¿Se puede guardar ceniza en el pecho? Sí, con poesía
Miren Agur Meabe (Lekeitio, Bizkaia, 1962), editora, académica y traductora, es autora de libros de literatura infantil y juvenil, narrativa, relatos y de poesía. Con ‘Cómo guardar ceniza en el pecho’ (Nola gorde errautsa kolkoan), editado por Bartleby Editores, ha obtenido el Premio Nacional de Poesía 2021. Primer libro en euskera –traducido por ella al castellano– que merece este galardón tras conseguirlo en ediciones anteriores libros escritos en catalán y gallego. Hemos hablado con ella, y nos ha dejado pistas de cómo escribir poesía: es necesario tener abiertas, sin curar, sin cicatrizar, las propias heridas.
El jurado eligió esta obra, que comienza como un libro de memorias y se va desplegando dando cabida a multitud de voces, estilos y tonos, por “las reflexiones sobre el deseo y la muerte, la nostalgia y el paso del tiempo que se combinan con una perpetua búsqueda del goce a través de las palabras”. “Como contrapunto, ofrece una dimensión irónica en su lenguaje y en la actitud que plasma. Elaborado a lo largo de 10 años, reúne magistralmente la amargura del paso de los años y una vitalidad y frescura inquebrantables”.
En Cómo guardar ceniza en el pecho, lo lírico y lo prosaico se dan la mano junto con lo real y lo imaginado. En él no faltan referencias culturales a escritoras y pintoras, también a la cultura popular vasca, que bien conoce y aprecia Miren Agur. La voz reflexiva convive con la descriptiva y la ironía y el sentido del humor con la tristeza.
Recientemente tuve la oportunidad de escuchar a la poeta en La Casa Encendida de Madrid. En su presentación del libro derrochó simpatía, sentido del humor e ironía, y explicó que el libro recoge los poemas escritos entre 2010 y 2020, lo que le ha supuesto hacer un ejercicio de fondo, y que en una primera aproximación puede calificarse de literatura autoficcionada. “Pero estos límites son difíciles de definir. Cuando una coge un bolígrafo, posiblemente ya está ficcionando la vida”.
Miren Agur comenzó hace años un recorrido vital expresado en su literatura con una novela titulada Un ojo de cristal, que tuvo su continuación en el libro de relatos Quema de huesos; para cerrarlo, ha escrito este poemario, Cómo guardar ceniza en el pecho.
“Pasamos la tarde en el jardín, / Sentadas el los sillones de mimbre blanco,
/ el abrigo del jazmín y de los kiwis / observando la coreografía de la adelfa en la brisa. / Ahí están la azada, el rastrillo, las cuchillas, / herramientas que todo poeta necesita”.
“En Un ojo de cristal ya utilizaba el jardín como contexto, aunque tal vez ahora ya se ha convertido en un lugar común. Cuidar de ese jardín no es un mero pasatiempo. Hay que distinguir el mejor terreno para plantar, la hiedra, por muy bonita que sea, puede estropear la mampostería de un muro. También por mucho que utilices un rastrillo, este no llega a zonas recónditas. A veces también nos sentimos indefensos bajo la mirada del lenguaje. De aquel jardín vino la quema de huesos o la de los rastrojos, donde la escritura es también una limpieza. Quemamos ciertos episodios de nuestra vida, quemamos sueños legítimos e ilegítimos a través de la escritura y, al hacerlo, encontramos la energía, en mi caso como escritora y como persona. Pero después de una quema, ¿qué se hace con las cenizas?, algo habrá que hacer con ellas. En el plano real nos sirven para abonar los frutales, por ejemplo, y en el plano literario para abonar mi proceso creativo”.
“Tengo que hablar con mi palmera largamente. / No todo el mundo tiene una palmera. / No todo el mundo tiene un destino de dos caras, / una que es testimonio y otra que es amenaza”.
Para escribir poesía, dijo la poeta, es necesario tener abiertas, sin curar, sin cicatrizarlas, las propias heridas. Otra de sus premisas para crear es asumir riesgos: “Aun asumiendo que puedo meter la pata, rayar lo ridículo y lo sublime, sobre todo cuando hablamos de sentimientos muy profundos, ya que el paso de una cosa a otra puede estar muy cerca. Hay que probar nuevos contenidos, asumir cierta desnudez tanto en forma como en el mensaje”.
La tercera premisa en la que se apoya la poeta es asumir que “tanto mi obra como yo estamos en un proceso de construcción”. “En euskera tenemos la suerte de tener la sufijación. Tenemos siempre un lenguaje en construcción. Los que conocen mi obra en euskera ya saben que Miren se desnuda mucho, que habla de su intimidad, pero con una alarma roja para no perjudicar a su entorno”.
Estos tres libros componen un tríptico, que, a pesar de ser una novela, relatos y poesía, están unidos por muchos ecos. “Los trípticos flamencos están unidos por bisagras que permiten mantener unidos los paneles, pero que forman una unidad. Estos libros repiten elementos a propósito para conseguir un efecto de verosimilitud. Esas bisagras son los familiares, los paisajes, los recuerdos de la infancia, la vinculación con la naturaleza, ese ojo viajero que permite obtener el significado de lugares insospechados para tener la magia necesaria para seguir viviendo. Estas cenizas que surgen de una quema ritual de la vida, quema literaria; con estas cenizas una sigue gestionando la vida, porque no hay un método para ello, a pesar del primer poema que introduce el libro que lleva este título”.
