‘A pulmón’: el documental sobre 20 mujeres cineastas vascas
Con todas las miradas puestas esta semana en Euskadi, por la cita electoral del domingo, ‘El Asombrario’ pone el foco en el documental ‘A pulmón’ (‘Arnasa Betean’), realizado por Bertha Gaztelumendi y Rosa Zufía: el extraordinario testimonio de una veintena de mujeres cineastas vascas cuyos trabajos ocupan un periodo aproximado de tres décadas y que nos ayuda a entender muchas cosas. Desde las más veteranas, como Helena Taberna (‘Yoyes’) y Arantxa Echevarría (‘Carmen y Lola’), hasta directoras jóvenes como Alauda Ruiz de Azúa (‘Cinco Lobitos’) o Estibaliz Urresola (‘20.000 especies de abejas’), ambas con el Goya a mejor dirección nobel. Se acaba de estrenar en los cines Príncipe de Donostia-San Sebastián.
A Pulmón es el nombre de un deporte extremo que exige renunciar a respirar dentro del agua mientras se recorren considerables distancias a no poca profundidad. A pulmón se sumergen, por ejemplo, los buscadores de perlas en Japón. Igual que las tres buceadoras profesionales (Erea López, Lara Larrañaga y Ainhoa Incógnito) que refrescan este documental precioso y necesario, protagonizando unas hermosas transiciones donde cambian los zapatos de tacón por aletas, para acabar tocando fondo con los pies desnudos disfrutando de las caricias de la arena casi virgen del fondo del mar.
Una arena que esconde sus tesoros: esas típicas latas planas de metal donde se conservan las películas, y que las tres buceadoras rescatan con cuidado e ilusión para ascender con ellas hasta la playa.
La idea y realización de este proyecto es compartida por Bertha Gaztelumendi y Rosa Zufía. Juntas han recogido el testimonio de una veintena de mujeres cineastas vascas cuyos trabajos ocupan un periodo aproximado de tres décadas. María Elorza, Maider Oleaga, Arantxa Echevarría, Mireia Gabilondo, Lara Izagirre, Alauda Ruiz de Azúa, Ana Díez, Estibaliz Urresola, Leire Apellaniz, Iratxe Fresneda, Helena Taberna, Isabel Herguera, Bego Vicario, Izibene Oñederra, Ana Murugarren, Marina Lameiro, Arantza Santesteban, Maddi Barber o Maite Ruiz de Austria. Desde las más veteranas, como Helena Taberna o Arantxa Echevarría, hasta directoras jóvenes como Alauda Ruiz de Azúa o Estibaliz Urresola, que han irrumpido con títulos tan aplaudidos como Cinco Lobitos y 20.000 especies de abejas, respectivamente.
A Pulmón describe la actitud que han de adoptar las mujeres, en este caso vascas, para afrontar su trabajo. Bucear y rodar. Rodar y bucear. Ambas prácticas comparten la necesidad de un estado de relajación mental, que facilite la inspiración profunda y retener el aire el tiempo necesario para no morir en el intento. El título en euskera es Arnasa Betean, algo así como respirar a tope cuando te falta el oxígeno, “una bonita metáfora de cómo las mujeres nos sumergimos en el cine, con escasas ayudas y poquísimos medios, sin apenas oxígeno”, explica Rosa Zufía. “No fue fácil traducirlo al euskera. También podría significar respirar a tope”.
Fue uno de los títulos más esperados de la Gala de Cine Vasco (71 edición del Festival Internacional de Cine de San Sebastián), donde los aplausos se mantuvieron durante la proyección de los títulos de crédito y un ratito más. Meses después se programó en Madrid dentro del Festival de Cine por Mujeres, con excelente acogida, y por fin llegó a las salas comerciales a finales de marzo. Hablamos con las directoras…
“Ha sido una inmersión en el trabajo de cineastas vascas de ayer y de hoy. Nos interesaban sus películas y sus testimonios para contar las miradas, los sueños y el gran esfuerzo invertido para salir adelante. En definitiva, queríamos mostrar su aportación al cine”, explica Bertha. “Nosotras sentíamos que había que hacer esta película. Ambas somos periodistas”, sigue Rosa. “Hemos estado en muchos festivales de cine entrevistando siempre a más hombres que mujeres, porque la aportación femenina es mucho más desconocida. Somos conscientes de la discriminación y la desigualdad que sufren las directoras de cine y no solo las vascas. Ya era hora de darles voz y todas ellas nos lo han agradecido”.
