¿Por qué, cómo, cuándo surge el desamor?
¿Está el amor sobrevalorado? Como lectura para este verano recién estrenado, la editorial Dos Bigotes nos propone todo lo contrario; sugiere una antología de relatos sobre desamor: ‘Flores y Ruina’, en edición de Luis Bravo. Nosotros os hemos seleccionado extractos de lo escrito por cinco de los 15 autores del libro: Luis Bravo, Alba Carballal, Flor M. Yustas, Juan Gallego Benot y Bruno Ruiz Nicoli. Extractos que se acercan a ese crujido seco en que sentimos que algo ha pasado, en que se nos rompió el amor…
Juan Gallego Benot: ‘Salvar lo nuestro’
“Llegamos a casa y no me doy cuenta de que llevas un rato callado. Supongo que yo también he estado callado y enciendes la luz pequeña del salón, ese salón que era tu cuarto y ahora tiene un bonito sofá y una mesa. Te sientas a mi lado en el sofá mientras me quito los zapatos y vuelves a hablar. Lo que dices parece ser una lista de cosas, esa lista que previamente has hablado con alguien, en la que no hay improvisación. Vienes a decirme que necesito mejoras. Reformas. Que te molesta mi apatía, mi obsesión por estar en casa, que no soy cariñoso con tus amigos, que los miro por encima del hombro, que no me intereso por tu trabajo. Que lo entiendes todo, que me entiendes. Pero que lo has estado pensando –con el de los consejos, estoy seguro– y que debo poner de mi parte. No digo nada y te miro”.
Bruno Ruiz Nicoli: ‘En reivindicación de la baronesa Schroeder’
“Y si lo concreto importa, y por concreto me refiero a lo que creemos que nos hace visibles o deseados, como un buen cuerpo o una cara bonita, llega una edad en la que lo que en un tiempo fue manifiesto cede terreno a valores menos evidentes. La alquimia de la cuenta corriente, sí, pero también el dogma del tamaño, la falacia del genio artístico y la mística de la posición, tanto social como en la cama. Porque no se mira igual a quien está arriba que a quien está abajo, y llega un momento en el que descubres que siempre hay alguien más joven y hambriento, detrás de ti, bajando la escalera”.
Alba Carballal: ‘Contractura’
“Hay dinámicas de pareja que, aunque parezca un milagro, funcionan, y suelen ser las que más inercia tienen, las más difíciles de romper. Carlota y Alfonso siempre lo hacen así: parece que él piensa y ella ejecuta, aunque lo que en realidad sucede es que él piensa y, mientras se decide, ella hace lo que le da la gana”. (…)
“Quedamos en la puerta de la notaría. Yo estaba nerviosa, claro, porque no nos habíamos visto en semanas y por lo extraño que me resultaría besarlo en las mejillas, pero Omar, que tiene un sentido de la naturalidad del que yo carezco, me lo puso fácil saludándome como tantas otras veces antes: con un abrazo largo, que cuando lo necesitas reconforta mucho más que un polvo corto. Por lo visto, su hombro ya estaba como nuevo. Puede que la fisioterapeuta, pese a todo, no fuera tan mala. El trámite fue rápido y no me dio tiempo de arrepentirme. Después de firmar nos tomamos un café. Cuando nos conocimos, Omar olía a café recién molido, a hoguera, a tierra mojada. Con los años, las notas de salida se atenuaron y pude encontrar los matices –la gasolina, el puerro en el puesto del mercado municipal– hasta que al final se reveló la textura del fondo de su aroma, que me acompañó durante más de una década y que, ante el inmenso riesgo de parecer cursi que correría si lo desvelo, prefiero guardarme sólo para mí. Por último, y sin previo aviso, la lavanda lo enmascaró todo, y me propuso una caricatura olfativa de Omar que no pude tolerar. Sin embargo, no hizo falta mucho para empezar a echarlo de menos: bastó ser consciente, cuando nos despedimos y le vi alejarse, de que todas sus capas aromáticas todavía existían, y de que más pronto que tarde yo iba a ser incapaz de percibirlas. Antes de irse me pidió que siguiésemos siendo amigos. Yo le dije que no”.
Luis Bravo: ‘Viento del Sur’
“Cuando pienso que siempre ha sido mi posición la de quien espera detrás de la puerta a que la discusión acabe, que espía porque no se atreve más que a eso por el pavor de una intervención que agravase la pelea y fueran dichas todas las verdades de las que serían lancinantes sus heridas y poco espacio quedaría para disculparse si ya se ha soltado lo que se pensaba de verdad, me hubiera ahorrado que dejara de gustarte. Me hubiera aliviado saber que impedí que algún día pudiera quererte menos o se esfumara lo que una vez fue sólido.
Ningún grito que increpara al otro por no apetecerle soportar más o porque no le atañese ya lo que le sucede al que está callado, pues ha escogido no luchar más. Ni una discusión que raspase sobre una superficie en exceso dañada porque ninguno de los dos tiene ganas de empeorarlo, porque nos veríamos y no quisiéramos respirar ni añadir nada que supusiera un castigo sobre la pena declarada. Uno de los dos intentaría que, no, mejor dejamos estar lo que ha pasado y salgamos de aquí porque se entrecortan las frases como un mal augurio que no junta las palabras ni son posibles las resoluciones de última hora, no creemos en ellas, no creemos ni en ti ni en mí, y juzgar lo que hemos dicho envenena los nombres”.
Flor M. Yustas: ‘Carta enredada para una gardenia que escupe flores’
“Las rupturas nunca se producen por una sola razón, su germen es multicasual. Tomamos la decisión cuando hemos gastado todo el abono que teníamos a mano. Quizá el amor es de los terrenos en que el ser humano lucha más. Al menos las bibolleras solemos hacerlo así: no nos rendimos hasta que se seca la última flor. Y, claro, luego pasa que, cuando finalmente se acaba, estamos totalmente exhaustas. Ya no hay nada que hacer. Y de un destrozo –esto me lo cuento cada vez que sufro porque a alguna rama me tengo que amarrar– se obtendrá un gran saco de mierda bovina que en el futuro sirva para abonar lo que sea que tenga que venir después de ti.
Espera, no, basta de teoría, a veces al amor le hace falta menos intelectualización y más raíz”. (…)
“Nos da pereza añadir a nuestra narrativa personal sobre la ruptura detalles importantes como que ‘pesaban los diez años de diferencia’ o que ‘teníamos pautas de comunicación radicalmente distintas”. (…)
“En la narrativa de nuestra ruptura hace mucho tiempo que no tiramos de la palabra ‘tóxica’ para denostar a la otra ni a la relación, ni usamos expresiones mercantiles como ‘no me aporta lo que necesito’ o ‘me supone más desgaste de lo que me da’. Esas serían formas cutres de tratarnos que no ayudarían nada en esto del (des)amor. Aunque a veces me gustaría que hubiera alguna etiqueta que pudiera ponerme en la herida y acelerase esta cicatrización”.
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