Qué significa ser una mujer de hoy que bebe en casa o a escondidas
La editorial (Tránsito) nos presenta así el libro: “Natalia Carrero escribe con un sentido del humor único y una mirada incisiva sobre el trabajo y la precarización; sobre qué significa ser una mujer contemporánea que bebe en casa o a escondidas, cualquier día. ‘Otra’ es una celebración de esas mujeres y vidas que pocas veces atraen la atención y casi nunca son escuchadas”. Y añade: “Advertencia para la gente estupenda: esta obra no contiene glamur, aquí sólo se bebe cerveza y algún vino sin denominación de origen. Novela exenta de postureo y gintonics”. ‘Otra’ es un libro inclasificable y apasionante en su mezcla de verdad e imaginación. Carrero es una imbatible maga, consciente de que su certera pluralidad etílica convierte este libro en un desierto inexpugnable para los dueños de códigos rancios.
Hay libros que te dejan herida la memoria, pero que no suponen una herida sino la evidencia de que hay autoras que han venido a abrir en canal la literatura. Autoras que hacen una incisión fina sobre la delgada carne de lo políticamente incorrecto y lo exponen como si fuese un aguerrido tesoro del que hay que repartir con el prójimo hasta la última y más pequeña pieza. Una de esas autoras indomables, catárticas e inteligentísimas es Natalia Carrero (Barcelona, 1970), una escritora que disfruta y hace disfrutar colocándose y colocando utilísimos obstáculos en la carrera de sus lectores.
Y toda esa singularidad es lo que ofrece en Otra, su nueva ¿novela, diario, testamento, memorando?…, en nueva obra de arte emocional.
Un libro delgado y duro como lo es el cuerpo de un adolescente al que todos a su alrededor admiran, un libro aerodinámico que hace volar la imaginación del lector y que consigue que quiera planear sobre esos lugares capaces de acabar con la suerte de un ser humano:
“Durante noches anoté lo que sucedía en el pasillo, la cocina, el comedor. Nueva tanda de gritos, golpes que son portazos. Martillazos que la imaginación expande como nubarrones de plomo que aplastan el mundo. Llantos de la madre. El hijo reducido. Otra intimidación del padre. El insulto final”.
No es fácil dialogar con la violencia, ni con la que generamos nosotros ni con las que otros generan contra nosotros sin que la boca se llene de tópicos; no es fácil convertirla en un susurro de músculos afilados capaz de interesar a todo el mundo. Pero el bisturí narrativo de Natalia Carrero es siempre un arma de construcción masiva, el arma capaz de vencer a lo impecable, de desahuciar ese tipo de mentiras éticas y estéticas en que solemos convertirnos los hombres y mujeres que en alguna ocasión hemos sido teledirigidos por la vergüenza:
“No digas nada a tus amigas, me instruyó nuestra madre antes de ir al colegio. Experta en silencios, mentiras y otras difuminaciones. No pronuncies la palabra esquizofrenia. ¿Y qué si la decía?”.
Carrero ha escrito a través de Otra una verdad densa. Un diario de manos duras, de inteligencia extrema y extremada. De observación insobornable. Carrero no cree en la elucubración narrativa y navega siempre hacia la experimentación salvaje. No hay silencios en los libros de esta autora, o sería mejor decir que no existen para ella los silencios stricto sensu con los que conviven otros escritores.
Carrero es hábil e inhóspita como lo es ese bosque al que nadie se atreve a ponerle un nombre debido a su excepcionalidad. Es una abnegada innovadora capaz de meter la manos dentro del infierno que habita en la memoria de quien conoce o de quien, por fortuna para el lector, inventa:
“Mira el dedo de ese hombre en mi boca de niña. ¡Mira cómo le gusta el vino! En cada comida me invitaba a probar otro poco del licor de turno”.
Ficción, autoficción, ficción por persona interpuesta. Carrero nos desafía como si fuese una socióloga que quiere alejarse de lo que sus buenas calificaciones esperan de ella. Es una señaladora útil, una visibilizadora nata.
Es además la representante de un humor invencible, fruto de una inteligencia libre y resuelta, rara y única que la lleva al uso de juegos feroces para concretar la indefensión de Mónica, su lenguaraz y estricta protagonista, su caos convertido a través de esta historia en sádico orden:
“Debo ir habitando el error. Abitar el error. Y el orror. Y este bacio y esta sez”.
