Planeta 65 aniversario: un intento de reconducir el premio
Crónica de una noche y un premio multimillonario que, en su 65 aniversario, parece querer reconducirse desde el espectáculo comercial a ciertos valores literarios. Las quinielas con los nombres más mediáticos fallaron. Ganó Dolores Redondo con ‘Todo esto te daré’, una autora con la que Planeta estaba en deuda, al haber conseguido vender más de un millón de copias de su trilogía de Baztán, tres novelas que podrían definirse como “novela de entretenimiento de buena hechura”. Como finalista, Marcos Chicot, con una historia de la Grecia clásica, pero muy actual, en torno a las corruptelas políticas, venganzas y ansias de poder.
A modo de la más perfecta réplica del Nobel, el premio “tan desprestigiado” según Badenes, director del área de Libros de Planeta, y al que, por paradójico que fuera, parecía contraponerse, siempre a partir de Badenes, el Premio Planeta, las encuestas una vez más fallaron. Ninguno de los disparatados nombres que habían sonado a lo largo del sábado subió ayer por la noche al escenario del Palau de Congressos de Barcelona, donde el grupo mediático-editorial celebraba, un año más el Premio Planeta.
Tras años en los que era costumbre ver condecorar a ganadores y, sobre todo, a finalistas que difícilmente podía una denominar como autores literarios –escribir, bien saben ustedes, es otra cosa-, resultaba un tanto difícil creer cuando desde el grupo, y de forma algo sigilosa, se decía que este año “los tiros iban hacia otra parte”. Se trataba del 65 aniversario del Premio con mayor dotación económica de España, superados a nivel internacional solamente por el Nobel –convertido en una inesperada y, por qué no decirlo, surrealista, vara de medir-; 65 años no son pocos y merecen celebración, o al menos esto parece ser que eran las intenciones del grupo Planeta cuando imaginaron lo que debía ser la celebración de ayer: nada de premiados que suscitaran la risa colectiva y presencia institucional que incluía a sus Majestades. ¿Ustedes se imaginan a sus Majestades felicitando a una nueva María de la Pau Janer, cuyo escaso -¿nulo?- valor literario conllevó un airado abandono del jurado por parte de Juan Marsé?
Este año había que reconducir la situación, sin olvidar –una cosa es reconducir y otra es hacer milagros- que hay demasiado dinero en juego como para olvidarse de que premiar está bien, pero todavía está mejor conseguir amplias ventas con los premiados. Y como los buscados equilibrios de la novela del finalista, Planeta apostó por Dolores Redondo, una autora que ha conseguido vender más de un millón de copias de su trilogía de Baztán, tres novelas que bien podrían inscribirse bajo la etiqueta de “novela de entretenimiento de buena hechura”. Planeta estaba en deuda con Redondo y es que, más allá de los posibles méritos de Todo esto te daré, la novela ganadora, el grupo editorial no podía sino reconocer los éxitos que la autora donostiarra les ha aportado, unos éxitos que se resumen principalmente en un llenado de arcas durante unos años en los que el mercado editorial ha llegado a perder el 40% de las ventas: más de un millón de ejemplares vendidos, traducciones en más de 30 idiomas y próximo estreno de una adaptación cinematográfica eran razones de más para congratularse con Redondo, descubierta por la editora Silvia Sesé, hoy en Anagrama, responsable, en su día, también de dar a conocer otra trilogía de éxito, Millenium.
