Réquiem por Leonor y las trampas del deseo

La escritora chilena N. Pino Luna.
Hay poquísimos autores capaces de construir, para que palpite el dolor, un páramo de profunda ternura. Son raras avis, pero de vez en cuando aparecen para cambiarle la simbología a la literatura, para deconstruir el statu quo. ‘Mientras dormías, cantabas’, de la joven autora N. Pino Luna (Santiago de Chile, 1990), pertenece a esa valiosa categoría y arrastra al lector hasta una historia llena de temas duros sin causarle el más mínimo daño, ofreciéndole un abanico de bellezas variadas que calará para siempre su carne y su memoria. Pocos libros, en mi ya larguísima vida de lectora, me han ofrecido lo que ofrece este libro lleno de dolor y música, perlado de amores privados y de mujeres que conocen el altísimo precio de la libertad. También hay hombres buenos. Y una extensa correlación con el deseo y sus trampas.
N. Pino Luna cuenta la historia de Leonor, y al hacerlo cuenta, como pocas autoras lo hacen, la reparación de una violencia endémica contra todas las mujeres del mundo. En esta novela no hay juicios morales, tan solo hay amor, perdón y una dosis, como mencionaba más arriba, de una profunda y arrebatadora ternura.
N. Pino Luna cuenta el resultado de una violación. Y cuenta también un grandioso espectáculo de amor hacia el resultado de ese crimen.
Narra la historia de Leonor, el recuerdo de su muerte en una noche en la que sus familiares no se dejan vencer por la tristeza. Festejan el año nuevo en una celebración digna de alabar. El recuerdo de Leonor (fruto de la ya mencionada violación y vorazmente deformada por una irreparable escoliosis y lúcida hasta el mismo momento de expirar) (“Son tus orgasmos los que hacen de tu espalda, de esos promontorios, otra cosa más ligera, menos dolorosa”) late en la memoria de todos los personajes de esta novela por una u otra razón. En la de su hermana-sobrina Marta, en la de su diletante vecino Gabriel, en la de su abuela-madre Clara, en la de su abuelo-padre Monono y, sobre todo, en la de la lasciva Camila, el amor prohibido de una muchacha estigmatizada por una enfermedad genética y social.
Mientras dormías, cantabas es un viaje lisérgico, un escenario valioso en el que el espectador ha de frotarse los ojos más de una vez para creerse lo que ha vivido mientras duró su narración.
Hay tanto cuidado en cada página, tanto respeto por las víctimas, tanto desparpajo contra los violentos, tantas bellas adivinanzas en cada párrafo, que leer esta historia de cumbias y canciones alegres es, sin duda, un regalo.
N. Pino Luna no escatima ninguna verdad, actúa con una disciplina emocional conmovedora y de una profesionalidad ética deslumbrantes.
Hay frases que reconstruyen la vida de quien lee, que resuelven enigmas y que llenan de poesía lo cotidiano de sus personajes y de las personas que van a contemplarlos mientras viven.
“Elegir una canción es como elegir un nombre con el que llamar a alguien que nace o muere”.
Leonor es un personaje de una potencia visual y vital indiscutibles, habla de lo monstruoso de su vida de una forma sensata, sin sensiblería y con una convicción que la aleja del estigma y la promociona para ser eterna en la memoria de sus familiares y amigos:
“Creía que en algún momento de su concepción pasó algo y la muerte no se fue. Pensaba que los muertos no pueden escribir ni enamorarse. Que los muertos solo observan, desde lejos, siempre desde lejos. Que leer implica distancia, pero no movimiento. Que admirar a alguien desde esa distancia era enterrarse en la tierra, cagarse de susto y esperar a que pasara, pero la muerte es eterna.
Para escribir, concluyó un día, hay que estar vivos; para amar también”.
N. Pino Luna le da un nuevo sentido a la palabra elegía y la aleja de la tragedia para sumergirla en un baño de lucidez, de belleza y de humanidad épico:
“La noche se acaba y aún no hay ninguna verdad sobre la mesa”.
Y sumerge a sus personajes en esa siempre inquietante dinámica que supone encontrarse entre la obligación de vivir y la de no olvidar a los ausentes.
Mientras dormías, cantabas es un réquiem que pierde su naturaleza bajo la insuperable dignidad de su narradora.
Es imposible no enamorarse de esta novela de ritmo lento, de diálogos construidos con un pertinente furor emocional, de paisajes humanos admirables, de personajes precisos, pero paradójicamente enriquecidos con una falibilidad imponderable:
“Se recuerda mirándola de reojo, esforzándose por acercarse, por decirle perdóname, por decirle perdóname, te quiero. Por decirle hermana cuando nadie las está mirando. Y no pudo. Amor y vergüenza fueron las palabras que se unieron a perpetuidad en un punto de su historia”.
En esta valiosa novela los fantasmas hacen bailar a los supervivientes hasta que exhalan su verdad, hasta que convierten cada uno de sus pasos, cada una de sus confesiones, cada uno de sus pensamientos en un hito capaz de reinventar la nueva literatura hispanoamericana. El realismo social golpeando al realismo mágico y las distopías hasta casi desbancar su vigencia.
Mientras dormías, cantabas es un collage hecho de brillantes verdades y de silencios contados con un correctísimo ímpetu.
Y es también una de las novelas más valiosas con las que yo me he topado.
No dejen de leerla por nada del mundo.
‘Mientras dormías, cantabas’. N. Pino Luna. Yegua de Troya. 179 páginas.
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