lo que pasó en esa época y en la posguerra, que son las etapas de las que hablo en mi libro, nos ha marcado increíblemente. Aquello fue una carnicería increíble. Toda una generación quedó destruida, enferma o muerta, y las consecuencias aún las padecemos ahora.
¿No estás de acuerdo entonces con los que aseguran que la Ley de Memoria Democrática es revanchista?
No. Pienso que todo el mundo tiene derecho a saber dónde están enterrados los suyos. Vengo de una familia muy de derechas que perteneció al bando de los vencedores, pero a mí también me gustaría saber dónde está enterrado mi tío, que murió en la División Azul. Hace unos años lo intenté buscar con las pocas armas que teníamos entonces y me enviaron unas fotografías del cementerio de Stalingrado donde dicen que está enterrado, pero no conseguí nada más. No tengo pruebas de que realmente sea así, ni en ningún momento se ha intentado repatriar los cuerpos. Creo que esto debería resolverse de alguna manera. Son heridas que están abiertas y que ojalá pudieran cerrarse de alguna manera.
En la novela describes a Román como un hombre que con su atractivo físico “atraía como un imán las miradas femeninas”. ¿Tú has llegado a perder la cabeza por algún adonis?
Hombre, sí. Mi marido era guapísimo. Lo vi por primera vez en la época en la que Mickey Rourke era muy guapo, y mi marido se parecía mucho a él. Era altísimo y tenía una facha impresionante. Pero es cierto que al cabo de dos días te olvidas ya de si la persona con la que estás conviviendo es guapa o fea. Si luego no hay además otras cosas, la belleza se acaba. Cuando alguna amiga mía me dice que se ha liado con un tío guapo y que tiene pareja o está casado, siempre le pregunto cómo es la mujer de ese tío. Ella lo mismo me dice ‘No vale nada, es muy fea y me ha dicho que la va a dejar’, pero luego no la dejan nunca, porque resulta que entre ellos hay unos lazos muy fuertes y difíciles de sustituir. La mujer de ese hombre tiene que tener un atractivo mucho más poderoso que el de la belleza física.
¿Tendrías algo con un señor casado?
No sé… Tampoco te voy a decir que no. He vivido ya muchos años y he tenido muchas relaciones. A veces te enteras después o te dicen: ‘Mira, estoy casado, pero nuestro matrimonio está muy mal y ya hacemos cada uno una vida separada’, y luego te enteras de que la mujer está embarazada y a punto de dar a luz justo en ese momento. A mí me han engañado como a la mayoría de las personas, pero sí que he tenido aventuras con hombres casados.
En todas tus novelas suelen encontrarse personajes inspirados en miembros de tu familia. ¿Cómo se toma esto tu gente?
Siempre que acabo un libro tengo la duda de si ese familiar me dará una hostia o un abrazo cuando me encuentre con él por la calle. (Risas). De momento, todos se lo han tomado muy bien. Mi último libro se lo dedico a mis hermanas, porque sentía que se lo debía después de haber saqueado tanto nuestra historia familiar. Ninguna de ellas me ha hecho nunca ningún reproche.
¿Y cómo llevó tu padre, un pintor falangista, el hecho de que su hija se convirtiese en una universitaria roja?
Él llevó fatal el hecho de que, al entrar en la universidad, cambiara totalmente y, por la ley del péndulo, me volviera más roja que nadie. Pensé que todo lo que me habían explicado hasta ese momento era mentira y que yo tenía que ser La Pasionaria de la universidad. Aquella fue una época espantosa para mis padres. Teníamos discusiones constantes cada vez que nos sentábamos a comer juntos y no había un momento de paz. No sé cómo pudieron aguantar aquello mis hermanas. Mi padre era una persona muy culta, y yo he conocido de hecho a algunos intelectuales que fueron amigos suyos. Sin embargo, era una persona totalmente irracional en ese aspecto. Cuando le preguntaba qué pasaría cuando muriese Franco, él me respondía que no se iba a morir nunca. Cuando le decía que eso era una tontería, él me decía: ‘Bueno, es que su padre murió con 90 y tantos años y tiene una tía que murió con 110, así que haciendo un cálculo él debería vivir tantos años’.
Aun así, imagino que tus padres se llegaron a sentir orgullosos de tu carrera.
