‘Los Ritmos de la Tierra’ entran en el museo Thyssen
La sostenibilidad también entra en los grandes museos. Las estrategias de las grandes pinacotecas para conectar con las preocupaciones e intereses de la sociedad cada vez son más diversas. En esa línea, el Thyssen-Bornemisza de Madrid, que anda celebrando su 25 aniversario, le ha dado otra vuelta a cómo mostrar su colección presentando su ruta ‘Arte y Sostenibilidad’, que, con el apoyo de la empresa Acciona, abarca desde Canaletto y Caspar David Friedrich hasta Mark Tobey, que tocan temas como las fuentes de energía y los materiales reciclados, para proponernos una reflexión sobre nuestras relación con el planeta.
A través de 12 obras maestras, desde el siglo XVII al siglo XX, de la colección permanente del museo, el itinerario Arte y Sostenibilidad busca “fomentar el pensamiento sostenible e invitar a la reflexión sobre la necesidad de un progreso equilibrado, respetuoso con el medioambiente y responsable respecto al impacto social”. El Thyssen lo cuenta así: “La selección de obras que presenta este recorrido se ha realizado en base a criterios de experiencia estética que ponen en relación arte y desarrollo sostenible en términos de ecología, economía y sociedad. Este conjunto de pinturas se reinterpreta en un marco desde el cual generar empatía con el medioambiente y la sostenibilidad. No se trata de arte medioambiental, sino de destacadas obras de la historia del arte a partir de las cuales se pueden pensar históricamente las relaciones entre producción cultural, sociedad y desarrollo sostenible”.
El itinerario –que se puede hacer a través de una audio-guía, un pequeño folleto o de un microsite descargable desde las páginas del Museo Thyssen y de Acciona, la empresa patrocinadora de esta ruta- comienza con un lienzo de uno de los grandes paisajistas de la historia, Claudio de Lorena, Paisaje idílico con la huida a Egipto (1682). Es la primera vez, dentro de la colección del Thyssen, que un pintor representa un paisaje no como un elemento más de la composición, sino dándole todo el protagonismo.
Sigue con El Gran Canal desde San Vio (1723-24), una de las famosas perspectivas de Venecia de Canaletto, y que sirve para hablar en el recorrido de la necesidad de un turismo sostenible que no lleve al colapso a ciudades como ésta, el gran símbolo de los viajeros por Europa, desde el Grand Tour del siglo XVIII.
La tercera parada es en Paisaje de Invierno (1682), de Van Ruisdael, insigne representante del paisajismo holandés del siglo XVII, y un cuadro en el que están incluidas dos fuentes de energía antagónicas: el molino de viento frente a los almacenes de turba, que llegaron a suponer una amenaza para la agricultura del país, para significar la necesidad de promover energías limpias.
La ruta pictórica por las salas del Thyssen sigue a El Lago George (1800), de Kensett, como representante de la pintura norteamericana del siglo XIX, que tanto hizo por un acercamiento espiritual y respetuoso a la naturaleza, y que también hizo tanto –la Escuela del Río Hudson- por la protección del paisaje y cuya concienciación desembocó en la declaración de los primeros parques nacionales. Y de ahí a Mañana de Pascua, de Caspar David Friedrich (1828-1835), el símbolo más famoso del romanticismo alemán, que muestra una actitud contemplativa del ser humano hacia la naturaleza. Para Friedrich, el arte es mediador entre una naturaleza sobrecogedora y un ser humano que se siente al mismo tiempo superado y atraído por ella. Lo sublime de la naturaleza.
La sexta y séptima paradas corresponden a Van Gogh y sus Descargadores de Arlés (1888), y Derain, uno de los genios del fauvismo, con El puente de Waterloo (1906), y que ejemplifican el nacimiento de la ciudad industrial en el cambio del siglo XIX al XX, de las nuevas urbes que revolucionaron Europa.
Vienen después varios cuadros que simbolizan que no habrá desarrollo sostenible sin una férrea defensa de valores básicos, como la igualdad de género y el reconocimiento de la mujer como mitad de la sociedad (valor representado a través de dos lienzos de Sonia Delaunay y de la rusa Natalia Goncharova) y de la igualdad de derechos de todas las razas y pueblos, lo que se nos cuenta a través del artista afroamericano Romaren Bearden. Porque el desarrollo sostenible o es igualitario o no es ni desarrollo ni sostenible.
Y llegamos a las dos últimas paradas de este recorrido Arte y Sostenibilidad que han puesto en pie Acciona y el Thyssen. La primera es el genio del Dadaísmo Kurt Schwitter, con una de sus obras que nos provoca la reflexión sobre el reciclaje. Su afán de lucha y rebeldía le llevó a usar materiales que las jerarquías artísticas no consideraban dignas. Es el que más directamente nos cuenta la necesidad de alargar la vida de lo que consumimos.
Terminamos con los Ritmos de la Tierra (1961), de Mark Tobey, representante del expresionismo abstracto norteamericano. Lo subraya la guía: “El estudio meditativo que Tobey hace de la naturaleza traspasa la tradicional contemplación occidental para penetrar en los ritmos biológicos. De forma metafórica, la universalidad de sus temas convierte este cuadro en la excusa perfecta para hablar de la urgencia de escuchar los ritmos de la Tierra y respetar los límites del planeta para garantizar la sensibilidad de generaciones futuras”.
Buen final.
No hay comentarios