¿Qué hábitos eco-bio cambiaron tu vida? 40 años de BioCultura
Julia acudió por primera vez a BioCultura en Madrid hace ocho años. Conocer alternativas de consumo más saludables hizo que fuera cambiando poco a poco sus hábitos, mejorando su salud y su forma de vida. Como ella, miles de personas han encontrado en este espacio opciones transformadoras desde lo cotidiano. BioCultura cumple 40 años. Hemos hablado con consumidores y con productores: personas que desde la agricultura, el textil o la artesanía contribuyen a crear otras realidades. Ese otro mundo posible ya existe desde hace tiempo. Sus rostros y sus historias de vida pueden encontrarse en BioCultura. La feria de productos ecológicos y consumo responsable ha llegado este fin de semana a Madrid-Ifema. Hoy sigue abierta hasta las 7 de la tarde.
“Arrastraba problemas de alergias y malestar desde hace años. Una amiga me invitó a ir a la feria a darnos una vuelta. Me encontré de primera mano un mundo lleno de posibilidades, salí con ideas, con un nuevo impulso, fui cambiando no sólo mis hábitos alimentarios, sino el uso de cosméticos y cremas, jabones, detergentes, y poco a poco al ir liberándome de tóxicos (y de estrés, otro tóxico), mi salud empezó a mejorar. Hoy ya no tengo alergias”. Julia (58 años) es fan declarada de la feria y no falta a su cita anual, como Sara (45 años). “En mi caso hace más de 20 años conocí aquí la copa menstrual. Hoy es más habitual encontrar este tipo de opciones, pero en aquella época no lo era. Dejé de usar compresas y tampones, encontré una nueva manera de vivir mi menstruación, de forma más respetuosa para mí y para el planeta”.
Para Oriol (26 años), la novedad fue encontrar el filtro de la ducha. “En el área metropolitana de Barcelona, donde vivo, hay mucho cloro y metales pesados en el agua. Conocí el filtro para la ducha y me lo llevé, es algo que uso desde entonces, noto la mejora en la piel, el cabello. También fue aquí donde aprendí a interpretar las etiquetas para hacer la compra en el supermercado y saber qué es realmente un producto ecológico y qué no lo es (greenwashing)”. Y Marga (30 años) ha encontrado unas cazuelas de acero inoxidable cuyas tapas miden la temperatura para cocinar de forma más saludable. “Quiero pasarme ya a sartenes y cazuelas más respetuosas con la salud y el medio ambiente, sin antiadherentes ni químicos. Vi una película (Aguas oscuras) basada en hechos reales y desde entonces puse más atención en esto”.
Son ejemplos de algunos consumidores. Y al otro lado de los stands se encuentran los productores y productoras. Unos 400 expositores este año con productos de todo tipo.
A veces, lo novedoso dentro de lo sostenible tiene que ver con rescatar las buenas prácticas de las generaciones que nos precedieron.
Alain Flores viene de Navarra; junto a su pareja trabaja con la lana en un proyecto de economía circular. “La recogemos de los pastores, acordamos un precio justo con ellos y hacemos todo el proceso excepto el lavado, que lo hacemos fuera. Vimos la problemática que hay en la zona Norte, los pastores esquilan las ovejas y no saben qué hacer con la lana, se trata como un residuo. Nuestra filosofía es que somos un rebaño y nos cuidamos. Hacemos fieltro, tratamos la lana para hacer el tejido y hacemos productos cotidianos para que vuelva a usarse como un producto de calidad”.
Mantas, abrigos, fajas, zapatillas de casa, plantillas para poner en los zapatos que aíslan del frío del suelo y absorben la humedad… Tienen hasta bolas de lavadora. “Sustituyen al suavizante, pones tres bolas de lana en el lavado, te ahuecan la ropa, hacen que se arrugue menos. Evitas los químicos y los contaminantes del suavizante”.
Alain explica que se ha perdido mucho la cultura, el saber, la formación, y la otra complicación que encuentran es que los sitios que lavan la lana piden un mínimo de 500 kilos, lo que requiere mucha inversión para los pequeños productores. Pero a pesar de las dificultades, siguen trabajando para defender el uso de la lana. “Es una fibra natural, biodegradable, no genera microplásticos, vuelve a la tierra como un nutriente. Cómo transpira y absorbe la humedad, esa cualidad no te la va a dar un tejido sintético”.
Desde Galicia, Joaquín Barral trae sus divertidas infusiones. “Hace unos años varias personas buscamos crear un proyecto vinculado al mundo rural, somos agricultores, quisimos introducir la innovación y la investigación para hacer un producto algo diferente a lo que ya existe”. Empezaron cultivando té verde ecológico y a partir de ahí ampliaron las plantas aromáticas creando infusiones con nombres como Calma tu karma, Pero qué riquiña Carmiña o Descaradamente sexy. Tienen hasta una infusión para Samaín, haciendo referencia a la tradición celta pagana. Lleva calabaza, claro. “En España el consumo de café es mayor y tenemos las infusiones asociadas a momentos como cuando estoy enfermo o cuando me encuentro mal. Intentamos que sean unas bebidas agradables que apetezca tomar en cualquier momento del año, que nos den un beneficio saludable, pero que sean también unas mezclas simpáticas, para tomar también en verano, con hielo, con frutas, en granizado, etc…”.
