Se acabaron las colillas en calles, playas y campo… ¿o no?

Foto: Pixabay.

La invasión de colillas en calles y plazas, especialmente a la puerta de bares, hospitales o centros comerciales, la conversión de los alcorques que dan vida a los árboles en ceniceros, las playas donde los niños hacen castillos de filtros o los campos sembrados de cilindros naranjas son escenarios que podría disminuir si, además de un aumento de la educación cívica, las empresas productoras detrás de ese residuo –las tabacaleras– se hacen cargo del mismo. Así lo ha entendido el Gobierno, que les ha trasladado la responsabilidad del impacto que generan. Desde el sector se está ya organizando un “sistema de responsabilidad ampliada o SCRAP”, al estilo de los del plástico o el vidrio, pero en este caso se centrará en campañas de información, el reparto de ceniceros portátiles y el pago de su limpieza a los ayuntamientos. Desde organizaciones ambientales consideran insuficientes estas medidas, mientras la ciencia urge a actuar para evitar los continuos y graves impactos ambientales. Una sola colilla puede contaminar hasta 1.000 litros de agua.

Una investigación científica de 2023 en Science of the Total Environment alertaba de que el 65% de los fumadores arrojan sus colillas sin pararse a pensar dónde caen, un porcentaje mayor que en cualquier otro objeto de un solo uso. Alucinante. También se sabe que cada filtro contiene unas 15.000 fibras microplásticas y que pueden desprenderse unas 100 cada día que están en el agua. Además, se fabrican con más de 7.000 sustancias tóxicas que dañan los ecosistemas acuáticos. Alucinante.

“Sin embargo, muchas personas los arrojan a aceras y alcantarillas, cuando no en el campo o las costas, pensando que desaparecen, cuando de ahí van a un río y luego al mar”, explica la portavoz de la Fundación Rezero y la ONG Surfrider, donde recuerdan que una sola colilla puede contaminar hasta 1.000 litros de agua. “Solo en España tiramos descontroladas 70 millones de colillas al día y el 40% acaban en el mar”, insisten mientras preparan una campaña sobre el asunto. Otro informe, en este caso de la campaña LIBERA de Ecoembes y SEO/BirdLife, destaca que nos encontramos con colillas tiradas en el 73% de los espacios públicos. 

A los evidentes daños ambientales de esta pandemia de filtros, la Organización Mundial de la Salud (OMS) añade el dato de su estimación del coste de limpiarlos: unos 2.600 millones de dólares para China cada año, más de 760 millones en la India, 230 millones de dólares en Alemania. En España, Rezero calculó que cada habitante de Barcelona paga de sus impuestos entre 12 y 21 euros anuales para ello a través de las arcas municipales. Y lo que cuesta, avisa la OMS, no incluye las pérdidas por servicios que ofrece la naturaleza y desaparecen con esta contaminación.

Ha sido tras aprobarse una directiva europea que limita la basura de plásticos de un solo uso, cuando estos filtros se incluyeron en la ley española de residuos, en 2022, y finalmente en octubre de 2024 se aprobó un Real Decreto que obliga a las tabacaleras a hacerse cargo del coste de la limpieza en las infraestructuras de saneamiento y depuración, siguiendo el principio de que “quien contamina paga”.  También deberán ocuparse de la gestión de las colillas recogidas, aunque no pueda hacerse nada con ellas y se tiran en “el resto”. Además, se les obliga a realizar estudios de impactos por zonas y a invertir en ecodiseño para disminuir esos microplásticos, aunque solo en empresas que superen el 2,5% de la producción total de tabaco y sin precisar cuánta debe ser esa reducción.

Para cumplir esta normativa de aquí a cinco años –plazo que les concede la nueva normativa–, de momento 10 empresas del sector han fundado la asociación Ávora, pendiente de ser autorizada en la Comunidad de Madrid, donde tiene su sede. “Nuestra función será encargarnos de esa responsabilidad ampliada de los productores para evitar que ese residuo se disperse. Para ello, lo primero será hacer esos estudios técnicos y económicos de evaluación de su presencia en espacios públicos”, explica su gerente, Patricia Sánchez Aedo, que en el pasado ya trabajó en el reciclaje de aparatos electrónicos. El objetivo de Ávora es llegar a contar con entre 25 y 30 miembros.

