Silencio, se vive…

‘Silence’ fotografía de Andrea Schunert.

'Silence' fotografía de Andrea Schunert.

‘Silence’, fotografía de Andrea Schunert.

Esta Semana Santa no te vayas de viaje. Quédate. Experimenta lo que es estar cerca de ti. En ti. ¿Has estado ahí alguna vez? El silencio se hace oír como modo de vida alternativa. Como opción para vivir una vida más real. ¿Se te ha ocurrido que no viajar es practicar el silencio? ¿No ir al vaivén de las modas que dictan los medios? ¿No consumir lo que sugiere la publicidad? No es algo nuevo ni mucho menos. Pero sí lo es que el silencio protagonice tantas charlas, reportajes, libros, programas de televisión y sobre todo que propicie tantos encuentros entre personas que se reúnen para encontrarlo en común. Hasta Pedro Almodóvar ha anunciado que su próxima película se llamaráSilencio’.

No hace falta irse a Bali para llegar a uno mismo; el destino más exótico, lejano e inexplorado suele estar dentro de nosotros.

No huir, quedarse.

Muchos lo asocian de inmediato con algo aburrido, pasivo. A otros les vienen a la cabeza místicos, alguien sentado en la postura del Loto y con los ojos cerrados. Sin embargo, además del silencio como ausencia de sonido o como camino meditativo y espiritual, hay otros silencios en el día a día.

Hay muchas maneras de experimentar silencio y algunas son obvias: cuando mi boca y la de los demás a mi alrededor callan. Cuando mi mente se aquieta, cuando no surgen de ella pensamientos saltarines que van y vienen como un disco rayado sin que yo pueda bajar el volumen. Pero también es silencio simplemente permanecer tranquilo en un mismo lugar sin buscar siempre cosas nuevas más allá del horizonte. Y no pretender coleccionar experiencias diferentes constantemente, justo lo contrario que nos vende el modelo de éxito. Más aún, silencio es descolgarse de las redes sociales y desenchufarse del bombardeo de noticias que llegan a nuestro smartphone a cada minuto.

¿Pero qué propuesta es esa de quedarse en el mismo sitio, de callarse?, dirán algunos. ¿Se trata de volver a las cavernas?

Hemos llegado a tal nivel de ruido, de deseo insaciable de no permanecer en el mismo sitio, de estímulos externos, que nada parece más novedoso que estar con uno mismo, con lo cercano, en la propia casa, y además estar conforme con ello. O dar un paseo tranquilo entre árboles en el que escuchamos crujir la hierba bajo cada uno de nuestros pasos. ¿Qué clase de vida es consultar el móvil constantemente, esclavos de las notificaciones de Facebook, Twitter, Instagram, el correo electrónico y el whatsapp? ¿Qué tal si hacemos silencio para vivir de verdad?

En las redes sociales podemos encontrar mucho ruido, pero también pequeñas señales de que hay muchas personas que frente a la novedad necesitan cierta dosis de estabilidad, de silencio, aunque sea una ausencia de sonido tan peculiar como la que proponen cientos de páginas -con miles de seguidores- cuyos propietarios cuelgan todos los días a la misma hora la misma foto. “The Same Photo of Liam Neeson Everyday” es el nombre de una de ellas; cambiemos el nombre del actor británico por otro y tendremos otra de las muchas que existen. ¿Por qué algo tan absurdo tiene tantos fans? Sus creadores, en un reportaje de BBC Mundo aducen que al principio surge la extrañeza y resulta ridículo y gracioso, si bien ver cómo aparece en el muro todos los días a la misma hora la misma imagen a muchas personas les da “seguridad”. “Se convierte en algo alrededor de lo cual puedes planear tu tiempo”, dice uno de ellos. Cierto que no es estrictamente silencio lo que se recibe de estas páginas, pero parece un indicador de que muchos necesitan sentirse un poco más en casa.

'Silence'. Fotografía de Steve Rotman.

‘Silence’. Fotografía de Steve Rotman.

La slow TV, nacida en Noruega en 2012, emitió en su primer programa durante más de tres horas el viaje de un tren. El espectador pudo ver en directo cómo gradualmente iba cambiando el paisaje y, frente a sí, constantemente en la pantalla, las mismas vías de tren indicando el camino. Tuvo un enorme éxito y después llegaron programas de ese estilo de mayor duración.

En música, el silencio tiene un papel muy importante. Sin él, las notas serían un amasijo de sonido informe. Las permite brillar, aparecer, enmudecer para luego volver a surgir. A veces el silencio en una melodía suena más tiempo de lo que esperamos y crea una gran expectación. Lo que llega después suele emocionar más a quien lo escucha.

