Rescatada ‘La Casa de Bernarda Alba’ de Buñuel/Alatriste, inédita en España
Esta es una historia de deudas, azares y recuperación. La historia del homenaje que Luis Buñuel sentía que debía a su amigo Lorca, con el que entabló amistad en la Residencia de Estudiantes de Madrid, pero que no pudo llevar a cabo por enfermedad. La historia de la película ‘La casa de Bernarda Alba’ rodada finalmente en México en 1980 por Gustavo Alatriste -amigo y productor de Buñuel-, y protagonizada por Amparo Rivelles, y que sólo pudo exhibirse durante una semana por decisión de los herederos del poeta. Ahora llega por fin a España y se recupera por un día en Madrid, en la Filmoteca. Nos lo cuenta la actriz Laura Cepeda, que interpretó a Adela y responsable de este recuerdo y este «abrazo», de este acto de justicia a Lorca y Buñuel.
Quedo con Laura Cepeda, que desarrolló una interesante carrera como actriz de cine, teatro y televisión, luego ha sido prestigiosa directora de casting y recientemente ha retomado su trabajo como actriz presentándose a castings (ahora en el otro lado de la barrera) con la misma ilusión y vitalidad de una veinteañera, «porque amo contar historias, es mi vida». Eso, ilusión y vitalidad, a ella no le falta.
Para que nos cuente esta historia, quedamos en un café frente al Cine Doré, la sala de proyecciones de la Filmoteca Española, donde este martes se hará un pase especial de esta singular y, en cierto modo, maldita Casa de Bernarda Alba: «Lorca y Buñuel mantuvieron una relación de grandes encuentros, pero también de grandes desencuentros; y desde que llegó a México, a finales de los 40, tuvo la intención de montar la obra de su amigo asesinado en la Guerra Civil; pero el proyecto se truncó al no conseguir los derechos entonces. En su lugar, hizo Gran Casino, su primera película mexicana, con Jorge Negrete y Libertad Lamarque. Pero no se le quitó la idea de la cabeza, y 30 años después, a finales de los 70 lo retomó; pero era tarde ya para él, estaba muy enfermo; no pudo dirigirla, y se la pasó a su amigo y productor mexicano, Gustavo Alatriste, marido de Silvia Pinal, con los que había hecho esa trilogía de oro que son Viridiana, El ángel exterminador y Simón del desierto. Era el año 80, yo tenía 27 años, aunque aparentaba diez menos. Se organizaron las pruebas, me presenté, y, para mi sorpresa, la verdad, resulté elegida para Adela, la hija menor de Bernarda, que interpretaba la gran Amparo Rivelles, y junto a las mexicanas Magda Guzmán, como Poncia, y Rosenda Monteros».
¿Guardas algún recuerdo de Luis Buñuel; aparecía por el rodaje a pesar de su delicado estado de salud (falleció en Ciudad de México en el verano de 1983, de un cáncer), y de Amparo Rivelles (fallecida en 2013)?
«Sí, claro; don Luis [Laura Cepeda siempre se refiere a Buñuel así, don Luis, como signo de respeto y profunda admiración], aparecía de vez en cuando por el rodaje, al atardecer, para visionar el material rodado ese día y comentarlo con Alatriste. Sabíamos que llegaba cuando se empezaba a preparar su Dry-Martini. Oíamos su bastón, y allí estaba, seco, respetuoso y respetable. Alatriste me trasladó su principal comentario para mi papel: don Luis dice que Adela es una Bernarda Alba joven; por tanto, no quiere verte agachar la cabeza lo más mínimo. Has de estar siempre con la postura bien erguida, siempre con la cabeza alta. Así que me tuvieron varios días con un palo atado a la espalda y el cuello, para que me acostumbrara a mantener esa posición en todo momento y nunca bajara la barbilla. También recuerdo que me hicieron adelgazar varios kilos. Yo estaba ya delgada; pesaba unos 55 kilos, pero quisieron que bajara a 52; para ello, estuve varias semanas levantándome a las 6 de la mañana para nadar durante una hora. Yo creo que lo que querían era que en mi cara resaltaran aún más los ojos; yo tenía entonces unos ojos enormes, que se comían la cara; Alatriste me llamaba ‘ojazos’. También recuerdo que llevábamos, aunque no se viera, una ropa interior maravillosa, enaguas y corsés espléndidamente bordados, que nos servían a las actrices para crear una actitud, para entrar en los personajes, hacerlos plenamente nuestros. El decorado y el vestuario te trasladan muy fácil a la España de los años 30. De Amparo Rivelles sólo puedo decir que era una gran señora; y que era muy divertida y muy libre; uno de los espíritus más libres que he conocido. Tuvo problemas serios familiares que siempre guardó y que llevó con mucha clase. Una Señora, con mayúscula, con clase, buen gusto y educación, que no iba por la vida dando lecciones, sino que sí estaba ahí de verdad para ayudar. Yo tuve una relación hermosísima con ella en La Casa de Bernarda Alba, que luego sirvió para que hablara de mí para varios papeles en España, como en la serie Los gozos y las sombras».