Sí, bueno… Ellos me animaron a estudiar una carrera universitaria, y estaban contentos de que lo hubiera hecho. En mi casa había una biblioteca muy grande y desde pequeña me empujaron a escribir. Mi padre fue de hecho mi primer editor, porque me hacía escribir versos, me daba cinco pesetas cada vez que terminaba un poema, y luego los publicó él. Es más, tengo una revista con poemas que escribí cuando tenía siete años. Lo que a mis padres no les gustaba nada era esa época televisiva en la que aparecía tan despendolada. Como veían que yo me disgustaba y salía enfadada, me llamaban y me decían: ‘Pilarita, esto no lo hagas. No acudas a esos programas’. Les contaba que me engañaban como a una china, porque me decían que el programa consistía en una tertulia y luego no era así, y entonces ellos me decían: ‘Qué inocente eres, hija mía’. Pero creo que, en general, sí estaban orgullosos. Les he dedicado varios de mis libros y la pena es que no estaban ya aquí cuando [en 2014] fui finalista del premio Planeta.
Y tú, ¿sacas pecho de los logros de tu hijo?
Hombre, sí, sí. La verdad es que no puedo hablar de mis padres ni de mi hijo sin emocionarme… Mi hijo es muy trabajador, muy cariñoso y muy brillante. Es muy guapo, al menos a mí me parece el chico más guapo del mundo. Pero, sobre todo, es muy buen hijo. Me quiere y me cuida mucho, y está siempre muy pendiente de mí. De hecho, soy youtuber por él. Como él veía que siempre salía cabreada de los programas de televisión, y siempre le llamaba por teléfono para contarle lo harta que estaba, me animó a hacerme youtuber. Le pregunté en qué consistía eso, si tenía que salir bailando y demás, y me explicó que no, que sería como tener mi propio canal de televisión. Empecé a subir vídeos por él, y te diría que de las cosas que hago ahora es casi la que más me divierte.
¿Por qué resultó desastrosa tu primera experiencia como cronista social?
Franco se había muerto hacía cuatro o cinco años, y ninguno sabíamos muy bien cómo comportarnos. Nos invitaron a un acto con los Reyes en Barcelona, en el palacete Albéniz, y mi jefe decidió que fuese yo, pues era la única chica que había en la redacción y solía ir mejor vestida que el resto de mis compañeros. Me indicaron que, antes de pasar por delante de los Reyes, tenía que realizar una reverencia. También me comentaron que no podíamos mirarles a los ojos, hablarles ni hacer un comentario personal sobre ellos. Yo no hice ninguna reverencia y le di la mano a Sofía, así que ya en ese momento quedé mal. Como además Juan Carlos se estaba bebiendo un whisky, yo lo conté en mi crónica. Ya no me volvieron a acreditar nunca más.
Decía un compañero periodista: «Lo peor que tiene la monarquía, si descontamos los escándalos de la pasada década, son sus defensores más acérrimos, más que súbditos, cortesanos de carrera que quieren hacernos vasallos a los demás». ¿Lo compartes?
Sí, sí. Los que a mí siempre me reprochan cosas son aquellos que resultan más papistas que el Papa. Un autor cuyo nombre no recuerdo ahora dijo algo como: ‘Encuentres el camino que encuentres en la vida, siempre vas a tener partidarios que te van a causar vergüenza’. Además, todos estos que hoy son tan monárquicos hace cuatro días no lo eran. Estos conversos necesitan ahora demostrar su pureza de sangre porque resulta que se han tirado mucho tiempo estando a favor de Juan Carlos y doña Sofía.
A algunos les llamó la atención que Felipe VI no mencionara en su discurso del otro día a Juan Carlos I, significativo en una monarquía hereditaria como es el caso de la española. ¿Cómo llevan los fieles al emérito que hasta su hijo lo haya condenado?
No tragan a Felipe. Todos estos grandes elogios hacia Juan Carlos y Sofía están dirigidos a atacar a Felipe y Letizia. ¿Dónde estaban durante el reinado de Juan Carlos todos los que hoy se dicen partidarios de Sofía, cuando tapaban todas las trapisondas y los líos de cama del emérito? Entonces decían que Sofía era tonta y cornuda consentida. Ahora resulta que todos se han vuelto grandes admiradores de Sofía. En realidad, solo lo hacen para ir contra Felipe y Letizia. He escuchado decir tantas barbaridades sobre Felipe… Que si es un calzonazos, que si es un felpudo… Y no las han dicho precisamente republicanos. Sin ir más lejos, el propio Pablo Iglesias ha dicho que es un tío estupendo. Hay muchos republicanos que tienen respeto a Felipe por ser como es, por ser un hombre que intenta no salirse de lo que marca la Constitución.
