San Sebastián se marcha al espacio con ‘Gravity’ de Cuarón
ZINEMALDIA DREAMING
Puedes seguir a Luis Roca en Twitter y su blog. Las fotos de la fotogalería son de LUIS ROCA Y JOSÉ ANTONIO GONZÁLEZ
Ayer fue un gran día en el Festival de Cine de San Sebastián. Meteorológico y cinematográfico. Con dos perlitas: las firmadas por el mexicano Alfonso Cuarón y el español David Trueba, que trajo a la capital donostiarra una película buena (en todos los sentidos de la palabra), y dos representaciones del dignísimo cine que últimamente se está haciendo en Rumanía. Pero es la cinta del primero, Gravity, la que inspira nuestra fotogalería en ojo de pez, como si miráramos la Tierra desde el espacio exterior.
LO QUE VIMOS
Gravity (Sección Perlas). Hay películas que muestran cosas que el cine nunca ha mostrado. Seguramente dentro de unos años Gravity, del mexicano Alfonso Cuarón, nos parecerá como las películas de marcianos de los 50 del siglo pasado, pura risa. Pero hoy no es así. Y por eso, entre otras cosas, el filme del director de Y tu mamá también (2001) va camino de convertirse en una de las películas de año, si no en la película del año. No solo porque el filme, que deslumbra desde el primer fotograma, deba menos de lo esperado al comercial de Hollywood de donde procede. Hay acción sí, y explosiones estratosféricas también, pero lo que cuenta es la sencilla historia de dos personajes al límite con una puesta en escena y aciertos en la colocación de la cámara que lo acercan más al cine independiente y lo lanzan fuera de la órbita de los temidos blockbuster. Una historia de dos astronautas en una estación espacial -ella Ryan Stone, él Matt Kowalski- en escenarios hasta ahora nunca vistos. Es cierto que hay sentimentalismo, pero también existencialismo y ecos de finísima comedia en este potentísimo thriller, y quien la confunda con una película de ciencia ficción yerra. Lo que ocurre en Gravity podría ocurrir hoy. Sólo que en algún punto a 600 kilómetros sobre nuestras cabezas. ¿Quieres ver flotar una lágrima de Sandra Bullock sobre tu cabeza? ¡Disfrútala en 3D!
Gravity consigue, no sé si intencionadamente, que te acuerdes de algunos momentos del cine que quedaron esculpidos en tu mente. Uno es aquel susto terrorífico de Tiburón, de Steven Spielberg, cuando el personaje del oceanógrafo Matt Hooper (Richard Dreyfuss) intenta arrancar un diente de escualo de una barca hundida y le aparece de sopetón un cadáver desfigurado. El otro es la salida por la playa lanzaroteña de Famara de Raquel Welch como la sexi Loana en Hace un millón de años, la fábula prehistórica animada por Ray Harryhausen. Y hasta aquí debo contar. Nosotros celebramos el hasta ahora momento más eufórico del festival de la mejor forma posible. Saltándonos la rueda de prensa de Cuarón y dándonos un baño a las seis de la tarde en la playa de la Zurriola, delante del Kursaal. Pisando la arena tras salir del agua llegamos a sentirnos casi como la doctora Ryan Stone tras emerger sin Matt Kowalski del lago.
Puede darse el caso de que seas un cinéfilo sesudo que desdeña por sistema propuestas donde prima lo espectacular. O de los que desde el principio alertó del fiasco que iba a ser la nueva tecnología en 3D, como si molestara. Desengáñate, habiendo nacido en el siglo XX tienes muy pocas oportunidades de seguir los pasos del pionero Denis Tito y convertirte en un nuevo turista espacial. Gravity te ofrece también esa posibilidad. Hacer turismo de cine atmosférico durante sus 93 minutos de proyección.