El hecho de que las colillas no puedan formar parte de la economía circular pese a su volumen (en España se venden al año 2.100 millones de cajetillas, según el Comisionado para el Mercado de Tabaco) es un hándicap. Sánchez Aedo apunta que la parte de innovación para eliminar los plásticos que contienen (“de los otros tóxicos no habla la ley de residuos”) es un asunto de innovación que corresponde a la industria, aunque desde Ávora lo apoyarán. De hecho, se ha avanzado en el desarrollo de filtros biodegradables, que ya se venden para tabaco de liar, pero que no han llegado a la gran industria. Además, el resultado es desigual según las marcas, como comprobaron los artífices de Vivir Sin Plástico: unos desaparecen y otros no. La nueva normativa obliga a una recogida separada en espacios públicos, al estilo de los ceniceros que incorporan las papeleras públicas en algunas ciudades, como Madrid, aunque a la vista está que son muy infrautilizados. 

Donde Ávora podrá el foco, explican, es en aumentar las campañas de concienciación para que la población fumadora abandone ese arraigado comportamiento de arrojar esta basura a su entorno y también en el reparto gratuito de ceniceros portátiles en colaboración con otras entidades. “Es una medida que tiene muy buena acogida. Desde 2020, ya hemos repartido 260.000 y para este año el objetivo es distribuir otros 80.000. Nuestra idea es ampliarlo más en el futuro. En el reparto se informa a las personas fumadoras de los impactos de ese mal hábito; como no se puede reciclar, hay que insistir en concienciar como medida de prevención”, afirma Sánchez Aedo. Para la parte del pago correspondiente del coste de limpieza y gestión municipal, llegarán a acuerdos con comunidades autónomas y ayuntamientos.

Destacan, asimismo, la importancia de medidas como las tomadas en octubre pasado en el Ayuntamiento de Alicante, que ha prohibido a las personas que fuman ir a la playa sin su cenicero portátil, a riesgo de llevarse una sanción. El Real Decreto da vía libre a que los municipios decidan si permiten o no fumar en estos espacios o las multas a imponer, algo que a las organizaciones ambientales les resulta insuficiente. De los 700 municipios que ya lo prohíben oficialmente en playas, sólo en 67 imponen sanciones, casi todos en Cataluña y Canarias, lo que según Nofumadores.org deja la medida en algo “cosmético”. Solo en Galicia, denuncian desde Rezero y Surfrider, hay 242 “playas sin humo” y también sin sanción alguna.

“El Real Decreto ha dejado demasiados asuntos en el aire. Es un avance significativo, pero no cambia que sean los ayuntamientos quienes decidan si dejan fumar en espacios naturales o playas, tampoco se les obliga a disminuir la toxicidad y, además, se aplaza la recogida separada cinco años. Nos parece insuficiente. Defendemos poner en marcha un sistema de retorno de colillas, con incentivos para quienes no las tiren por ahí. Por ejemplo: se paga un euro más al comprar una cajetilla y luego se devuelve a quien lleve los filtros usados de vuelta. Lo que va ocurrir con lo aprobado es que las empresas subirán el precio del tabaco para pagar la limpieza, que es compleja, pero cobrando igual a quien  tire las colillas que a los que no, lo que no incentiva un cambio”, aseguran en estas organizaciones, que exigen un mayor compromiso a las autoridades, a la industria y a la ciudadanía.

  COMPROMETIDA CON EL MEDIO AMBIENTE, HACE SOSTENIBLE ‘EL ASOMBRARIO’.

Deja tu comentario

¿Qué hacemos con tus datos?

En elasombrario.com le pedimos su nombre y correo electrónico (no publicamos el correo electrónico) para identificarlo entre el resto de las personas que comentan en el blog.

No hay comentarios

Te pedimos tu nombre y email para poder enviarte nuestro newsletter o boletín de noticias y novedades de manera personalizada.

Solo usamos tu email para enviarte el newsletter y lo hacemos mediante MailChimp.