“¿Por qué vivir colonizados? Crearemos una Palestina libre”
Al ir a una conferencia donde se va a tratar un tema como el genocidio que está cometiendo Israel con los palestinos se siente un gran pudor al comprobar lo poco que se puede hacer, salvo manifestar que se pare. La escritora palestina Liana Badr en un encuentro, ‘Mujeres entre la guerra, el amor y los puestos de control,’ organizado por Casa Árabe en el marco del Festival de las Ideas, en Madrid, mantuvo un diálogo con la periodista Lola Bañón sereno pero sobrecogedor por las circunstancias que está atravesando Palestina y su repercusión en su vida y en su obra. “Visibilizar a las mujeres no es fácil y menos dentro del horror, pero se hace imprescindible”.
Liana Badr es novelista, poeta y cineasta. Una pena que sus libros no estén traducidos al español, sí al francés e inglés. Tal vez su paso por Madrid cubra este vacío y conozcamos las voces de las mujeres recogidas, ficcionadas o no, en su obra, como la de la poeta Fadwa Tuqan a la que Liana Badr reivindicó en un documental, como gran exponente de la llamada poesía de la resistencia.
Liana Badr habló del exilio, la diáspora y la vida bajo la ocupación, rasgos identitarios de las personas palestinas. Ella nació en Jerusalén y se crió en Jericó, estudió en Jordania, país de refugio de sus padres tras la ocupación israelí durante la llamada Guerra de los Seis Días en 1967. Vivió también la guerra en Líbano, que volvió a desplazarla a Siria, Túnez y Jordania antes de volver a Ramala en 1994. Su trayectoria es un testimonio vivo de los últimos 70 años de la historia de Palestina y Oriente Medio, la historia de una región en constante conflicto.
Algunos de sus personajes son mujeres refugiadas. Pero los retratos femeninos de sus cuentos, novelas y documentales son variados y diversos, desde activistas a poetas o campesinas. “Las mujeres en los conflictos siguen siendo invisibles y no son motivo de las narraciones periodísticas”. Liana Badr también ha sido periodista, lo que la llevó a visitar los campos de refugiados en Líbano, “donde las condiciones de vida eran muy duras, con vetos y prohibiciones, al no poder vivir fuera de ellos”.
Siguió la narradora: “Se olvida que las mujeres son hijas, madres, amigas, hermanas. Su olvido no es algo nuevo. A lo largo de la Historia, se habla de las guerras de los hombres, pero no de las mujeres en esas sociedades. Ellas también se enfrentaron a las armas, ahora a las bombas, así que también tienen su historia. Yo quería a través de ellas hacer una sinfonía de voces, no solo una voz. Los hombres son nuestros amantes, padres, hijos, pero no podemos escuchar solamente su voz”.
Liana Badr califica a las mujeres palestinas de fuertes y resistentes. “Siempre han estado dentro de la lucha, que se manifiesta incluso en las prendas de vestir que realizan. Las mujeres palestinas preservan la memoria a través de ellas, ya que pasan de generación en generación”. Sus bordados están considerados Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad por la Unesco.
“Ellas cuidan a las personas en Gaza, donde ya no quedan centros de salud. Las mujeres no tienen instalaciones sanitarias, no tienen compresas, así que las chicas jóvenes se sienten avergonzadas, las hace sufrir, otras no pueden parir en buenas condiciones, ya que los hospitales están destrozados. Dar a luz en las tiendas también las hace sufrir. Tal vez esto pueda ser visto como pequeños problemas, pero no es así. La vida de las mujeres en una situación de ocupación y de guerra se convierte en un horror”.
El 75% del territorio de Gaza ha sido destruido. Miles de casas ya no existen. Muchas de las personas tienen que vivir en tiendas de campaña. Hay 1.784.028 refugiados y refugiadas registradas. El 80% depende de la ayuda humanitaria para sobrevivir.
¿La identidad palestina es leída de manera diferente por hombres y mujeres? le preguntaron a la escritora. “Puede que sí, las mujeres han sufrido leyes restrictivas, como que no debían pronunciarse por escrito, pero las nuevas generaciones escriben cosas muy buenas, tienen coraje, valor y seguridad en sí mismas. Cuando comencé a trabajar en el Ministerio de Cultura había pocas mujeres, pero esto fue cambiando y empecé a ver que mis compañeras, a pesar de ser madres, estudiaban.
Podría decirse que en Palestina había una obsesión por la educación, pero el ejercito israelí también ha destruido bibliotecas, escuelas, universidades, miles de estudiantes han muerto. ¿Como puede la sociedad occidental estar aceptando este genocidio y este sociocidio”, se preguntaba Liana Badr.
La escritora reconoce que es duro poner una ficción en marcha cuando la realidad es tan dura. “Pero las voces palestinas son algo que llevo en el alma. Estoy en contra del silencio. Debemos hablar. La defensa de lo que somos es para todas las personas, no podemos aceptar vivir en un mundo en el que se produce un genocidio. La escritura me libera, tal vez en el día a día no puedo cambiar las cosas, pero lo puedo hacer con mis escritos ayudando al progreso de las mujeres. En el norte de Palestina hay una escuela que pidió a las mujeres que escribieran, que expresaran lo que querían ser y muchas dijeron que escritoras; fue una sorpresa, así que para mí fue una alegría saber que lo estaba haciendo bien”.
Liana Badr reconoce que las mujeres siguen teniendo problemas con lo que denomina herencias de una antigua sociedad, “pero cada vez hay más chicas que estudian, trabajan; no estamos completamente liberadas, porque la ocupación es un gran obstáculo y el progreso se ha detenido. Se ha avanzado, pero esto no quiere decir que ciertos comportamientos hacia las mujeres persistan. Las mujeres están luchando por su libertad y por su lugar en la sociedad. Esta tragedia ha hecho perder a grandes profesionales”.
Todos los palestinos que viven como ella en Ramala, como en cualquier otra ciudad de la Cisjordania ocupada o en la Franja de Gaza, tienen que atravesar una carrera de obstáculos si quieren llegar a Jerusalén. Esta situación la plasmó en la película Rana’s Wedding, de la que es guionista. En ella pudo presentar el conflicto palestino-israelí y retratar la lucha diaria de un palestino por llevar una vida normal. También conocida como Jerusalem, Another Day, Liana Badr pone a los checkpoint, puntos de control, como ejemplo de crueldad para las personas que tienen que visitar a sus amigos, a sus parientes. “Estos checkpoint son sitios donde se puede dar el amor, pero también donde se humilla a las personas, donde te registran tus pertenencias, te tocan, te pueden meter en la cárcel sin motivo alguno y peor, te matan sin motivo alguno, ya que no tienen que rendir cuentas a nadie”.
Reconoce Liana Badr que es difícil preservar el equilibrio como creadora en esta situación. “La historia que tenemos de adaptación es muy larga. Queremos quedarnos en nuestra tierra, somos fuertes y firmes, aunque estemos tristes y lloremos o gritemos. Los palestinos y las palestinas amamos la paz, somos cálidos, recibimos bien a otros pueblos. Hemos convivido con las tres religiones en paz. Esta colonización intenta eliminarnos y quedarse con todo. No es la primera vez, así que seguiremos luchando y trabajando para construir la paz. Parece que no tenemos la capacidad para detener esto, pero guardamos la esperanza de crear una Palestina libre. Deberíamos ser libres en nuestro país, ¿por qué debemos vivir siempre colonizados?, ¿por qué se fijan en nosotros? Es un tema muy doloroso, pero a pesar de lo que está ocurriendo, espero que algún día los palestinos serán libres”.
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