‘Ruinas de Lujo’: una ruta por el despilfarro en Madrid
Ahora que arranca la campaña electoral llena de promesas para la gestión de nuestros pueblos y ciudades, súmate al tour que te muestra dos caras de Madrid: la ciudad de las ruinas de lujo y la de los lujos colectivos. La de los multimillonarios proyectos arquitectónicos, abandonados o infrautilizados, grandilocuentes y desproporcionados, frente a espacios recuperados por la ciudadanía para su fructífero uso común. Nos guía Basurama, asociación de fértil trayectoria cuya ‘penúltima’ reflexión es esta ruta de lo incoherente -pero también de lo sensato- en un Madrid situado en un fuego cruzado entre los que especulan con ella y los que la quieren, simplemente, habitar.
Cuatro Torres Business Area en Chamartín: gigantescas, se habla de pelotazo en su construcción. Medio vacías, especialmente la torre de Caja Madrid/Bankia. Se suponía que venían con un pan debajo del brazo para la zona y para Madrid. ¿Dónde está ese pan?
La Caja Mágica: un Dominique Perrault en todo su esplendor. Pasó de costar 120 millones de euros a casi 300. Se usa una vez al año para un torneo de tenis. El resto del tiempo, no se sabe, no se contesta.
El PAU de Vallecas: iba a tener hasta su Gran Vía. Por determinadas zonas es un descampado desolador, digno de una posguerra, como tantos otros PAU. En otras se agolpan las viviendas vacías que un día dieron techo a familias hoy desahuciadas.
La T4: espectacular terminal de Barajas firmada por Rogers y Lamela. El ahora llamado aeropuerto Adolfo Suárez registra en 2015 el mismo tráfico que antes de que existiera esta ampliación.
Centro acuático Madrid 2020: abandonado en el momento en el que Madrid 2020 no fue seleccionada para organizar los Juegos Olímpicos. El edificio está a medio terminar después de emplearse en él 54 millones de euros. Está destinado al deterioro, dado lo costoso de su mantenimiento y que nadie da un duro más para acabarlo.
Y así.
Basurama ha catalogado en esta investigación hasta 28 “ruinas de lujo”, casi todas en la llamada periferia de Madrid, mas allá de la M-30. La periferia de las ciudades es el lugar en que se ubica este colectivo dedicado, según explica en su web, “a la investigación, creación y producción cultural y medioambiental, que ha centrado su área de estudio y actuación en los procesos productivos, la generación de desechos que éstos implican y las posibilidades creativas que suscitan estas coyunturas contemporáneas”.
Pero toda cruz, en este caso las “ruinas de lujo”, tiene su cara, y este grupo de arquitectos también se detiene en aquellas soluciones que sí funcionan, a las que ha llamado “lujos colectivos”. Con el auge del lujo privado, el tiempo en el que las ciudades competían para ver quién tenía los edificios más espectaculares (entre 2002 y 2007), se iniciaron decenas de proyectos arquitectónicos y urbanísticos a cual más costoso. Llegaron las vacas flacas, el pinchazo de la burbuja sobre la que vivíamos, y esos proyectos se han quedado sin terminar. Hormigón estéril destinado a la ruina.
Entonces, surgieron los que Basurama denomina “lujos colectivos”. “Muchos ciudadanos», explica Alberto Nanclares da Veiga, integrante de esta asociación, «aprovechan este abandono para rescatar estas zonas muertas y crear espacios de intercambio, como por ejemplo huertos urbanos”. Uno y otro aspecto, lo privado frente a lo colectivo, forman parte del mismo proceso.
Son 87 kilómetros de ruta que Basurama ha marcado y detallado en Googlemaps, y que este colectivo ya ha recorrido con distintos grupos. Incluso ha editado una audioguía descargable desde su web. El primer grupo que “hizo turismo” con esta ruta fue una promoción de la Escuela de Arquitectura de la Universidad de la República de Uruguay, que en su tradicional “Viaje de Arquitectura” alrededor del mundo visitando edificios y conjuntos urbanísticos emblemáticos, paraba también Madrid. Basurama se encargó de hacer de cicerone de los uruguayos, que venían a la ciudad esperando ver algunos edificios que, en realidad no existían, ya que habían sido abandonados por falta de fondos, desinterés, mala planificación… Tirando de ese hilo, pusieron en marcha esta investigación que ha visto la luz en marzo de 2015.
