Sant Jordi: mucho mejor si las rosas fueran cercanas

Invernadero de Vidalba Flors, que está iniciando un proyecto de flores ecológico y de regeneración de la tierra.
Cada año por estas fechas me cuestiono el esfuerzo para abastecer de rosas el mercado de cara al 23 de abril, Sant Jordi, el Día del Libro, el día más hermoso junto a la noche de Sant Joan. Lo mismo se preguntaban los jóvenes de los años 80, y entonces, con su rebeldía, los más radicales regalaban alcachofas… Que sean rosas, alcachofas o claveles, pero que hayan crecido sin presión química y cerca de donde serán ofrecidas como muestra de amor un día como hoy.
Ayer un mirlo se dio una fiesta con baño en el pequeño cazo de barro bajo el olivo. Es el pájaro que me anuncia la mañana y me acompaña en los primeros minutos. Atraviesa de un lado al otro el espacio y roza con su cola el mini rosal que ahora comienza a despuntar. Me lo regaló en una maceta el gran dramaturgo catalán Josep Maria Miró en nuestros tiempos de peripecias teatrales y radiofónicas; ahora crece en la tierra.
Claro, es Abril. En casa, normalmente las rosas comienzan a abrirse en la tercera semana del mes, eso las primerizas. Y cada año por estas fechas me cuestiono el esfuerzo para abastecer de rosas el mercado de cara al 23 de abril, Sant Jordi, el Día del Libro, el día más hermoso junto a la noche de Sant Joan.
Lo mismo se preguntaban los jóvenes de los años 80, y entonces, con su rebeldía, los más radicales regalaban alcachofas. Alcachofas en vez de rosas; si seguimos el calendario natural, tiene sentido.
Pero una rosa es más delicada y bella, y además es tradición y queda mejor junto al libro. Me pregunto de dónde llegan ahora y cómo de grande es el impacto ambiental que genera su demanda.
Sé que su cultivo en condiciones intensivas se produce en tres países: Kenia, Colombia y Ecuador. En el actual modelo de producción industrial de rosas se usan invernaderos calentados con gas natural. Para su crecimiento rápido se consumen fertilizantes y una gran cantidad de pesticidas; las rosas requieren mucha agua. En Kenia, la fuerza laboral de la industria de las flores son las mujeres, mano de obra muy barata para los empresarios. La Agroecología y la Economía Social y Solidaria comienzan a dar respuestas al problema. Mantener las tierras de cultivo activas dentro del perímetro del Área Metropolitana de Barcelona, de cualquier área metropolitana, reduciría la contaminación derivada de su gestión con el modelo actual. Generarían 10 veces menos CO2 que las que se importan de terceros países y se reduciría su viaje en avión.
Rebajar las emisiones en el transporte, en el uso de recursos energéticos, asegurar que las condiciones laborales sean justas, apostar por una economía local y una ocupación digna en el sector primario son objetivos de esas nuevas propuestas que nacen para poder obtener rosas y flores cercanas. Y ¿por qué no recuperar los espacios colindantes a la ciudad para cultivar flores locales? Eso están haciendo en proyectos como Vidalba Flors, impulsados por la cooperativa agroecológica Tarpuna. Su proyecto de producción de flores frescas y secas, adaptadas al clima mediterráneo, cuidadas de forma ecológica en Llinars del Vallés, resulta envidiable. Pensad en el frescor y el color de nuestros pequeños habitáculos si podemos adornarlos con un bonito jarrón de flores naturales cultivadas muy cerca.
Antes que la macroindustria removiera nuestras vidas, los espacios cercanos a la ciudad ya eran así. Recuerdo la historia de los Ferrer i Guardia, de Francesc Ferrer i Guardia, impulsor del movimiento de la Escuela Moderna y ejecutado en octubre de 1909 por sus ideales. Su hermano Josep Ferrer era agricultor, cultivaba flores en los campos que la familia tenía en Alella, en el Maresme, la costa mediterránea cercana a Barcelona. Me fascina la amistad que los hermanos Ferrer mantuvieron con el escritor ruso Leon Tolstoi, amante de los claveles, de las ideas libertarias y de ese nuevo concepto de educación que él practicaba ya en su granja rural Yásnaia Poliana, que ahora es una reserva natural en Rusia.
Tolstoi y los Ferrer i Guardia se carteaban y pronto recibieron algunos ejemplares de claveles del escritor ruso que Josep Ferrer Pepet supo reproducir aquí. Esta historia da mucho de sí y prometo seguirle el hilo; hay muchas páginas todavía por escribir. Pero, mientras tanto, una reflexión: ¿cuántas historias maravillosas, similares a esta y a la que están escribiendo desde Vidalba Flors, nos esperarían si las tierras cercanas a las ciudades, ahora en el punto de mira de grandes inmobiliarias, fueran transformadas en zonas de cultivo para el alimento físico y mental de los habitantes urbanos?
Que sean rosas, alcachofas o claveles, pero que hayan crecido sin presión química y cerca de donde serán ofrecidas como muestra de amor el día de Sant Jordi.
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