Vivir es fácil con los ojos cerrados (Sección Oficial). Fue terminarse la película y escucharse en el Teatro Principal de San Sebastián una ovación como no se había oído en lo que va de festival. Si no contamos el griterío de Gravity en el Teatro Victoria Eugenia, claro. La película de David Trueba convenció y casi enamoró en el pase de prensa. Ovación con gritos y bravos. Un disloque, vaya… Y, tal vez, lo que denota es que los profesionales que abarrotaban el cine tienen ya una edad y una memoria colectiva bastante próxima a la del realizador. Es cierto que, de un tiempo a esta parte, los directores y guionistas españoles han pasado (casi) la página de la Guerra Civil y de los peores años de la posguerra. Pero en cuanto nos vamos a nuestra historia reciente es inevitable encontrarse con la dictadura o la dictablanda. No hace falta recordar que en España el dictador murió en la cama y de viejo… Y esa historia reciente -está sociológicamente demostrado- al público español le apasiona. No hay más que comprobar el éxito de audiencia de series como Cuéntame como pasó.
Al principio de esta divertida, emocionante y amable película de Trueba, se enciende peligrosamente la alarma de la familia Alcántara por los cuatro costados de la pantalla. Pero es cosa de poco. En seguida aquello se transforma en una road movie deliciosa. Si el día anterior con Caníbal, la factoría española se detenía en lo negro, en el mal, en lo terrorífico; ayer con Vivir es fácil con los ojos cerrados se fue al extremo contrario: lo blanco, la bondad total, la supervivencia, el futuro… Impresionante el personaje que logra construir Javier Cámara de un profesor machadiano y bueno (en el estricto sentido de la palabra bueno). Un profe de inglés y latín pirado por los Beatles que emprende un viaje hacia Almería en 1966 para conocer a John Lennon, el autor del verso que da título a la película en Strawberry Fields Forever, que se encuentra allí rodando How I won the war. Todo lo que lo rodea es inteligente, sensible y de lo que ya no queda. Bueno, pero de bondad.
Child´s Pose (La postura del hijo) (Sección Perlas). “¡Que la metan en la cárcel a ella también!”, piensas sobre esta madre castradora que trata de defender a un hijo malcriado de un accidente con resultado de muerte en este filme rumano que se alzó con el Oso de Oro en el pasado festival de Berlín. Pero el filme, que termina de manera abierta y abrupta -sello del cine contemporáneo-, no augura que las cosas vayan a suceder como tú deseas. Primero te confunde. Después reflexionas y viene lo peor, te quedas con el alma encogida.
La película del joven Calin Peter Nezter arranca mostrando el contexto de unos rumanos privilegiados de Bucarest, las pésimas relaciones entre una madre y un hijo treintañero que se dirige a ella y a su padre con expresiones como “¡chúpamela!”, y la firme determinación de ella de devolver las aguas a su cauce. En medio, un terrible accidente pone las cosas en su sitio. La capacidad de los poderosos de imponer su versión sobre los que no tienen nada (las víctimas), lo que vale la verdad en manos de los malvados y, quizás lo peor, la incapacidad de la madre para reconocer a su hijo como persona independiente al margen de su influencia van apuntando hacia un terrible final. Demasiado tarde ya, señora. El castrado ha acabado en una red tejida por usted de la que ya nunca escapará.
El secreto del éxito del filme pasa por un gran guion que desarrolla los personajes complejos y sin fisuras. Después, unas interpretaciones sólidas; la de la madre compite en excelencia con la de Paulina García en Gloria, que en Berlín finalmente le arrebató el premio. Lo demás lo hace el estilo, con la cámara siempre en planos cercanos y permanente movimiento, como si el operador estuviera descubriendo lo que pasa al mismo tiempo que nosotros. Una sensación que se refuerza con esos planos en los que los personajes son seguidos por la espalda.
Japanese Dog (Sección Nuev@s director@s). Hay películas que permiten al espectador habitar también el espacio. Lo consiguen aumentando la duración de los planos y dejando la cámara quieta. Los personajes, la acción, pasa a un plano más equilibrado con el espacio por el que discurre la historia que lo que nos acostumbra el cine convencional. Es un cine de tempo lento y mirada honda que apela al espectador, aunque el espectador, en general, mire hacia otro lado. Para muchos es un tostón. Pero los críticos a los que les cae como un patada en el hígado no deberían criticarlo tanto. Mirándolo en positivo, pueden terminar su trabajo antes de que acabe la película. Solo hay que saber buscar el lugar adecuado en la sala y mientras el plano corre ir adelantando el trabajo.