Su idea es que la gente se lance a completar la ruta. “No hay más que disfrutarla”, señala Nanclares da Veiga. “Estamos haciendo tours. Los primeros fueron los uruguayos y después se la mostramos a un grupo de técnicos europeos. Y siempre lo que más llama la atención es el desfase entre ambas realidades, las ruinas de lujo y los lujos urbanos”. Muchas preguntas quedan flotando en el aire cuando los turistas contemplan atónitos la tierra removida del PAU de los Berrocales o el ya nombrado Centro acuático Madrid 2020. “Pero, bueno, esto se acabará alguna vez ¿no?”, dicen incrédulos pensando que el estado de abandono sólo es una fase del proyecto sin saber que en realidad nadie tiene la más mínima intención de acabarlo ni de solucionar la situación. Pero la pregunta clave que siempre surge, según explica Nanclares da Veiga, es “¿qué pasa para que no se pueda dar el paso para gestionar las ruinas de lujo como lujos colectivos?”.
Es decir, si claramente la Administración ha fracasado en gran medida en su aventura de llenar la ciudad de proyectos urbanísticos de renombre a la par de innecesarios, ineficaces y destinados a la ruina, ¿cómo es que no se ceden esos espacios a una ciudadanía que los reclama para hacer barrio de verdad? “¿Por qué no aplicar la lógica de los lujos colectivos a las Cuatro torres, por ejemplo?”, reflexiona Nanclares da Veiga.
Ejemplos de esos lujos colectivos hay por todo Madrid. Basurama recoge unos cuantos en su ruta. Entre ellos, La Huerta de Tetuán, Autobarrios San Cristóbal, un Campo de Béisbol autogestionado por la comunidad dominicana de Carabanchel, El Campo de Cebada, El espacio vecinal Montamarta, Esta es una Plaza… Todos estos lujos privados son proyectos comunitarios de gestión y cuidado de un espacio público abandonado previamente. Muchos de ellos fueron cedidos por el Ayuntamiento a los ciudadanos previa solicitud de éstos. En otros, los implicados en el proyecto tienen que emplearse en interminables guerrillas con la Administración para que les permitan seguir dando vida a un lugar reconquistado y resucitado.
Además, en la ruta, Basurama incluye espacios que denomina Atrapados en el Limbo, como el Palacio de la Música, Valdebebas, la operación Chamartín, la operación Mahou-Calderón, la operación Campamento… Demasiado bisturí en una ciudad que a veces parece a punto de ingresar en la UCI.
Ruinas de Lujo está llamando mucho la atención, según Nanclares de Veiga. El formato y el humor con el que está presentada esta investigación atrapan desde el primer momento. Dan muchas ganas de agarrar el coche y recorrer esos 87 kilómetros de incoherencia, despropósitos y también de pequeñas esperanzas. Pero de las buenas de verdad, eso sí.
Comentarios
Por David García, el 09 mayo 2015
Muy de acuerdo en muchas. Pero otras están puestas por poner y como pura demagogia. Calificar a la T-4 de ruina arquitectónica es muy atrevido, y más bajo el pobre argumento de que acoge los mismos vuelos que antes. A Barajas también llegan el mismo número de viajeros que antes de inaugurar el metro hasta allí y nadie dice que sea una ruina.
Y luego ya si nos metemos con lo que ha hecho Basurama, igual. El soterramiento de la M-30 calificado también de ruina arquitectónica… en fin. Podremos criticar su financiación, los métodos de construcción, etc pero nunca que es una buena obra. Yo tengo un espacio verde en vez de una autopista, que además se utiliza, o sea que en ruinas no está. Aquí el caso es meter obras en el mismo saco. Meted alguna ampliación de metro. O el tranvía de Parla. Y diréis, es que es solo de Madrid capital…. bueno pues poned solo obras que sean de la administración municipal porque hasta donde yo sé la T-4 es obra del Estado y la Ciudad de la Justicia, de la Comunidad.
Por James Gómez, el 28 mayo 2015
Lo malo de mezclar verdades con medias verdades, y con «errores» como los apuntados en el comentario anterior, es que lo que podría haber sido un buen artículo, queda reducido a una mezcla de demagogia y mala praxis periodística que lo desacredita.
En todo caso, bueno es denunciar el despilfarro tan dramático que se ha producido en Madrid… y no sólo en la capital (lo de Parla merecería un capítulo aparte…)