Política: #Depredadores

Javier Corzo

Javier Corzo

Javier Corzo

El autor analiza «la campaña de acoso y derribo» que ha emprendido el Partido Popular contra los nuevos responsables del consistorio madrileño. Una belicosidad que tiene su base fundamental en el miedo.

Ilustración de JAVIER CORZO. Puedes visitar su blog y su web.

Es interacción biológica. Como esas que vemos en los documentales de vida salvaje de La 2. Aquellos que se sienten poderosos, por experiencia, por número, por fuerza, por cantidad de bacterias en sus fauces, esas que provocan infecciones letales con un solo mordisco, acorralan a una presa para darle caza y así, subsistir. Es el espectáculo de la vida donde la especie humana cada vez tiene un protagonismo más aterrador. Créanme si les digo que esa es la primera sensación que me causa asistir como espectador a lo que está sucediendo en el ayuntamiento de Madrid: un ejercicio digno del más sangriento de los documentales sobre depredadores.

Todos lo somos. Viene de fábrica. Matamos para persistir. Incluso en lo laboral, en lo político. Especialmente en lo político. Algo similar es lo que está intentando el Partido Popular desde hace tres semanas: herir a su adversario político hasta matarlo. Ya sé lo que me van a decir: que eso lo hacen todos, que así es la política. Y lo comprendo. Pero estarán conmigo en que la campaña de acoso y derribo iniciada contra el nuevo consistorio de la capital está siendo curiosamente agresiva. Y tal vez esa belicosidad solo tenga una razón: el miedo.

Al principio pensé que solo se trataba de rabia, de venganza, del resentimiento que habita en aquellos que se sienten ganadores, intocables, y la vida les abofetea la soberbia. Pero ese sentimiento es repentino, efímero, imposible de alimentar durante mucho más tiempo sin acabar hiriéndonos a nosotros mismos. Solo hay una sensación capaz de generar una conducta continuada, una estrategia obsesiva: el miedo.

Matar a su adversario político, herirlo de muerte, para así poder subsistir en un estatus al que se han acostumbrado y fuera del cual no podrían sobrevivir al carecer de las habilidades sociales necesarias para adaptarse a un nuevo ecosistema. Esa podría ser una razón que justifique su miedo. Todos tenemos miedo a perder nuestro trabajo, nuestra parcela de poder. Pero la inquina y mezquindad que está marcando la línea de oposición al nuevo ayuntamiento -que a día de hoy aún no ha tenido oportunidad de trabajar porque continuamente debe contestar a una polémica generada en laboratorio- me hace pensar que hay algo más. Miedo a algo más. Tal vez a desvelar contratos multimillonarios con amigos y conocidos que desde la certeza de su estabilidad política han apalabrado o firmado y que ahora podrían correr peligro. Despilfarros en tiempos de vacas flacas de los que no conoceríamos la letra pequeña si no fuera porque ahora no son los firmantes quienes están al frente de la institución. Es solo una conjetura. Siempre he tenido mucha imaginación.

Soy de los que aparta la mirada cuando las hienas atacan a una presa malherida. Por eso me indigna la oposición irresponsable, manipuladora, mentirosa, maquiavélica de aquellos que impiden la tarea emprendedora sembrando minas en un campo de trabajo, obstaculizando, mordiendo hasta la herida para acorralar a su presa e impedir que escape. Basta tener un mínimo de perspectiva histórica para saber que el mundo avanza gracias a las fuerzas progresistas que son las que arriesgan. El conservadurismo, por pura etimología, prefiere resguardar, mantener. Creo que el único avance de repercusión social que provocó la derecha en este país fue el fin del servicio militar obligatorio. Y estoy seguro de que no lo hizo por respeto a una demanda social ni por admiración ética a aquellos que fuimos objetores de conciencia. Lo hizo por pura economía, rentabilidad, cuentas. Y a las cuentas no hay nada que les guste menos que los cambios.

Es lógico que cuando se trabaja en una línea progresista, de avance, cuando se lucha por cambiar las cosas, por mejorar la vida y ampliar los derechos de los ciudadanos, la posibilidad de cometer errores aumente. Es más sencillo no pretender cambiar nada, no innovar, no arriesgar, no empujar el muro varios metros más hacia delante. Todos lo sabemos. Y lo asumimos. Porque todos los logros sociales, siempre peleados hasta la extenuación por fuerzas progresistas, han sido disfrutados después por toda la población, también la conservadora. Por eso me parece extraordinariamente injusta la campaña de acoso y derribo que oposición y medios de comunicación generalistas han iniciado contra un ayuntamiento (el de Madrid) y unos concejales que apenas han tenido oportunidad de trabajar, sometidos a un ajuste de cuentas con su pasado.

En ese ayuntamiento hay gente paralizada, me atrevería a decir que algo asustada, porque se sienten rodeados de hienas profesionales sin saber por dónde les van a atacar y con qué argumento. Toda la poderosa maquinaria del rencor se ha puesto en marcha. Desde la manipulación vergonzosa de La Razón hasta los editoriales de El País, que quién le ha visto y quién le ve. ¡Basta de flashbacks! ¡Basta de manipulación! ¡Dejen trabajar a las personas! Eso es lo que quiero valorar, su trabajo; no si hace tres años irrumpieron en una capilla de la Universidad Complutense con las tetas al aire reclamando un espacio público laico. Eso es activismo. Y ese activismo ha entrado en las instituciones. Acéptenlo. Y no me vengan con que si la fiscalía tal o la fiscalía cual. Nelson Mandela también estuvo en la cárcel por defender algo que la Constitución y las leyes de su país no aceptaban. Fue declarado terrorista. Y su activismo fue delito para, años después, acabar siendo el primer presidente sudafricano de raza negra.

Señores y señoras de la oposición, señoras y señores de los dos partidos mayoritarios: llevan ustedes gobernando este país durante toda nuestra historia democrática. Acepten su derrota, con todos los matices que quieran, y permitan trabajar. Ahorren sus energías para discutir sobre acciones concretas, sobre los hechos consumados, sobre la gestión política, y dejen de actuar como depredadores hiriendo a una presa, paralizándola, para ver si al final pueden saltar sobre ella y decapitarla. Dejen de protagonizar un documental de vida salvaje y empiecen a hacer oposición/política responsable.

Firmado: un espectador

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Comentarios

  • Angel Martinez

    Por Angel Martinez, el 02 julio 2015

    Muy bueno el articulo, solo no estoy de acuerdo con lo mal que dejas a las hienas, en mi opinión estas alimañas son mas repugnantes.

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