Japanese Dog es una película así, que viene del mismo país que la anterior; Rumanía en los últimos años ha sido estandarte de gran cine. No pregunten por qué. Así son las cosas. Este filme no es de los que le darán un mayor lustre a esa cinematografía tan apreciada. Es de ritmo lento y no logra conmover. Menos deslumbra. Así y todo, deja poso la muy sencilla historia del viejo viudo Costache (Victor Rebengiuc), testarudo con razón frente a especuladores del suelo en una zona muy pobre del país, con hijo en Japón y nieto aún por conocer. Pasa un día y ahí sigues tú, seducido por el huraño Costache. E igual que hace él, pones en funcionamiento el perro japonés regalo de su nieto Koji, mirándolo como quien mira una bola de las que adivinan el porvenir.
EL PERSONAJE
No podemos dejar de enseñaros aquí el vídeo del momento en el que Carmen Maura recibe su premio Donostia en la noche de la tercera jornada del Festival… Estuvo fantástica, emotiva y para comérsela. Ella es una de las grandes en activo del cine español y tal vez una de las actrices con más morro y desparpajo que se han visto en la pantalla. Si aún no lo habéis visto, no os lo perdáis.
TODAS LAS CRÓNICAS DEL FESTIVAL
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Comentarios
Por Moratalla, el 24 septiembre 2013
Caray, y ¿por qué «yerraría» quien calificara a «Gravity» como una película de ciencia-ficción? Que yo sepa es una obra especulativa basada en las ciencias físicas, de modo que me pica la curiosidad. ¿Cuáles son los motivos por los que no podría encuadrarse la cinta en dicho género? Más allá, quiero decir, del ridículo y endémico odio que en este país existe por todo lo que lleve la etiqueta de «ciencia-ficción», y que por lo visto la inmensa mayoría de nuestros compatriotas asocia a películas como «Independence Day» (con esta sí que habría que darle a la sesera para encontrar argumentos que permitiesen adscribirla al género) o, en todo caso, «Star Wars». Qué poquitos españoles se han leído a Clarke, Asimov, Bradbury, Stephenson, Banks, Simmons, Gibson, etcétera. O a solo uno de ellos, que tampoco nos vamos a poner exigentes. Y qué curioso que esa falta de afición por este tipo de literatura acompañe casi siempre a una alarmante escasez de cultura científica.
Por Alberto, el 26 septiembre 2013
Estoy de acuerdo en tu comentario (en casi todo (no creo que el comentario sobre la poca lectura sea necesario)) y además añado el poco rigor con el que enfocó el comentario de la película que no deja de ser más una reseña anecdótica y no un análisis de alguien que realmente sabe de cine.
Los dos últimos párrafos son una burla a la inteligencia y solamente me quedan por rescatar dos frases cerca del final del primer párrafo, cuando describe que es una historia simple.
Por Luis Roca Arencibia, el 29 septiembre 2013
Estimada Moratalla: seguro que eres toda una especialista en el asunto y tienes razón, pero estas crónicas se escriben con urgencia, extremando la precaución en aquellos datos que pudieran ser incorrectos. Su tono no es el de una «crítica de cine», no pretende ni busca serlo. Ni que quede cerrada. En ese sentido, tu comentario ayuda a saber más. Lo tendré en cuenta en adelante. Gracias. La frase de marras me la inspiró una crítica del filme aparecida en una prestigiosa revista USA, creo que Variety, a propósito del estreno en el festival de Venecia. Quien la firmaba decía exactamente eso. Quizás exagerada, errónea. Pero afortunada (a nosotros nos ha servido para entrar en contacto). Por otro lado, piensa también que las definiciones no son eternas. Es posible que los del cine (o algunos de ellos) usemos el concepto ciencia-ficción en otro sentido más restrictivo. Es posible también que sea un juego literario de crítica-ficción para atrapar al lector. No obstante, te emplazo a hablar cuando hayas visto la película (se estrena el 4 de octubre). Estoy en facebook y twitter y tengo blog propio.