Se estrena la película más original y necesaria sobre Doñana

Flamencos sobrevuelan una marisma en Doñana, fotograma de la película ‘Doñana, donde el agua es sagrada’.
Doñana cruzada por decenas de miles de aves viajeras. Habitada por los ‘reyes del camuflaje’ entre sus arenas. Reseca por el expolio ilegal de sus profundidades. Pura vida en época de crianza, cuando se llena de criaturas. Religión entre el polvo y las risas. Esto y mucho más viene ‘empaquetado’ en los 98 minutos del documental ‘Doñana: donde el agua es sagrada’, dirigido por los cineastas Carmen Rodríguez y Joaquín Gutiérrez Acha, una producción de Wanda Films que se estrena este fin de semana en cines de toda España.
No es difícil imaginar la complejidad que ha debido de suponer rodar una película con impactantes imágenes en un momento en el que el Parque Nacional de Doñana, ese territorio de ecosistemas únicos, atravesaba una larga y desoladora sequía, impulsada por el cambio climático y agravada por la explotación agraria de frutos rojos que colapsa su acuífero. Y, sin embargo, una vez más, los autores de emblemáticas películas sobre la naturaleza española (Cantábrico, Dehesa, Guadalquivir…) han logrado de nuevo atrapar, con sus cámaras y sus antenas, el devenir de los seres vivos que eligen ese lugar para estar o para reproducirse, grandes y pequeños, hermosos y sorprendentes, todos atraídos por su especial ubicación entre el mar y la marisma del Guadalquivir.
Desde los primeros minutos, la apabullante biodiversidad de Doñana nos lleva volando al compás de un águila pescadora, nos acerca a la llegada de decenas de miles de gansos que pastan las arena de las dunas, nos muestra a un invisible chotacabras oculto en la hojarasca o nos mantiene en vilo con un letal insecto que se disfraza para cazar a sus presas. Yendo de un lado a otro, a vista de pájaro, con la voz de Odile Rodríguez de la Fuente como compañera, descubrimos que, además de los famosos linces ibéricos, allí conviven más de 300 especies de aves, 700 de insectos, unas 40 de mamíferos y, cómo no, una especie humana, la nuestra, que en ese espacio investiga, va de romería o hace la ancestral saca de las yeguas marismeñas. Es un recorrido que hacemos al albur del guión de Carmen Rodríguez, con el texto escrito por el naturalista y escritor Carlos de Hita, responsable también del sonido de toda la obra audiovisual.

Gansos levantando el vuelo, en un fotograma del documental ‘Doñana, donde el agua es sagrada’.

El camino del Rocío atraviesa el parque nacional. Fotograma de ‘Doñana, donde el agua es sagrada».
“En Guadalquivir (2013), terminábamos nuestra historia en su desembocadura, quedándonos a las puertas de Doñana. Desde entonces, pensamos en acometer este proyecto, pero antes era necesario mostrar paisajes y especies totalmente diferentes a los que habíamos enseñado ya para dar una idea más real de la enorme biodiversidad natural que tiene este país”, recuerda en una entrevista Rodríguez.
Ese Doñana que hoy rebosa agua tras esta primavera lluviosa no fue la que se encontraron hace tres años, cuando comenzaron el rodaje. También es verdad que no se han solucionado sus problemas a largo plazo, como han dejado claro quienes se dedican a su conservación: “En el fondo, la película llega cuando Doñana más nos necesita a todos, para recordar que deben ponerse en marcha soluciones y debe estar presente no solo cuando hay elecciones. Además, como allí siempre hubo sequías, nos ha permitido recoger su gran biodiversidad en flora y fauna aún sin agua. Pero no olvidemos que la recuperación de su acuífero requiere años de lluvias, que esa marisma encharcada ahora es impermeable, aunque es buena noticia que los flamencos vayan a nidificar de nuevo este año”.
En el filme no faltan imágenes de especies como el lince ibérico, que ha requerido ayuda científica para evitar su extinción. Los vemos con sus cachorros, peleando, paseando y, a menudo, mirándonos a los ojos, o escudriñando a esos humanos que cruzan su territorio como testigos silenciosos del barullo. Otras veces es un ciervo el que observa desde la floresta cómo su tranquilo mundo da un vuelco al llenarse en la romería del Rocío de carretas, trajes de faralaes y floreadas cabezas.
Pero sus cámaras también se fijan en especies muy desconocidas que sobreviven años sin agua. A falta de aves, dedicaron largas jornadas a conocer a otros bichos que son a menudo olvidados, pero fascinantes en su comportamiento, como las chinches asesinas, los escarabajos ladrones que se disputan los excrementos de algún mamífero, unos gusanos roscoff que llevan un huerto de algas bajo la piel o arañas voladoras. “Fue un desafío rodar un humedal sin agua”, reconoce Gutiérrez Acha, que ha sido el director de campo, “pero contamos con la ayuda de mucha gente de la zona y científicos que nos descubrieron todo un micromundo”. “Sí, creo que hemos conseguido una película diferente, donde se contempla un universo que va más allá de lo que más se conoce de Doñana, así que estamos muy orgullosos del resultado”, apunta Rodríguez. Lo que se dice hacer virtud del defecto.