La película se rodó, y en abril de 1982 se estrenó en México. Pero a los pocos días, no llegó a la semana, los herederos de Lorca dieron la orden de secuestrarla y prohibir su exhibición, con el argumento de que la cesión de derechos había sido para que la dirigiera Buñuel u otro director de su talla, no Alatriste. Eso fue un palo tremendo para todos, y sobre todo para Alatriste, que recibió un hachazo en su ego. Los derechos para su distribución en España ya los tenía el gran productor Emiliano Piedra, que poco antes, en 1980, había producido las Bodas de Sangre de Carlos Saura.
La Casa de Bernarda Alba de Buñuel/Alatriste -la primera versión cinematográfica y la más fiel al texto de Lorca (en 1987, Mario Camus realizó la versión española con Irene Gutiérrez Caba), la cinta que incluye guiños surrealistas al gusto de Buñuel, pero que también toca plenamente el tipismo español a través de la recreación de lienzos de Julio Romero de Torres, la obra que no solo alude a la pulsión sexual, sino que también la expresa en escenas muy sensuales- cayó en el olvido, salvo por un vídeo de una copia muy defectuosa que anda rodando por Internet.
Los herederos de Lorca tenían el poder de veto durante 70 años desde su publicación -y se publicó y representó en 1945-; es decir, que ahora es más fácil recuperarla porque nos hallamos fuera de plazo; pero, aparte de la legislación, ¿cómo es posible que no intentara alguien hasta ahora negociar con los herederos y rescatar este documento que unía a Buñuel y Lorca, un trabajo con tantos significados y connotaciones, que cayera plenamente en el olvido hasta ahora, junio de 2016? Nos contesta Laura Cepeda: «Hay que tener en cuenta que don Luis falleció al año siguiente; que Emiliano Piedra, que podía haber peleado por ella, falleció joven, en 1991, a los 60 años; de hecho, se cree que esta copia que ha aparecido ahora en la Filmoteca era la que él se trajo para doblar; y que Alatriste entró también al poco tiempo en una espiral de asuntos económicos y familiares que le absorbieron mucho tiempo». De hecho, La casa de Bernarda Alba fue la última película que produjo, y sólo dirigió otras cuatro, y sólo en los dos años siguientes, 1981 y 1982.
«Aparte de su valor intrínseco», sigue Laura, «lo que hace más especial a esta cinta es que el azar sobrevuela sobre ella. Que a pesar de las dificultades para salir adelante, primero por la enfermedad de don Luis, después por el veto de los herederos, haya llegado hasta nosotros y ahora podamos verla en pleno centro de Madrid».
Y sí, por azares de la vida, Laura Cepeda entró en contacto con la Filmoteca, rebuscaron en sus fondos y apareció esta copia -de no mucha calidad, algo virada al rojo- que permanece inédita en España. Hasta ahora, hasta este martes, a las 19.20 h., entrada libre hasta completar aforo, en la Filmoteca Española, en Madrid. Con presentación de Ian Gibson, el gran hispanista especializado en Lorca; de Alberto Conejero, el poeta y dramaturgo autor de la obra de teatro La piedra oscura, en torno a los últimos días de Rafael Rodríguez Rapún, compañero de Lorca en sus últimos años; y de Laura Cepeda, que guarda una relación especial con Lorca, porque logró entrar en la muy prestigiosa escuela del Piccolo Teatro de Milán interpretando un pasaje de Yerma.
Concluye la actriz de los ojazos: «Este pase es un emocionante abrazo a Lorca y a Buñuel, pero también a Amparo Rivelles, a Alatriste, a Emiliano Piedra…, a todos los que estuvimos involucrados en esta obra que representa la España profunda -Lorca dijo que Bernarda era España…, y España mató a Lorca-; una obra en la que hay mucha desesperación, pero también mucha vida, y que refleja bien el profundo conocimiento y amor de Lorca hacia las mujeres». Y termina con una frase que precisamente dice Rafael Rodríguez Rapún en esa obra de Conejero: «Nadie merece que se le olvide completamente».
Más información, en la Filmoteca Española.
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