Ahora que mencionas a Letizia, ¿podría ser tu próximo libro una biografía de ella?
La acabaré escribiendo, pero aún es pronto. Hay unos años en la vida de Letizia sobre los que me encantaría escribir. Te hablo de los años en los que ella era la única que sabía cómo era realmente Juan Carlos y, sin embargo, cada día se tenía que levantar viendo cómo tenía a toda la prensa en contra. Tenía que aguantar que solo se hablase de su anorexia, de sus operaciones, etc…, sabiendo que todo eso era una cortina de humo para tapar las trapisondas de su suegro. Me encantaría escribir sobre esos años en los que estaba sola, se veía despreciada y solo tenía el apoyo de su marido. Hablaría de sus sentimientos y de cómo se forjó el carácter de una mujer que, a pesar de todo, no tiró la toalla y ha educado muy bien a sus hijas. Letizia no es simpática, por el motivo que sea, pero yo prefiero que no sea tan simpática como Juan Carlos y, en cambio, sí sea más honrada que él.
¿Por qué tardamos tanto en enterarnos de la vida económica y sentimental B del emérito?
Siempre se ha dicho que había un pacto firmado por los periodistas para no hablar de él. Sí había un pacto entre los periodistas cortesanos, pero hemos sido muchos los que sí hablamos cuando nadie lo hacía. Ya antes de que saliera mi libro sobre la reina Sofía, [José] García Abad publicó un libro buenísimo sobre el rey emérito donde se contaban todas sus irregularidades económicas. También Jesús Cacho lleva escribiendo libros sobre Juan Carlos desde 1990. Algunos periodistas no se han doblegado a este pacto, pero todos los que hemos escrito de eso tuvimos que pagar un precio muy alto del que ahora nadie se acuerda. A mí me han despedido de sitios, me han insultado, me han pegado bolsazos por la calle y me han hecho inspecciones fiscales cada año (un año tuve dos incluso). Y me han pasado más cosas que no puedo contar, porque no las puedo demostrar, pero estoy segura de que se debieron a eso. También debo decir que desde que están reinando Felipe y Letizia no me ha pasado nada.
¿Te da pena la princesa Leonor?
Sobre todo cuando era joven, siempre se me saltaban las lágrimas cuando veía a una novia caminando hacia el altar vestida de blanco, porque las veía como corderos de camino al sacrificio, sin saber muy bien qué les esperaba. Sentí un poco lo mismo al ver a Leonor, tan vestida de blanco y tan entregada. Pensaba que esta chica ya nunca más tendría libertad en su vida. Ya no podrá hacer lo que hacen muchas chicas de su edad, como emborracharse, fumarse un porro, tener novios, acostarse con un chico… Hasta ahora, a los periodistas se nos recordaba siempre que debíamos tener en cuenta que Leonor era menor de edad y que, por tanto, no podíamos hablar de ella. Pensábamos que cuando cumpliera la mayoría de edad ya sí se hablaría de ella, pero no. De hecho, pienso que el blindaje va a ser todavía mucho mayor a partir de ahora. Sin ir más lejos, el otro día hubo una celebración por su cumpleaños, con sus compañeros de la academia militar. ¿Tú has visto alguna fotografía? Lo normal sería que hubiera alguna imagen, aunque estuviese desenfocada. Vamos a asistir a un blindaje total y absoluto de la vida de Leonor. Al ser la heredera de la Corona, hay mucho interés en protegerla.
¿Y piensas que la veremos reinar?
En ningún partido veo una voluntad de cambio. Abolir la monarquía ni tan siquiera está en el programa de los partidos que se definen como republicanos. Por otro lado, mucha gente se pregunta en qué va a cambiar su vida el hecho de que se quite la monarquía. ¿Vamos a vivir mejor? ¿Los jóvenes van a encontrar trabajo más pronto? ¿Tendrán más fácil el acceso a una vivienda? ¿Qué importancia tiene realmente el hecho de que haya o no monarquía al lado de todos los desafíos con los que nos encontramos? Además, resulta tan complicado cambiar la Constitución que, sinceramente, no lo veo. Si me hubieras hecho esta misma pregunta en la peor época de Juan Carlos, te habría dicho que la monarquía iba a durar cuatro días y que Felipe acabaría exiliado en Suiza o donde fuese, pero ahora mismo creo que tanto nuestros hijos como nuestros nietos verán la monarquía.
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