Fotograma de la película ‘Doñana, donde el agua es sagrada’, que muestra un lince en un alcornoque.

Gamos en Doñana, en el documental ‘Doñana, donde el agua es sagrada’.
Pero al final, tras una prórroga del rodaje, finalmente llovió y captaron el esplendor de Doñana, así que también vemos a las aves, decenas de miles de aves, que visitan o viven en ese lugar del Sur. Los miles de flamencos que llegan de África, los moritos, el llamativo calamón, las amenazadas familias de cercetas pardilla, la estilizada garza imperial o unos sorprendentes milanos negros come larvas. “Como es lógico, grabamos a muchas aves acuáticas, pero esa imagen en la que se ve a escuadrones de milanos negros comiendo al vuelo las larvas de las mariposas Saturnia no se había filmado nunca. Invertimos semanas de trabajo para conseguirla, porque atacaban durante pocos minutos y desaparecían”, recuerdan los cineastas.
En esta película han vuelto a contar, como en otras ocasiones, con el sonidista naturalista Carlos de Hita como responsable de dar voz a una naturaleza; fue a grabar en soledad, inmerso en un lugar que describe como “una apisonadora que arrolla con su belleza, pero que también tiene peligros que la acechan y hay que contar con nombre y apellidos”.
Esta apuesta por el cine documental de naturaleza tiene, además, otro nombre detrás, el del productor José María Morales, director de Wanda Films, quien hace décadas comprendió que el cine es un gran escaparate para dar a conocer a esos otros habitantes del país al público general, pese a las dificultades a las que se enfrenta en un mercado audiovisual que no lo pone fácil. “No solo por las dimensiones de la pantalla o por el sonido, sino por la expectación que despierta y la atención que requiere de los espectadores. A diferencia de la televisión, en el cine también hay una narrativa en las secuencias, historias que contamos para mantener el interés”, apunta Rodríguez. Sobre Doñana nos deja un mensaje contundente: “En Doñana el agua es sagrada. Es un agua reservada, agua que no se toca, que no se roba. Sólo así podrá continuar existiendo en el tiempo”.
Gutiérrez Acha, por su parte, echa de menos más apoyo público a unas producciones cinematográficas que requieren un gran esfuerzo económico, pero que “ponen en valor bienes naturales que son de todos” y como tales debemos conocer para preservar. De hecho, al mirar los apoyos, se echa de menos la presencia de TVE o de Canal Sur. El cineasta naturalista más conocido del país, después de 35 años sin parar de rodar, nos anuncia que éste podría ser su último documental, dado que tiene previsto jubilarse y descansar. Nos deja de colofón una película más que necesaria.
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