¿Por qué la figura del mar?
Porque es muy potente, inmenso y muy hermoso. Lo más grande es zambullirnos en él y conseguir respirar debajo del agua. Se nos ocurrió incluir esa pequeña ficción de las tres submarinistas para que el documental no fuera solamente un testimonio tras otro. Precisamente porque hemos hecho muchísimas entrevistas queríamos diferenciarlo.
Los testimonios abarcan un largo periodo de tiempo. Como dice en una de las secuencias Arantxa Echevarría, “no es que el cine de mujeres esté ahora de moda, es que antes no se hablaba de él”. ¿Qué piensan las veteranas de la llegada de tantas directoras vascas?
Entre las más veteranas y las recientes puede que haya casi tres décadas de diferencia. Respecto a lo que piensan de las más jóvenes y de sus éxitos, pues están encantadas. ¿Más fácil ahora? Evidentemente, sí. Primero porque hay otra cultura en la sociedad, con más mujeres echadas para adelante, haciéndose escuchar. También hay más escuelas y más alumnas que aspiran a ser directoras. Hay una cultura diferente y las que llevan ya más tiempo están muy orgullosas de haber abierto camino. Eso no significa que los problemas de financiación no existan, porque fácil del todo no lo tiene ninguna, pero es indudable que hoy se construyen más redes y es muy emocionante ver a tantas mujeres colaborando y trabajando juntas. Entre nosotras nos regalamos el apoyo que la industria nos escatima.
¿Reacciones masculinas?
Pues no tenemos muchas de parte de los directores, pero sí nos han felicitado muchos periodistas. Uno me dijo algo precioso: “Esto deberían distribuirlo en las farmacias, porque nos ha levantado bastante la moral a todos”.
“Algo muy bueno del feminismo es que lo cuestiona todo”. Una frase que escuchamos en la película y nos parece muy positiva, especialmente en estos tiempos convulsos, mires donde mires.
Es una gran verdad, aunque nos negamos a generalizar, porque, puestas a cuestionar, no se libran ni las propias bases de la desigualdad y la discriminación. Insistimos mucho en que hay más sectores perjudicados, colectivos que no pueden acceder al cine por el sexo o por la raza.
También insisten en que el cine de mujeres no tiene por qué limitar sus guiones a historias femeninas.
El universo es infinito y, si no queremos que nos encasillen, hay que empezar a romper estereotipos. Una mujer que hace cine en libertad es una creadora desde su propio universo. Sabemos que la visión que pueda tener un hombre de, por ejemplo, una guerra va a ser diferente a la que tenga una mujer. Nuestras preocupaciones no son siempre las mismas, porque las reflexiones no tienen por qué coincidir. Dicho esto, las mujeres podemos narrar asuntos universales como la alegría, la tristeza, las relaciones humanas…, igual que un hombre. Es importante insistir en que no todas nos dedicamos siempre a hacer cine intimista.
Del #MeToo al #Seacabó. Es hora de alzar la voz.
Es absolutamente necesario. Había que desmontar ese mundo de ensueño y glamour que rodea a la industria del cine. Siempre pensando que la vida de las actrices es brillante y feliz, pero resulta que no es así. Ambos movimientos han tenido mucho calado y mucho impacto en la sociedad.
¿Planificáis el reparto del trabajo entre las dos?
No hay un reparto de tareas prediseñado. Todo surge de una forma muy natural. Somos amigas y hemos trabajado mucho juntas. Compartimos puntos de vista, gustos en el cine, y tenemos la misma onda, feminista por ejemplo. Nos repartimos las tareas teniendo en cuenta lo ocupada que esté cada una, porque nos suplimos perfectamente. Nos enviamos trabajo, nos corregimos y a veces se nos olvida de quién partió cierta idea, porque una empieza la frase y la otra la termina.
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