‘Relatos de Agosto’ en torno al cuerpo femenino. ‘La Piñata Niña’
Arrancamos aquí la esperada serie ‘Relatos de Agosto’ de ‘El Asombrario’. Si en 2015 la dedicamos a las firmas de mujer asociadas con nuestra revista, coordinadas por Sardiflor, y en 2016 la enfocamos hacia el cuerpo del hombre, dentro del proyecto ‘TEXTOSterona’ del fotógrafo Alexis W., este verano es el cuerpo de la mujer el eje sobre el que girarán las letras de 23 relatos. Los autores son escritores y escritoras del Taller de Clara Obligado, centro que colabora con ‘El Asombrario’ desde junio. Empezamos el fascinante viaje que durará hasta fin de mes con un perturbador cuento de aire infantil que aborda metafóricamente un tema muy de actualidad.
LA PIÑATA NIÑA
Por JUANA CASTRO CASTRO
En el techo decorado de colorines, la piñata se columpiaba al vaivén de la brisa de la mañana. Desde lo alto, podía observar las sillas alineadas contra las paredes creando un vacío en el centro. Tenía cara de niña, rizos amarillos, ojos azules, pestañas de papel, vestido de princesa y zapatos negros de tacón. Fueron apareciendo gente en la sala. Desde arriba les veía entregar un paquete a un gordito mal encarado, le agradaba que los niños la buscasen con la mirada. La distribución de gorritos de papel le pareció interminable, estaba durmiéndose cuando la cuerda empezó a descender, se despertó en los brazos del cumpleañero, que le mordía la cara, le tocaba el cuerpo con sus manazas clavándole los dedos entre los festones para adivinar dónde escondía las golosinas. La piñata, sofocada entre los brazotes que la espachurraban, ya estaba por desfallecer cuando subió de un tirón hacia el techo, salvándose de la compresión del gordito anaconda. Una nube de ojos punzantes se aglutinó. Atemorizada bajó vertiginosamente hacia la derecha, como un espadachín ciego, el cumpleañero golpeaba el aire mientras subía y bajaba. Le asestaron un porrazo en medio del pecho, una rajadura apareció entre los botones. En un descuido, dos niños la atraparon, escarbándole en la falda, estrujándola, manoseándole la cara, el pecho, para buscar ávidamente e introducir los dedos en sus festones rotos, en su blusa, entre sus piernas de papel. Cuando volvió a subir de nuevo, le faltaba una canilla. La piñata niña sangraba confetis desde el bastidor roto de papel maché, un rizo le caía sobre el ojo derecho, lágrimas negras escurrían por su cara. Siguieron los porrazos, las rasgaduras, los abrazos estranguladores, pasó de mano en mano, de golpe en golpe hasta que del vientre destrozado soltara los caramelos. Después, todos se desentendieron de ella. Al caer la tarde, la piñata niña se balanceaba en la cuerda, como un pingajo de colorines inertes.
Comentarios
Por Nuria, el 03 agosto 2017
Los pelos de punta. Bravo.
Por mentalmente, el 03 agosto 2017
Me encanta el surrealismo de este cuento.
Por inma porcel, el 05 agosto 2017
El cuento de Juana no deja impasible a nadie. me ha encantado.
Por Alicia, el 22 agosto 2017
Precioso, pude imaginar cada escena. Muy acido, pero te atrapa.