Rescatando cabras palmeras de la voracidad del volcán
A Brenda el oficio le viene de niña. Cuando salía de la escuela, tiraba al monte. O más bien el monte tiraba de ella. Lo tuvo claro desde pequeña, lo suyo eran las cabras. Como su padre y como su abuelo. Pastores canarios, de la que dicen es la isla más bonita, y ahora en la boca del volcán. Todos hemos visto en los últimos días imágenes de vecinos y agentes de la Guardia Civil rescatando cabras palmeras. En nuestra serie mensual de razas autóctonas en peligro de extinción, hoy viajamos a La Palma. Sirva este artículo como nuestro ‘asombrario’ mensaje de solidaridad con la isla.
Al norte de la isla de La Palma, en el municipio de Barlovento, Brenda Rodríguez cuida de su rebaño de 400 cabras, entre hembras y machos. La erupción del volcán Cumbre Vieja, en el suroeste de La Palma, no ha afectado a su granja ni sus animales, aunque los primeros días tras la erupción, las cabras sí se mostraron más nerviosas por los temblores y la ceniza. Brenda continúa su labor de pastora, siguiendo de cerca la evolución de la lava y preocupada, eso sí, por sus compañeros del sur de la isla que han visto cómo sus tierras desaparecen bajo la lava. Los animales fueron evacuados, pero cinco granjas han sido sepultadas por la colada.
Las cabras de Brenda son de una raza muy especial, la cabra palmera, raza autóctona en peligro de extinción, que solo se distribuye en La Palma y Tenerife. Una cabra bien adaptada a las condiciones orográficas de montaña y buena trepadora. Su origen es prehispánico y era fundamental para la alimentación de los auritas, los primeros habitantes palmeros.
La ganadería de Brenda está en semi-extensivo, es decir, duermen en la granja y pastan en el campo, como casi todas las de la raza de cabra palmera. Todos los días a las 5 de la mañana empieza la tarea diaria. Lo primero es ordeñar a las cabras y ponerles cereales como millo y leguminosas como alfalfa, como complemento, ya que su principal alimento es el forraje natural, como tagasastes y tederas.
Después del ordeño, las cabras se sueltan y trepan y ramonean por los montes. Su pastoreo contribuye a la conservación de espacios naturales, ya que mantienen los ecosistemas limpios de vegetación que sería pasto de llamas y además abonan los suelos.
Las cabras conocen los caminos y los riscos casi tan bien como Brenda, y antes de la puesta de sol, regresan a la granja para dormir, con la ayuda de cuatro perros también de una raza local, el pastor garafiano. “Ellas van bien al corral, y sobre todo uno de los perros es el que les ayuda a volver”, explica Brenda.
Queso artesano palmero
Con la leche recién ordeñada, Brenda elabora el queso palmero de manera artesanal; cuando las cabras están recién paridas, en noviembre, pueden sacar unos 100 kilos al día que se venden en mercados locales. Rara vez queda algo para exportar a Tenerife y Gran Canaria, ya que el queso palmero es cada vez más apreciado. Salvo en septiembre y octubre, el resto del año elaboran queso a diario.
“Nosotros elaboramos el queso palmero y con estos dos años de pandemia, casi a ningún ganadero le ha quedado queso para curar, se está vendiendo todo”, apunta Brenda. El queso que ella elabora se llama Los Tumbitos y se vende todo en La Palma, tanto en venta directa como en supermercados. “No da para hacerse rico, pero da para escapar”, añade.
“Ahora, después de la pandemia, la gente está más concienciada con los productos de aquí, y no les importa pagar por un buen queso, sabiendo que son de pastores y razas autóctonas; se les está dando un poco más de valor, aunque queda mucho por hacer”, comenta la pastora.
Trashumancia palmera
Cuando llega el mes de agosto y la vegetación se seca, Brenda inicia la trashumancia para llevar a su rebaño hasta Garafía, otro municipio al norte de La Palma. Barlovento se encuentra a unos 550 metros de altitud, y la ascensión hasta Garafía solo es apta para trepadores, para llegar hasta los 1.200 metros.
A principios de noviembre, regresan a los pastos de invierno de Barlovento y es cuando tienen a las crías, justo en el momento en que hay más forraje natural. Cada año nacen entre 100 y 120 chivas, que permanecen durante un mes alimentándose con leche materna. Las cabras, nos cuenta Brenda, no pueden tener cambios drásticos de alimentación, por lo que el destete tiene que ser poco a poco, hasta que se acostumbren al forraje.
Brenda siempre tuvo claro que quería dedicarse a las cabras, y más siendo una ganadería familiar. Estudió capataz agrícola y tuvo que desplazarse a Gran Canaria dos años. Fue quizá su peor momento, separarse de sus cabras. Por eso, se escapaba todos los fines de semana para verlas. Ahora es madre de dos niñas de 5 años y de 1, y su pareja también se ha enganchado al pastoreo y la quesería; quizá alguna de las pequeñas tomará el relevo dentro de unos años.
COMPROMETIDA CON EL MEDIO AMBIENTE, HACE SOSTENIBLE ‘EL ASOMBRARIO’.
Comentarios
Por Ángel Martín, el 09 octubre 2021
He ,comido el queso que hace Brenda y es simplemente espectacular.
Por fin le veo la cara, tanto tiempo oyendo hablar de ella y su trabajo pero no le había puesto cara.
Es un trabajo durísimo de lunes a lunes, 365 días al año, lo se por experiencia y me encanta ver a gente joven que le guste y se sacrifique y siga las tradiciones.
Fabuloso artículo
Felicidades
Por Elvira Tomás Torres, el 13 octubre 2021
Me gusta mucho verlas en libertad pastando, pero mi pregunta es: qué hacen con las crías?? Maman d sus madres o esa leche es xclusivamente para quesos.
De esa respuesta sería la que me convencería para comprar sus quesos o no.