Placebo, escandalosos como el amor
La banda londinense recaló ayer en Madrid para demostrar que siguen en perfecta forma con su último trabajo, ‘Loud like love’. Tras un atropellado arranque de concierto, remontaron, ¡vaya si remontaron!. Casi 20 años después de su primer disco, Molko y Olsdal se nos presentaron elegantes y emocionantes hablando de existencialismo, decadencia personal, drogas y sexualidad.
En los primeros compases de B3 se mascaba la tragedia. Salieron Brian Molko y los suyos al escenario del madrileño Palacio de Vistalegre y todo apuntaba hacia el desastre. Micros que no funcionaban correctamente, voz entrecortada, desfases rítmicos y ese tradicional eco mitológico al que nos tiene acostumbrados el coso de Carabanchel, parecían augurar otra noche de cabreo melómano. Pero no. Los técnicos de Placebo capearon el temporal y lograron que el vertiginoso trayecto de montaña rusa que la banda tenía preparado fuera de menos a más, que es como naturalmente tienen que ir las cosas en un concierto de rock.
El año que viene se cumplirán 20 años del lanzamiento del primer disco de Placebo. Su última entrega, Loud like love, data de 2013 y, como cada vez que presentan al mundo nuevo material, la banda formada en Londres se embarca en una gira de dos años. Ayer, el tour recaló en Madrid con nuevo baterista -Matt Lunn, el cuarto que prueba suerte en estas dos décadas- y, pese a lo temprano de la efeméride, la noche invitaba a hacer recapitulación. Poco queda de aquellos desmayos en el escenario que se llevaron giras por delante. La banda y sus colaboraciones con los más grandes (David Bowie y Robert Smith, por poner dos ejemplos), su adicción a los covers y esa imagen cuidada al milímetro serían la perfecta descripción de cualquier grupo de finales del siglo pasado y principios de este. Pero no, Placebo posee su propio lugar en el olimpo del rock y anoche volvieron a demostrar el porqué de las cosas. El registro de Molko es inconfundible. Su voz nasal nos sigue hablando de existencialismo, decadencia personal, drogas y sexualidad con toda la actualidad de los poetas atemporales. Su alianza con Stefan Olsdal (bajista y cofundador) continúa despachando unos directos de una potencia y energía contagiosas como la risa.
En el primer tramo del show, disparan Loud like love, tema que da título a su último trabajo, y de pronto la plaza –casi llena de fieles- comienza a ponerse en órbita. La banda descarga literalmente un muro de guitarras sobre el público y ya desde el estribillo de la tercera canción queda bien definida la declaración de intenciones de toda la noche: “Somos escandalosos como el amor”. Y tanto. Sin descanso llega uno de sus grandes éxitos, Every you, every me, y se monta el primer karaoke de la velada. Para entonces no hay ni recuerdo de los malos presagios del atropellado arranque del concierto.
Tras Black-eyed, Molko presenta a los músicos que acompañan al trío durante esta gira y al llegar a sí mismo dice: “Y a mí podéis llamarme como os dé la puta gana”. Él, que hace unos minutos ha cantado que es egoísta y maleducado, solamente tiene que cerrar la boca y cruzarse de brazos para que la masa reaccione exactamente como tiene planeado. Con Too many friends, otro de los temas del nuevo álbum, parece que pretenden dar un respiro a la concurrencia. Piano, guitarra y voz para un engañoso medio tiempo en el que Molko confiesa que su computadora tiene la costumbre de pensar que es gay. Una letra muy a juego con el bajo decorado con los colores de la bandera del arcoíris que luce Olsdal. Se trata de un lamento sobre el asunto de los cientos de presuntos amigos que acumulamos en las redes sociales y que jamás conoceremos en el mundo real. Un tema que crece y crece hacia el himno de estadio (sí, Placebo también sabe) adentrándose en la espinosa tesis de que las aplicaciones de ligoteo son las culpables de los profundos sentimientos de abandono, dolor y soledad. La sociología del rock.
Para cuando suenan los últimos compases de Exit Wounds, la vagoneta de la montaña rusa de Placebo se encuentra en su cúspide dispuesta a abandonarse a un vertiginoso descenso. Meds, Song to say goodbye, Special K y The bitter end suenan una detrás de otra. Son la rúbrica del contrato: música de alta calidad, energía y buen hacer a cambio de los 42 euros de la entrada más cara. Todo empaquetado con una puesta en escena elegante en la que el grupo prioriza el efecto artístico por encima de la presencia de sus propias imágenes en grandes pantallas de vídeo y a la que sólo se le podría criticar el excesivo uso de la luz estroboscócipa.
Since I was born I started to decay (desde que nací comenzó la decadencia) cantaba Brian Molko hace 20 años; pasadas dos décadas y con 7 discos a sus espaldas, vuelve a interpretar Teenager Angst en directo. Es el primer bis. Es el testimonio, la confesión de su viaje desde la oscuridad hacia la luz. Durante la noche hemos comprobado que sus melancólicas melodías, sus devastadoras letras y el inconfundible estilo de su guitarra siguen estando ahí, pero que han mutado y evolucionado. Placebo abrazó el mantra de a la felicidad por la electrónica y en un momento difuso de estas dos décadas dejaron a un lado la complejidad de sus textos y la inmediatez de sus rifs por una especie de taciturnidad de más baja intensidad que, aún y con todo, sigue llegando directa al corazón. Y es que 20 años dan para mucho. Desde telonear a U2 a versionear a Depeche Mode. Desde dormir con fantasmas a pelear por el sol.
Placebo actúa hoy en Málaga en el Palacio de Ferias y Congresos.
Setlist de Placebo en Madrid
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