Siete discos para descubrir el jazz en España y (quizás) sorprenderse en el intento
Hoy se celebra el día internacional del jazz y queremos proponer siete aproximaciones nacionales para perder el miedo a un estilo presuntamente difícil.
CARLOS PÉREZ CRUZ
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La UNESCO estableció en 2012 que el 30 de abril fuera el ‘Día Internacional del Jazz’. En nuestro país, la primera edición pasó sin mayor pena ni gloria institucional y con un puñado de jazzistas que salió en Madrid a la calle para dar a conocer los problemas de la profesión (que son muchos y muy variados). Uno de ellos, su falta de visibilidad en medios de comunicación y escenarios. Por fortuna, y pese a todo, en este país los músicos de jazz son cada vez más en número y también en la diversidad de sus expresiones. Desde ‘El Asombrario’ os proponemos siete proyectos, con sus correspondientes ediciones discográficas, para descubrir algunas de las propuestas (hay más, por supuesto) que rompen el estereotipo de jazz flamenco como el jazz propio de España. Aparte de este afortunado encuentro estético, y de quienes practican un jazz estándar, hay otros mundos y estas son algunas de sus puertas.
Agustí Fernández, Barry Guy & Ramón López – “Morning glory” (Maya Recordings, 2010)
Si el trío es una formación numérica asociada a uno de los sueños lascivos más convencionales, pocos tríos como este para despertar zonas erógenas de nuestro cerebro que (quizá) desconocíamos. El pianista mallorquín Agustí Fernández, el baterista alicantino Ramón López (parisino de adopción desde hace casi treinta años) y el contrabajista británico Barry Guy son la prueba de que la belleza no siempre se encuentra en los lugares comunes. Cuando les ofrecen un escenario (por ejemplo, este próximo mes de julio en el Jazzaldia de Donostia), son capaces de dinamitar el sonido y dividirlo en micropartículas que, de pronto, dan forma a retratos que, de tan íntimos, parecen desvanecerse. Tres nombres que forman parte de la nómina más reputada de la música improvisada en Europa y cuya paleta de matices sonoros es tan extensa que está en permanente mutación. Música viva, excelente. Maestros.
Duot (Albert Cirera & Ramón Prats) – “Cactus” (Repetidor, 2012)
Este dúo de saxo y batería es, en parte, hijo de los desvelos pedagógicos de Agustí Fernández. Si durante mucho tiempo la escena barcelonesa resultaba monocorde (perdónenme las excepciones), en los últimos años estamos asistiendo a la iluminación de una nueva generación de músicos que, por fortuna, además de tener una formación técnica y teórica de nivel, está abriendo su mente a expresiones musicales que parecían vetadas por la sacrosanta ortodoxia de las formas. El saxofonista Albert Cirera y el baterista Ramón Prats han ido forjando su dúo en sesiones semanales en Robadors 23, pequeño local barcelonés (cuyo nombre es localización en el mapa de la ciudad) en el que, desde hace años, tocan semana sí, semana también, muchas veces con invitados. Sólo esa constancia permite desarrollar un lenguaje propio y sólido fundado en la improvisación más libre. Se los puede escuchar en contextos estéticos muy diversos pero, cuando son Duot, parecen uno.
Irene Aranda – “Yetzer” (www.irenearanda.com, 2012)
No me cansaré de repetir allá donde me dejen que Irene Aranda es un milagro que ha brotado en un páramo: el jiennense. La pianista ya sorprendió en su primer trabajo discográfico y, sobre todo, con su segundo y último hasta la fecha: “Yetzer”. Grabado en el Teatro Darymelia de Jaén en solitario, es una demostración de conceptos de improvisación y recursos de exploración tímbrica del instrumento. Una verdadera delicia que evoca, desde la improvisación más abierta, los tiempos del Al-Ándalus. Que nadie se lleve a engaño: lo suyo nada tiene que ver con el jazz flamenco y los clichés asociados sino con un dedicado estudio de los caminos que, en parte, dieron forma al flamenco. Pequeñas células de notas, ideas mínimas, crecen en sus largas improvisaciones hasta dar forma a una experiencia emocional que no encuentra equivalente en nuestro país. Si logran escucharla en concierto es que algún programador ha despertado de su letargo.
Brigada Bravo & Díaz – “Músicas populares de la Guerra Civil” (Producciones Efímeras, 2008)
Tómenme si quieren por loco por sugerirles la zanfona, un instrumento de orígenes medievales, como puerta de entrada al jazz. Pero conviene ser consciente de que, más allá de las tradiciones instrumentales de los diferentes estilos de música (¿es el jazz un estilo?), el instrumento es el medio, no el fin. En España hay al menos un par de zanfonistas que son tan jazzistas e improvisadores como cualquier saxofonista de pedigrí que se les venga a la cabeza: Marc Egea y Germán Díaz. Este último, junto con el guitarrista Antonio Bravo, firmó un disco con memoria histórica de los himnos de la Guerra Civil e hizo lo que, en alguna medida, define una parte importante de la historia del jazz: coger melodías y darles vuelta y media con la improvisación. La peculiar combinación tímbrica de zanfona y guitarra, más la particularidad del repertorio, hacen de esta grabación una puerta de entrada lúdica y fascinante al jazz ibérico. Además, su presentación en disco permite al melómano elegir bando con un simple giro del CD en la caja: nacional o republicano. En lo musical, el espíritu no deja lugar a dudas.
