¿Qué sucede cuando alguien cercano muere?
Veinte años después de su formación, el colectivo La Tristura presenta en el teatro Valle Inclán de Madrid ‘Así hablábamos’, la historia de una banda musical que, tras el fallecimiento de una de sus componentes, vuelve a reunirse. Siguiendo las huellas de la escritora Carmen Martín Gaite, este grupo de amigos se reencontrarán y encontrarán sentido a seguir y encontrarán a quien les escuche, algo cada vez más difícil.
De entre todos los palos que tocó Carmen Martín Gaite (Salamanca, 1925 – Madrid, 2000) –y fueron muchos–, siempre sorprende el disfrute que la salmantina encontraba en una labor digna de antropóloga y muy poco común en otros escritores de posguerra: lograr un retrato preciso de los usos sociales, amorosos y lingüísticos de generaciones posteriores a la suya, en concreto de aquella cercenada por la droga y el sida. A pesar de la tristeza que se trasluce en sus últimas novelas, este esfuerzo por plasmar el habla de la calle persistió en la autora, quizá como un refugio en el que seguir encontrándose con su hija Marta, fallecida en el verano de 1985, como consecuencia del VIH. “Escuchar cómo habla la gente en los cafés, en las calles, en el autobús… me arropa”, decía Carmiña o Calila, como la llamaban sus amigos.
Así hablábamos parte de la misma premisa: retratar a una generación que Martín Gaite no pudo conocer. Uno de los personajes incluso dice haber nacido en el año en que ella falleció. El argumento recuerda en algo al canadiense Xavier Dolan: un grupo de amigos que no llegan a la treintena se reúnen un año después del fallecimiento de una de sus integrantes. Conforman desde hace tiempo una banda y su objetivo es grabar un segundo disco, el primero tras la pérdida. Algo desnortados, parecen hacer propia la frase de Los Planetas “tendrá que haber un camino”, porque lo buscan, pero no lo acaban de encontrar, en el tránsito de una edad donde las rutas vitales empiezan a llevarnos por sendas muy distintas a las de las amistades que hasta anteayer consideraban eternas. Algunos textos de Martín Gaite van marcando la estructura del texto y la dramaturgia (muy bien traídos los fragmentos proyectados de El libro de la fiebre o Lo raro es vivir), pero son dos los títulos alrededor de los cuales esta banda intenta encontrarse a sí misma: Nubosidad variable y La reina de las nieves, esta última, y como no podía ser de otra forma, entendida como metáfora de la muerte de la amiga, llamada Sofía.
La idea sobre la cual la pieza orbita es el que quizá sea el artículo más célebre de Martín Gaite, La búsqueda de interlocutor, que ella dedicó, no sin cierta mordacidad castellana, a Juan Benet. En concreto “a Juan Benet, cuando no era famoso”. En él se aborda una cuestión permanente en la obra de la escritora, la necesidad de encontrar un destinatario de nuestras palabras. Esto es, estrictamente, lo que le ocurre a estos ocho amigos: tan difícil es para ellos ser escuchados como hablar, saber quiénes son los receptores de unas canciones que hace un momento no existían y ahora lo hacen del mismo modo en que nos preguntamos cómo es de extraño “… que estemos aquí sentados, que hablemos y se nos oiga, poner una frase después de otra sin mirar un libro, que no nos duela nada, que lo que bebemos entre por el camino que es y sepa cuándo tiene que torcer, que nos alimente el aire y a otros ya no”. Se trata de jóvenes envejecidos prematuramente, con los ojos abiertos como platos ante el fallecimiento de una amiga a esa edad en la que todavía sentimos que la muerte es negocio ajeno. A veces son capaces de hablar, otras canalizan la palabra a través de los instrumentos. Tampoco les es fácil encontrar entre sus amistades a quien les entienda.
“Pero el amigo que quiera escuchar en un momento dado la historia que nosotros quisiéramos contar es tan difícilmente hallable como el que, en otros casos, acertara a contarnos la que necesitáramos oír” comenta Martín Gaite en el ensayo. De esta idea parten Itsaso Arana, Violeta Gil y Celso Giménez –o lo que es lo mismo, el colectivo La Tristura– para crear este grupo de amigos que se buscan, muchas veces creando nuevos vínculos entre ellos, las más utilizando el que tenían con la fallecida como una tecnología ya obsoleta, un arma en desuso.
La trama –como la de la propia vida de Martín Gaite– podría haber tendido a la lágrima fácil, a arrojar drama sobre el drama. Sin embargo, no cae en este error, porque personajes y autores son conscientes de que lo raro es estar vivo. La culpa, a veces –lo dice una de las protagonistas– nos viene también de estar vivos, de estar sanos. De ese “yo sigo aquí, ella ha muerto y yo me he salvado”. Es siempre la culpa de un funeral que se podría haber hecho mejor. Y, sin embargo, el texto transita a través de explosiones de alegría, de una juventud que se pierde después de cumplir los 30, del optimismo y la inseguridad de tener una carrera por delante.
En Así hablábamos es el público quien, literalmente, rodea a los actores y actrices, los arropa, siendo partícipe de la fragilidad de su juventud, de su habla. De la búsqueda incansable de encontrar a quien nos escuche. ¿Y ella? ¿Qué opinaría la autora en torno a la cual gira el texto, giran los actores? Es el espectador quien tendrá que decidir, a través de su voz en off, si la ha encontrado en persona o en personaje.
No es casualidad que Sofía, la amiga ausente, comparta nombre con Sofía Montalvo, mujer de mediana edad y una de las dos protagonistas de Nubosidad Variable. Hacia el final de la novela esta última encuentra en un joven homosexual la persona a la que escuchar: “Yo es que flipo contigo”, le dice él, “eres total”. “¿Tú crees?”, contesta Sofía. “Pues no sé, chico, yo me veo más bien parcial”. Así hablábamos muestra a estos ocho personajes ya para siempre incompletos, ya siempre parciales. En ellos el público hallará a ocho amigos huérfanos de una novena, ocho caracteres en una edad decisiva que buscan ni más ni menos que a su interlocutor.
Todo el acierto de la función es que lo encontrarán en el patio de butacas que les rodea. Y eso ya es todo.
‘Así hablábamos’. La Tristura. CDN. Teatro Valle Inclán. Hasta el 24 de marzo.
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