Scott Kelly, 500 días fuera de la Tierra: “Echaba de menos las sillas y a mis seres queridos”

El astronauta Scott Kelly en la Estación Espacial Internacional.

El astronauta Scott Kelly en la Estación Espacial Internacional.

El astronauta Scott Kelly en la Estación Espacial Internacional.

El astronauta Scott Kelly en la Estación Espacial Internacional. Foto: Penguin Random House

Scott Kelly, el astronauta estadounidense que más tiempo ha pasado en el espacio de un tirón (340 días), ha viajado a Madrid para presentar la edición en español de su libro ‘Resistencia. Un año en el espacio’ (Debate). Habló de la soledad en el espacio, de lo que más se echa de menos de la Tierra, de la necesidad de mimar nuestro planeta. Y le preguntaron de todo. Incluso si había visto ovnis. Eso sí, no se presentó ninguno de los cada vez más numerosos creyentes en la teoría de la Tierra Plana.

“Se buscan hombres para viaje peligroso. Sueldo escaso. Frío extremo. Largos meses de completa oscuridad. Peligro constante. No se asegura el regreso. Honor y reconocimiento en caso de éxito”. Este famoso e inquietante texto fue el anuncio que el explorador Ernest Shackleton puso a principios del siglo pasado en el diario The Times de Londres con el fin de reclutar marineros para una de sus expediciones. Lo maravilloso del asunto es que, a pesar de las fatales perspectivas que señala el anuncio, se ofrecieron 5.000 personas: una muestra de cómo la maravillosa curiosidad y el arrojo del homo sapiens le ha hecho llegar a lugares inimaginables, hasta colgarse de la Luna, hasta mandar sondas a Marte.

En 1914 partió la Expedición Imperial Transantártica comandada por Shackleton a bordo del buque Endurance, que acabó encallado en la banquisa polar y fue destruido por el hielo. Shackleton y su tripulación tuvieron que ingeniárselas durante dos años para sobrevivir en el desierto blanco y gélido y regresar sanos y salvos a la Europa de la Primera Guerra Mundial, y lo consiguieron: nadie murió en aquella expedición. La historia se cuenta en libros como Endurance, la prisión blanca (Capitán Swing), de Alfred Lansing, o el documental Atrapados en el hielo, de George Butler.

También se llama Endurance (que significa resistencia) la nave espacial de la película Interstellar o, ahora, el libro que narra la peripecia vital de Scott Kelly, el astronauta estadounidense que más tiempo ha pasado en el espacio de un tirón (340 días); en español lo publica la editorial Debate con el título Resistencia. Un año en el espacio. Si Shackleton tuvo que sobrevivir al blanco polar, Kelly hizo lo propio con el océano negro del Cosmos, con la Tierra siempre presente como una gran esfera azul.

El astronauta Scott Kelly en la exposición 'Marte, la conquista de un sueño' en el Espacio Fundación Telefónica.

El astronauta Scott Kelly en la exposición ‘Marte, la conquista de un sueño’ en el Espacio Fundación Telefónica.

Scott Kelly participando en un experimento en la Estación Espacial Internacional.

Scott Kelly participando en un experimento en la Estación Espacial Internacional.

Kelly acaba de visitar Madrid con el objetivo de presentar su libro, una mezcla de biografía y divulgación científica; así que fui al Espacio Fundación Telefónica a ver cómo es de cerca un astronauta. Me esperaba a un tipo flaco y refinado, con cierto aire aristocrático, pero Kelly resultó más parecido al average Joe estadounidense: corpulento y pragmático, usuario de palabras en slang, me lo imagino mejor tomando cervezas en la SuperBowl que en la Estación Espacial Internacional (EEI). Parece más republicano que demócrata, pero resulta que lanzó fuertes críticas al presidente Trump por su publicitaria y poco sólida política espacial. Desde luego es un tipo que parece resistente, apto para las misiones más duras. Él mismo recalcó sus orígenes humildes, como un chaval de New Jersey, de padre alcohólico y violento, que no era buen estudiante y que no hacía los deberes. Pero al que un libro le cambió la vida.

Esto me gustó, el hincapié que hizo el astronauta en un libro que revoluciona una trayectoria vital, en el poder de la letra impresa: se trataba del The right stuff, de Tom Wolfe, publicado en España como Lo que hay que tener. Elegidos para la gloria (Anagrama). En sus páginas, el paladín del Nuevo Periodismo hace una crónica de la dura preparación que siguen los astronautas para “asaltar los cielos”, como diría un izquierdista. “Después de leer ese libro (con ese título tan chulo) decidí que daría lo mejor de mí y haría lo que fuera para ser como esos tíos”, dijo Kelly. Luego se arrancó con una frase inspiracional muy estadounidense (aunque falsa): “Si puedes soñarlo, puedes hacerlo”.