Y de las plantas a las abejas. Daniel Simón pertenece a la quinta generación de una familia de apicultores de Cobeña, en la Comunidad de Madrid. “La primera constancia que tenemos de los orígenes apícolas en la familia es del año 1897. Siempre hemos trabajado apicultura ecológica, nuestra miel se elabora de forma artesanal, nuestras colmenas están en terrenos naturales, no fertilizados, alejados de núcleos urbanos, no utilizamos antibióticos para tratar las colmenas, las curamos con tratamientos naturales. Las abejas son como otros animales, también hay que tratarlos, si se usa antibióticos o fitosanitarios eso deja trazas en la miel”.
Daniel constata que cada vez hay más demanda entre la población. “No llegamos a los niveles de Alemania o Inglaterra, que valoran mucho más esto, pero estamos en el camino”. Su miel de roble y su miel de romero han sido premiadas con el London Honey Awards. “Además del sabor, la miel es una gran compañera para los procesos gripales, es balsámica y guarda las propiedades de cada flor (madroño, tomillo, eucalipto…)”.
Roser aparece entre su máquina de coser y su caravana, la primera caravana de costura sostenible, capaz de hacerte transformar residuos en recursos. “Esto nació en El Boalo, en la sierra de Madrid, para enseñar lo aprendido en la confección de prendas de moda sostenible, prendas hechas con materiales recuperados de ropa usada o de sobrantes de industria textil”. Lo hacen a través de talleres para que las personas empiecen a reparar su ropa, a darle nuevos usos. “Son experiencias de costura reivindicando también su valor, el valor de coser y de todo lo que hay detrás”. Y a través de la venta de ropa. “Detrás de la ropa bien hecha hay precios que desgraciadamente no pueden competir con los de la industria, ésa es una de las dificultades principales”. Roser, antes de venir a la feria como expositora ya venía como consumidora. “Es brutal, porque con una sola visita tocas todo: alimentación, cosmética, bioconstrucción, salud, cuidado”.
Igual que Daniel Lecca, que ahora ofrece quesos veganos, pero como consumidor agradece “encontrar espacios como BioCultura, con opciones saludables y alimentos ecológicos que te permiten cuidarte a ti mismo, estar más en contacto con el amor propio a través de la alimentación y el consumo, de la conciencia saludable”. Habla con pasión de sus quesos veganos, con base de altramuz y anacardo. “El altramuz es un súper alimento; en la época de la guerra en España muchas familias pobres se alimentaban usando este alimento que ha quedado olvidado. Es la base, y luego en nuestras variedades usamos hierbas provenzales, pimentón, nueces, tenemos el Sant Andreu en homenaje al barrio donde tenemos el obrador en Barcelona, otro es el de reducción de vino blanco y otro fermentado en hojas de parra”. Subraya que no usan plásticos.
En la feria hay programadas más de 300 actividades relacionadas con un eco-estilo de vida sostenible: alimentación, cosmética, moda sostenible, artesanía, salud natural, bioconstrucción, talleres, cocina en directo, jornadas profesionales y actividades para los más pequeños en el festival Mamaterra, showcooking ecogastronómico, festival de yoga, eco-foodtrucks, etc…
Los datos dicen que España ha incrementado un 12% en 2023 la Superficie Agrícola Utilizada (SAU) en agricultura ecológica. “Somos líderes mundiales en producción, tenemos climas diversificados, excelentes tierras, sabiduría agraria y ganadera que se remonta muchos siglos atrás y extraordinarios profesionales. Somos la despensa orgánica de Europa. Pero nuestra asignatura pendiente es el consumo interno. Nos queda mucho para llegar a las cifras de consumo bio per cápita de países como Suiza, Dinamarca, Alemania, Francia… Por eso BioCultura sigue siendo hoy tan necesaria como cuando se creó, hace 40 años”, explica Ángeles Parra, directora de BioCultura.
“Nuestros agricultores y ganaderos son tesoros que hay que cuidar. Merecen máxima visibilidad. Junto a elaboradores, tiendas, ecochefs, restaurantes… Su tarea es, en cierta forma, heroica”.
Quedan reivindicaciones pendientes. “Las instituciones públicas nos podrían ayudar y quitar o rebajar el IVA del alimento ecológico, además de incentivar fiscalmente la producción y el consumo ecológico”. Son demandas históricas del sector. “Es urgente y necesario que el alimento ecológico, el más sano, el más sostenible, el más puro, llegue a todos los hogares. La agroecología es una forma efectiva de luchar contra las enfermedades de la civilización, la contaminación química y transgénica, la merma de la biodiversidad, la despoblación rural, el calentamiento del clima y en pro de las economías locales y la riqueza nacional. Necesitamos muchas bioculturas para recuperar la armonía con la Naturaleza y volver a una sociedad más justa, limpia, solidaria y serena. Ésta no tiene que ser la revolución de una élite, sino un despertar de toda la sociedad”.
Ese despertar se está produciendo cada vez a edades más tempranas. Diego (13 años) viene cada año a la feria con su familia. “Siempre compramos ecológico, me gusta probar los quesos, las infusiones y los chocolates. Y al llegar hoy me he encontrado con un niño de mi clase”. Las nuevas generaciones vienen pisando fuerte. Pisando conscientemente.
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