Ambientada en la Riviera Sacra, la novela de Redondo tiene como protagonista un hombre que llega a Galicia para descubrir los motivos de la muerte de su marido. Este es el punto de partida de una novela “sobre la codicia y sobre la impunidad”, en palabras de la propia autora, “una impunidad que todavía hoy tienen, por desgracia, muchas familias, a las que, hagan lo que hagan, no les pasa nada”. Si bien es cierto que Redondo define Todo esto te daré como una novela que principalmente indaga en torno a “los secretos dentro de una pareja”, “¿qué hacer cuando se descubre que la persona que amas es otra?”, temas como la codicia y, en especial, la impunidad remiten directamente al actual contexto político, representado por la mesa presidencial, donde, guardando las formas, compartían manjares Sus Majestades, Artur Mas, Albert Rivera, Soraya Sáenz de Santamaria, María Dolores de Cospedal, Ana Pastor, un embroncado Puigdemont, que por lo que parece no abrió boca y se mostró absolutamente esquivo con los Monarcas, y una “alcaldesa por accidente”, en sustitución de Ada Colau. Y si esa mesa no era lo suficiente representativa, en cuanto a impunidad se refiere, la presencia de la ministra de Cultura de Andorra cerraba el círculo, al que no tardaría en referirse el finalista, Marcos Chicot, cuya novela, El asesitano de Sócrates, se adentra en la Grecia Clásica para mostrar cómo las corruptelas políticas, las venganzas y las ansias de poder definían a la Grecia de la Guerra del Peloponeso como definen la tremebunda realidad actual.
Chicot hablaba de su novela y bien parecía dirigirse a esa mesa presidencial, que, en un momento de debate en torno a las relaciones entre la realidad y la ficción, se había convertido en imagen referencial de las novelas premiadas. Tras el «Merde» del año pasado de Alicia Giménez Bartlett, palabras como corrupción y codicia se dirigían directamente hacia una mesa cuyos comensales, como las familias de la novela de Redondo, campan tan panchos gracias a la impunidad legal y ética.
Dicta el dicho latino que la historia es “magister vitae” y, por una vez, parece que es cierto: los gobernantes son cada día más perfectamente corruptos y Planeta ha aprendido que un superventas no puede dejarse escapar. En efecto, el premio a Chicot suena a reparación: en 2012, año en que ganó Lorenzo Silva y quedó como finalista Mara Torres, el autor de El asesinato de Sócrates ya se había presentado al certamen con El asesinato de Pitágoras –superada la P y la S del diccionario de clásicos, cabe esperar que su próxima novela será El asesinato de Zenón. Con Pitágoras, Chicot quedaba cuarto finalista, convirtiéndose, sin embargo, gracias a la autoedición, en el autor más vendido en formato ebook en 2013. Chicot conseguía así las ventas que la finalista de aquel año ni tan siquiera rozaba y a Planeta, como bien señalaba en 2014 Ester Alvarado, se le escapaba de las manos un best-seller con todas las letras. La situación no podía repetirse y, menos todavía, cuando Chicot había encontrado amparo en la editorial Duomo; su reconocimiento, ahora, suena tanto a reparación como a repetición suenan los títulos de sus novelas.
Entregados los galardones, realizadas las fotos de turno y la rueda de prensa, donde Fernando Delgado, recordando sus años de periodista, pedía “aprovechamiento del tiempo” a toda la prensa allí reunida, la acción se trasladó al hall del Hotel Juan Carlos I. De la misma manera que hay que hacer hincapié en el valor comercial del premio –la siempre entusiasta Lourdes Maldonado, presentadora del evento, obvió en todo momento definir el Planeta como premio literario- una no puede despedirse de la ceremonia sin echar un vistazo a las bambalinas: Allí, una veía a la ministra Pastor entablar una estrecha conversación con los servicios informativos de TVE, allí una veía a Albert Rivera en animada y larga conversación con Risto Mejide o veía el corrillo formado por los presentadores estrella de Antena 3, “todos ellos”, comentaba alguien, “susceptibles de ganar algún día un Planeta”. En efecto, si el nombre de Susanna Griso, allí presente, es ya una tradición de las encuestas pre-Planeta, no son pocos los que miran de reojo a Mónica Carrillo, unas de las “presentadoras estrella” en esto de vender libros. En esas bambalinas, empresa y política se daban la mano; sorprendente era encontrarse a un Antonio Orejudo, representante de una literatura que, un año más, premiados aparte, parecía bastante ausente.
Comentarios
Por Atónito, el 17 octubre 2016
¿Riviera sacra? Estupefacto con él nivelón