Rosi: ‘No pongáis vuestras corruptas manos sobre la ciudad’

Un fotograma de ‘Las manos sobre la ciudad’.

Un fotograma de 'Las manos sobre la ciudad'.

Un fotograma de ‘Las manos sobre la ciudad’.

«En política, la indignación moral no es necesaria, ¿sabe cuál es el único pecado? El ser vencido«. Terrible, ¿no? Quizá ésta sea la frase que mejor defina la esencia del largometraje dirigido en 1963 por Francesco Rosi ‘Las manos sobre la ciudad’ (Le mani sulla città). Pelotazos, tramas, blindajes, tráficos de influencia, cohechos, financiaciones sospechosas, especulaciones, imputaciones, concesiones, dedazos, comisiones de investigación… ¿Les suena?

Vayamos con la película. El concejal y constructor Edoardo Nottola (Rod Steiger) es desde hace años el amo de la especulación inmobiliaria en la ciudad de Nápoles respaldado por los concejales del centro y la derecha, habiendo conseguido colocar sus manos sobre el mapa de toda la ciudad. Cuando una casa antigua junto a uno de los edificios que está levantando Nottola se derrumba, matando a dos trabajadores y produciendo graves heridas a un niño, el concejal líder de la oposición, De Vita, requiere al consejo de la ciudad abrir una comisión de investigación. Pero Nottola es un hombre que conoce el entorno en que se mueve y sabe que, si es investigado y pierde su calidad de concejal de urbanismo, no contará en nada para el pastel a repartirse. Perderá el poder que ostenta y quedará para siempre a merced de los que sin él mandarán. No puede darse por vencido y hará lo imposible por no serlo.

Permítanme calificar Las manos sobre la ciudad como una obra de arte en su género, cine político y de denuncia, disfrazado de metáfora sobre la corrupción a través de un estilo narrativo realista, propio del cinema verité, un ejercicio casi documental y desarrollado como si de una investigación periodística se tratase, casi un thriller en algunas ocasiones. Rosi compone el relato apoyado en análisis reales y fuentes precisas acreditadas. Tanto es así que incorpora a su elenco a un verdadero político en el papel del concejal De Vita, el entonces senador del PCI Carlo Fermariello, así como a verdaderos periodistas en las secuencias desarrolladas en las sesiones plenarias del ayuntamiento, donde se libra el principal combate, una lucha de todos contra todos.

Lo primero que llama la atención de este filme, políticamente comprometido, es la desgraciada contemporaneidad de su relato, más de 50 años después. La ciudad italiana de Nápoles es el escenario de una historia que bien podría trasladarse a cualquiera de nuestras ciudades, enfangadas hoy día en un panorama persistente y descorazonador que ahoga sin remedio la confianza y los anhelos de una sociedad y un sistema herido de gravedad, sistema en el cual la negligencia y la forma de entender la administración de los asuntos públicos subsisten. La corrupción municipal es la cuestión clave que el director napolitano refleja a través de encendidos debates, tanto en los plenos municipales como en reuniones de comisiones o en un duelo permanente -fuera de dichos escenarios- de intereses, avaricia y manipulación.

Rosi va directo al grano, expone el resultado de tales argucias introduciendo al espectador en un engranaje, principalmente dialéctico, obligándole a prestar atención a los múltiples diálogos a los que lo enfrenta, verborreas cargadas de demagogia y engaños, de ambición y soberbia por parte de unos personajes que a menudo tratan de justificar sus amorales trapicheos a través de las oscuras artimañas que sustentan su inmunidad legal. Cumple Rosi sin tener que recurrir a argumentos paralelos que melodramaticen la historia y lo hace sin claudicar en hacer menos compleja su puesta en escena.

Fotografiada por uno de los grandes en Italia, Gianni Di Venanzo, que ilumina, en un blanco y negro lleno de contrastes, el enorme y dificultoso juego que Francesco Rosi propone -magistrales son todos y cada uno de los planos de los plenos y comisiones-, bajo una riqueza de estilización formal, difícilmente comparable. Todo el conjunto de actores es creíble, encabezado por un Rod Steiger impecable y sostenido, enfundado en el traje de un hombre indigno e hipócrita, capaz del transfuguismo, si es preciso, o del sacrificio de los suyos con tal de exprimir hasta el máximo sus beneficios. Edoardo Nottola, un personaje que se sabe, o siente, eje esencial de una maquinaria que le otorga el poder institucionalizado de la inmunidad, un poder que le basta para tranquilizar su conciencia frente a la corrupción y la falta de ética.

La fuerza visual de Rosi a la hora de desentrañar el sistema, convierte Las manos sobre la ciudad en un soberbio relato operístico sobre la política de trastienda, sobre la especulación urbana, sobre la obstrucción de las políticas neoliberales y de partidos, sobre la corrupción sistemática. Una película, en fin, que va a las raíces de uno de los problemas que han corroído nuestra política y que corroboran la decadencia, asomada al abismo, de nuestro sistema como sociedad. El director lo hizo hace 50 años sin que al verla podamos encontrar en ella cualquier sabor añejo, más bien, o aun peor, todo suena a cotidiano. La podredumbre que exhibe es tan inquisitoria que duele (como en las imágenes del pleno en que insinúan mostrar sus manos limpias, o la democracia entendida como una caridad puntual repartiendo algunos billetes entre los más castigados).

Mostró Francesco Rosi en esta valerosa película su indignación y su llamada de atención ante hechos probados; irremediablemente no fue escuchada, ni tan siquiera tomada en cuenta.

No se la pierdan, puede que lleguen a preguntarse algo más sobre la realidad contemporánea a través de este sorprendente estudio de cómo, aunque no podamos creerlo, aún funciona la democracia. Quién sabe, quizá sea un primer paso para enderezarla.

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Comentarios

  • Jesus G.

    Por Jesus G., el 18 febrero 2016

    Gran película y gran verdad que, 50 años después aún siguen llenándose los bolsillos, siempre a costa de los más desfavorecidos.

  • antonio bazaga

    Por antonio bazaga, el 19 febrero 2016

    particular

    • Antonio Bazaga

      Por Antonio Bazaga, el 19 febrero 2016

      Bienvenido, tocayo! ????

  • Carlos

    Por Carlos, el 19 febrero 2016

    No podía estar más de acuerdo con el artículo y no podía retratar mejor la situación actual esta película, sin duda. Buen artículo.

  • pilar

    Por pilar, el 20 febrero 2016

    Es la primera película de Rosi que veo y para mi es excelente, con una vigencia espeluznante: transfuguismo, el populismo… algunos se verán reflejados. Magnífico artículo, estupendos detalles y entresijos.

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