Fuera de estas experiencias, ¿por qué el silencio habitualmente es relacionado con camino espiritual? ¿Por qué, además, suele ir de la mano de las religiones? ¿Por qué místicos y profetas de las tradiciones cristiana, musulmana, hebrea o budista hacen de ello su leit motiv? Tras crecer en un entorno católico y abrirme al mundo de la meditación desde otras perspectivas, he llegado a la conclusión personal de que las religiones -en esencia y dejando de lado muchos otros matices- son marcos de referencia cultural que nacieron para poder llegar a nuestro interior y así poner cierto orden en una realidad imposible de entender: ¿Por qué venimos y morimos? ¿Adónde vamos después, si es que vamos? No dan respuestas científicas e irrefutables, pero de alguna manera ese camino de silencio interior que señalan nos lleva a vivir de manera más confiada y en contacto sereno con el día a día. ¿Se puede llegar a eso sin seguir los preceptos de ninguna liturgia? ¿Sin necesidad de creer en un Dios o un Cristo o un Buda, algo a lo que tantas personas, por mil circunstancias vitales, le tienen verdadera alergia?

Libros como el archifamoso El poder del ahora, de Eckhart Tolle, no hablan de religión ni de Dios y proponen el camino de la iluminación (entendida como algo muy parecido a la idea de felicidad) a través de observar la propia mente mientras da saltos aquí y allá para después silenciarla y vivir el presente en cada momento. Su éxito ha sido recoger tradiciones milenarias y darles una forma sobria y muy asequible al público occidental. El fantástico Camino con corazón, del psicólogo y maestro de meditación Jack Cornfield, es considerado una de las Biblias de este tema. Su lectura es amena y muy útil para poner los pies en la tierra si uno se decide a caminar por esa senda. Cornfield explica que no se trata de silenciar la mente para elevarse y huir, entrar en trance y olvidarse de todo, sino para asentarnos en la realidad y vivir con mayor plenitud como personas y ciudadanos conscientes. Esa es la clave: no huir, quedarse.

'Silencio'. Fotografía de Óscar Antón.

Fotografía de Óscar Antón.

Un ejemplo de práctica de silencio sin connotaciones religiosas y con conclusiones científicas es el que propone el médico Jon Kabatt-Zinn, que ha creado la técnica de Reducción del Estrés Basada en la Atención Plena. Su trabajo de investigación se ha enfocado en las aplicaciones clínicas de la meditación de atención plena (mindfulness meditation) para personas con dolor crónico y estrés. Y ha llegado a la conclusión científica de que silenciar la mente funciona para aquietar el alma y tener una vida sin dolor.

En una órbita distinta, estos días se reedita (por duodécima vez) en Siruela el libro de Pablo d’Ors Biografía del Silencio. D’Ors, escritor, capellán del hospital Ramón y Cajal de Madrid y muy recientemente nombrado consejero cultural del Vaticano por el Papa Francisco, narra en este breve ensayo cómo aprendió a meditar y cómo en ese camino encontró su verdadero ser. En primera persona y con una sinceridad que conmueve desgrana cómo tuvo (y tiene) que lidiar con las expectativas, con el cansancio físico, con lo árido que resultan las primeras “sentadas” practicando el silencio. Y cómo eso le cambió la vida, según cuenta: “La vieja personalidad se rompe y, como una flor, comienza a nacer una nueva. Meditar es asistir a ese fascinante proceso de muerte y renacimiento”.

En un capítulo muy llamativo, D’Ors recuerda cómo a su antiguo yo le gustaba mucho atesorar distintas vivencias: viajar, leer constantemente y conocer mucha gente, convencido como estaba “de que cuantas más experiencias tuviera más pronto y mejor llegaría a ser una persona en plenitud”. Encontrarse con la quietud le hizo cambiar esa perspectiva como expresa en este párrafo: “Hoy sé que conviene dejar de tener experiencias, sean del genero que sean, y limitarse a vivir: dejar que la vida se exprese tal cual es, y no llenarla con los artificios de nuestros viajes y lecturas, relaciones o pasiones, espectáculos, entretenimientos, búsquedas… Todas nuestras experiencias suelen competir con la vida y logran, casi siempre, desplazarla e incluso anularla. La verdadera vida está detrás de lo que llamamos vida”.

'Silencio'. Fotografía de Phil Whitehouse.

Fotografía de Phil Whitehouse.

El escritor y cronista de viajes británico de origen indio Pico Iyer, colaborador habitual de Time, expone en esta charla de TED una idea muy parecida. También lo hace en su libro The Art of Stillness: Adventures in Going Nowhere. “Para mi sorpresa», dice Iyer, «descubrí que no ir a ningún sitio era tan apasionante como ir al Tíbet o a Cuba”. Otra de sus frases: “A veces ganarse la vida y tener una vida van en direcciones opuestas”.

Vida, vivir de manera plena, “abrirse a la realidad”, en palabras de D’Ors. Un silencio y una quietud ricos y creativos que hacen surgir un espacio en el que pasan muchas cosas reales. Quizás no sean hitos de los que presumir en Facebook. ¿Acaso eso importa cuando de verdad se vive?

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Comentarios

  • N

    Por N, el 14 marzo 2015

    El silencio es necesario para equilibrar el diálogo abusivo de la mente, pero sin suprimirlo, simplemente reduciéndolo a lo estrictamente necesario: vivir alternando ruido y silencio, pienso que es la mejor forma de evolucionar.

