El Festival de San Sebastián le tira los tejos a la televisión sin ninguna Vergüenza
Las series de televisión entran como un torpedo en un festival que hasta el momento no había hecho guiños tan descarados al producto nativo de esta plataforma. Por primera vez en su historia el Zinemaldia proyecta completa y de un tirón una serie en su sección Zabaltegui. Ni que fueran Netflix. Se trata de los 10 capítulos de ‘Vergüenza’, de Juan Cavestany y Álvaro Fernández Armero que Movistar+ emitirá el próximo noviembre.
También se presenta en esta edición del festival el capítulo piloto de La Peste, la serie dirigida por Alberto Rodríguez (ganador en el certamen por La isla mínima) y que también es producción de Movistar+. Ayer asistimos a la proyección de Vergüenza. También vimos la gran apuesta de Telecinco Cinema para este otoño, El secreto de Marrowbone.
Vergüenza. Juan Cavestany y Álvaro Fernández Armero. España. Sección Zabaltegui-Tabakalera.
Vergüenza es más que “humor incómodo”, como expresó el representante de Movistar+ en la presentación en la sala 1 de Tabakalera. La serie, que se estrenará en la plataforma de pago española en noviembre, es una avispa clavando su aguijón venenoso en el culo del espectador, aunque nosotros hubiéramos preferido un escorpión y más cerquita del corazón. “Nueve años ha costado sacarla adelante”, dijo uno de sus dos directores, Álvaro Fernández Armero. Después subrayó solemnemente que asistíamos a “un momento histórico”: era la primera vez que el festival de cine de San Sebastián proyectaba una serie completa, casi cinco horas de exhibición.
Vergüenza está compuesta de diez capítulos de 25 minutos de duración y forma parte de lo que probablemente sea la novedad más importante de este festival, su apuesta por un agente emergente, Movistar+, cuya matriz es uno de los principales patrocinadores del evento. Y por las series de televisión. Los tiempos están cambiando. La noticia es que Movistar+ ha destinado 80 millones de euros a ocho proyectos que empezará a distribuir en su plataforma de televisión de pago. Es una inversión que amenaza, y ojalá sea así, con dar un revolcón al panorama audiovisual español. Creará contenidos nuevos, dará mucho trabajo y sin duda aportará valor para el sector. La televisión de pago acaba de estrenar su primera serie, Velvet Colección, y le seguirá La Zona, el 27 de octubre. Esta Vergüenza llegará en noviembre. Y el próximo viernes presentará en el 65 Zinemaldia el primer capítulo de La peste, dirigida por Alberto Rodríguez, que se empezará a emitir en enero de 2018.
Vergüenza trata de un completo metepatas, Jesús Gutiérrez, fotógrafo de bodas que intenta en vano que también se le reconozca su faceta artística al margen de la BBC (bodas, bautizos y comuniones). La interpretación de Javier Gutiérrez es insuperable. A su lado, Malena Alterio, también inconmensurable, es su esposa, que solo piensa en encontrar el momento idóneo para copular quedándose embarazada. Miguel Rellán y Lola Casamayor interpretan a los padres de ella, deseosos de que rompa el matrimonio. Y Vito Sanz al joven compañero de trabajo de Jesús, el tipo que en las bodas graba los vídeos. Si la serie gira en torno a estos cinco personajes, durante los diez capítulos aparecen más de 90. El trabajo de todos los actores es impecable.
La propuesta era muy atractiva de partida, pues suma a dos autores radicalmente distintos, uno de perfil conservador, Álvaro Fernández Armero, director de El columpio (1993) y Las ovejas no pierden el tren (2014), y otro que es un completo insensato, un incendiario, Juan Cavestany, director de piezas tan subversivas como Gente en sitios (2013) y Esa sensación (2016), el autor más cercano a Luis Buñuel que tenemos en España. Aquí, al menos eso parece, todo lo perturbador viene de la mente de Cavestany y la puesta en escena corresponde fundamentalmente a Fernández Armero, un director sobradamente capacitado para repartir tiros de cámara y colocar actores.
¿Hay equilibrio entre ambos en Vergüenza? Quizás más de la cuenta. A mí me hubiera gustado más perplejidad, algarada, agitación, revolución, imprevisibilidad, más aguijón. Y menos esa fotografía y puesta en escena propias de serie convencional. Pero Vergüenza vale mucho la pena, cada capítulo sigue al anterior y aporta elementos nuevos e imprevisibles, algunos absolutamente inéditos en un producto de este tipo en nuestro país. Nunca una serie alcanzó estos límites.