Kelly lo consiguió, y vaya si lo consiguió, porque es una de las personas que más ha estado fuera del planeta, unos 500 días sumando todas sus expediciones. En la última, la que le tomó casi un año, se trataba de que él mismo fuera el conejillo de indias en el que se probasen los efectos del espacio en el cuerpo humano. “Se investigaba el efecto que podía causarme la ingravidez, la radiación, los niveles elevados de CO2”, relató. “Todo ello para valorar la posibilidad de un viaje humano a Marte. A la Luna solo se tardan dos días, pero a Marte pueden ser más de 200”. A su regreso del espacio exterior tuvo prácticamente que volver a aprender a caminar, además de sufrir todo tipo de hinchazones, sarpullidos e incomodidades (eso sí, era más alto). Como Scott Kelly tiene un hermano gemelo (Mark Kelly), los científicos pueden comparar ambos organismos y ver las diferencias: “Mis telómeros ahora son más largos que los de mi hermano”, dijo. No es cuestión de broma: debido a viajes anteriores, Kelly había desarrollado un cáncer de próstata por la exposición a la radiación, que superó con éxito gracias a la cirugía. Los astronautas tienen un 30% más de probabilidades de desarrollar un tumor.

“En el espacio exterior se echan muchas cosas de menos, por ejemplo, a tus seres queridos y a las sillas”, explicó. “En estado de ingravidez no puedes sentarte, no puedes relajarte porque uno se relaja abandonándose a la gravedad y allí no hay gravedad”. Así que dentro de la EEI uno se pasa el día flotando y en cierta tensión. Pero lo peor es lo de los seres queridos, “que les suceda algo malo y no poder regresar a casa”, dijo Scott, que recuerda como uno de sus peores momentos cuando le comunicaron que su hija quería mantener una llamada de emergencia con él. Tuvo que esperar 20 minutos para la conexión, en los que estuvo muy preocupado por la situación de su hija; cuando esta, que ya pasaba de los 20 años, se puso al otro lado de la línea resulta que llamaba porque se había quedado sola en casa y sentía soledad. Todo el mal trago para un caso menor. “Le dije: ‘hay 7.000 millones de personas ahí abajo”, bromea el astronauta, “búscate a una de ellas”.

Si los exploradores de Shackleton pasaron el tiempo cazando focas, jugando al fútbol o haciendo obras de teatro, este explorador espacial no tuvo tiempo para aburrirse realizando centenares de experimentos científicos mayormente relacionados con la fuerza gravitatoria o, mejor, la ausencia de esta. También tuvo tiempo para la reflexión medioambiental: “El planeta Tierra es muy hermoso visto desde fuera, pero solo llegan malas noticias y la degradación medioambiental resulta desoladora”, dice. “Quienes hemos estado en el espacio tenemos una perspectiva distinta, tenemos conciencia de ser parte de un todo, de un planeta en el que hay que buscar soluciones comunes”.

Recuerda a otra reflexión, la del astrónomo y divulgador Carl Sagan, cuando comentaba la foto que la sonda Voyager 1 hizo de la Tierra cuando alcanzaba la órbita de Plutón. Desde una distancia de 6.000 millones de kilómetros la Tierra era un pequeño “punto azul pálido” perdido en la inmensidad del océano cósmico.

“Eso es nuestra casa. Eso somos nosotros. Todas las personas que has amado, conocido, de las que alguna vez oíste hablar, todos los seres humanos que han existido han vivido en él”, decía Sagan. Es nuestra única casa y tenemos que cuidarla. La naturaleza, de hecho, es otra de las cosas que se extrañan en órbita: “Estar al aire libre en la naturaleza, jugar con un perro, sentir la lluvia son algunas de tantas cosas que damos por hecho, que no valoramos”, dice el astronauta, “o darse un baño o una ducha, en vez de quitarte la suciedad con una toallita. Lo primero que hice al regresar a la Tierra fue zambullirme en la piscina”.

Para estupefacción de los presentes en este otro Espacio, el de Telefónica, un periodista le preguntó al astronauta si había visto ovnis pululando por el espacio exterior, a lo que el astronauta, jugando un poco, respondió que sí (“¿¿cómo??”, pensó la audiencia). Pero añadió (“menos mal”) que pronto se dio cuenta de que eran efectos ópticos producidos por la atmósfera. Lo que se me quedó en el tintero fue preguntarle a Kelly si, dada la actual proliferación en Internet de creyentes en la teoría de la Tierra Plana (véase el libro La secta de la Tierra Plana, de Óscar Alarcia, publicado por Libritos Jenkins) podría asegurarnos que la Tierra es realmente esférica y que no es todo una patraña urdida por el gobierno mundial de los Illuminati. Igual lo que hacía falta es enviar a los terraplanistas al espacio en una nave. No es una locura; el propio Kelly aseguró que en unos pocos años se popularizará el turismo espacial.

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Comentarios

  • Miguel

    Por Miguel, el 24 enero 2018

    Menuda patraña. Cómo está el patio.

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