“Los copos de nieve no saben que son agua / ¿qué es la ceniza? / Polvo incapaz de recordar lo que fue un día”.
¿Se puede guardar ceniza en el pecho? se pregunta la poeta. Pues sí, sí se puede guardar. “Pero no quedamos indemnes, o nos nublarán los ojos o se nos ensuciará la piel o se nos doblará la espalda, la vida nos marca después de esta quema, ya no podemos ser lo que fuimos. Cuanto antes pongamos las bases de la aceptación, mejor”.
Desde el principio encontramos numerosos poemas en prosa, pero el poemario contiene una amplia variedad de estilos. Dividido en seis partes, aborda aspectos como la memoria con un toque pintoresco de la infancia y los años de aprendizaje de la vida. La primera parte, Un álbum, está compuesta por poemas donde su infancia, la naturaleza, su pueblo, una palmera, la escuela, el puerto, los cromos, las agujas, las niñas, la amatxu, la pérdida de un ojo a los 13 años, permiten acceder a su mundo personal.
“Una y otra vez, / una y otra vez / entregaré mi cara a los escalpelos”.
“Para abrir este álbum elegí una cita de Odaly Leyva Rosabal: Estoy en la memoria de ser yo. Ella explica mejor que yo en una frase lo que yo hago en 16 poemas. Esta parte de la memoria, yo no soy muy dada a crear etiquetas, pero la llamo autocostumbrista porque está el folklore, están los paisajes, los cantos de mi infancia, gente que he conocido, los juegos, los modelos familiares, la educación, también anuncios que marcan nuestro imaginario y el comienzo de nuestra educación sentimental. Todo este mundo, esos comienzos, incluidos los sexuales, su despertar y el paso del tiempo, ya pasados por la atalaya de la madurez, son los que te enseñan la vida. Es la propuesta de álbum, porque cumple la función, como esos archivadores de fotos que recogen piezas sueltas, un rasgo de hipertextualidad; me atrae mucho el concepto de fragmentación, pequeñas cosas sueltas que parecen inconexas, pero que, si se ponen a dialogar entre ellas, aparece un todo. Pequeñas teselas que, vistas de cerca, solo ves formas difusas, pero, vistas en perspectiva, aparece un mosaico y la escena representada. La narratividad potencial está en los fragmentos. Yo creo mucho en ello”.
En el libro hay una parte mítica, Fósforos, ya que mezcla mujeres reales e inventadas, desde una visión feminista. Casandra, la teniente Ripley, Marguerite Yourcenar. Mary Shelley, las Brontë, entre otras, dialogan con la poeta. “Cuando escribía de estas mujeres, ellas me servían para plasmar algunas inquietudes que yo tenía. Las utilizaba como alter-egos o bien como disfraces para expresar algunas necesidades como mujer o con algunas temáticas que están en vigor, como es la solidaridad tanto femenina como feminista, o para hablar del amor romántico, que no es condenable salvo que sea tóxico”.
La alegría es el recurso que utiliza en la tercera parte del libro, Viaje de invierno. “Aquí el ojo intenta extraer significados donde no ves ninguna experiencia. Entrar en esos territorios, el viaje, el camino es el locus ideal para cambiar, rehacer y deshacer lo que queramos. Este camino de soledad que permite abrir las alas. Todo desde un punto de vista reposado, pero embadurnado con mis sentimientos”. En Viaje de invierno prima el verso, los poemas breves y algunos haikus.
“Las Nereidas murieron con la contaminación. / Ya no acudían a socorrer a los náufragos”.
En Tempo Giusto, la cuarta parte del libro, lo civil, la denuncia y las mujeres son los temas de sus poemas. Con ellos, la autora se adentra en asuntos sociales de actualidad, como el cierre de las fronteras, la inmigración, los abusos sexuales o los crímenes contra las mujeres. “En esta parte social, quería plasmar hasta qué punto nuestra conciencia está con lo que pasa: cierre de fronteras, problemas medioambientales, por eso abro con Pandora”: Pandora no mires para otro lado. Estamos jorobados. Y no hallamos alivio en tu amargura.
Las últimas partes del libro, Esa puerta y El estigma accidental, Miren las define como más elegiacas y más corporales: la ira, el insomnio la necesidad de cerrar puertas para avanzar.
“Cuando llegues al final del pasillo, / piensa en mí como sabías, complaciente, / y, por favor, cierra esa puerta para siempre”.
“Escribir y borrar”, piensa la poeta. “Seguir la patología que nos impulsa a escribir, y seguir escribiendo nos da el sentido”.
Comentarios
Por Pepo Paz SaZ, el 07 marzo 2022
Gracias por tu entrevista y análisis, Pura.
Por Mamen Peinador, el 09 marzo 2022
Gracias, interesantísimo artículo.