El hecho de celebrarse buena parte en fiestones de boda da pie a las situaciones más diversas y disparatadas, que es lo mismo que decir a las reflexiones más pertinentes. Como ocurre con lo mejor del cine de Cavestany, en muchos momentos tiene el gran mérito de hacernos ver que mucho de lo que nos ocurre a diario contiene un lado absurdo que, por nuestros miedos y prejuicios, tratamos de llevarlo al lado de lo normal, en vez de aceptarlo así de loco e irreverente como realmente es.
El secreto de Marrowbone. Sergio G. Sánchez. España. Sección Oficial.
Precisamente el asunto de los nuevos agentes del sector, como Netflix y Movistar+ entre otros, salió en la rueda de prensa de El secreto de Marrowbone, ópera prima del hasta ahora muy prestigioso guionista Sergio G. Sánchez. Fue en preguntas a dos de sus productores, el director de cine Juan Antonio Bayona -G. Sánchez escribió sus películas El orfanato (2007) y Lo imposible (2012)- y Paolo Vasile, consejero delegado de Mediaset, cabecera entre otras de Telecinco Cinema. La polémica, que se arrastra desde el pasado festival de Cannes, cuando por primera vez se seleccionó en sección oficial una película de Netflix que no iba a tener exhibición en salas, viene además determinada por que las cadenas de televisión de pago no tienen las mismas obligaciones de invertir en cine nacional que las que emiten en abierto.
Paolo Vasile, que se definió como un “anarquista obediente” (jamás pensé que la palabra anarquismo pudiera asociarse a productos de su responsabilidad como Sálvame o Supervivientes, el mismo desatino que usar el Imagine de John Lennon para vender coches), Vasile, digo, afirmó estar en lo personal “en contra de las obligaciones, pero ya que existen, tienen que ser iguales para todos». «La casa”, continuó refiriéndose al paraguas que engloba a todo el sector audiovisual, «ahora es más grande que antes, todos son bienvenidos, pero también todos deben contribuir a su mantenimiento en las mismas condiciones”.
Jota Bayona lo expresó de otra manera: “Creo que todos los agentes son compatibles, y deben serlo. Hay que tener en cuenta que hay diferentes ventanas para la emisión de películas en televisión y eso debe respetarse porque supone dos pagos diferentes que permiten financiar la película. Si lo dejamos en un único pago, y la película se pasa de repente solo por un canal, esa múltiple vía de financiación se perdería, y es necesaria”.
Bayona y Vasile acapararon protagonismo en la rueda de prensa de El secreto de Marrowbone. Pero también acudieron el director y parte de su elenco. La película, ambientada en zona rural costera de Estados Unidos en 1969, se rodó en Asturias, en el valle de Arango, Pravia, casi toda en una enorme mansión que se edificó alrededor de una torre medieval. “Buscaba una luz muy naturalista”, explicó Sergio G. Sánchez; “para mí era importante que la atmósfera fuera como la del último verano de tu infancia. También que la casa respirase y estuviese vivida. Cuando llegaron los chicos querían quedarse a vivir ahí y todo fue muy bien hasta que descubrimos que en la casa realmente había una presencia. La casa estaba viva y había alguien ahí con nosotros,” concluyó entre risas.
El secreto de Marrowbone es una bonita película que mezcla en dosis casi perfectas amor romántico y terror. Los sustos se prevén, pero eso no minimiza el efecto, hay varios de los que te hacen saltar en la butaca. Cuatro hermanos se refugian con su madre en una casa apartada para huir de un padre que es un completo monstruo. La película es la gran apuesta de Telecinco Cinema para este otoño; se estrenará en salas en un mes, el 27 de octubre.
Anya Taylor-Joy, guapa hasta cuando bosteza, la protagoniza con George MacKay. Buscamos sus preciosos ojos almendrados en la rueda de prensa, pero no estaban. Los echamos ampliamente de menos. “Para mí, la película es una fábula, una muñeca rusa a la que vas levantando capas hasta llegar a su corazón”, explicó el director, Sergio G. Sánchez. “Mis películas siempre tratan de gente que busca un hogar que ya no existe, ese lugar en El secreto de Marrobone es el cuaderno de Jack, un personaje que tiene una cosa muy inocente, por un lado ese amor redentor hacia sus hermanos y, por otro, el amor salvador hacia su novia Allie. Lo que me conmueve es esa necesidad que tenemos todas las personas de buscarnos nuestro lugar seguro, ese sitio donde nadie te puede arrebatar las cosas que te pertenecen”.
“De lo más contento que estoy de la película”, concluyó Bayona, “es de poder certificar cómo Sergio, que ya es un guionista más que consagrado, demuestra un dominio apabullante también como director”. Y lanzó este consejo para los aspirantes a cineastas respondiendo a quien se identificó como alumno de cine: “La clave es leer mucho, ver mucho cine y vivir mucho”.
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