¿Quién no ha sentido alguna vez el deseo de huir, de escapar?
¿Quién no ha sentido alguna vez el deseo de huir, de escapar? En el momento presente, por ejemplo, huir de la pandemia, del trabajo, de ciertas rutinas, de una vida agotadora, de la mediocridad que nos rodea, de la estupidez, de la injusticia, del mirar hacia otro lado, de un ruido que no cesa y que se propaga por los teléfonos móviles y las pantallas, ¿de Isabel Díaz Ayuso y sus macabradas? Luego está ese territorio en el que nos refugiaríamos y nos aislaríamos del mundo, tal vez para encontrarnos de nuevo, para mirarnos al espejo y reconocernos. Vernos en otro paisaje, con calma, sin las manecillas del reloj ahogando los días. Es lo que hizo Mercedes Soriano (1953-2002). El libro ‘Aposento’, de Miguel Ángel Muñoz, es un viaje personal en busca de esa escritora, una indagación en torno a las razones que tuvo para dejar Madrid y refugiarse en el Cabo de Gata.
Cuando era joven, uno de esos lugares era el Cabo de Gata, en Almería. Hace años que no voy, pero la última vez que estuve apenas quedaba nada de mi recuerdo, de ese silencio que solo rompía el canto de las chicharras, de las playas casi vírgenes en las que uno se tumbaba a escuchar lo que tenía que contarnos el mar.
En uno de esos viajes de antaño me veo sentado en un café de paredes azules, como el cielo del Mediterráneo. Desde la terraza miraba el horizonte sanguinolento que moría en el agua cada tarde. Situado en la Isleta del Moro, el café era el mismo en el que se sentaba Mercedes Sampietro a leer a Ángel González y a contemplar el horizonte, a escuchar las olas. Me gustó tanto esa película de Pilar Miró, ese momento de plenitud y recogimiento que tan bien supo captar la directora, que fui expresamente a conocerlo y a sentarme en el mismo lugar. Puede que todo este recuerdo tenga una parte de invención. No hay nada más ficticio que la memoria, ya lo sabemos. Pero no, mi recuerdo es también el de compañeros de generación. Leo: “El pájaro de la felicidad era un filme enigmático y hermoso, uno de los más bellos del cine español, en el que una mujer perteneciente a la generación que, gracias al socialismo, tocó el poder con las manos –un trasunto de la directora, Pilar Miró–, decide romper con su vida y aislarse en la Isleta del Moro”. Es un fragmento de la última parte de Aposento (La navaja suiza), de Miguel Ángel Muñoz (Almería, 1970).
Me gustan los libros inclasificables, que superan las estrecheces de los géneros, y Aposento lo es, a pesar de que la contraportada diga que se trata de una novela. Entre otras cosas, Aposento es un viaje personal en busca de una escritora, Mercedes Soriano, una indagación en torno a las razones que tuvo para dejar Madrid e irse al Cabo de Gata después de haber publicado varias novelas. ¿Por qué dejó Madrid, donde se cuece el mundillo literario, que tanto ansían algunos escritores, por un pequeño pueblo del Cabo de Gata, alejado de los oropeles y los parabienes? ¿Qué buscaba allí? ¿Cómo era su relación con el paisaje del propio Muñoz, con su tierra, su infancia?
Antes de marcharse, Soriano había publicado Historia de no, Contra vosotros y ¿Quién conoce a Otto Weininger?, novelas que destacan por su radicalidad formal, por su experimentación, pero también por su carácter premonitorio, por un análisis de la sociedad que la emparenta con algunas de las obras de Rafael Chirbes. Contra vosotros, por ejemplo, es una historia contada por un narrador múltiple que hoy sorprendería a una parte de la crítica y de los lectores, desconocedores de la tradición literaria. Ya en Almería publicó Una prudente distancia.
Después, nada más. Ocho años sin un nuevo título (¿también sin escribir?) hasta que le llegó la muerte prematura, antes de cumplir los 50 años. Luego, el olvido. Hasta hoy. Hasta que un escritor almeriense, Miguel Ángel Muñoz, decide bucear en los pliegues de un territorio volcánico, el paisaje de su infancia, para entender los motivos que llevaron a Mercedes Soriano a colocarse a una prudente distancia del mundo, del mundo del ruido y los oropeles. “No sé si una enfermedad se manifestó tiempo antes de su muerte y la obligó a luchar durante varios años. Tal vez la crianza de sus dos hijos la desalentó o, sin desaliento alguno, la alejó de la literatura. Tal vez fue un cúmulo de circunstancias. Decepción ante el recibimiento de sus obras, aparición de obstáculos inesperados o el efecto del Cabo de Gata, del desierto, del apartamiento a lo más hondo de la provincia. Efecto del mayor número de horas de sol en Europa. Ese sol lo quema todo, neutraliza el absoluto y convoca los desapegos más profundos, hace arder los libros, a lo Bradbury, te expulsa de ti mismo, transforma en innecesarias la mayoría de las cosas”.
Como toda la buena literatura, Aposento no aporta respuestas, pero sí nos plantea muchas preguntas. Dividido en cuatro partes, el libro se mueve con gran soltura entre varios géneros y registros estilísticos, con distintas voces narrativas, aunque detrás de todas ellas sepamos que es Miguel Ángel Muñoz quien escribe y persigue a la autora a la que tanto admiró y admira. Voces como la segunda persona de la primera parte, La escritora (Ensayo), muy bien elegida, que aporta esa proximidad de la primera persona, pero la distancia de la tercera, para relatar en clave autobiográfica el porqué del libro.
Muñoz entrelaza retazos de su vida con sus lecturas, con reflexiones en torno a la escritura, con el cine, siempre el cine como refugio. “Decidiste escribir este libro hace quince años, el 22 de octubre de 2002. Fue el día que leíste su necrológica en El País”. En Cartas, epístolas imaginarias dirigidas a Mercedes Soriano, el autor prosigue ese tono confesional de la primera parte y detalla las dificultades para escribir el libro, comparte sus inquietudes, sus reflexiones, anécdotas en torno al mundo literario. Al fin y al cabo, los libros siguen hablándonos, incluso cuando los autores han muerto. O quizás más aún. “Querida Mercedes: / Hace tiempo que decidí participar lo menos posible en actos literarios. Por culpa de un rigorismo extremo, calvinista, soy incapaz de no ver los aspectos artificiales o falsos que suelen acompañar a presentaciones y charlas”, le escribe, con motivo de una presentación de un libro de D´Ors en Almería. Lecturas, la tercera parte, es en realidad un ensayo literario en el que Muñoz desmenuza las obras de Soriano y las contextualiza. Se convierte así en un material de primera para adentrarse en la obra de la autora de Contra vosotros. La última parte, Novela, ya citada, es un viaje al lugar en el que vivió Soriano. Un viaje infructuoso por la imposibilidad de saber, de conocer. O no, pues al fin y al cabo la literatura es imperfecta y en sus lagunas encontramos la magia.
Aunque no quiera decir mucho, pues se publican miles de títulos al año, Aposento me ha parecido uno de los mejores libros que he leído este 2021 que está a punto de acabar. En la búsqueda que emprende Muñoz en torno a Mercedes Soriano, nos regala una reflexión sobre la escritura, sobre la necesidad de contar historias y sobre la imposibilidad de contarlas. Recupera además, a una escritora olvidada. Iba a decir injustamente olvidada. ¿Pero acaso la justicia tiene algo que ver con la literatura o al menos con quien fija el canon?
Comentarios
Por MuNh, el 26 diciembre 2021
Pero acabas dándote cuenta de que te has ido contigo mismo