Salvador Sobral, el defensor de la buena música, arranca su gira por España
Salvador Sobral ha vuelto y ha iniciado en Málaga su gira española que lo llevará a recorrer distintas ciudades durante los próximos meses. Hoy mismo, 5 de julio, en Barcelona. Y luego Cartagena, Valencia, San Sebastián, Palma de Mallorca… A Madrid llegará el 24 y 25 de septiembre, al Nuevo Apolo. Dejó Sobral buena muestra de su arte –y de su humor– sobre las tablas de un Teatro Cervantes que se llenó para escuchar al artista portugués ganador de Eurovisión en 2017.
Lo que hace Sobral con la música es amor porque Sobral vive poéticamente, es decir, deja todo el espacio a la belleza en su vida y en cada una de sus canciones. En su repertorio de más de hora y media interpretó, además de su conocido Amar pelos dois, otros temas como Nem eu , Ay amor o Change.
Merece la vida la pena cuando escuchamos a Salvador Sobral, que canta no con la voz sino con el cuerpo; el cuerpo entero es una voz, un pentagrama ardiendo en una garganta humilde, un lenguaje propio que proyecta siempre una luz que desinfla los egos y abre nuevos caminos transitables, sencillos, generosos, espacios que conducen a eso que sabemos que es la belleza. Porque vive Sobral poéticamente y eso significa que milita en la belleza, y no hace nada sin alegría, dialoga con ella y cada canción es belleza alegre, poema lento que conmueve.
Lo que hace Sobral con la música es amor, mientras el mundo cruje de sombras y asperezas, se desmorona el mundo ahí afuera y se agarra uno a la pureza de una voz nueva, necesitado como está el mundo de voces que acerquen al fuego de la bondad, o sea, al amor, una voz que nos devuelva la lluvia fina de lo humano, que excave en nosotros profundas esperanzas. ¿Qué otra cosa es, si no, Amar pelos dois que una voz trayendo a tu lado lo hermoso, el milagro inenarrable de seguir vivo? No es tristeza lo que canta Sobral sino vida, la vida esa que importa, la que teníamos antes de que se nos olvidara vivir.
Venía Sobral del mar, del salitre, del azul de la Málaga transformada. Venía Sobral del Mediterráneo, del agua que no sabe que es ya verano, del agua que parece siempre la misma en su horizontalidad paciente de sal y su abundancia de crestas de yodo, espuma y medusas. Venía Sobral de bañarse en el mar antes de cantar y traer sus sones jazzísticos al Cervantes, el teatro que casi le hace llorar de tan azul, tan italiano, tan bonito. “Hacía tiempo que no me bañaba en el mar y he venido sin ducharme”, dijo con humor, a mitad del concierto, porque Sobral no pierde nunca el humor en los escenarios ni fuera de ellos, ni en el arte ni en la vida, “el arte que alivia de la vida sin aliviar de vivir”, que decía Pessoa.
Todo el calor que proporciona la música de Sobral fue devuelto por un público que llenó el teatro malagueño, el patio de butacas, los palcos y el paraíso, esa zona que tiene el Cervantes en lo más alto y a la que se refirió también el cantante portugués, que ha comenzado su gira española en la capital malagueña y que lo llevará por distintas ciudades de España durante los próximos meses: Barcelona, Valencia, Cartagena, Palma de Mallorca, Madrid, San Sebastián…
Habita una verdad en el interior de este cantante, una verdad que llega, que puede tocarse en canciones como Nem eu, Change o Ay amor, que interpretó dentro de un concierto que se prolongó durante más de hora y media con un elenco de artistas que acompañaron la prodigiosa voz de Sobral: Júlio Resende al piano, André Rosinha al contrabajo y Bruno Pedroso a la batería.
Fue uno de esos conciertos a los que al público le hubiera gustado continuar toda la noche y varios días, con pequeños descansos para comer e ir al baño. “Estaría cantando hasta mañana, pero por 40.000 euros más”, aseguró un Sobral que se ganó a los asistentes con sus bromas, que despertaron los aplausos y la complicidad de un Cervantes que está vibrando un año más con el festival Terral. Sobral es muy joven, pero apunta a clásico, porque tiene una música de esa que ilumina, que uno tiene siempre a mano, muy cerca, para escapar del hastío y la zozobra.
No hay comentarios