Un retrato de países árabes más allá de banderas, conflictos y tópicos
La fotoperiodista Ana Nance presenta la exposición ‘Fábulas y banderas evanescentes’, que recoge una serie de fotografías que ofrecen una mirada particular y alegórica sobre los países árabes. La muestra parte de la idea de destacar la riqueza cultural de los países, más allá de la denuncia social o política de los conflictos y problemáticas que albergan. “Es importante, a veces, apartar la vista del caos y los conflictos, y reflejar la condición humana, para así lanzar un rayo de esperanza”. En la Casa Árabe de Madrid hasta el 27 de marzo.
Con la compañía de su inseparable cámara, la fotoperiodista española-estadounidense Ana Nance no ha parado de recorrer el mundo. Durante más de 30 años, ha visitado más de 80 países. Parte de ese periplo, el de sus viajes a los países árabes, nos lo presenta ahora en Fábulas y banderas evanescentes, una exposición que recoge una serie de fotografías que realizó entre 2012 y 2021 en República del Sudán, Qatar, Egipto, Arabia Saudí, Palestina, Marruecos y Argelia, entre otros. Viajes, o “aventuras” –como a ella les gusta llamarlos–, que concibe como una experiencia de vida, una experiencia que la transforma, que la enriquece. “Somos el resultado de todos aquellos lugares, momentos y personas que encontramos a lo largo de la vida y que nos concedieron una parte de su tiempo, sus pensamientos y opiniones, influyéndonos de una u otra manera”, nos cuenta.
Nance, que ha trabajado para publicaciones nacionales e internacionales como El País Semanal, Marie Claire, Wall Street Journal, Icon, Vogue, Conde Nast Traveler, The New York Times y National Geographic Travel, nos ofrece una serie de instantáneas que nos hacen viajar hasta esos lugares en un intento de romper con los estereotipos que comúnmente se proyectan sobre ellos. Y es que, la muestra parte de la idea de destacar la riqueza cultural de los países, más allá de la denuncia social o política de los conflictos y problemáticas que albergan.
“Es importante, a veces, apartar la vista del caos y los conflictos, y reflejar la condición humana, para así lanzar un rayo de esperanza”, explica la autora. Así, la muestra, comisariada por Oliva María Rubio, va más allá del simple retrato turístico para trasladarnos una mirada contemporánea, desde una perspectiva muy personal y artística, dentro del marco de realismo actual. “A estas fotografías yo las llamo bodegones humanos; en cada una de ellas se construye una suerte de fábula, de alegoría, que nos lleva a mirar a esos países de otra manera”, nos explica.
La muestra, a caballo entre la fotografía documental y artística, destaca escenas de la vida cotidiana, sus paisajes, la gente y costumbres. Ana quiso ser pintora y eso se intuye en el tratamiento del color, en las composiciones, dando lugar a unas fotografías que, al contemplarlas, parecen dibujadas captando la belleza de un lugar que aparentemente carece de ella. “Nuestras emociones como fotógrafos dialogan y debaten sobre cuándo hacer la instantánea. Y, en mi caso, se mueven muchas cosas dentro de mí que me llevan a captar un momento determinado”.
Y en ese viaje por encontrar la belleza de los lugares que inmortaliza a través de su cámara, la fotógrafa contrasta unas culturas con otras, con el fin de encontrar sentido al mundo en el que vivimos. La universalidad de sus fotos se conjuga con la particularidad de un momento único, de un lugar concreto. Incluso el tiempo juega un papel fundamental, contraponiendo fotografías que muestran las ruinas más antiguas de una civilización con otras de nuevas edificaciones. “Quiero que el visitante viaje hasta estos lugares, y dibuje en su mente una fábula particular”.
Haciendo alusión al título de la exposición, Fábulas y banderas evanescentes, es una alegoría sobre las banderas, símbolos de los lugares, que se desgastan al mismo tiempo que el paisaje se modifica, así como sus sociedades. Banderas evanescentes de mundos en vías de desaparición que son sustituidas por otros más recientes, evidenciando así el paso del tiempo. “Presidentes, líderes, sociedades, comunidades, individuos y también influencias y tendencias, todos cambian dejando su huella en la naturaleza y en esta tierra; estas fotografías se encargan de retratar esa huella que desaparece con el paso del tiempo”, comenta la autora.
“No podría quedarme sólo con un país, todos guardan el mismo lugar en mi corazón”, admite. Aun así, reconoce: “Cuanto más difícil es entrar a un lugar, o es menos conocido, más me estimula”. Uno de los viajes que más le han marcado fue el realizado a Sudán en 2003, en plena ola de violencia.
Su descubrimiento de distintas culturas y sociedades le han hecho replantearse la imagen que desde Occidente tenemos sobre estos lugares. Una imagen sesgada y amarillista, por culpa, en parte, de los medios de comunicación. “En realidad, no conocemos en profundidad estos lugares y las distintas realidades que allí ocurren. Nos quedamos en lo superficial”, comenta. “Siempre se relaciona a Oriente Medio con el terrorismo o el horror, y hay belleza mucho más allá”.
En definitiva, esta muestra parte de la necesidad de trasladar una mirada sin prejuicios, una mirada personal y a su vez universal, que permita salvaguardar la riqueza cultural de estos países. Una riqueza cultural que es patrimonio universal.
No hay comentarios