El Real vuelve a retar a la Covid19 con ‘Un ballo in maschera’ antirracista
El Real estrenará su nueva temporada con ‘Un ballo in maschera’ de Verdi en una producción del Teatro La Fenice de Venecia que firma Gianmaria Aliverta y que ha sido adaptada a las medidas sanitarias con motivo de la Covid19 por el propio director de escena. Una producción que se traslada a los Estados Unidos del siglo XIX con el trasfondo de las luchas fratricidas que desembocaron en la abolición de la esclavitud y viene en cierto modo a sumarse a esa ola antirracista que recorre el mundo y cuya mecha ha vuelto a encender la violencia policial contra los negros en el autoproclamado país de la libertad.
El Teatro Real de Madrid está a punto de dar un paso más en su empeño de normalizar lo imposible. Lo hará, si todo va bien, estrenando su nueva temporada con funciones representadas de la ópera de Verdi Un ballo in maschera. El coliseo madrileño ya dio buena muestra de su empuje y sus ganas de plantarle cara al coronavirus subiendo a su escenario el pasado julio (tras la presentación de su ambiciosa nueva temporada) 27 representaciones de una versión semiescenificada (por no llamarla de concierto) de La Traviata con unos resultados inmejorables. Fueron 20.000 las personas que pudieron disfrutar de ese espectáculo, que recaudó dos millones de euros, según desveló ayer el director general del teatro, Ignacio García-Belenguer.
El cumplimiento de un estricto protocolo de seguridad y la responsabilidad férrea del público y los trabajadores de la institución demostraron en la práctica que los teatros pueden ser uno de los lugares de esparcimiento más seguros en tiempos de pandemia. El Real consiguió, gracias a su empeño y entusiasmo, cerrar su pasada temporada con ópera. Con ópera libre de contagios y sin por ello renunciar a la calidad. Aquella Traviata fue un asombro para la crítica internacional no solo por su osadía en tiempos de crisis sanitaria, sino también por su calidad artística. Una excelencia que tuvo su mejor ejemplo en el histórico ‘bis’ que protagonizó la soprano estadounidense Lisette Oropesa.
Ahora es el momento de ir un poco más lejos. La apertura de la que sin duda será una de las temporadas más difíciles en la historia del Real se llevará a cabo con una producción de Un ballo in maschera diseñada al milímetro para tratar de sortear a este contagiosísimo y enrevesado virus que tiene en jaque al planeta. La versión original de esta puesta en escena se estrenó en el Teatro de la Fenice de Venecia en 2017. Su autor, el director de escena italiano Gianmaria Aliverta, reconoció ayer que lo que veremos en el Real será en realidad “una adaptación drástica de la producción de Venecia”. “El Teatro Real tiene unas capacidades técnicas que lo convierten en uno de los mejores teatros del mundo”, aseguró. “Esto me ha permitido reconstruir toda la puesta en escena no solo para cumplir con los estrictos protocolos de seguridad sanitarias, sino para ofrecer un espectáculo completo al 100% que intente lograr que el público se olvide durante unas horas de la pandemia”. Se ofrecerán 16 funciones con un aforo máximo del 75% de las localidades del teatro.
Distancia social, mascarillas e higiene pueden ser tres elementos que sirvan para espolear la creatividad de los directores de escena del mundo. Desde luego lo han sido para Aliverta, que puso dos ejemplos de cuestiones que, entre otras, ha tenido que afinar para sacar adelante el proyecto. El coro estará en constante movimiento para respetar la distancia de metro y medio entre cada uno de sus integrantes. Los bailarines que precisa este montaje subirán al escenario con mascarillas, puesto que no podrán bailar respetando la distancia de seguridad, pero el director de escena ha ideado unas mascarillas en las que se ha impreso la parte de la cara que queda oculta para ofrecer al público en la distancia la ilusión de que no las llevan puestas. “Lo único que podría ser extraño es que los dos personajes protagonistas no estén abrazados durante su dueto de amor”. Nicola Luisotti, director musical de esta producción, explicó: “El verismo en la ópera no puede existir desde el momento en el que los personajes se comunican cantando. Y eso es lo extraordinario que tiene la ópera, que la música es capaz de transportarte a otra dimensión. La música tiene la capacidad de golpear de manera individual a cada espectador de una forma tan potente que aunque cada uno de los personajes esté en una punta del escenario, la música los abrazará”.