  • silver

    Por silver, el 14 marzo 2015

    «El deseo de luz produce luz.
    Hay verdadero deseo cuando hay esfuerzo de atención.
    Es realmente la luz lo que se desea cuando cualquier otro
    móvil está ausente.
    Aunque los esfuerzos de atención fuesen durante años
    aparentemente estériles,
    un día, una luz exactamente proporcional a esos esfuerzos
    inundará el alma.
    Cada esfuerzo añade un poco más de oro
    a un tesoro que nada en el mundo puede sustraer.»
    (Versos de Simone Weil, incluidos en el libro de D’Ors)
    Estimulante, alentador, sereno y bello artículo.

  • Jaume

    Por Jaume, el 15 marzo 2015

    No todo el mundo es capaz de apreciar el silencio. Digamos que hace falta un entrenamiento, o mejor dicho un desentrenamiento de tanto pensar. Entiéndase que ver el mundo conceptualmente es pensamiento. Cuando todavía no se ha acumulado suficiente inercia de no pensar es difícil siquiera saber qué es el silencio. Una clave es la viveza: si el silencio resulta «aburrido», eso no es silencio. El auténtico silencio está vivo, es intenso, da brillo a la percepción, y es, de hecho, prerequisito para apreciar la belleza.

    Es verdaderamente penoso el estado de quien no conoce más que el mundo conceptualizado. A tal persona se le habla del silencio y no comprende, pues cree que es un concepto más, el cual podrá manosear (mentesear) con mayor o menor presteza, pero sin acercarse a lo que se le quiere comunicar.

    Sin embargo, afortunadamente casi todo el mundo experimenta el silencio en algún momento, lo que ocurre es que suele ser demasiado fugaz para apreciarlo cabalmente. Esta es quizás una pequeña gran tragedia cotidiana. El silencio yace escondido en el preciso instante en que se palpa una cerradura a oscuras para atinar con la llave, o en el que el ladrido inesperado de un perro nos impacta muy cerca sin haberlo visto (nótese la descompresión del sonido cuando el ladrido finaliza), o cuando conduciendo se asoma un peligro y en un acto reflejo pisamos a fondo el freno (y justo antes de que el corazón se acelere), en el espacio vacío que queda justo cuando el autobús acaba de pasar a nuestro lado, cuando vemos una cara conocida y durante unos instantes la mente queda en blanco ante la incapacidad de recordar su nombre, o cuando, más gozosamente, nuestros labios se acoplan a otros labios y de un plumazo el mundo previo desaparece y nos convertimos única y exclusivamente en esa deliciosa sensación tactil.

    Además es posible dar un paso más allá, y ésta es, si no recuerdo mal, una bonita propuesta de Tolle: se trata de escuchar el silencio sin necesidad de que lo haya, es decir, escuchar el silencio que subyace a todo sonido.

    Hay otra variante de esta propuesta, más llamémosle visual: ver el espacio. No las cosas que existen en el espacio sino el espacio que las contiene. Por supuesto que no es posible detectar el espacio como tal, del mismo modo que es imposible escuchar el silencio y decir «¡lo pillé! ¡aquí lo tengo! ¡es ésto!». Precisamente porque es imposible es necesario.

    Pero sí, para empezar mucho más fácil escuchar una ausencia de sonidos, alejarse un poco de la civilización, buscar algún valle ignoto y pasear preferentemente de noche o al atardecer. Y detenerse y escuchar.

    Lo cual lleva casi inevitablemente a la quietud. Pero lo fascinante de la quietud es que está viva, por eso no cansa (excepto si se la piensa, claro está).

    Porque el silencio es en realidad la vida, y la vida campa por doquier ¿y acaso no es esto maravilloso?. Ahora le pongo palabras pero me refiero a la experiencia del silencio. Pero ¿cómo es posible que no habiendo nada haya vida? ¿Acaso no dirá cualquier cosa viva «hago ruido, luego existo»? La solución reside en el perceptor del silencio, del espacio. Resulta que el perceptor ES silencio, ES espacio y que el universo nunca estará vacío porque siempre está lleno de Sí Mismo.

    Lo que escribo no son más que parafraseos baratos de lo que sabios orientales descubrieron hace milenios, causa cierto sonrojo que ahora tengan que venir algunos yanquis a vendérnoslo descafeinado y envuelto en márketin cientifista, pero bueno, con un poco de suerte ayudará a que algunas personas vayan más allá del «ayuda a combatir el estrés» y descubran la inmensidad del mundo que se oculta bajo el manto habitual de conceptualizaciones.

    Un último comentario, y ya me callo: Una vez detectado el silencio, o el espacio, o el presente, se trata de alargarlos, de mantenerse en ellos en un fino equilibrio hasta que el estado interior se estabilice: ahí es donde empieza la vida. Y generalmente la dificultad para lograrlo. Afortunamente tenemos todo el tiempo que hay para intentarlo.

  • Nuria

    Por Nuria, el 16 marzo 2015

    En la misma línea del silencio, siempre defiendo una manera de vivir en la que las cosas se hagan despacio, ya hace tiempo (en los años 70) Carmen Martín Gaite escribió un gran artículo sobre el tema:

    Recetas contra la prisa
    http://www.casatiajulia.com/blog/recetas-contra-la-prisa/

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