Josetxo Goia-Aribe & Arantxa Díez – “En jota” (Karonte, 2011)
Si el flamenco ha monopolizado (y sigue haciéndolo) la percepción que se tiene tanto en casa como fuera sobre el jazz español (el reciente premio a Jorge Pardo de la Academia de Jazz de Francia es, al respecto, paradigmático), va siendo momento de reivindicar que existen otros folclores, tan españoles como el flamenco, que también se han dejado abrazar por el jazz. Con mayor o menor fortuna (también en el jazz flamenco, claro), se ha experimentado con el folclore gallego, con el catalán, con el castellano-leonés y el vasco (quizá el que mejor rendimiento ha dado, con músicos como el pianista Iñaki Salvador), entre otros. También con el navarro-aragonés de la jota, una tradición que la pareja que forman el saxofonista Josetxo Goia-Aribe y la jotera Arantxa Díez ha convertido en sutil música de cámara. El parto de las bautizadas como jotas callandico es muestra de una voluntad estilística que embellece un género, de natural, áspero.
Moisés P. Sánchez Trío – “Ritual” (www.moisessanchez.com, 2012)
En jazz, como en cualquier música, siempre hay referentes que sirven al músico que empieza su camino. El problema es saber desligarse de las fuentes mediante el desarrollo de un lenguaje propio. En la música del pianista madrileño Moisés P. Sánchez hay referencias evidentes, pero también el peso de una voluptuosidad artística que va camino de convertirle en uno de los más sólidos músicos de jazz españoles. Con ecos del trío del difunto Esbjörn Svensson, con trazas de Brad Mehldau y un espíritu pop/rock vitaminado, el trío del pianista va definiéndose a cada paso. La amplitud de miras culturales de su líder (un auténtico hombre del renacimiento interesado en casi todo) y su participación en proyectos tan dispares como el del rapero Nach, el quinteto de Ara Malikian & Fernando Egozcue, Jorge Pardo o incluso un encuentro con el tenor Plácido Domingo, abren las miras de un artista que estará entre el 10 y el 16 de junio tocando piano solo en el Café Central de Madrid.
Piccola Orchestra Gagarin – “Platos Combinados” (Whatabout Music, 2010)
Si la improvisación es una exploración del espacio sonoro, la Piccola Orchestra Gagarin se lo toma al pie de la letra y viste de astronauta. Orchestra que, de tan Piccola, es sólo de tres: el ruso Sasha Agranov (chelo), el sardo Paolo Angeli (guitarra sarda preparada) y el barcelonés Oriol Roca (batería). Fans del ruso Yuri Gagarin (en los bandos de la carrera espacial eligen –por paralelismo con las condiciones laborales del jazz- a la cenicienta), sobrevuelan paisajes del planeta musical en una combinación muy particular de vuelos de improvisación libre que pueden aterrizar, si el giro orbital de la inspiración lo permite, en la estación de la música tradicional sarda (de la que Angeli es un experto con libro). La particularidad de su instrumentación, la falta de prejuicios y su escaso sentido del ridículo (ni la Unión Soviética más decadente permitiría semejantes trajes espaciales), les permiten ser cercanos al público más refractario y dar luz a una música estelar que lo mismo vuela muy alto que levanta el polvo de las carreteras secundarias.
Comentarios
Por Fernando Vázquez, el 01 mayo 2015
Un artículo muy bien escrito pero que justifica por qué a ningún aficionado le gusta el jazz español: porque no hay nada de jazz en estas músicas, salvo la improvisación. Mucha jota, mucho al-Andalus, mucho flamenco pero nada negro, escaso sentido de la síncopa y de las armonías que justifican la pasión por el verdadero jazz. Si aceptamos estas músicas como Jazz (con mayúsculas) debemos aceptar a Melendi como rock, y viceversa.
Por Juan Cárlos Pratt, el 06 noviembre 2016
Hablar a estas alturas de verdadero jazz y reducir la música de jazz al jazz negro es algo temerario, puede uno caerse en un agujero negro y terminar escuchando salmos y rapsodias toda su vida. El jazz, hoy, es otra cosa.
Por Jacqueline, el 18 abril 2017
hola Juan Carlos! Soy executive label buscado nuevos artistas españoles de jazz/fusion, alguna recomendacion?
Por Alberto, el 12 mayo 2017
Fatbeat!