Punk y feminismo, ruido y revolución
La explosión sociocultural del punk supuso el paso adelante de muchas mujeres, que reivindicaron un papel más activo en un mundo eminentemente masculino como el rock. Pero, ¿es machista el punk hoy día? Abriendo la semana de reivindicación de la mujer, de sus derechos y visibilidad en todos los espacios, en ‘El Asombrario’ repasamos el panorama de las últimas décadas, de Patti Smith a PJ Harvey, de Las Vulpes a Grippers.
POR DANI CABEZAS.
«El rock and roll supuso aunar diversión, revolución y sexualidad. Y en cuanto al punk… Estoy orgullosa de que se me asocie con el movimiento: fue una fuerza muy, muy poderosa». La frase, pronunciada por Patti Smith en una entrevista con este periodista allá por 2012, ilustra bien lo que supuso la irrupción de la autora de Horses en el panorama musical de mediados de los años 70.
Eran tiempos en los que el papel de la mujer en el rock era residual, casi anecdótico, y sin apenas iconos más allá de la desaparecida Janis Joplin. Smith rompía con todo aquello desde la propia portada del álbum, en la que, chaqueta al hombro y con un look intencionadamente masculino, se mostraba desafiante, independiente y segura de sí misma.
Horses fue, junto a otro buen puñado de discos y artistas, la antesala de la explosión de un movimiento que sacudió los pilares de la música popular y de la bienpensante sociedad del momento. El punk hablaba de rebeldía, pero también de empoderamiento y autogestión. Tras Patti Smith llegaron Siouxsie & The Banshees. Llegaron Debbie Harry y Blondie. Llegaron Runaways y B-52. Y ya nada volvió a ser lo mismo, tampoco para las mujeres.
Avanzando hacia la igualdad
«La aparición del punk está ligada a una mayor presencia femenina en los grupos. La mujer no solamente está para ser guapa y agradar: toma el papel transgresor de sus compañeros varones y se viste y expresa con la misma rabia que ellos», apunta Rafa Cervera, crítico musical que ha escrito y reflexionado en infinidad de ocasiones sobre el papel que ha jugado la mujer en el movimiento punk. «No fue algo programado, y menos desde ningún colectivo feminista. Simplemente sucedió, y abrió las puertas a una serie de cambios que hicieron posible que la igualdad estuviese un poco más cerca».
¿Y en España? Muchos recuerdan la actuación de Las Vulpes en el programa de TVE1 La Caja de Ritmos, en 1983. El grupo de Barakaldo interpretó -en pleno horario infantil- la inolvidable Me gusta ser una zorra. El escándalo fue mayúsculo, y acabó con una querella contra el director del espacio, Carlos Tena, que se vio obligado a dimitir. ¿Acaso hay algo más punk que la capacidad de escandalizar?
«Aquellos casos fueron muy importantes en su momento, porque aquí íbamos con retraso respecto a ese tipo de derechos. Que Alaska y Ana Curra salieran en TV era muy importante. Que se viera a una mujer vestida con un mono en Aviador Dro era importante. Y que Las Vulpes ejercieran su derecho a molestar era muy importante», apunta Cervera.
«Combatir la falocracia del rock»
Pese a los escándalos y los tímidos avances, bien entrados los 80 el rock seguía siendo marcadamente masculino… y machista. Las mujeres eran las novias, las groupies o, como mucho, las teclistas de los grupos. Y el punk tampoco suponía una excepción. Quizá por ello florecieron, en plena tercera ola del feminismo, las bandas del denominado Riot Grrrl.
La ciudad de Olimpia, capital del Estado de Washington, fue la cuna de un movimiento contracultural protagonizado por mujeres con el punk y el Do it yourself por bandera. Fanzines como Jigsaw o el propio Riot Grrrl, que acabaría dando nombre al movimiento, sirvieron de vehículo para canalizar el grito de rebeldía de las mujeres frente a un patriarcado que, también, encontraba su hueco en el mundo del punk. Surgieron grupos como Bikini Kill, Bratmobile, The Go Team o Sleater Keaney. Bandas que, a menudo, sufrían los insultos del público, que las llamaba «putas» o «bolleras» . Ellas, a modo de respuesta, se pintaban esas palabras en la ropa para despojarlas de su significado.
La generación Riot Grrl inspiró a bandas posteriores como The Breeders, Hole, PJ Harvey o, más recientemente, las rusas Pussy Riot. Y aunque en España su paso quedó eclipsado por la eclosión del grunge, sus postulados y maneras influyeron en infinidad de bandas de todo pelaje. «El movimiento Riot Grrrl fue muy inspirador para mí», recuerda Laura Pardo, quien fuera cantante de la influyente banda madrileña Aerobitch. «El punk era, y sigue siendo, un género mayoritariamente masculino, y así se plasmaba en nuestros conciertos». Laura era, de hecho, la única mujer en un grupo de cinco miembros.
El reflejo de la sociedad
Fermín Muguuza, líder de Kortatu, retrató en el falso documental Zuloak las peripecias de una banda de inspiración Riot Grrrl. «Es un hecho: el 95% de los que se suben a un escenario son hombres», se lamentaba el propio Muguruza en una charla con este periodista durante la presentación del documental. «Sinceramente, nunca he tenido ningún problema para crear un grupo y tocar», intervenía Tania, del propio grupo, en aquella conversación. «Aun así, es verdad que arrastramos un peso histórico que se refleja en la presencia de la mujer en el mundo del rock».
La pregunta, pues, parece inevitable. ¿Sigue siendo machista el punk, pese a haber contribuido a romper algunos de los más rancios estereotipos del rock? «Por desgracia el machismo se encuentra presente en todos los ámbitos de la sociedad, y la música no va a ser menos: la escena punk sigue estando representada mayoritariamente por hombres, y se siguen viendo comportamientos y actitudes machistas en los conciertos», opina Rosa Parrilla, que lleva 20 años acudiendo a conciertos de todo pelaje, diez de ellos como promotora.
Con todo, hay matices. «Creo que existen diferencias en relación con otros géneros, puesto que esta escena está mucho más politizada y concienciada. Además, de un tiempo a esta parte veo cómo cada vez hay más mujeres haciendo suyo este espacio, dejando claro que nosotras estamos ahí igual que ellos, organizando conciertos, tocando en bandas, escribiendo fanzines y, en definitiva, luchando contra esa normalidad opresiva»
Una de esas mujeres es Mery Riot, vocalista de la banda de punk Grippers y, durante más de seis años, camarera en la sala madrileña Siroco, por cuyo escenario a visto desfilar a centenares de bandas. «Personalmente, nunca me he sentido discriminada como mujer, ni arriba ni abajo del escenario», apunta. «Creo que a lo largo de la historia hay infinidad de ejemplos que demuestran que mujeres y hombres pueden estar al mismo nivel. Desde Wendy O’Williams o Joan Jett a Poly Styrene o Beki Bondage. Todas ellas dejan muy claro que el género no es excluyente». Rosa, por su parte, lo tiene claro: «Todavía hay mucho que hacer para avanzar hacia la igualdad de género y el empoderamiento de la mujer, pero mientras tanto nuestra obligación es visibilizar el machismo y mostrar tolerancia cero hacia él». También en un ámbito supuestamente revolucionario como el punk.
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