La que es capaz de dejarnos pegados frente al sobresaliente monólogo de una deslumbrante rehén social, familiar, marital, maternal y patriarcal:
“Quiero ser terrorista y descuartizarte, Ricardo, para ver si por dentro estás hecho de lo que manda la economía mundial. A ver la textura de tu hígado. Me dará envidia porque el mío es pura herida, lo he visto en imágenes, hígados cirróticos”.
“Un feminismo manifiestamente interseccional e inclusive esta premisa y la otra y la otra, estoy parodiándome a mí misma y a algunas más; pero mejor que me modere, porque a veces parece que con las palabras que voy desaprendiendo se me va tanto la pinza como a los veinte y no soy más que pura carnaza capitalista”.
Carrero es consciente de que su certera pluralidad etílica convierte este libro en un desierto inexpugnable para los biempensantes, para los dueños de los códigos rancios. Y, aun así, lucha por que cada párrafo arañe la carne embalsamada de los apóstoles de la moral. Sus afirmaciones y contradicciones no tienen límite. Sabe que la autodestrucción es un oficio de frases trascendentes:
“Yo, la más violenta, oscura como la tumba de mi amiga: la muerte de la que huyo y a la que sin embargo acudo a la primera llamada”.
“Amo esta casa con todo el asco del que soy capaz”.
“No debería emplear las misma armas que mi enemigo, basta ya de agresividad contra mí, nosotres y las personas amades”.
El poder generador y regenerador de la literatura es un arma cargada de futuro en la estética argumental de Carrero. El poderoso desdoblamiento con que ceba la narración le otorga una dualidad enriquecedora y extravagante que unifica sin lugar a réplica el poder de la abstracta literatura de la autora catalana:
“Cuando hablo en plural es que voy bien. Las voces tenemos muchos puntos de vista, algún que otro enfrentamiento, debates intensos”.
“Las personas que pernoctan en los bancos de la plaza se encontrarían despiertas y sobrias. Las conozco. De día suelo evitarlas… A su lado descubro que soy una simple aprendiz de los márgenes”.
“Tengo techo, cama y sábana para desaparecer. Tengo tengo tengo tú lo tienes todo yo no tengo nada. Ya estamos de nuevo en la novela de la infancia teatralmente devastada”.
Pero Carrero no se conforma solo con narrar, necesita poner cara a su discurso y para eso construye una segunda parte que resulta ser un valioso puzle etílico y vital en el que hace desfilar a un buen puñado de mujeres vivas y vivificadas por el poder de confesión que les otorga la narradora:
“Luego encima si lo contaba parecía que además de sentirme avergonzada por mi pasado debía estarlo por ser mujer”.
“Alcoholismo instrumental”.
“Un libro recipiente donde volcar algunas ideas cristalizadas”.
Carrero no se asusta ante el verbo fácil de un superviviente y da cabida en su riquísimo álbum de bebedoras a un hervidero de monólogos sin pausa que se comportan como cáusticos torrentes, como sosias de un buen y caudaloso vino.
Otra es sin duda un libro femenino y feminista que expolia la voz cavernosa del patriarcado mediante un buen conglomerado de reflexiones alejadas de lo instituido, de lo esperado:
“A las mujeres no se nos permite el rol juerguista en la misma proporción o desproporción que a los hombres”.
Mención especial merecen los tres tesoros manuscritos que Carrero nos regala en el tramo final del libro. Tres cantos extraordinarios saliendo de la poderosa garganta de tres mujeres intemporales: Duras, Sexton y Bachmann. Y que a mi entender tienen que ver con el deseo de la autora de no romper el principio de verosimilitud de este diario de especialísima carne, de especialísima vida.
Otra es un libro inclasificable y apasionante en su mezcla de verdad e imaginación.
Carrero es una imbatible maga que sobresale del resto gracias a la inteligencia integral e integrada en cada uno de sus libros. Ella se sale de la norma una vez más como materia de defensa; por eso tenéis que leer este libro, esta explosión sociológica salvajemente bella y salvajemente exacta en la que converge el camino de todos los espejos que se necesitan a diario para seguir en pie.
‘Otra’. Natalia Carrero. Tránsito editorial. 127 páginas.
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