El libreto de la ópera se inspiró tangencialmente en el asesinato del rey Gustavo III de Suecia durante un baile de máscaras en la Ópera de Estocolmo, víctima de una conspiración. Pero la obra colisionó con la censura tanto en Nápoles como en Roma, lo que obligó al libretista Antonio Somma a trasladar el trasfondo político de la ópera de la corte sueca a Boston, a finales del XVII, entonces bajo gobernación británica. Esta decisión anulaba casi la rencilla política (el soberano ilustrado que se enemista con la nobleza por recortar sus privilegios) para poner el foco de la trama en una venganza entre dos hombres por un supuesto e inexistente adulterio. El triángulo amoroso de toda la vida.
Política antirracista
Gianmaria Aliverta mantiene la trama de la ópera en Estados Unidos, pero al desplazar la acción al siglo XIX, cuando las violentas luchas fratricidas enfrentaban los estados del Norte y del Sur, que se resistían a abolir la esclavitud y a perder otras prerrogativas abusivas adscritas a los propietarios de los grandes latifundios, le devuelve a la ópera todo su contenido político agrandando así su potencia narrativa. Se convierte pues este montaje en un algo más que oportuno canto contra la discriminación racial justo en el momento en el que Estados Unidos arde por los incesantes episodios de violencia policial contra los negros. En un momento en el que una ola que tuvo su epicentro en la campaña #BlackLiveMatters ha cogido cuerpo convirtiéndose en uno de los movimientos sociales más combativos, activos y globalizados de la historia reciente de aquel país.
Nicola Luisotti aseguró que Verdi nunca se hubiera interesado tan solo por una ópera que estuviera basada en una historia de amor eliminando el trasfondo político. “Él fue diputado, senador; él fue la banda sonora política de un gran sector del pueblo italiano. Y creo que se puede decir que no hay ópera más italiana que Un ballo in maschera”.
Joan Matabosch, director artístico del Teatro Real, escribe en un artículo anexo al programa de mano para hablar de futuro: “Esta no puede ser todavía una ‘puesta en escena’ en el sentido pleno, pero tanto la inteligente dramaturgia como la flexibilidad de sus autores para implantarla van a permitir al Teatro Real inaugurar su temporada con un espectáculo escenificado y no limitarse a esperar tiempos mejores cancelando su actividad. Un teatro tiene que hacer todo lo posible por permanecer abierto, que para eso existe. Y, al mismo tiempo, para lograr este objetivo no queda más remedio que ajustar la propuesta escénica a la más estricta normativa sanitaria, que desde luego para el Teatro Real es la absoluta prioridad. Tras una Traviata en concierto ‘semiescenificado’; y un Ballo escenificado, pero no del todo, el objetivo del Teatro Real es que la siguiente producción, Rusalka, sea ya una de las grandes -y mejores- puestas en escena internacionales que se van a estrenar a lo largo de la temporada 2020-21″.
Dos repartos (con cuatro Amelias) se alternarán en la interpretación de los papeles protagonistas: los tenores Michael Fabiano y Ramón Vargas (Riccardo); las sopranos Anna Pirozzi, Saioa Hernández, María Pia Piscitelli y Sondra Radvanovsky (Amelia); los barítonos Artur Ruciński y George Petean (Renato); las mezzosopranos Daniela Barcellona y Silvia Beltrami (Ulrica) y las sopranos Elena Sancho Pereg e Isabella Gaudí (Oscar).
Está previsto que el estreno de Un ballo in maschera, el 18 de septiembre, sea retransmitido en directo en dos pantallas instaladas en la Plaza de Oriente y, por primera vez, una en la Plaza de Isabel II, donde se colocarán 450 sillas separadas entre sí por 2 metros en un área acotada de 4.000 metros cuadrados con 320 metros de vallado de seguridad, 8 entradas y salidas debidamente señalizadas y dotadas de hidrogel.
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